Las cosas van de mal a peor en la economía global. No se trata de la crisis financiera ni de la recesión en Europa y Estados Unidos. La economía va mal porque el sistema económico imperante está evidenciando su incapacidad estructural de darle respuesta a los problemas de la humanidad y porque la utopía del […]
Las cosas van de mal a peor en la economía global. No se trata de la crisis financiera ni de la recesión en Europa y Estados Unidos. La economía va mal porque el sistema económico imperante está evidenciando su incapacidad estructural de darle respuesta a los problemas de la humanidad y porque la utopía del desarrollo capitalista, ha perdido su capacidad de ilusionar a las clases oprimidas. La esperanza de que «algún día, con nuestro esfuerzo y la ayuda de Dios, las cosas van a mejorar» va quedando progresivamente relegada al museo de la mitología económica. En su lugar, la lucha de clases está emergiendo bajo diversas formas de lucha social, desde el movimiento de los indignados en Europa hasta los movimientos de defensa de los bienes comunes en Latinoamérica.
Estados Unidos representa ejemplo más dramático de los sueños rotos del capitalismo. De acuerdo a cifras oficiales del Departamento de Agricultura, más de 49 millones de norteamericanos/as sufren de inseguridad alimentaria. Estos datos son congruentes con las cifras sobre pobreza en el país más rico del mundo: el 15% de las familias (49 millones de personas) están clasificadas como pobres o extremadamente pobres. El 20,7 % de la niñez de ese país se ubica en esta categoría.
Contrario a lo que se cree, estos no son problemas provocados por la crisis hipotecaria de 2007 o por la subsiguiente recesión económica. Joseph Stiglitz en el prólogo de su libro «El precio de la desigualdad», señala que incluso antes de la crisis, la economía estadounidense no estaba cumpliendo lo que prometía, ya que pese al crecimiento del PIB, la mayoría de los ciudadanos veía como empeoraba su nivel de vida. Entre 1979 y 2007 el ingreso después de impuestos del 1% de los hogares más ricos creció en 275% mientras que el ingreso del resto de hogares lo hizo en menos del 40%.
El problema tampoco es el bajo crecimiento ni la caída en la productividad laboral. Entre 2009 y 2010 la economía norteamericana experimentó una significativa recuperación del crecimiento económico, el cual sin embargo, continuó distribuyéndose de forma inequitativa: el 93% del aumento en los ingresos generado por el crecimiento de esos años fue a parar al 1% de las personas más ricas de Estados Unidos, mientras que el 7% se distribuyó entre el restante 99%. Asimismo, la productividad laboral real por hora en el sector empresarial no agrícola desde 1980 a 2007 aumentó en un 85% pero las remuneraciones reales promedio, solamente aumentaron en 35%.
Por consiguiente, el debate económico en 2013 no puede continuar siendo un debate sobre temas coyunturales o sobre temas como el crecimiento, la productividad y/o la competitividad. El tema central de este debate debe buscar la respuesta a la pregunta : ¿Cómo se logra que la economía funcione para la gente a partir de un sistema que no solo se fundamenta en la desigualdad, sino que al crecer y desarrollarse, provoca más desigualdad y más pobreza?
Julia Evelyn Martínez es economista, profesora de la escuela de economía de la Universidad «José Simeón Cañas» (UCA) de El Salvador.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.