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Los trotskistas norteamericanos en la era del New Deal

Fuentes: C.I.P.E. León Trotsky

En EE. UU., el trotskismo nació en 1928, como fracción del Partido Comunista norteamericano. James Cannon, uno de sus máximos dirigentes, adhirió en ese momento, a las tesis presentadas por Trotsky al VI Congreso de la Internacional Comunista, que al estar monopolizado por el estalinismo, debieron circular clandestinamente. A partir de allí, se constituyeron como […]

En EE. UU., el trotskismo nació en 1928, como fracción del Partido Comunista norteamericano. James Cannon, uno de sus máximos dirigentes, adhirió en ese momento, a las tesis presentadas por Trotsky al VI Congreso de la Internacional Comunista, que al estar monopolizado por el estalinismo, debieron circular clandestinamente. A partir de allí, se constituyeron como fracción secreta dentro del PC, para lograr ganar los mejores elementos de ese partido. A fines de 1928 fueron expulsados del partido y allí comenzaron a desarrollar una intensa lucha por construir la Oposición de Izquierda en Estados Unidos de América. Los primeros años fueron muy duros, la persecución del estalinismo, la crisis económica, el retroceso de la clase obrera, hicieron muy dificultoso extender sus ideas sobre un territorio tan árido. Sin embargo, lograron sacar un periódico propio y publicar todo el material elaborado por Trotsky y su organización, la Oposición de Izquierda.

En 1933 la situación comenzó a cambiar, el estalinismo muestra su verdadera cara con la capitulación frente a Hitler en Alemania, y por el otro lado comienza el resurgir del movimiento obrero en EE. UU. Allí dan sus primeros pasos en la intervención en la lucha de clases, en 1934 dirigen la huelga de Minneapolis, que se transforma en una verdadera rebelión de toda la ciudad, y su ejemplo recorre todo el país. En 1935 se fusionan con el grupo de J. Muste (grupo esencialmente de desocupados con algunos sectores de trabajadores, y sectores medios, que estaba girando hacia la izquierda), que venía de dirigir la segunda huelga más importante del país. En 1936 deciden ingresar al Partido Socialista, previendo que un avance en las luchas y en la organización de los trabajadores y una probable radicalización, impulsara la vanguardia juvenil y obrera a ingresar en dicho partido. Finalmente en enero de 1938, son expulsados del PS y forman el Socialist Workers Party, duplicando sus fuerzas, y buscando elaborar nuevas políticas para seguir avanzando en su inserción en el movimiento obrero.

Desde 1934 comenzaron a publicar una revista mensual teórica, con artículos propios y de dirigentes del trotskismo internacional. En dicha revista volcaron sus análisis sobre la realidad nacional e internacional, y desde la misma buscaron influir a los sectores de la intelectualidad norteamericana que en ese momento se orientaban hacia el marxismo.

El objetivo de este trabajo es mostrar a través del estudio de los materiales y publicaciones de esta corriente, cómo la misma elaboró a lo largo de toda la década del treinta, un análisis propio y pormenorizado sobre la situación de EE. UU. en la década del ’30, los cambios que acontecen con el gobierno de Roosevelt y su plan, el New Deal (nuevo pacto) y el desarrollo del movimiento obrero hasta 1937[1].

Implementado, desde la asunción de Roosevelt en 1933, como un paquete de medidas para enfrentar la crisis económica y las consecuencias de la depresión, el New Deal dio impulso a un nuevo rol del Estado en la economía para socorrer de la bancarrota a los grandes monopolios. Pronto, sin embargo, debió lidiar también con un ascenso en la lucha de clases, cuyos hitos fueron las grandes huelgas de 1934, y que dio lugar a un movimiento de militancia de base en la clase obrera que impulsó las tendencias a la organización de sindicatos por industria expresándose incluso en la fractura interna de la central sindical.

Sin resolver las causas profundas de la crisis pero paliando sus efectos más desastrosos, el New Deal se fue modificando para hacer frente a estos procesos de la lucha de clases, fortaleciendo los mecanismos de conciliación entre capital y trabajo y otorgando concesiones a sectores de la clase obrera, particularmente el reconocimiento de derechos de sindicalización. En este marco se produjo un nuevo ascenso obrero en 1936-37 caracterizado por las ocupaciones de fábricas. El movimiento de la clase obrera a favor de la sindicalización combinado con la política estatal de regulación de las relaciones laborales, consolidó la fractura sindical dando lugar a una poderosa organización que fue fortaleciendo sus lazos con el Estado.

De conjunto, el New Deal debió dar respuesta, entonces a la depresión económica y a los procesos de la lucha de clases que fueron poniendo en primer plano la necesidad de desviarlos fortaleciendo a la nueva central sindical ligándola al Estado y al Partido Demócrata, bloqueando las tendencias a la radicalización y liquidando la perspectiva de independencia de clase de los trabajadores norteamericanos. La nueva recesión económica de 1937 demostró los límites del New Deal a la hora de resolver la crisis capitalista, y abrió el camino a la solución de fondo, la reconversión de la economía hacia la producción de guerra, y la paulatina cooptación de amplios sectores de masas para la política de intervención norteamericana en la Segunda Guerra Mundial.

En nuestro trabajo, mostraremos algunos de estos procesos claves a través de las análisis de los trotskistas norteamericanos, reparando en cómo, utilizando un método marxista, a través del examen de los cambios en el régimen político y el avance de la luchas de clases, pudieron arribar a conclusiones claves sobre la evolución, el contenido y las perspectivas del New Deal durante el mismo proceso en que este fenómeno tan contradictorio, y que dio lugar a tantas controversias, se fue desarrollando.

Más allá de su valor histórico y político, creemos que estos análisis mantienen una gran actualidad. Hoy frente a la irrupción de una nueva crisis económica internacional, muchos economistas y analistas políticos atribuyen la responsabilidad central sobre la misma sólo al desarrollo y la implementación del llamado neoliberalismo. Y es así que estos mismos intelectuales consideran que existe la posibilidad de un capitalismo distinto, basado en políticas reformistas, asentado en un pacto entre el capital y el trabajo, y utilizan como referencia el desarrollo del New Deal para defender sus posiciones. También han florecido nuevamente varias tendencias neo-keynesianas que buscan salvar al capitalismo con una intervención acentuada del Estado en la economía. Estos teóricos, no reconocen las causas de la crisis en el mismo sistema capitalista en decadencia, que en su etapa imperialista sobrevive resolviendo sus contradicciones más profundas a través de generar grandes fuerzas destructivas, como son las crisis económicas, las guerras, las grandes hambrunas, etc.

El análisis marxista del New Deal, como el realizado por los trotskistas, permite demostrar que las medidas de intervención del estado en la economía, ejecutadas por gobiernos burgueses para salvar al capitalismo del abismo -si bien en los años 30 significaron una modificación clave del rol del Estado en la economía-, se demostraron, en el corto plazo, ineficaces para resolver en forma pacífica la crisis capitalista; y una vez salvado el sistema del peligro de la revolución, la burguesía no hará más que avanzar rápidamente, con mayor violencia, hacia una salida de fondo, o hacia el derrotero de nuevas crisis. En el caso del New Deal, cuando la perspectiva de la guerra fue inminente, Roosevelt terminó transformando la misma intervención del estado en la economía para nuevos fines, con el desarrollo de la industria militar.

Por último creemos que este trabajo adquiere un importante valor también, porque las elaboraciones que volcamos en estas páginas provienen de una de las secciones más importante de la Cuarta Internacional, que en concordancia con Trotsky, elaboró un análisis pormenorizado de los fenómenos políticos durante toda la década de 1930, y que con un verdadero método y una intervención revolucionarios, pudo comprender las raíces de este complejo fenómeno que fue el New Deal.

Como fuentes utilizaremos las revistas mensuales que publicaron los trotskistas durante toda la década del treinta, la nombrada revista The New Internacional. Algunos de sus artículos junto con algunas minutas de discusión interna, fueron traducidos especialmente para este boletín, y los adjuntamos a este trabajo para que puedan ser leídos en su totalidad. La mayoría de nuestras fuentes provienen de 1938 y 1939, momento donde los trotskistas hacen sus análisis más completos, ya que logran abarcar todos los fenómenos actuantes, centralmente el New Deal, en pleno desarrollo, e incluso en decadencia, de este modo en sus escritos observan todo el proceso considerando su evolución desde los inicios. De este modo en las citas generalmente se menciona al partido como SWP (Socialist Workers Party), Partido Socialista de los Trabajadores, fundado en marzo de 1938, como sección norteamericana de la Cuarta Internacional.
Los textos que adjuntamos a este trabajo son los siguientes:

