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Entrevista con el cantautor cubano, Gerardo Alfonso

«Los pueblos, para avanzar, necesitan tener conciencia de lo que hacen y de las cosas que pueden suceder en función cómo decidan actuar»

Fuentes: Rebelión

Demasiadas veces, hay personas que se conocen y pasan de puntillas por la memoria. Es tan cierto, como que esa certeza es la única que la gente no debe alegrarse de tener porque, hasta cierto punto, uno va siendo la huella que le dejan los otros así que, si no hay huellas, es como si […]

Demasiadas veces, hay personas que se conocen y pasan de puntillas por la memoria. Es tan cierto, como que esa certeza es la única que la gente no debe alegrarse de tener porque, hasta cierto punto, uno va siendo la huella que le dejan los otros así que, si no hay huellas, es como si no fueras.

Una vez alguien dijo, refiriéndose a Cuba, que había gente que viajaba con la isla en peso y, quizás entonces, otro alguien recordara un sabor o una esquina de La Habana.

Gerardo Alfonso le canta mucho a esa ciudad y, si uno habla con él un rato, se da cuenta que aquel alguien tenía razón, y que hay gente viajando con Cuba en peso.

En su último viaje a España el cantautor habló de su equipaje y, quizás, esto sea parte, ahora, de su huella en alguna memoria.

Tu relación con La Habana impregna muy hondamente tu música. De hecho, la cinta «Habana Blues», del director español, Benito Zambrano, que se recrea mucho en esa ciudad, tiene algo que ver contigo…

Bueno, la cosa es que él, mientras estudiaba en la escuela de cine en Cuba, iba a los eventos que se celebraban y, entre otros, fue a un concierto en el que yo cantaba y se le activó el chip de hacer una película sobre mí. Yo, en esa época, tenía el pelo muy largo y era una figura muy controvertida, en la onda de la canción de autor irreverente; el público tenía mucha locura conmigo. Al mismo tiempo, había hecho «Son los sueños todavía», la canción que dedico al Ché Guevara, y había una efervescencia muy grande en Cuba con ese tema.

Todo eso le impactó mucho a Zambrano, mi presencia, la reacción de la gente….y empezó a pensar en una película que tuviera como protagonista a un tipo como yo. Lo curioso es que nosotros no nos conocimos nunca

Más tarde, el productor, Ernesto Chao fue a mi casa a hablarme de esta idea y yo le dije que sí, que claro que estaba dispuesto a enfrentar el proyecto. Sin embargo, después la idea inicail cambió y pensaron en una película que no tenía que ver conmigo.

Aquí es donde confluyen mi disgusto por no haber sido parte de la película, pero mi gratitud por el hecho de que Benito, aún en medio del lanzamiento de la película, exitosa ya, siempre hiciera referencia a que la cinta se había inspirado en mí, en un concierto mío. Eso es lo que me gustaría conversar con él….; decirle que hay algo de mí que no aparece en la película y agradecerle que yo le haya sido útil, porque esa es una de mis voluntades, servir.

¿Qué parte de ti es la que no está en la película?

Bueno, no estoy yo y casi que no está tampoco mi modo de ver la realidad, ni mi modo de vivir. Yo estoy a salvo de todas las situaciones que aparecen en la película porque mi trayectoria es más larga, porque yo vivo de una manera diferente. Yo tengo un hogar humilde, pero bien consolidado, no tengo los conflictos que se presentan en la película y, desde el punto de vista profesional, tampoco me enfrento a las situaciones que se introducen en la película porque que mis circunstancias son las de alguien que ha logrado prescindir de la industria multinacional de la música.

Debo decirte que yo también tuve los sueños, como en la película se muestra, de encontrar a un empresario que me lanzara al mundo, pero ya esa etapa yo la quemé y tengo otra dimensión en la que me desempeño como artista.

Entonces, el yo que soy no está en la película , pero sí, lo que yo digo en mis canciones, pudo haber sido parte de ella. Por ejemplo, mi relación con La Habana, de lo hablo en las canciones que le dedico a La Habana, toda esa relación con la emigración, de irse o de no irse de Cuba; ese es un conflicto que está en la película, pero no a través de la música y las letras que hago. Los mismos problemas raciales, que se dan en la película, no se tratan con la profundidad que tienen en Cuba, y, sin embargo, están en canciones mías, que no pudieron estar en Habana Blues.

