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Los rotulos, el pensamiento y la práctica

Fuentes: Rebelión

Es posible que en aquellos locos años de la adolescencia y la juventud, hayan sido socialistas y hayan compartido con entusiasmo las aspiraciones y anhelos de los explotados y oprimidos. Es probable que en aquellos años de energía romántica e idealista, se hubiesen colocado en la misma senda de Salvador Allende y efectivamente lo hayan […]


Es posible que en aquellos locos años de la adolescencia y la juventud, hayan sido socialistas y hayan compartido con entusiasmo las aspiraciones y anhelos de los explotados y oprimidos. Es probable que en aquellos años de energía romántica e idealista, se hubiesen colocado en la misma senda de Salvador Allende y efectivamente lo hayan considerado su líder indiscutido. Es posible que la concepción marxista de la historia se hubiese instalado fragmentariamente en las placas cerebrales de aquellos militantes y les hizo proclamar en esos años la dictadura del proletariado, la sociedad socialista de transición y el mundo sin clases y sin explotadores ni explotados que conocemos según Marx como la sociedad comunista.

Todo puede ser, o todo pudo ser. Durante los tres años del gobierno popular de Salvador Allende, muchos de los actuales dirigentes concertacionistas, llámense PPD, socialistas, o radicales agitaban a las masas llamándolas al combate contra el capitalismo. Podemos asegurar que también la mayoría de estos actuales personeros públicos de la concertación creían admirar sinceramente al Che y algunos hasta destacaban en los debates político-ideológicos el genio de Marx y Lenin, sin sonrojarse y sin mirar de reojo por si andaba merodeando algún agente de la Cía; ellos en aquellos años eran audaces, temerarios y hasta irreverentes con el amo del norte. Como todo olía en ese entonces a lucha de clases, jamás se les escucho hablar, ni en la radio, ni en la tele, ni en las concentraciones, ni en las asambleas populares; de tolerancia, de consenso, de diversidad, ni de conciliación. Ellos sabían, talvez sin convicciones, que el Estado era y es un instrumento de dominación de una clase sobre otra, o como decía Engels sabían que el Estado burgués era y es un organismo especial de represión. Ellos conocían que los patrones constituían un bloque dominante insaciable en cuanto a la acumulación de la riqueza y la concentración de capitales. Ellos también sabían que el antagonismo y las contradicciones entre las clases eran y son tan profundas que se tornan históricamente irreconciliables.

Apostamos que la mayoría de estos militantes de la otrora causa socialista, asistieron a muchas escuelas de formación, seminarios, talleres, etc., etc., y estamos convencidos que en estos espacios de formación de la conciencia acumularon mucho conocimiento y se hicieron eruditos en muchos temas de los llamados «esenciales». Sabían tanto, hablaban tan bonito, eran tan convincentes que «por eso», muchos trabajadores, pobladores y campesinos; votaron ese marzo del 73 por la unidad popular, y aumentaron significativamente el apoyo del pueblo al gobierno de Salvador Allende. Pero, ¿entonces qué ocurrió con toda esta conquista política y cultural que había conseguido la clase obrera en años de esfuerzos? ¿qué sucedió en la cabeza de todos estos dirigentes, lideres o militantes de avanzada en la lucha por las transformaciones revolucionarias de nuestro Chile? Por qué 33 años después de los luctuosos sucesos que hicieron retroceder el reloj de nuestra historia patria, estos militantes todavía llamados de izquierda, todavía llamados socialistas, cruzaron la calle y ahora desde la otra vereda nos desconocen, nos ven anacrónicos, nos llaman nostálgicos de un tiempo sin sentido, nos exhortan a compartir culpas por crímenes que sólo a nosotros nos afectaron, nos gritan que esta democracia burguesa -para más remate, protegida- es lo único real y concreto que existe y que lo que resta es agachar el moño y punto, o sino, atenernos a las consecuencias.

Conciliar es traicionar

Estamos frente y no al lado, del segundo gobierno «socialista» de la concertación, mucha gente de nuestro pueblo aún establece una asociación entre estos gobiernos y el de Salvador Allende. Sin duda que tal asociación es lamentable y penosa a la vez. En el recuerdo, para los que aún no hemos sufrido de amnesia, está del todo claro que el compañero presidente jamás olvido ni por un instante que fue elegido por los trabajadores y el pueblo y por lo mismo nunca el respeto a la institucionalidad y a las leyes se convirtió en el pretexto para desconocer, no comprender y luego reprimir a quienes el consecuentemente representaba dentro de esa institucionalidad. Hoy por hoy, son muy pocos los militantes que pueden afirmar sin ataduras políticas y morales con el sistema, lo que ayer afirmaba el presidente Allende: «que no puede haber igualdad en el régimen capitalista, ni siquiera de oportunidades, por cierto; que no puede existir fraternidad cuando hay explotación de clase, y que la auténtica libertad es concreta y no abstracta..» (1) Allende en este sentido, se asumía socialista y planteaba públicamente «yo estoy trabajando para el socialismo y por el socialismo» (2) y en este caso el rótulo de socialista nunca fue una decoración porque, su pensamiento y su obra tuvieron ese comprometido y profundo sello socialista.