-Spector, Maurice, «El colapso del New Deal», en The New International, junio de 1938. Su autor Maurice Spector, fue dirigente del Partido Comunista Canadiense que rompe junto con Cannon en 1928, formando la sección de la Oposición de Izquierda en este País.
-Novack, George, «El sistema Bipartidista», en The New International, Vol.4, Nº 9, septiembre de 1938, pág.273-276. George Novack (1905-1992) nació en Boston y cursó sus estudios en la Universidad de Harvard. Se instruyó desde temprano en Filosofía. Cuando sobrevino el crack de 1929, fue parte de los intelectuales radicalizados de New York, atraídos por el marxismo. En 1933 se unió al trotskismo, en 1937 fue secretario del Comité Norteamericano de Defensa de León Trotsky. Su gran contribución esta expresada en sus escritos sobre el materialismo histórico y sobre Filosofía, además de sus artículos para los periódicos teóricos del Trotskismo norteamericano. Fue dirigente y fundador del SWP
-Burnham, James «Roosevelt enfrenta el futuro», en The New International, Vol.4, Nº 2, febrero de 1938, pág.43-45. James Burnham, dirigente del SWP, fue ganado durante el entrismo al Partido Socialista, teórico e investigador destacado, miembro de la dirección del SWP y de su comité Ejecutivo, finalmente en 1940 rompe junto a Shachtman y Abern, volviéndose antidefensista de la URSS.
– Widick, B.J., «La cuestión de la Unidad Sindical», en The New International, Vol.4, Nº 1, enero de 1938, pág.13-15. J.B Widick, fue periodista y colaborador en el Sindicato del Caucho, participante de la lucha con toma de fábrica de la Fábrica de Goodyear en 1936. Miembro de la Oposición de Izquierda desde 1934, fundador del SWP, dirigente nacional del partido y miembro de su comisión política.
-Y el último de esta revista, el «Comentario Editorial», en The New International, Vol.4, Nº 5, mayo de 1938, pág.131-133.

Por otro lado nos basamos en los análisis realizados por Farrell Dobbs, uno de los dirigentes surgidos de las filas de las huelgas de los Teamsters en 1934, miembro y fundador de la dirección nacional del SWP. En 1941, Dobbs y otros 17 dirigentes del Local 544 y del SWP, fueron instruidos de cargos y declarados culpables por oponerse a los objetivos imperialistas del gobierno norteamericano en la Segunda Guerra Mundial. Se desempeñó como director del Militant, periódico del SWP, de 1943 a 1948. Fue dirigente nacional del SWP. En 1948,1952 y 1960 fue candidato del partido para presidente de Estados Unidos de América. Y utilizó dichas campañas para oponerse activamente a las guerras de Corea y de Vietnam. Escribió una serie de cuatro libros[2] sobre su experiencia como militante y dirigente obrero revolucionario, para esta sección publicamos dos capítulos de su libro Teamster Politics:
– Dobbs, Farrell, «Cambios en las tendencias actuales» (Capítulo 9), en Teamster Politics, New York, Pathfinder Press, 1975.
– Dobbs, Farrell, «Dinámica del ascenso obrero» (Capítulo 4), en Teamster Politics, New York, Pathfinder Press, 1975.

La crisis del treinta y el New Deal

La década del 20 terminó con un estallido sin precedentes en la economía internacional, las raíces del crack del 29 se podían rastrear en las contradicciones no resueltas por la Primera Guerra Mundial.
Luego de la Primera Guerra se establece un status quo artificial a nivel internacional, que benefició a las potencias vencedoras, Francia y Gran Bretaña, en contra de la derrotada Alemania, y sin lograr la pujante Norteamérica el estatus acorde a su poderío. Pero tanto Alemania, y más aún EE. UU., contradictoriamente, tenían un peso económico profundamente superior al resto de las potencias, y este peso no condecía con su alcance y su dominio en el terreno internacional, determinados por el estatus quo de los armisticios. Esta situación contradictoria, provocó una gran puja entre las potencias, por conquistar nuevos mercados y colonias, y aumentó las peleas por establecer un nuevo reparto del mundo.

La situación de conjunto, provocó, terminando la década, una gran saturación de productos en los mercados, y con el crack, una crisis de sobreproducción sin precedentes que hizo temblar, con una violencia impensada, a toda la economía mundial.

Por su lado EE. UU. surge como la potencia dominante durante toda la década del 20, convirtiéndose en la prestadora en última instancia de la economía mundial. Durante los veinte, el capitalismo norteamericano había saturado su mercado interno, desarrollando sus fuerzas, de tal manera, que no cabían ya dentro de sus fronteras. La enorme acumulación de capital, obligaba al país a buscar nuevas inversiones para conseguir un interés suficiente. Con la saturación de los mercados y la sobreacumulación, esta economía fue la más afectada por la crisis, y así el crack y la siguiente depresión hicieron epicentro en territorio norteamericano[3].

Entre las consecuencias que podemos marcar en Estados Unidos, estuvo el cierre de 9.000 bancos tras el primer impacto de la crisis. La primera oleada de quiebras durante 1930-31 afectó a los pequeños bancos y algunos importantes como el Bank of United States. A partir de 1931 y tras la crisis financiera internacional la quiebra afectó a los principales bancos. En 1933, cuando asumía Roosevelt, la mitad de los estados habían decretado el cierre de todos los bancos. El producto nacional bruto se contrajo en un 30%. La producción industrial disminuyó a la mitad mientras que los empresarios redujeron el bruto de sus inversiones en un 90%. La disminución drástica de las ganancias en las industrias del metal, ferroviarias, de construcción de maquinarias, de automóviles e inmobiliarias, produjo casi el cese de la inversión.

Los ingresos bajaron de manera drástica. Muchos de los que mantenían el empleo cobraban salarios de subsistencia, los salarios se redujeron en un 56%. Se redujo la jornada laboral con la disminución proporcional de la paga. Los desocupados alcanzaron la cifra de cerca de los 20 millones, que representaba el 25% de la fuerza laboral. La crisis no sólo fue catastrófica por sus efectos, sino también por la duración durante años de los mismos.
El campo fue el sector más afectado, ya que venía siendo golpeado durante la década del veinte por la caída de los precios de sus productos. En este sector el ingreso promedio descendió a la mitad, y esta vez sus precios se redujeron en un 60%, mientras su producción lo hacía en 6%.
Finalmente tras el crack, durante la década de 1930, las potencias imperialistas cerraron sus fronteras para evitar el abarrotamiento de mercancías extranjeras, devaluaron sus respectivas monedas, provocando un alto grado de parálisis en el comercio internacional

La implementación del New Deal

Frente a las dimensiones que adquirió la crisis capitalista, se plantearon dos alternativas imperialistas que intentaron salvar de la debacle al capitalismo. «Actualmente hay dos sistemas que rivalizan en el mundo para salvar al capital históricamente condenado a muerte: son el Fascismo y el New Deal. El fascismo basa su programa en la disolución de las organizaciones obreras, en la destrucción de las reformas sociales y en el aniquilamiento completo de los derechos democráticos, con el objetivo de prevenir el renacimiento de la lucha de clases del proletariado (…) La política del New Deal, que trata de salvar a la democracia imperialista por medio de regalos a la aristocracia obrera y campesina sólo es accesible en su gran amplitud a las naciones verdaderamente ricas, y en tal sentido es una política norteamericana por excelencia».[4]

El New Deal fue un intento pragmático de la burguesía, dirigida por el nuevo gobierno de Franklin Roosevelt, a partir de 1933, que buscó utilizar la inversión estatal y el dinero acumulado durante años de enorme crecimiento, para aminorar las consecuencias más desastrosas de la crisis, buscando salvar al capitalismo, y frenando la radicalización de la lucha de clases. La forma en que el Estado intervino en la economía, fue una ruptura con el viejo esquema liberal y le dio a este proceso una dimensión aún mayor. Las medidas más importantes de este plan las podemos clasificar en cuatro sectores centrales a las que fueron dirigidas.

1. Inicialmente el plan fue destinado al sector financiero. En el mismo, Roosevelt estableció un control fiscal sobre los bancos y la ejecución de un seguro estatal sobre los depósitos y las entidades financieras. Estas medidas permitieron a través de la ayuda federal salvar la estructura financiera del país impidiendo la quiebra y garantizando las ganancias de sus sectores más concentrados. En cuanto a la política monetaria, abandonó el patrón oro y devaluó el dólar para hacer más competitiva la economía.

2. En cuanto a la industria, se crea la NRA (Ley de Recuperación Industrial), que reunió a los empresarios en asociaciones para controlar la producción, las ganancias y los precios, bajo la supervisión del poder ejecutivo. A las empresas que aceptaban este arbitrio y sus acuerdos se les incorporaba a sus productos un sello con un águila azul. Los grandes empresarios controlaban los márgenes de ganancia de su propia área productiva, llegando en varios casos a aumentar su dominio, mientras los pequeños competidores, incapaces de pagar los salarios o cobrar los precios que se habían fijado, se vieron en aprietos y fueron eliminados por la competencia. A su vez se eliminaron las restricciones al monopolio y se otorgan importantes préstamos y subsidios a la industria.
Asimismo la NRA contenía la cláusula 7 a) que reconocía el derecho de los trabajadores a organizarse en sindicatos y negociar en forma colectiva con el intermedio del Estado.