También, cuestiones relativas a tendencias estéticas y artísticas del underground y a la cultura más periférica tampoco están abordados en la película de la manera que yo los veo, pero eso sí forma parte de la visión del director y de la película que el equipo quiso hacer. Te hablo de las cosas que hay y que no hay de mí.

Por supuesto, hay cuestiones que tienen que ver con el espíritu, con las vibraciones que uno transmite, que pienso que faltan. Falta mi energía y lo digo porque la película fue inspirada en mí y, por eso, siento que no estoy ahí. En definitiva, yo digo esto porque sé que la película nació a partir de un concierto mío porque, si no, no tendría esta sensación de ausencia.

Al hablar de la película has dicho que, en algún momento deseaste lo que sus protagonistas, que un promotor te hubiera abierto las puertas del gran mercado musical ¿cuando ocurrió el cambio y qué fue lo que lo motivó?

Realmente, ha sido algo paulatino, una evolución que está relacionada con mi vínculo con el mundo. Cuando uno va saliendo y confrontando cosas, también va descubriendo cosas. Eso fue lo que me pasó a mí; he ido descubriendo los caminos y dándome cuenta de las cosas, poco a poco, verso a verso, como diría Machado. De la misma manera, he ido tomando conciencia de la realidad, sobre todo, y de una manera más acelerada, a partir de las relaciones con las disqueras internacionales.

Cuando tratas con ellas, siempre llega un momento en el que se produce un choque de intereses. A mí me gusta mucho vivir en Cuba y soy revolucionario; revolucionario medularmente, no por inducción. Todas mis convicciones han sido el resultado de haber vivido mi vida en Cuba y, por supuesto, de haber vivido en el mundo.

Partiendo de esa base, hay intereses ideológicos , que son antagónicos y que se meten dentro de los negocios. Ahí, en esos casos, las disqueras no se han conciliado conmigo, ni con ellas y eso para mí ha sido una gran frustración porque, como digo, igual que todo joven, tuve la ilusión de la gran venta y el gran mercado.

De esas cosas uno va aprendiendo, a ellas se unen otras que te van modificando la conducta y de las que puedes sacar enseñanzas, aprendizajes que están muy vinculadas con la libertad del espíritu y con la libertad de la creación. En este sentido, no existe discusión en torno a que el arte debe ser libre y a que el precio que tiene que pagar una actitud como la mía es la venta de pocos ejemplares. El beneficio es que puedo expresarme con toda la gama de posibilidades que mi talento, mi sensibilidad, mi intelecto y mi necesidad quieren. Además, lo hago sin tapujos.

¿Tienes esa libertad en Cuba?

Sí. Y, además, para mí tenerla implica una gran responsabilidad. Cuando uno se siente libre, también tiene que sentirse responsable para no perjudicar cosas tan sagradas como la libertad del resto de la gente.

Hay que medir las palabras y hay que tener cuidado para que lo que uno dice no se convierta en pasto que alimente a los que quieren destruir los valores inmensos que uno defiende y que, hasta cierto punto, representa y en los que la Revolución tiene un papel tan importante.

Estoy hablando de cosas muy profundas, muy trascendentes, que tienen que ver, incluso con la patria, en toda su extensión de tiempo y espacio, y que es importante reivindicar. También estoy hablando de valores humanos, que es vital defender al tiempo que se evita dañar a otras sensibilidades que no coincidan contigo. Esos son para mí los límites a la libertad de expresión, que definitivamente tengo en Cuba, y que me marca el tipo de canción que escribo.

Aparte de eso yo opino que la verdad, que supera los límites de lo relativo, la verdad que uno tiene, como materia prima del ser humano, siempre debe esgrimirse como la única forma que tenemos de mejorar y de salvar a la humanidad. Al precio que sea.

Hablar de esa verdad para alguien inmerso en un proceso revolucionario como el que se ha vivido en Cuba no debe ser fácil, sobre todo porque necesariamente lleva aparejada una reflexión crítica de la vida. Desde tu prisma, ¿qué es lo que hay detrás de esa verdad y por qué es tan importante que se conozca?

Bueno, realmente de lo que se trata es de no engañar a nadie y de plantearse qué es lo que uno quiere hacer con su vida y con su obra: construir, destruir, mejorar, abandonar…

Sobre esa línea de ferrocarril en la que te montas, planteas tu verdad. Yo, que tengo el propósito de ayudar, de hacer que la vida sea mejor para todos, construyo mi discurso y mi vida en torno a este objetivo. Entonces, todo lo que afecte a ese proceso de construcción lo planteo y lo que lo beneficie también.

