El entendimiento entre los seres humanos ha sido un constante objeto de reflexión filosófica. Es conocida la obra del filósofo búlgaro Tzvetan Todorov que ha llamado la atención de los lectores sobre las causas por las cuales los seres humanos tememos a los llamados bárbaros. Estamos habituados a creer que la historia avanza a través de choques, por lo que la política mundial está entrando en una nueva fase, en la que la fuente fundamental de conflictos, no será, tanto ideológica ni económica; sino que las grandes divisiones de la humanidad y las principales fuentes de conflictos serán culturales, entre naciones y grupos de civilizaciones diferentes.
De tal manera que observamos como las civilizaciones se comportan como dos jóvenes combatientes convencidos de su superioridad para los que no ven otra salida que la de enfrentarse hasta que una triunfa y la otra muera. Es sabido que el término bárbaro, se introdujo en el lenguaje griego, después de la guerra contra los persas, dividiendo a los humanos en dos grandes categorías: los que hablaban griego (“nosotros”) y los “otros”, los extranjeros, que balbuceaban (“bar-barbaros”) otro lenguaje incomprensible para los griegos.
A los bárbaros se les califica como caníbales, violadores, ladrones, incapaces de razonar, de negociar (utilizando la violencia o la lucha para quedarse con el trofeo); no conocen la vida de ciudad y se les establece una frontera o muro. Y esto se ha ido conformando a lo largo de los siglos y ha quedado bastante inscrito en nuestras infraestructuras culturales. Los bárbaros tratan a los demás como si no fuesen humanos, o no plenamente humanos. Sociológicamente, suelen encerrarse en sus culturas, en sus grupos (familias o tribales), de modo que el extranjero aparece como un desconocido y un posible peligro. Y con el paso del tiempo el término bárbaro terminó significando los que no tenían lengua legible y los que no tenían dios.
Mientras que una persona civilizada era/es aquella que “en todo momento y en todos lugar, sabe reconocer plenamente la humanidad de los otros”. Fue Herder quien adelantó que era posible pensar en la unidad y universalidad de la civilización, y en la pluralidad de culturas. En las culturas suele predominar uno u otro valor, pero en ninguna de ellas puede estar ausente el reconocimiento de la humanidad y la libertad, sin caer en la barbarie.
La conducta del ser humano y sus actitudes ante la vida están condicionadas en gran medida por los temores que brotan hacía lo desconocido de tal manera que es indisimulable que el extranjero, el inmigrante y cuanto más desconocimiento y menos parecidos tengan con nosotros genera todo lo dicho hasta ahora, ante eso deberíamos abogar, abogo por … altruismo en detrimento del egoísmo; o bien, por xenofilia frente a la xenofobia; que indica que poseemos una amplitud de ánimo que ve como posible el enriquecerse con la perspectiva de los otros. Por el contrario, quien no es capaz de ubicarse, ni siquiera hipotéticamente, en el lugar del otro, manifiesta tener un ánimo cerrado en sus propias convicciones, como poseedores de verdades indiscutibles; y, de algún modo, calificar prepotentemente al otro como inferior o en situación de error. ¿Les suena?
Esta forma de pensar es frecuente en las mentalidades autoritarias o demagógicas, sobre todo ante peligros inminentes. En estas situaciones, se decide entonces, simplificar las conductas sociales: o se está con nosotros o bien contra nosotros. ¿Les sigue sonando, verdad? En realidad una ideología no se impone, si no se propone y sabemos lo que se está proponiendo, sabremos leerlo, sabremos interpretarlo y sobre todo sabremos contraprogramar… Todo por hacer… a ver.
José Turpín Saorín, Filósofo y antropólogo
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