3. En cuanto al agro, se buscó, a través de una serie de medidas, mantener los precios agrícolas que habían caído en picada durante la crisis y, de este modo, salvar a los sectores medios. La ley de Ajuste Agrícola de 1933 buscó detener a los precios del campo disminuyendo la oferta de productos, y otorgó un subsidio a los agricultores para que limiten la superficie de cultivo y la cría de animales. Estas medidas mostraban hasta que punto llegaba la anarquía de la producción regida por la ganancia y durante el invierno de 1933 a 1934 se destruyeron millones de toneladas de algodón y tabaco y se sacrificaron millones de cerdos, en medio de la miseria y el hambre generalizada.

Por otro lado se refinancian las hipotecas y se facilita el crédito. En realidad, este plan benefició a los grandes y medianos propietarios que pudieron reducir sus terrenos de cultivo y despidieron aparceros y arrendatarios, introduciendo tractores y fertilizantes de mejor calidad. Los pequeños propietarios, los arrendatarios y los aparceros, sin poder resistir la caída de sus ingresos, debieron abandonar la tierra.

4. Por último se buscó aliviar la situación desesperante de las masas más empobrecidas. Así se creó la Ley Federal de Auxilio de Emergencia, la cual distribuye sobre las autoridades municipales y estaduales un apoyo de 500 millones de dólares para solventar a los más necesitados. Al mismo tiempo para enfrentar la desocupación se creó la PWA (administración de Obras Públicas) que con 3.000 millones de dólares implementó un plan de obras públicas a nivel nacional. Para evitar que estas obras «invadan» el terreno de la ganancia privada se destinaron a tareas muy poco productivas.[5]

Los trotskistas y la definición del New Deal

Características económicas del New Deal

Roosevelt asumió la presidencia el 5 de marzo de 1933. Cuando llegó al gobierno, como señalamos más arriba, la economía se encontraba al borde del colapso, la banca estaba virtualmente paralizada y las masas al límite de la desesperación, por el hambre y la situación de penuria, un caldo de cultivo para la insurgencia obrera. Sus primeras medidas fueron: declarar el asueto bancario para reorganizar las cuentas del sector financiero y suspender la transacción del oro para evitar la fuga de este metal. A partir de allí durante el período de los «cien días» con el funcionamiento extraordinario del Congreso norteamericano, Roosevelt estableció las leyes centrales del nuevo plan económico denominado New Deal. Como decían los trotskistas: «Sean cuales fueran las dificultades de los historiadores para encontrar el lugar de Roosevelt en la historia, no hay dudas que llegó a tiempo para salvar al capitalismo. En la mañana de su inauguración, toda la estructura bancaria del país había quebrado y las masas estaban al borde de revueltas por hambre».[6]

Para los trotskistas, el New Deal fue un ensayo de planificación de la economía capitalista manteniendo la propiedad privada de los medios de producción. Desde el punto de vista del contenido de su programa económico, los trotskistas lo comparaban con el programa de reformas y control de la economía levantado por la socialdemocracia europea: «Ciertamente el New Deal contiene elementos comunes a todas las formas de planificación estatal capitalista y Roosevelt representa a los banqueros de Wall Street en el sentido más general porque se propone preservar la propiedad capitalista. Pero debe recordarse que la socialdemocracia en diferentes momentos procuró también ‘controlar’ el capitalismo mediante estos métodos. Está la experiencia de Australia, Suecia y otros países. Esencialmente basado en las demandas de las clases medias de reforma, seguridad y control de los recursos naturales, y con el movimiento obrero organizado a la rastra, el New Deal es el equivalente americano del Frente Popular, el reformismo social sans (sin) una socialdemocracia».[7]

Los trotskistas entendían que había sido la situación excepcional de riqueza acumulada durante décadas en Estados Unidos, lo que le permitió a Roosevelt implementar un plan de regulación de la economía dirigida por el Estado, basado en un aumento de los gastos fiscales. El sistema de regulación de la producción en gran escala estuvo basado en la regulación de las unidades mayores de la economía, es decir, de los sectores más concentrados del capital; es así que el New Deal facilitó créditos y subsidios para impedir la quiebra de las grandes empresas, aumentar sus beneficios y favorecer la tendencia general hacia la concentración de la economía. «Los grandes negocios no fueron originalmente adversos a la ‘planificación’ y, de hecho, jugaron un papel importante en el encuadramiento de la NRA. En 1932 la industria había sufrido pérdidas de aproximadamente US$ 8.000.000.000 y estaba completamente aterrada por las huelgas. En respuesta a un cuestionario de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en 1932, el 90% de las respuestas declaraban estar a favor de la planificación económica. La Cámara quería eliminar ‘los males de la competencia irrestricta’, modificar las leyes anti-trust, y regular los salarios y horas con las asociaciones comerciales bajo supervisión de la NRA en lugar del estatuto. Los grandes negocios escribieron las reglas. Estabilizar la industria significaba estabilizar sus unidades más grandes. Los beneficios monopólicos crecieron. Los grandes negocios estaban perfectamente dispuestos a aceptar todos los subsidios del estado, préstamos y garantías necesarios. No tuvieron objeciones con el HOLC[8] y los instrumentos varios de crédito rural en los que el gobierno asumía el riesgo y aseguraba al tenedor de la hipoteca, a los bancos y las compañías de seguros. Mil cuatrocientas treinta y cinco compañías manufactureras y comerciales aumentaron rápidamente sus beneficios de US$ 640.000.000 en 1933 a US$ 1.051.000.000 en 1934, o un 64%. Pero una vez que se restauraron los beneficios, los grandes negocios exigieron terminar con la intromisión del gobierno, y regresar a la explotación».[9]

Por otro lado, en sus análisis mostraron que este plan se basó centralmente en la recuperación de los sectores de la industria liviana, lo que le otorgó una mayor inestabilidad, y una recuperación de menor alcance.
Los trotskistas sabían que el crecimiento capitalista a largo plazo debía basarse esencialmente en el crecimiento de la industria pesada y de bienes de capital o de producción (es decir la industria de industrias).
«Desde el punto de vista de la salud del capitalismo, la producción de un creciente volumen de bienes de producción es esencial. Un incremento en estos bienes, afecta los ingresos e incrementa la extracción de plusvalía, por consiguiente incrementa la tasa o la masa de ganancias, o incrementa ambas, tasa y masa».[10]
Pero los índices de la actividad de bienes de capital mostraban todo lo contrario:

«De acuerdo con Standard Statistics, una de las más conocidas agencias que le venden información a las firmas de negocios y a los especuladores, la actividad de estos bienes fue:
Año Índice
1929 106,6
1937 85,4

Se ve una pérdida de la actividad de los bienes de producción de un 20%. Este es un hecho de profunda importancia. Visto en forma aislada, significa que en el corto período de nueve años, un quinto de los bienes de producción fue destruido».[11]

Y este hecho era de vital importancia para determinar los alcances del New Deal. «Pero es aún más importante cuando se ve en el marco del curso de la economía y cuando se ve dentro de la matriz de la prosperidad capitalista. En todos los ciclos de negocios anteriores, cada nuevo pico en la producción de bienes de capital era mayor que el anterior. Pero en 1937 (…) permaneció en una meseta por debajo del pico de 1929 (…).La prosperidad en el pasado se debía especialmente, y principalmente, a la creciente salida y absorción de los bienes de capital. Esto estimuló la prosperidad. Esto sostuvo la prosperidad. La caída del 20% en la producción de bienes de capital ha destruido, en nueve años, un quinto de los fundamentos económicos sobre los que descansa el capitalismo estadounidense y la prosperidad».[12]

Es decir, esto mostraba lo endeble de las bases de la recuperación de la economía en el New Deal, por un lado se basó en el crecimiento económico a puertas cerradas, cuando las fuerzas productivas bregaban por extenderse a nuevos territorios y nuevos mercados, y en segundo lugar su influencia se centró en el desarrollo de los sectores de la industria liviana, que no permite una recuperación a largo plazo y en un corto plazo su ciclo de crecimiento se vio agotado.

Por último, la regulación estatal en gran escala de la economía a la que hacían referencia en sus análisis, se asentó sobre la creación de instancias de negociación entre el capital y el trabajo supervisadas por el Estado. Estas instituciones de mediación permitieron canalizar las demandas obreras y estabilizar los acuerdos por salarios y precios en cada sector, favoreciendo a las grandes industrias que podían mantener estos acuerdos. Por último, también a través de los subsidios al agro, se logró estabilizar la situación de las clases medias, mejorando la situación de sus sectores medios y altos. Y con la ayuda a los sectores más necesitados y los planes de obras públicas logró apaciguar los nuevos fenómenos de organización y militancia que crecían entre los desocupados, como veremos más adelante.