Por supuesto, no siempre es tan fácil y hay momentos en los que una verdad no puede plantearse entera porque los procesos a los que respalda podrían dañarse por una manipulación interesada que se haga de ella. Ahora bien, lo que es inadmisible es la mentira.

Con el arte pasa eso; si vuelcas en él lo más puro que tienes, que es la creación, no puedes mentir.

Lo mejor de mí son las canciones que yo hago, mejor que yo mismo y la verdad a la que hago referencia es una verdad responsable, donde hay elementos que se colocan en un segundo plano porque, como dice Martí, «hay cosas que, para lograrlas, deben andar ocultas».

Hay verdades bellísimas, que se deben plantear y hay verdades devastadoras, que se deben platear igualmente, pero, en el momento de hacerlo, hay que analizar a qué público se le está hablando porque, si uno no tiene el tiempo suficiente para platear la verdad y explicar que, a veces, no es bonita, pero que es necesaria, la gente puede sentir frustrados sus proyectos. Eso para mí es una responsabilidad.

Si trasladamos todo lo que he dicho al proceso revolucionario, puedo decirte que la comprensión o incomprensión de la verdad aparece en todos los niveles, desde los más altos dentro de Cuba hasta los más humildes; desde los movimientos de solidaridad internacionales hasta los disidentes y agresores de la Revolución en el mundo.

¿Y si te pidiera que le pusieras cara a las dos verdades, a la bella y a la terrible?

Voy a hacerlo basándome en las canciones que escribo. Yo hice, en su día, una canción, que se llama La Habana llena de gente, que sigue teniendo vigencia (recita):

» Mirando los balcones que están colgados de La Habana Vieja,

la calle maloliente, las casas rotas que se le caen las tejas,

no se ve tan horrible y hacerlas nuevas no se demora,

pero lo que me duele es que se derrumbe y que dentro vivan personas.

La Habana, llena de gente

tantas para amarte como para entristecerte,

unas para odiarte y otras para embellecerte (…)»

En la sociedad cubana, hay personas que tienen puestos en instancias urbanísticas y sociales, personas que tienen autoridad para ejecutar determinadas cosas y que no lo hacen atribuyéndole la razón al bloqueo. Durante años, por ejemplo, hemos visto cómo La Habana se deterioraba a consecuencia de la mala gestión de este tipo de personas. Esa es una de las verdades que yo planteo con responsabilidad.

Un país no deja de estar unido ni de ser fuerte porque haya diversidad de opiniones y de criterios; es una cuestión delicada, pero es una verdad que hay que esgrimir.

Eso también lo digo en otra canción que se llama «Sin obligarte a rezar» (recita):

» (…) puedo ser un hippy
puedo ser travesti
puedo ser abacuá
(…)
puedo ser Carlos Marx
sin pisotear a la gente
sin obligarte a rezar

En mi ambición cabe la soledad
no es necesario tenerte a mi lado
por la eternidad
veo una luz
intuyo una verdad y
la comparto contigo
si no coincidimos
da igual (…)»

Lo que dice esta canción no se riñe con un proceso constructivo, con la contribución al mejoramiento de una sociedad o con un apoyo a la Revolución. Sin embargo, es importante defender la diversidad de opiniones, con inteligencia y con tacto para que no sea mal utilizada.

A veces le tenemos demasiado miedo al uso de la prensa extranjera contra nosotros y yo creo que, con el tacto y con la audacia de la que antes hablé, hay que saber pasar por encima de todo eso y ser honesto al reconocer la fortaleza de una sociedad, como la nuestra, que se construyó en medio de una Revolución y que está preparada para asumir los fallos de esa construcción y superarlos. Personalmente, no creo que la sociedad cubana sea frágil y que los cubanos y cubanas no podamos resistir los ataques de la propaganda mediática si conocemos nuestros errores y los abordamos con la responsabilidad y el compromiso que la construcción revolucionaria ha ido labrando en nosotros a lo largo de los años.

¿Crees, entonces, que en Cuba no se ha confiado lo suficiente en el pueblo y que, por eso, se le ha aislado de los errores que podían originar ataques del exterior?

