La declaración final decepcionó porque es sólo un compendio de buenas intenciones donde se comprometen a garantizar la soberanía alimentaria de los pueblos, pero sin estipular cuántos fondos invertirán ni en qué plazos piensan obtener resultados. La crisis económica mundial elevó el número de pobres de 850 a 1020 millones en apenas un año. En […]
La declaración final decepcionó porque es sólo un compendio de buenas intenciones donde se comprometen a garantizar la soberanía alimentaria de los pueblos, pero sin estipular cuántos fondos invertirán ni en qué plazos piensan obtener resultados.
La crisis económica mundial elevó el número de pobres de 850 a 1020 millones en apenas un año. En este nuevo contexto, la cumbre de la Agencia de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que se realizó ayer en Roma, era esperada con expectativa por los analistas para ver qué acciones tomarían sus países miembro en la lucha contra el hambre en el mundo. Sin embargo, la declaración final del encuentro decepcionó porque es sólo un compendio de buenas intenciones donde se comprometen a garantizar la soberanía alimentaria de los pueblos, pero sin estipular cuántos fondos invertirán ni en qué plazos piensan obtener resultados.
«Nos comprometemos para que deje inmediatamente de aumentar -y se reduzca considerablemente- el número de personas que sufren a causa del hambre, la malnutrición y la inseguridad alimentaria», dice el documento final que motivó la reacción de los países más pobres. La ausencia de fondos adicionales para combatir el hambre es notable si se tiene en cuenta que la FAO calcula que se necesitan inversiones por 44.000 millones de dólares al año para reactivar el sector de la agricultura. Se trata de un dinero indispensable para alimentar a los más de 9000 millones de habitantes que tendrá el planeta en el 2050. «No estoy satisfecho con el resultado, ya que no hay un compromiso sobre la fecha, ni sobre los fondos ni las condiciones para combatir el hambre», declaró el director general de la FAO, el senegalés Jacques Diouf.
«Así como el mundo fue capaz de gastar trillones de dólares para evitar el desplome económico, ahora es necesario un esfuerzo similar para evitar un desplome social», aseguró ayer la presidenta chilena, Michelle Bachelet, quien manifestó su malestar por los resultados obtenidos en la cumbre, al igual que el primer mandatario de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, que también participó del encuentro. En lo que respecta a los países del G-8, sólo el jefe del gobierno italiano, Silvio Berlusconi, estuvo presente en su carácter de anfitrión, lo que dejó en evidencia el escaso compromiso que despierta ese espacio entre las naciones más ricas. Sólo hubo 60 jefes de Estado de los 193 países miembro de la FAO.
También participó del encuentro el papa Benedicto XVI, quien criticó la creciente especulación en el mercado de los alimentos. «Persisten modelos alimentarios dominados por el egoísmo, lo que ha consentido la especulación en el mercado de los cereales, donde el alimento es considerado como una mera mercancía», afirmó el Papa. «La convocatoria de esta cumbre demuestra que los mecanismos actuales para lograr la seguridad alimentaria son frágiles y que es necesario revisarlos», agregó. El jefe de la Iglesia Católica cuestionó además el hecho de que el hambre sea considerada como un fenómeno «estructural, parte integrante de la realidad socio-política de los países débiles, visto con resignación y hasta con indiferencia». Benedicto XVI criticó también «las subvenciones» que otorgan los países ricos a sus productos y pidió que «el acceso al mercado internacional de los productos provenientes de los países pobres sea favorecido» como medida para combatir el hambre.
Entre los más indignados con los escasos resultados de la cumbre y la indiferencia de los países industrializados fueron los movimientos antiglobalización y los organismos no gubernamentales reunidos en una cumbre paralela frente a la sede del organismo de Naciones Unidas. «Reuniones y más reuniones y nunca resultados», protestó el ingeniero mexicano Olegario Carrillo Meza, de la Unión de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (Unorca).
«Hay serias amenazas que se ciernen sobre las personas más pobres. La recuperación de la economía está volviendo a elevar los precios de los alimentos. El cambio climático es una amenaza inmensa para los campesinos. Y los 20.000 millones de dólares prometidos para la agricultura por el G-8 en julio pueden convertirse en un espejismo. No podemos permitirnos otra noble derrota», sostuvo Gawain Kripke de Oxfam International, una organización internacional para la promoción del desarrollo. «Nadie pone en cuestión el modelo agro-industrial que impera en el mundo, que favorece a las multinacionales que sacan a los campesinos de sus tierras», agregó Andrea Ferrante, presidente de la Asociación Italiana para la Agricultura Biológica.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-135401-2009-11-17.html