El régimen político del New Deal

Desde el punto de vista político, la figura y el gobierno de Roosevelt, buscaron instalarse como mediadores por encima de la contienda entre las clases. Basado en el enorme poder que le otorgaba determinar el rumbo y las medidas centrales de la economía, ligado a las grandes cantidades de dinero que esto acarreaba, el New Deal fortaleció y extendió las funciones del Estado para contrarrestar los efectos terribles del crack. Y aunque su ideología contenía elementos del viejo discurso liberal, sin embargo cada medida terminaba fortaleciendo el rol del Estado en la economía. Como decían los trotskistas «La ideología del New Deal, fundamentalmente el oportunismo liberal, no es una estructura clara de conceptos prefijados. Pero en su funcionamiento, se encuentra continuamente pidiendo disculpas por no concordar con la realidad. Richberg[13], analizando el presente status de la NRA, muestra claramente que la construcción del ‘súper Estado’ iniciado por el actual régimen, no es una cuestión de voluntad: ‘La verdadera cuestión que desde la administración estamos intentando es alejarnos del súper Estado. Estamos tratando descentralizar los problemas balanceando las fuerzas. Dejando a la iniciativa privada manejar las cosas’. Pero si la iniciativa privada (propiedad privada) hubiera podido manejar las cosas entonces no se hubiera necesitado la NRA. Nos guste o no, Roosevelt está preparando el camino hacia una nueva forma de poder estatal.»[14]

1. Relación con las fracciones burguesas

El rol de mediador de Roosevelt estaba determinado en primer lugar por la necesidad de elevarse entre las disputas de los distintos sectores burgueses, quienes peleando por sus intereses sectoriales, no podían tomar medidas para el conjunto de la nación capitalista, y esta ubicación sobre las disputas internas, le permitió establecer un plan que auxilie a la gran burguesía en su conjunto. Roosevelt con su objetivo de frenar las consecuencias más nefastas de la crisis, y lograr encauzar el descontento de las masas, era en realidad el representante genuino del gran capital, de los sectores más concentrados de la economía y del capital financiero.

De este modo, para los trotskistas las disputas y la oposición de algunos sectores burgueses que surgieron contra el New Deal, no hacían más que expresar el rol del gobierno de Roosevelt como árbitro entre los distintos grupos: «Roosevelt sabe que es su trabajo representar, en la esfera política, los intereses generales de la burguesía americana de conjunto, sabe que es el abanderado del imperialismo americano en su fase actual. Es precisamente por esto, y porque es de lejos el representante actual más capaz del imperialismo americano, que entra en conflicto con tanta frecuencia con individuos y grupos de la burguesía. La naturaleza misma del capitalismo, con su lucha competitiva interna a matar o morir, hace sumamente difícil para cualquier miembro o sector de la burguesía elevar el punto de vista de los intereses históricos de la clase de conjunto. La lucha de individuo contra individuo, corporación contra corporación, monopolio contra monopolio, una rama de la industria contra otra, borra la perspectiva a largo plazo, y le permite al burgués individual -a menos que esté confrontado con una crisis social definida- alcanzar una ventaja práctica inmediata a costa de los intereses generales de la clase. Cuando se le dice a tal individuo, de hecho, que debe sacrificar en un grado u otro, alguna ventaja práctica inmediata en pos de una perspectiva a largo plazo, se siente comúnmente resentido y lo resiste. Es el mismo malestar contra Roosevelt de parte de tantos burgueses el signo más importante del liderazgo de clase de Roosevelt».[15] O como decía Trotsky: «Ningún gobierno se halla en situación de luchar contra el monopolio en general, es decir, contra la clase en cuyo nombre gobierna. Mientras [Roosevelt] ataca a algunos monopolios se halla obligado a buscar un aliado en otros monopolios. Unido con los bancos y con la industria ligera puede descargar golpes contra los ‘truts’ de la industria pesada, los cuales no dejan de cosechar por ese motivo beneficios fantásticos».[16] Es decir, como árbitro entre las distintas fracciones del capital, basó la recuperación de la economía centralmente sobre la industria de bienes de consumo y la recuperación de los bancos, pero garantizó asimismo las abultadas ganancias de los monopolios de la industria pesada.

2. Relación con el movimiento de masas

El rol de mediador del gobierno entre las clases, basado en el ensanchamiento de las funciones estatales y en una nueva recuperación económica, tenía como objetivo contener dentro del régimen burgués los procesos de luchas obreras e impedir su radicalización política, mientras la economía recuperaba su ritmo de producción. Este rol no le otorgaba ningún carácter independiente, sino todo lo contrario, era el representante burgués por excelencia, que a través del engaño y la cooptación, quería impedir que la clase obrera en un camino independiente cuestione el poder burgués con el suyo propio.

Como afirmaban los trotskistas: «En el período de repunte, y luego de las secuelas de la crisis, Roosevelt se ha asignado el rol de mediador entre las clases. Para llevar adelante este rol, Roosevelt se apoya en las distintas alas de la NRA, moviéndose a la izquierda y a la derecha, sobre la colaboración de clases entre el campo de los patrones y el del proletariado, entre los Johnsons, Harrimans y Swopes por un lado, y los Perkinses, Greens y Gormans por otro. El rol de mediador es solo posible si la situación económica no fuerza a una intensificación de la lucha entre las clases al punto de ruptura, es decir, solo si las alas de la colaboración de clases se mantienen intactas y no estallan».[17] Y más adelante: «Mientras Johnson logre persuadir a la patronal que no tiene nada que temer de la NRA, que van a obtener la pulpa y los trabajadores la cáscara; mientras los lugartenientes del capital en el movimiento obrero puedan salvar su cara, desgastando a la clase obrera en batallas inútiles y sin sentido, Roosevelt podrá desarmar a los trabajadores y poner en sus cuellos el yugo de su arbitrio».[18]

En relación al movimiento de masas, las primeras medidas del New Deal buscaron, a través de la institucionalización de instancias de negociación entre el capital y el trabajo, impedir que los enfrentamientos se salieran de las luchas en el terreno económico. Si la recuperación de la economía traería consigo la predisposición de las masas a recuperar sus conquistas, la política de Roosevelt buscaba encauzar estas tendencias a través de la negociación estatal y el control de los sindicatos. Incluso la cláusula 7 a) que impulsaba la sindicalización, tenía como objetivo mantener este proceso bajo la dirección de la vieja burocracia sindical.

Estas actas crearon las Juntas Laborales Regionales, integradas por delegados de la patronal «y ‘estadistas del movimiento obrero’. Su función principal era evitar las huelgas por todos los medios posibles. Cuando a pesar de sus esfuerzos se producía un paro, debían ‘mediar’ un acuerdo lo antes posible». [19]

Cuenta Farrell Dobbs que una de las primeras demandas de la clase obrera estaba ligada a la presión por el establecimiento de una ley que rija sobre los salarios y las horas de trabajo: «El alza de precios representó un nuevo golpe contra los trabajadores, quienes ya venían sufriendo los efectos nefastos de la depresión económica».[20] En 1933 se desarrolló una creciente oleada de huelgas a nivel nacional. La NRA estipulaba que los patrones debían organizarse entre sí en una «competencia leal» y fijar a su voluntad los niveles salariales mínimos y la cantidad de horas máximas para trabajar, al mismo tiempo que, como veíamos, eliminaba las leyes antimonopolio.

Sin embargo, el resultado de la implementación de la NRA fue altamente contradictorio. Por un lado permitió encauzar el fuerte movimiento por la sindicalización dentro de los dictámenes de legislación estatal, pero por el otro bajo el establecimiento de esta ley, la clase obrera, alrededor de la cláusula 7 a), desarrolló un amplio movimiento para imponer nuevas organizaciones sindicales, y de esta manera luchar por la recuperación de las conquistas perdidas en lo más profundo de la crisis.

Pero frente a esta situación, los trotskistas preveían, aunque sus previsiones no se cumplieron acabadamente, que este rol de mediador del gobierno de Roosevelt entre las clases, iba a ser superado en el mismo proceso de avance de la clase obrera: «La lucha de clases que persiste por debajo de la NRA, saltará a la superficie y tomará su curso inevitable. El balance de fuerzas de Roosevelt, su intento de buscar su propio equilibrio social, está condenado a usar el aparato represivo del Estado».[21]

Por el enorme rol que jugó Roosevelt, Burnham lo caracterizaba como un político brillante, mostrando cómo la burguesía en sus momentos más críticos ponía a sus mejores cuadros para perpetuar su dominio, y que la clase obrera en su lucha por su poder debía formar su propio partido revolucionario donde se eduquen sus dirigentes políticos, los que debían ser muchos más sagaces, para semejante tarea: «Franklin Roosevelt es probablemente el político más arriesgado y brillante que este país haya producido. Es, en primer lugar, notable entre los presidentes americanos por ser en el sentido más amplio un político entrenado y profesional, y no un abogado, un general, ni un maestro elevado a la política como portavoz temporal conveniente para la clase dominante. Se ha ubicado con el más preciso y esmerado cuidado, adquiriendo el conocimiento y talento pertinentes para la función elegida. Ha estudiado él mismo la historia de los Estados Unidos hasta manejarla y moldear su tradición para su propósito con facilidad y conciencia. Un orador magnífico, no contento con aprender del pasado, adaptó su mensaje a los nuevos requisitos de los altavoces y sobre todo de la radio. Sus discursos -cuya continuidad de estilo demuestra que su forma final no es dejada en manos de cualquier escritor fantasma- muestran un alcance asombroso de la ciencia y la cultura contemporáneas. Mucho más notable -de hecho casi inaudito – en un político americano, sus acciones lo muestran como un estudioso constante y crítico de la política internacional y sus métodos; ha sacado sus propias lecciones de las experiencias políticas de las grandes naciones europeas».[22]