No, yo no hablaría de aislamiento, Quizás ha habido una sobreprotección, que hace daño, más que a la Revolución, a los individuos, porque es necesario que la gente saque todo de adentro, exprese todo lo que posee como ser humano y le dé un uso, como sujeto y como sociedad. Esa sobreprotección no hace débil al proceso, pero sí lo hace más lento, le quita frescura.

Es un hecho, y se debe aceptar, que los procesos revolucionarios no son perfectos, que se cometen errores y que esos errores pertenecen a los seres humanos. Si este hecho se reconoce y se procura mejorar, todos esos procesos y todos esos errores redundan en un beneficio común. De eso estoy convencido.

¿Cómo trasladas esa convicción a tu vida?

Fundamentalmente, lo hago a través de una actitud, de una práctica, más allá de lo que digo en las canciones. Yo trato de que mi vida sea un reflejo de lo que canto, trato de encarnar eso pero no quiero ser un ejemplo de nadie. Yo vivo de esa manera y si eso le sirve a la gente para mejorar, e inspirarse también, pues perfecto. Me alegro de que, en algunos casos, quizás, pueda ser así.

Con respecto a las canciones, yo no las concibo ni las veo como si fueran consejos, son sólo un punto de vista que puede llevar a una reflexión que mejore mucho más las cosas de lo yo llego a hacer con ellas. Ahora bien, todas tienen como fin último la superación de lo malo, el avance y el desarrollo del ser humano.

Yo no pretendo ser como el flautista de Amelín, para que todos los que lo escuchen lo sigan. Yo me sitúo dentro del meollo de las dificultades y proyecto, desde ahí, mi idea para superarlas y mejorar.

¿Y cómo crees que el pueblo de Cuba siente esa sobreprotección?

Creo que el pueblo cubano no da por sentado que todo está bien o es bonito. A la gente le gusta que le cuenten las cosas y se disgusta cuando descubren que había una verdad que no fue dicha. Nosotros estamos bajo una presión internacional, bajo una especie de Guerra Fría entre la política norteamericana y la Revolución, que está siendo muy aguda en estos tiempos y que, en la propia efervescencia de la lucha, ha hecho que nosotros creemos unas trincheras para protegernos que, a veces, han sido muy herméticas.

Alguien como yo puede explicar esta situación porque entiende que la lucha tiene esas deudas y que, en una guerra, hay que estar preparados para poder vencer a un enemigo, que sabes que tiene mucho más poder que tú, aunque la verdad esté de tu lado.

De todas formas, esas trincheras deberían hacerse transparentes para que todos puedan ver el lado de allá.

Todos los pueblos, para avanzar, para lograr objetivos afines necesitan tener conciencia de lo que hacen y de las cosas que pueden suceder en función de que decidan actuar de una u otra forma.

Nosotros sabemos, como nación y como pueblo, todo el esfuerzo que la Revolución despliega en favor del nuestro y de otros pueblos, pero necesitamos saberlo todo, incluso los tropiezos que damos y el tamaño de las piedras contra las que lo hemos hecho. Sólo así podremos reconocerlas y evitar volver a tropezar con ellas.

¿Cómo es la relación de los artistas con esa Revolución?

En 47 años, una de las prioridades de la Revolución ha sido el fomento de la cultura. Cuba es un país eminente en cuestiones relativas al arte; allí hay talentos naturales infinitos y talentos académicos infinitos, casi como para llenar un continente.

Dentro de este universo, hay artistas comprometidos con la Revolución y artistas que no, porque la revolución no es una línea recta, es una espiral que se mueve ágilmente y hay personas que están a favor de ese movimiento y personas que no están a favor de ese movimiento. Esto es un hecho que se manifiesta en sectores profesionales diversos y que también, cómo no, se percibe en el mundo artístico. Hay artistas que respaldan la Revolución con mucha fuerza y otros que no lo hacen en función de sus intereses personales y en función de lo que esperan de la vida, de cómo quieren colocar su obra en la vida.

Para mí, esta confrontación entre los que están a favor de la Revolución y los que están en contra es una prueba de la vitalidad del proceso revolucionario, que necesita de los contrarios para cumplir su ley dialéctica. Esa contradicción, en medio de un proceso revolucionario termina redundando en beneficio de todos porque el triunfo de la Revolución y las leyes revolucionarias no fueron el final de aquella convulsión, no todo terminó entonces. No hay que olvidar que las sociedades son complejas y necesita de todas estas confrontaciones para fortalecerse.