El presidente Salvador Allende, como muchos revolucionarios de este país, entro por la puerta ancha de la historia para convertirse en una figura señera y de estatura mundial, y esto no pudo ocurrir de no haber coherencia entre lo que él era, lo que decía y lo que hacía. Felizmente fue un hombre como todos nosotros, por lo tanto posible de emular, de seguir en su ejemplo, y felizmente no fue un dios; para que ninguno de los «sui géneris» socialistas de la concertación, tenga como pretextar y justificar las «treinta monedas» que más temprano que tarde arderán en sus traidoras manos. Ahora ya sabemos el poco valor que estos «izquierdistas» le otorgaron al socialismo que ayer proclamaron a los cuatro vientos.

Legalidad y derechos del pueblo

Más de un decenio y todavía continuamos regido por la constitución del 80. Es verdad que ha sido reformada. Pero, qué tan profundas han sido esas reformas. Más de un decenio, bastantes años no?. Si pues, bastantes años y el dictador continua riéndose de todos incluida su constitución, en cambio a los pequeños ladrones, a los pequeños asesinos, a los pequeños estafadores les dan las penas del infierno. A los cómplices del genocida, ladrón y además cobarde, tampoco se les ha tocado un pelo y eso que casi se robaron el Estado chileno con su infra y superestructura, les falto poquito, si no pregúntenle a Pablito Rodríguez Grez. Bueno, han pasado más de diez años y los patrones están extraordinariamente felices y capaz que mañana le propongan a la presidenta Bachelet que con los dineros del superávit le financien un monumento al señor Ricardo Lagos padre, porque el hijo, si quiere uno también, tendrá que hacer merito en este gobierno. Pero sería interesante saber como se ganan con más de diez años los aplausos y las sobadas de lomo por parte del gran empresariado, y parece que la respuesta no es tan complicada; a saber: prometer mucho a los trabajadores y al pueblo y no cumplir -casi- todo, decir que el modelo económico es perverso y seguir administrándolo, condenar la desigualdad y la injusticia y aprobar en el Congreso leyes que favorecen a las transnacionales y a los monopolios, decir que hay que escuchar a la gente y cuando esta se moviliza reprimirla; así de simple, así de fácil. Si, así de fácil, porque nadie se les opone, lo tienen todo para hacer todo y como broche de oro, se les reconoce sin el menor asco de la burguesía, como socialistas y hasta el Mercurio ni siquiera se molesta para ponerlo entre comillas.

El 8 de marzo pasado se cumplieron 36 años de la masacre de Pampa Irigoin en Puerto Montt, en aquella época los hechos causaron tal conmoción pública, que Salvador Allende en ese entonces presidente del Senado, no dudo, previa rigurosa investigación de los trágicos acontecimientos, en acusar al gobierno democratacristiano de poner en peligro la tranquilidad y la vida de los ciudadanos y que no cabía duda que la represión a la toma había sido un «crimen colectivo» en el que existió premeditación y alevosía. Allende posteriormente en su gobierno nunca se pisó la cola, y en ese sentido tenemos que reconocer su consecuente e impecable postura democrática, al punto que cuando la policía de investigaciones en confusos hechos, reprime a pobladores de Lo Hermida en los inicios del gobierno popular, Allende ya envestido de presidente, toma la iniciativa de ir a esa población para dialogar con los pobladores y oír la versión que ellos tenían de los hechos. Su postura digna como presidente, su capacidad de escuchar y de creerle al pueblo, su determinación de investigar y sumariar a los que resultaran responsables hace que se gane una vez más el respeto de quienes votando por él le habían entregado su confianza. Esto que puede parecer una apología de Allende, no lo es.

Lo que sí hacemos es una comparación, y justamente a propósito del 8 de marzo último, del 2006 y también a poco de haberse iniciado un gobierno presidido por una «socialista», a propósito también de una toma de pobladores y muy cerca también de Lo Hermida, en la Comuna de Peñalolén. Hasta allí no llegó ninguna autoridad, a conversar, a enterarse, a comprender la dramática situación en que se debaten desde hace años miles de allegados y sin casa de nuestro país. No llegó ni el ministro y menos la Presidenta, llegó obviamente la represión. Y no nos extrañemos porque el Estado -ya lo dijimos antes- es un órgano especial de represión de clase y quienes lo administran son hoy día personas que «maduraron», se dieron cuenta de sus «equivocaciones» y que lo vivido en tiempos de la Unidad Popular y en Dictadura fue lamentablemente una «locura de juventud». Todo lo expuesto entonces, nos lleva a concluir lo siguiente: no pidamos peras al olmo y a cuidarnos de esta gente todos los populáricos.

¿Podríamos repetir como en la Marsellesa? «Contra el presente vergonzante…»

(1) Entrevista de Regís Debray al Presidente Allende.

(2) Entrevista de Regís Debray al Presidente Allende.

Equipo Editorial

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