A pesar de estos profundos cambios, analizados en The New International, el New Deal mantenía las formas de la democracia burguesa y el régimen de partidos políticos imperante en Estados Unidos desde la guerra civil. Esto marcaba los límites de los cambios en la situación política norteamericana, atenuado tanto por la recuperación económica como por la falta de radicalidad de las masas. Pero, como dicen los trotskistas, esta falsa situación, no podía durar demasiado: «Los políticos liberales operan dentro de la estructura de la democracia burguesa; y la democracia burguesa es una pantalla engañosa que esconde las relaciones reales de fuerza en la sociedad capitalista. Esta cobertura o pantalla va a quedar de lado, cuando los trabajadores tomen el camino de la lucha revolucionaria».[23] En definitiva, tomando en cuenta todos estos elementos concluían que el gobierno de Roosevelt aún lograba ubicarse como mediador entre las clases a través de engaños y a través del aumento del poder estatal en las negociaciones y en la enorme intromisión en la economía. Es decir, para los trotskistas, este gobierno aún no tenía la necesidad de avanzar en el camino del bonapartismo, es decir, en instituir un régimen que se ubique por encima de las clases apoyándose en las fuerzas represivas para detener la lucha de clases: «Este paso no ha sido alcanzado en América. Roosevelt no es bonapartista ni fascista (…) Pero este precede, (…), al choque decisivo que provocará o la victoria proletaria o la catástrofe del fascismo. Por su contribución en la construcción del Estado orientado a la necesidad de salvar al capitalismo de su caída, el liberal Roosevelt está pavimentando el camino hacia el bonapartismo. Está dando un matiz bonapartista al estado[24]. Mientras no haya un cambio decisivo, algo que no visualizamos en este estadio de desarrollo, podemos prever un incremento en el uso de las fuerzas represivas del estado»[25]

El movimiento obrero en la primera mitad de la década del treinta

A continuación mostraremos la visión y las conclusiones de los trotskistas en relación al desarrollo y evolución de la lucha de los trabajadores, tomando en cuenta también el marco político, la relación con el New Deal, de este nuevo movimiento obrero.

Tras el estallido del crack, la clase obrera de conjunto vio caer drásticamente sus niveles de vida. Los primeros años fueron durísimos, la baja de salarios, los nuevos convenios abusivos, los altos índices de desocupación afectaron al conjunto del movimiento obrero, mientras las viejas organizaciones sindicales y su tradición colaboracionista se volvían un peso muerto para enfrentar las consecuencias de la crisis. Durante los primeros años maduraron los consejos de desocupados, en el campo florecieron nuevas organizaciones de las clases medias empobrecidas que a través de la fuerza impedían algunas quiebras y desalojos, y en la clase obrera surgieron las primeras protestas contra la carestía de vida.

Como dijimos anteriormente, bajo la cláusula 7 a) surgió un gran movimiento por la organización obrera. Los trabajadores acudieron a los sindicatos burocráticos de la AFL, (sindicatos organizados por oficio, que agrupaban sólo a los sectores calificados de la clase obrera, un 20% de la misma, y que no permitía unificar la lucha de una misma industria) buscando su incorporación y la formación de comités de fábrica elegidos por obreros calificados y no calificados.

Como describía The New Internacional: «Aunque estos amplios incrementos en la organización se produjeron en un período de declive general del capitalismo norteamericano y mundial, la recuperación de la actividad industrial, que dio apariencia de ‘prosperidad’ (que ya está desapareciendo, estamos seguros) ofreció las bases económicas del resurgimiento del movimiento obrero. Las ganancias en la industria fueron elevadas. Por un lado, el aumento de los costos de vida exprimió de los trabajadores, y por el otro los industriales presionaban por un aumento de la productividad. Bajos salarios, largas jornadas de trabajo, y el aceleramiento del ritmo de producción llevaron inevitablemente a las huelgas para aliviar la presión».[26]

Así los trabajadores se volcaron en masa hacia las organizaciones obreras, dando lugar a una verdadera ola de organización sindical, abarcando a todas las industrias de producción en masa: partiendo desde la industria del vestido hasta las industrias del automóvil, del acero, del caucho, textiles, etcétera. La burocracia desbordada por esta marea de afiliaciones, buscó de todas las maneras posibles impedir que se estableciera un frente único entre los trabajadores calificados y no calificados, y se desarrollaran los comités de fábrica como un nuevo poder obrero. Así crearon las federal unions, que eran secciones sindicales secundarias en cada fábrica que agrupaban a los trabajadores por industria y que estaban aisladas de los sindicatos centrales, que no tenían derecho a tomar decisiones, como llamar a huelga o negociar con la patronal, es decir, agrupamientos superfluos que no podían organizar la lucha obrera. Esto provocó que amplios sectores de la base abandonaran desilusionados los sindicatos rompiendo sus carnets de afiliación, y empujó a que los sectores de vanguardia avancen en verdaderas luchas radicales para imponer comités de fábrica con todos sus derechos sindicales. Así lo reflejaba The New International: «El completo fracaso de la AFL para retener los centenares y miles de trabajadores de la producción en masa del acero, automóvil, caucho y otros que se habían unido al movimiento sindical en el primera oleada de la N.R.A. en 1933-34, hizo imposible que estos trabajadores se mantuvieran bajo esta organización y dirección. La política de la AFL de dividir a los trabajadores en numerosos sindicatos por oficio (por ejemplo, había 22 sindicatos en la industria automotriz) fue claramente visto por lo obreros como un intento deliberado para dividirlos a favor de patronal.

«A los ojos de los trabajadores, la AFL simbolizaba la liquidación, el engaño y la impotencia. La dura lección de la tregua del acuerdo de la industria automotriz entre Green y Roosevelt en 1934 que rompió el enorme sindicato de trabajadores automotrices en pedazos y que causó el crecimiento de sindicatos independientes, atormentaba las mentes de todo obrero conciente de la producción en masa. El torpe engaño a los trabajadores del acero, la entrega del acuerdo de Washington mostró a los trabajadores del caucho -expuso claramente- la verdadera naturaleza reaccionaria de la burocracia de la AFL.

«Fue inevitable la rebelión contra esta política inútil. Se presentó en la Convención Anual de la AFL en octubre de 1934. Se reunieron más de diez mil votos a favor de la resolución que exigía que las industrias de producción en serie se organizaran en base a sindicatos por industria. Fueron especialmente los trabajadores del caucho y los delegados del sindicato automotriz quienes buscaron organizar un comité a nivel nacional en la AFL para luchar por sindicatos por industria». [27]

Así en este movimiento de huelgas por la formación de organizaciones obreras de base y por la recuperación de sus conquistas surgieron como expresión radicalizada las tres huelgas testigos de 1934.
Desde el punto de vista de la composición social es importante señalar que la mayoría de la base militante que impulsaba la formación de los nuevos sindicatos y comités de fábrica estaba compuesta por obreros no calificados de las principales industrias de producción en serie (las fundidoras de acero, las minerías de carbón, las empacadoras, los hornos, fundidoras en general y de las fábricas automotrices). Estos sectores le otorgaban al movimiento una combatividad fundamental, ya que habían quedado fuera de los festejos del crecimiento burgués durante la década del veinte, y cuando sobrevino la crisis fueron los más castigados por la desocupación y la miseria. Muchos de ellos eran hijos de inmigrantes, que al no mantener las tradiciones de sus padres, y por lo aguerrido de sus experiencias, fueron pasto seco para la rebelión. Del mismo modo, los obreros calificados, perdiendo sus posiciones de privilegio se transformaron en aliados claves de este nuevo movimiento obrero.

Las huelgas de 1934

Durante 1933 y 1934 se desarrolló una oleada de huelgas por el reconocimiento de las comisiones sindicales, de las cuales se destacaron tres, por su combatividad y radicalidad, que recorrieron el país como ejemplos de lucha y organización: los Camioneros en Minneapolis, los obreros marítimos de San Francisco y las automotrices de Toledo.

Estas huelgas radicalizadas, con piquetes y enfrentamiento con la policía, que lograron el reconocimiento de los organismos de fábrica, eran dirigidas por partidos y organizaciones de izquierda. En ellas confluyó la fortaleza de una nueva base militante con el programa y la orientación política de los grupos de izquierda.

