En Latinoamérica ya hace bastantes años, existió una telenovela que se titulaba Los ricos también lloran. A estas alturas no sé si los ricos lloran por las razones que lo hacían en la telenovela (melodrama de amores), tampoco me inquieta mucho. Pero ahora es sabido por millones de personas en el mundo que ¡los ricos […]
En Latinoamérica ya hace bastantes años, existió una telenovela que se titulaba Los ricos también lloran. A estas alturas no sé si los ricos lloran por las razones que lo hacían en la telenovela (melodrama de amores), tampoco me inquieta mucho. Pero ahora es sabido por millones de personas en el mundo que ¡los ricos también roban! Y eso sí nos debe preocupar.
En efecto, los ricos también roban. Y mucho, y con descaro y con mucho mayor efecto que aquél que roba un pan (y que tiene la disculpa que lo que quiere es sobrevivir, no lucrar). [1]
Resultado de la lectura del libro El crack del año ocho. La crisis. El futuro de Miguel Ángel Lorente y Juan Ramón Capella (editorial Trotta) se pueden extraer muchas conclusiones sobre los orígenes y efectos de la crisis económica mundial. Pero hay dos aspectos que quisiera resaltar. En primer lugar, que la crisis es resultado de un modelo de crecimiento particular: un modelo basado en el crecimiento vertiginoso del crédito del modelo de globalización neoliberal. Al respecto ya se ha escrito bastante, pero parece necesario señalarlo con todo el vigor posible.
En segundo lugar, quisiera llamar la atención sobre un aspecto digamos, subjetivo del asunto de la crisis. Si bien esta es una crisis de carácter sistémico, derivado de una lógica sistémica, es posible considerar que, al final de cuentas, fue llevado a cabo por sujetos que siguieron fielmente la lógica de la acción racional: maximización de ganancias a través del cálculo medio-fin. Para nombrarlos de alguna forma, fueron los sujetos neoliberales los que llevaron a cabo la crisis. Estos sujetos, en sus ansias por maximizar su ganancia crearon una serie de instrumentos financieros (los famosos hedge funds, las hipotecas subprime y otros) con los que produjeron el crecimiento vertiginoso del crédito, y que resultó en una gigantesca pirámide invertida de deuda de billones de dólares. Desde una perspectiva neoliberal actuaron lógicamente, incluso ética y religiosamente [2] , pues fueron fieles al mandato de la mano invisible: «actúa de tal manera que incrementes tu ganancia». Pero si se juzga desde otra perspectiva se puede decir que actuaron como ávidos especuladores, hundiendo bancos y haciendo perder muchísimo, incluyendo el trabajo de mucha gente. Para decirlo sin tapujos: robaron y robaron en grande. La categoría está en desuso desde hace unos cuantos siglos, pero el término usura con su connotación ética es aplicable a este caso.
[1] Una cuestión ideológica importante: el robo de los ricos está oculto por una estética de su «modo de vida» que resulta deseable. En tanto el robo pequeño, «artesanal», despierta toda la condena. Otra cuestión al respecto son las varias formas de robo, que van desde la especulación que condujo al crack hasta la evasión de impuestos
[2] El capitalismo contiene una espiritualidad: la espiritualidad capitalista. F. Hinkelammert habla en su libro Las armas ideológicas de la muerte, que la espiritualidad del capitalismo es el fetichismo de las mercancías. Esta espiritualidad capitalista se expresa muy bien en una cita que hacen Lorente y Capella de Juan de la Cruz , refiriéndose a los suicidas del crack: «aquellos miserables que, estando tan enamorados de los bienes, los tienen tan por su dios que no dudan de sacrificarle sus vidas cuando ven que este su dios recibe alguna mengua temporal, desesperándose y dándose ellos la muerte».