En Minneapolis dirigían los trotskistas, en San Francisco el PC y en Toledo un grupo de desocupados que formaban parte del Partido Norteamericano de los Trabajadores que dirigió la huelga desde fuera de la fábrica.
Como contaba Farrell Dobbs: «Enfrentados con esta aguda crisis de dirección, los trabajadores comenzaron, de a poco, a actuar espontáneamente, a menudo por medio de organizaciones ad hoc. Las luchas dirigidas de tal forma fueron ignoradas, o bien saboteadas, por los mercenarios de la AFL. Su conducta despertó la cólera y el hastío en el seno de las bases, con lo cual se allanó el camino para que los dirigentes de izquierda emergieran como líderes de organizaciones importantes de los trabajadores.
Tres huelgas militantes se sucedieron durante 1934 -en Minneapolis, San Francisco y Toledo-, y todas ellas resultaron triunfantes».[28]

Estos procesos tuvieron como motor interno no sólo la lucha por mejorar las condiciones económicas, sino, sobre todo, la construcción de organizaciones obreras, comités de base, que, utilizando el método de la democracia obrera, instituían un nuevo poder en las fábricas. Estos comités buscaban modificar la situación arbitraria instituida dentro de las fábricas[29]. Para esta época los lugares de trabajo se habían vuelto una especie de prisión donde se organizaba el trabajo esclavo, la producción en cadena había llevado a acelerar en forma insoportable los ritmos de trabajo. La patronal llegó incluso a contratar a guardias de seguridad que apaleaban a los trabajadores por no cumplir las normas de la fábrica: «En el enorme complejo de Goodyeard en Akron, la mayoría de los trabajadores eran acosados por una ‘escuadra móvil’ paramilitar formada por los favoritos de la compañía y esquiroles».[30]

Pero a su vez estos procesos no sólo asumieron como objetivo la pelea por «democratizar» los lugares de trabajo, sino que además se ligó a la lucha por las libertades civiles de los pueblos y ciudades que circundaban a las fábricas, convertidas por el poder de la patronal en verdaderos feudos a su servicio. Fue así que los trabajadores en su enfrentamiento a la burguesía involucraron al conjunto de la población y sus luchas se volvieron verdaderas huelgas urbanas, que incluyeron contiendas con las fuerzas represivas en las calles, la formación de piquetes móviles y la participación de los trabajadores, desocupados y sectores populares apoyando a los obreros en conflicto.
Como corolario de este proceso en octubre de 1935, un reagrupamiento de sindicatos rompe con la AFL, e impulsando la formación sindicatos por industria forma el CIO (Comité por la organización industrial), cuestión que veremos más adelante.

El «Segundo New Deal»

Los cambios a partir de 1935

Los procesos que tienen lugar en la clase obrera impondrán al gobierno nuevas características a partir de 1935, tomando un lugar primordial las medidas que buscaban encauzar la lucha de clases. Roosevelt dio un giro significativo en su gobierno estableciendo una nueva alianza con los sindicatos y las bases obreras, al que se les va a agregar el apoyo al New Deal de los partidos reformistas (el Partido Comunista y el Socialista). Este cambio tenía la intención de dar respuesta a dos problemas centrales que estaba atravesando la administración de Roosevelt: En primer lugar elaborar una política para contener los procesos que se estaban generando en el movimiento obrero, aplacar las tendencias más radicales de la militancia sindical, impedir el desarrollo político independiente que estaba surgiendo en los sindicatos y estrechar la ligazón de las organizaciones sindicales al estado burgués, afianzando el dominio de las direcciones burocráticas en estos organismos. En segundo lugar, Roosevelt buscaba consolidar su gobierno y fortalecer los mecanismos centrales de su plan de intervención del Estado sobre la economía, al mismo tiempo que conquistaba una fuerte ligazón con una base más extensa y con una estructura firme, como era la clase obrera. Como dice Davis: «la secesión del liderazgo del CIO de la AFL coincidió con la fatídica reestructuración de la coalición política de Roosevelt, la cual favorecía una nueva conjunción entre el estado y los sindicatos industriales» y continúa «A medida que la insurgencia de la base obrera en las plantas continuaba creciendo a pesar de los códigos, el capital empresarial comenzó a revaluar su apoyo al New Deal. Fue esta masiva deserción de los capitales con respecto a la Administración en 1935 la que llevó a regañadientes a Roosevelt, temporalmente, a los brazos de Lewis y los insurgentes del CIO».[31] Aunque no coincidimos en que existió una «masiva deserción» de los capitales, sí existían algunos roces al interior de las distintas fracciones del capital[32]. Es así que al arraigar su gobierno sobre esta nueva base obrera organizada en los sindicatos por industria, Roosevelt pudo afianzar su poder, preparándose para las próximas convulsiones económicas y políticas y la perspectiva de una nueva guerra imperialista.[33]

De esta manera, Roosevelt lanzó las medidas más reformistas de los llamados «segundos cien días» del New Deal. Ejecutó una reforma fiscal importante, aumentó las pensiones por vejez e hizo crecer la ayuda a las delegaciones estatales y municipales. En relación con el movimiento obrero, se promulgó el acta Wagner, que protegía el derecho a la organización de los asalariados y el derecho a establecer convenios colectivos de trabajo bajo condiciones «justas». Por otro lado, a diferencia de la cláusula 7ª) del acta de la NRA, este acta establecía que la negociación debía realizarse con los representantes de la mayoría de obreros, es decir, con los comités de fábrica recién formados contra los sindicatos amarillos impulsados por la patronal, y crea la Junta Nacional de Relaciones Laborales. Por otro lado, estableció la centralización de la ayuda a los desocupados en la WPA (Works Progress Administration), dirigida por Harry Hopkins, que fue un programa que creó trabajos para los desocupados (destinado centralmente a obreros desempleados de fábrica) para proyectos de la construcción.

La evolución del New Deal terminó modificando el mapa político norteamericano. Dentro del viejo sistema bipartidista consolidó al Partido Demócrata con un nuevo contenido, como una alianza entre sectores de la burguesía y el movimiento obrero organizado alrededor de los sindicatos, junto con sectores liberales de las clases medias.
Los trotskistas mostraban en su análisis sobre los cambios que estaban sucediendo en el régimen de dominio burgués, que el sistema de dos partidos, hasta el momento sustentado en la estabilidad burguesa y en el atraso de la organización del proletariado, había sido erosionado por la dimensión de los efectos y los cambios que trajo la gran crisis sobre la sociedad norteamericana y ahora por la emergencia de una nueva militancia obrera.

Planteaban que la burguesía no podía seguir gobernando como antes, el New Deal surgía de este modo para recuperar las ilusiones y la confianza de las clases oprimidas en el capitalismo: «El régimen bipartidista, de todos modos, no es más eterno que la democracia burguesa que sostiene. Su estabilidad está garantizada sólo por la relativa estabilidad de las relaciones sociales al interior de la nación. El sistema se consolidó cuando el capitalismo estadounidense estaba en ascenso; cuando los dueños del capital tomaron las riendas con firmeza; cuando el proletariado era débil, desorganizado, dividido y sin conciencia; cuando las direcciones de los movimientos de masas recayeron en las clases medias. Había mucho espacio para las ubicaciones de clase; bastantes medios para conseguir concesiones; necesidad y oportunidad de reconciliación de clases. Consecuentemente, el equilibrio político fue restablecido cada vez que algún conflicto de clases lo perturbó».[34]

Por eso para los trotskistas, en términos de la forma de dominio burgués, el New Deal, aunque mantuvo las viejas características del bipartidismo de los veinte, se constituía ahora como reacción a la emergencia de un amplio movimiento obrero por la sindicalización, como un régimen de transición, un régimen que parte de una situación muy reaccionaria, hacia la posible entrada de una crisis pre-revolucionaria o (como en realidad sucedió) hacia el desvío y la cooptación del movimiento de masas dentro de los marcos del régimen burgués: «Visto desde un punto de vista histórico, la sociedad norteamericana y la política norteamericana hoy están en un período transicional, saliendo del viejo orden y yendo hacia una crisis pre-revolucionaria».[35]

La burguesía buscaba evitar que el movimiento obrero avance en conquistar su independencia política, y que se transforme en la única fuerza social políticamente preparada para acaudillar la nación y derrocar a la burguesía e instaurar su poder. Como afirmaba uno de los dirigentes del SWP, «Pero más que esto: Roosevelt no sólo entiende claramente su rol como representante general del imperialismo americano; sabe también que la tarea central-quizás la primaria- del político burgués es mantener la confianza de las masas en el estado burgués y el sistema capitalista. Es extraordinariamente sensible a los estados de ánimo de las masas, e inescrupuloso al límite, en explotar sus cambios. Y por esto que Roosevelt, a pesar de toda su brillantez, conocimiento y habilidades, es y debe seguir siendo un demagogo; porque todo político burgués exitoso, en una época de declinación del capitalismo, debe serlo. No le pueden decir la verdad a las masas; porque sería decirles que la continuidad de los destinos del capitalismo yace en la miseria creciente, el hambre, la tiranía, la guerra. Sólo pueden explotar, pervertir, retorcer, con una u otra clase de demagogia, las manifestaciones de descontento y desesperación, y la búsqueda semi-consciente de las masas de una salida. En 1932, este descontento y desesperación estaban enormemente esparcidos por el país. Fueron las acciones dramáticas de Roosevelt y su mucha más dramática demagogia las que contuvieron estos estados de ánimo, los transformaron, y reforzaron las cadenas que atan las mentes de las masas al capitalismo. Es difícil ver cómo se podría haber hecho esto de otra forma que no fuera la de Roosevelt».[36]

De este modo, cuando la clase obrera comenzó a recuperar sus fuerzas, y a desarrollar sus primeras luchas, se estableció una estrecha colaboración entre la burocracia sindical y el gobierno de Roosevelt, para llevar toda lucha seria a los marcos de las luchas reivindicativas: «En la primera etapa, las acciones consistieron, principalmente, en movilizaciones de protesta llevadas adelante por los desempleados. Luego, durante 1933, estallaron huelgas por todas partes en la industria, siendo la más grande la que fuera conducida por los obreros textiles. Esas huelgas fueron el resultado de la conjunción de dos factores básicos: la determinación de los trabajadores de recuperar el terreno perdido durante la Depresión y su creciente confianza -estimulada por la recuperación parcial que se produjo durante el ‘New Deal’- en que los objetivos que se planteaban podían ser cumplidos.

«Estos acontecimientos fueron considerados por los sindicalistas ‘empresarios’ de la AFL como una amenaza a su línea de colaboración de clases, no una oportunidad para fortalecer al movimiento obrero organizado. Fue así que estas luminarias ayudaron a los mediadores gubernamentales a paralizar a los obreros rebelados, enredándolos en acuerdos formales con la patronal que proporcionaron algunas conquistas importantes para las bases de los sindicatos».[37]

La organización del CIO y las huelgas con tomas de fábrica

1. La formación del CIO

Las huelgas que surgieron en 1934 luego se propagaron por todo el país como ejemplo de militancia y lucha obrera, demostrando que se podía imponer la organización de los trabajadores venciendo la resistencia de la patronal.

Al mismo tiempo, para la burocracia significó un alerta sobre la potencialidad de la base obrera. En consecuencia, en octubre de 1935 una fracción de la burocracia sindical rompe con la AFL, incluso a través de un mítico golpe propinado por John Lewis, dirigente del sindicato de mineros, quien poniéndose a la cabeza del nuevo movimiento por la organización sindical masiva y por industria, organiza el CIO (Comité por la organización sindical por industria) con cuatro millones de afiliados[38]. Como cuentan los trotskistas: «Mientras tanto, las continuas demandas realizadas por los trabajadores de base a lo largo del país, y el peligro que representaba para sus propios sindicatos si las industrias más importantes permanecían como talleres abiertos (que agrupaban a obreros afiliados y no afiliados ‘open shops’), llevaron a que Lewis, Sydney Hillman del ‘Sindicato Unido de Obreros de la Indumentaria’, David Dubinsky de la Internacional de Trabajadores del Vestido, y otros formaran el Comité para la Organización Industrial (el CIO). Estos dirigentes habían buscado convencer a los otros miembros del Consejo Ejecutivo la AFL de permitir la formación de sindicatos por industria, pero no tuvieron éxito. Lewis y compañía decidieron entonces promover la organización de los sindicatos por industria usando su poder y su prestigio, y el apoyo de sus miembros, para fortalecer las estructuras iniciales de las organizaciones del acero, del automóvil, del caucho y otros sindicatos de la industria de producción en serie».[39]

En realidad, Lewis daba cuenta del peligro que significaba la propagación de las huelgas radicales y de los comités de fábrica junto a la consolidación de fuertes vínculos entre la vanguardia y la izquierda. Como cuenta Farrell Dobbs: «Esto creó un nuevo problema para los burócratas sindicales. Si a esos obreros no se les permitía organizarse en sindicatos por industria, y si no se los dotaba de un liderazgo más efectivo, los izquierdistas rápidamente ganarían una influencia considerable entre ellos. Muchas cosas importantes se pondrían en juego, incluido el futuro de los mismos burócratas».[40]

Por eso la creación del CIO, aunque desarrollaba masivamente las organizaciones gremiales, al mismo tiempo legitimó en la dirección de este proceso a un sector de la burocracia sindical. Así, se desarrolló en su interior una intensa lucha de intereses contrapuestos: por un lado, las bases trataban de forjarse un camino independiente y, por otro lado, la burocracia, los estalinistas y el gobierno de Roosevelt, buscaron mantener este proceso en los marcos de la lucha reivindicativa y del régimen burgués. Cabe destacar que en este proceso de formación del CIO, los estalinistas ocuparon un lugar relevante, incorporándose en cargos sustanciales y ubicándose como ala izquierda de la burocracia en sus intentos por desactivar las tendencias independientes de las masas.

2. Las huelgas con ocupaciones de fábrica

Por otro lado, junto con la formación del CIO, se desplegó una nueva irrupción de la combatividad obrera. Entre los veranos de 1936 y 1937 estalla una epidemia de huelgas con toma de fábrica en los bastiones más concentrados del capital (General Motors, U.S. Steel, General Electric y Chrysler) que retoma los métodos y experiencias más radicales de 1934. Como dice Davis: los trabajadores «lanzaron una ofensiva sostenida que no tiene paralelo en la historia de EE.UU. por su creatividad táctica, así como por la demostración del poder de los trabajadores unidos en la industria moderna».[41]

Esta oleada de huelgas combinó varios elementos convulsivos, por un lado, la toma de las plantas, la paralización de las máquinas y los piquetes de defensa que cuestionaron objetivamente el poder de la patronal y la propiedad capitalista. Como cuentan los trotskistas: «Precisamente en esta coyuntura, en 1936, se desarrolló un arma inaudita y no esperada de lucha sindical que cambió tanto los planes del CIO como el curso del movimiento obrero. Éstas fueron las huelgas con tomas de fábrica. No se prestó demasiada atención a los huelguistas en la industria del caucho en el invierno de 1935-36, que un reportero apodó sit-down (sentadas) porque los trabajadores se sentaban en sus máquinas en protesta por sus demandas hasta que hubiera un acuerdo. A partir de que cincuenta hombres en una sección, clave de la producción, lograron paralizar una planta completa de diez mil trabajadores, las sit-down dieron a los trabajadores una nueva conciencia de su poder, ya que le costó a las empresas mucho dinero y trajo enormes y favorables resultados a los conflictos. Después de casi 100 sit-downs en Akron, Ohio (la mayoría de ellas muy exitosas) la idea ganó terreno».[42]

En segundo lugar se pusieron en pie verdaderos comités de fábrica, que unificaron el poder de los obreros calificados y no calificados, nativos y de procedencia extranjera, forjando nuevos dirigentes e instituyendo los métodos de democracia obrera de asambleas y acción directa. Como dice Daniel Guerin: «Quizás el secreto de este éxito reside en el hecho de que los dirigentes de la huelga eran trabajadores surgidos muy recientemente de la base y que aún no habían tenido tiempo de diferenciarse de ella respirando el aire viciado de las alturas. Pues la huelga no fue dirigida por dirigentes sindicales infatuados de su persona y su poder, como Lewis, ni por burócratas stalinistas del tipo de Foster. Los jefes del movimiento estaban hechos de la misma pasta que cada uno de los muchachos que les habían dado el mandato de llevarlos a la victoria». [43]

Por último, la dirección de estos procesos también se combinó con la alianza de algunos sectores de la izquierda, por un lado el estalinismo, que estaba ganando peso en los sindicatos del CIO, los socialdemócratas, el grupo de Lovestone[44] y los trotskistas.[45]

De este modo, se desarrolla una oleada de huelgas que impulsan este nuevo método. «El flujo y reflujo de la oleada de huelgas con tomas de fábrica se desarrolló con intensidad hacia mayores convulsiones. Un grupo de mensajeros aquí, meseros en otro lado, trabajadores del acero, oficinistas, trabajadores automotrices, incluso estudiantes, usaban esta arma de las huelgas con tomas de fábrica para conseguir concesiones de sus superiores.»[46] Entre las que se destacan está la huelga de Goodyear de 1936, que llegó a sostener un piquete de once millas de largo a 9 °C bajo cero, la huelga de General Motors en el invierno de 1937 extendiéndose a todos los sectores, incluso en 1937 se impulsan 477 huelgas que afectaron a 400.000 trabajadores.

La huelga de más trascendencia fue la de la industria automotriz en Flint, Michigan, donde se tomaron dos fábricas claves de la industria, la Fisher Body N°1 y N°2. En la segunda, la patronal cortó la calefacción y el ingreso de víveres, para quebrar la huelga. Cuando intentaron interceptarlos, se mezclaron en una violenta batalla, donde los asaltantes de la patronal fueron rechazados. En enero de 1937, se firmó una tregua con la mediación del gobernador. Cuando iban a abandonar la fábrica, se enteraron que la General Motors los iba a traicionar. En solidaridad y para fortalecer la lucha, se intentó tomar también la fábrica de Chevrolet. Como la patronal y la policía estaban en guardia, utilizaron un engaño para poder ingresar. Primero irrumpieron en la fábrica N.° 9 y cuando se concentraron allí todas las fuerzas represivas, un grupo de 400 obreros ingresaron en la fábrica N°4, cuya importancia era superior, logrando que el gobernador retrocediera en la represión y que el 11 de febrero de 1937 se reconociera el Sindicato del Automóvil como representante único de los trabajadores.

Las tendencias políticas en los sindicatos

La organización amplia de la clase obrera en sindicatos industriales la ubicaba en el centro de la escena nacional. Para impedir que estas fuerzas pudieran avanzar en el terreno político en forma independiente, las direcciones sindicales ataron fuertemente las ilusiones de las masas a la figura de Roosevelt y su New Deal.

En 1936 la burocracia sindical se apresura a garantizar el apoyo de la base obrera a la reelección de Roosevelt. En enero de ese año, Lewis hace aprobar una resolución en la convención del sindicato de mineros a favor de apoyar la reelección de los demócratas, que luego fue imitado por otros sindicatos del CIO, y en la primavera de ese año crea la Liga de Trabajadores no Partidarios (LNPL), una organización política basada en los sindicatos que impulsa la candidatura de Roosevelt.

Esta organización funcionaba relativamente en forma independiente. Tenía sus miembros, sus clubes, su constitución y los comités de campaña para impulsar la candidatura presidencial (aunque sólo en algunos lugares mantenía su estructura fuera de los períodos electorales). Sin embargo, no era un partido independiente: era «una forma de organizar la acción política obrera, intermedia entre la neutralidad política y una clara ruptura de un partido obrero reformista»[47].

En algunos estados o localidades, los agrupamientos políticos adquirían rasgos más independientes y podían llevar candidatos propios. Por ejemplo, en New York, secciones importantes del sindicalismo neoyorquino, especialmente las uniones del vestido con dirección tradicionalmente socialista, crean el American Labor Party (ALP) en julio de 1936. En un principio, este partido apoyaba el New Deal y presentaba en sus listas una mayoría de candidatos demócratas y republicanos, cuyos votos así obtenidos eran adicionados a aquellos que reunían en las listas de sus propios partidos, según el reglamento electoral vigente. Los trotskistas consideraban que este partido fue creado como forma de capitalizar los votos obreros tradicionales de izquierda de los socialistas y comunistas en esta ciudad, pero a medida que avanzaba la situación, esta organización fue adquiriendo rasgos más independientes incorporando listas de candidatos sindicales y levantando la propuesta de un Partido de Trabajadores[48] nacional. En Washington y Oregón, en cambio, las federaciones comunitarias con base en los sindicatos apoyaron a los candidatos de los partidos demócratas estatales.

Por otro lado, la movilización política a favor de los derechos democráticos era una precondición para la organización sindical. Durante las huelgas de las automotrices, los militantes obreros hicieron campaña contra los gobiernos locales dominados por las empresas. En Michigan, por ejemplo, las escuadras móviles del sindicato automotriz sirvieron tanto para los piquetes como para el conteo de votos.

La burocracia que permanecía dentro de la AFL no formó parte de estos agrupamientos políticos. Sin embargo, algunos de sus dirigentes se incorporan a la estructura partidaria de los demócratas (por ejemplo, Daniel J. Tobin, dirigente del sindicato de camioneros de la AFL encabezó el comité Nacional de Trabajadores de los demócratas). Por otro lado, en algunos estados, los sindicatos de la AFL participaban de los Farmer Labor Party (FLP), una organización política surgida en 1918 que levantaba un programa reformista y tenía un contenido reaccionario de unidad política entre obreros y granjeros. Por el impulso de lucha y organización sindical, durante este periodo afluyen a los FLP muchas organizaciones y comités regionales de los sindicatos. En Minneapolis avanza el fenómeno más independiente y de izquierda de esta organización[49], llevando candidatos propios y gobernando el estado por varios años. Incluso los demócratas acuerdan no intervenir en las elecciones estatales como partido propio, a cambio del apoyo a la candidatura de Roosevelt.

Como cuenta F. Dobbs: «En enero de 1936, Lewis comenzó la campaña haciendo aprobar una resolución, en la convención del sindicato de obreros mineros, en apoyo a la reelección de Roosevelt. Otros sindicatos del CIO siguieron el ejemplo, así como también muchas organizaciones de la AFL. Durante la primavera, el CIO puso en pie una formación llamada LNPL (Liga No Partidista de los Trabajadores), cuyo objetivo principal era movilizar el apoyo a los demócratas. Aunque la AFL no creo ningún aparato similar al mismo tiempo -manteniéndose neutral como federación en la campaña-, muchos de los sindicatos afiliados apoyaron a Roosevelt y, como mencionamos antes, Daniel J. Tobin encabezó el Comité Nacional de Trabajadores del Partido Demócrata.

«La creación de la LNPL dio lugar a una situación contradictoria. Por un lado, era una maquinaria política, que buscaba organizar a los votantes obreros como un bloque. Este factor, considerado en sí mismo, representaba un paso nuevo y progresivo dentro del movimiento sindical. Por otro lado, este factor positivo quedó en nada cuando el LNPL cruzó las fronteras de clase para apoyar a los candidatos del Partido Demócrata.

«Para llevar adelante su política, los burócratas sindicales tuvieron la ayuda de los líderes arribistas de la izquierda. Los reformistas socialdemócratas, que constituían el ala izquierda del Partido Socialista, apoyaron a Roosevelt más o menos abiertamente. Un curso similar fue seguido por los oportunistas estalinistas, sólo que mediante subterfugios. Para presentar una apariencia externa de política independiente, nombraron a Earl Browder como el candidato presidencial del PC. Browder luego hizo campaña indirectamente por los demócratas, llamando a derrotar la lista republicana ‘a cualquier costo'».[50]

En los sectores más avanzados, como en la Convención del Sindicato del Automóvil, se iniciaron planes para formar un partido de trabajadores a nivel nacional. Así también en la Convención de 1935 de la AFL (donde Lewis rompe para fundar el CIO), un sector de trabajadores -entre los que se contaban los obreros textiles de New England, los de la rama automotriz y del vestido- propone como moción la formación de un Partido de Trabajadores nacional. En realidad, aunque nunca pasaron de expresiones locales, lo cierto es que había surgido una tendencia subjetiva real en las masas por la formación de un partido obrero basado en los sindicatos. En agosto de 1937 las encuestas de Gallup revelaron que el 21% de los encuestados apoyaban la formación de tal partido. Una serie de encuestas de Gallup entre diciembre de 1936 y enero de 1938 también descubrieron que entre el 14 y el 16 por ciento de los encuestados podrían ir más allá e incluso podrían participar de tal partido laborista, si éste se formara.

Las elecciones de 1936 y la caracterización de los trotskistas

Las elecciones de 1936 y sus realineamientos políticos expresaban indudablemente las tendencias que estaban emergiendo de la situación nacional, obligando a los trotskistas a repensar las caracterizaciones políticas sobre el New Deal y la relación del gobierno con el movimiento de masas. Así, plantearon que la nueva coalición que avanzó a partir de 1935 contenía, con un fin preventivo, elementos de conciliación de clases manifestándose principalmente en los procesos electorales, a través del apoyo de los sindicatos, sus organizaciones políticas y los partidos reformistas a la candidatura de Roosevelt. La editorial de The New International lo expresaba en estos términos: «Roosevelt fue en verdad el candidato de una coalición, coalición que utilizó el emblema del Partido Demócrata con fines electorales. Esta coalición condensaba a los grupos sureños ultra reaccionarios -la columna vertebral de los demócratas, los eficientes e inescrupulosos citadinos del Norte (Tammany, Hague, Pendergast…), los trabajadores arrastrados por las burocracias sindicales, y un largo porcentaje de granjeros ganados por los subsidios agrícolas».[51]

Por eso planteaban que el Partido Demócrata, dirigido por Roosevelt, implementando el plan del New Deal, conquistó el voto y la voluntad política de la base obrera, debido principalmente a la ayuda proporcionada por la burocracia sindical, centralmente del CIO con la agrupación del LNPL y al apoyo inestimable, por izquierda, de los estalinistas, que habían ayudado a formar los sindicatos, y de la socialdemocracia norteamericana. Por esta razón, la burguesía pudo conservar su dominio bajo las formas del sistema democrático bipartidista que había sobrevivido a los años veinte y la clase obrera, aunque muy radical en sus métodos y luchas, no pudo superar políticamente los límites del terreno burgués.

Trotsky, analizando los efectos de la crisis sobre el New Deal y los márgenes del capitalismo yanqui, caracterizaba al New Deal, como la forma en que se había expresado el Frente Popular en EE.UU., en una situación de menor radicalización obrera que en Europa: «En Estados Unidos, el ‘frente popular’ asumió la forma del rooseveltismo, es decir, el voto de los radicales, comunistas y socialistas por Roosevelt»[52].

O como cuenta más extensamente Farrell Dobbs: «De conjunto, las prácticas sindicales estaban sufriendo cambios significativos. Pero los cambios eran de una naturaleza limitada en los siguientes aspectos: duraron sólo hasta que la democracia de las bases fue estrangulada por el CIO, y el uso de los métodos de lucha de clases fue restringido totalmente a la esfera industrial.

«Asustados por la amplitud e intensidad del conflicto, los dirigentes oficiales del CIO buscaron, desde el principio, maneras de contener la situación dentro de los límites de la colaboración de clases. Para tal fin, aprovecharon la campaña presidencial de 1936. Se tomaron medidas para centrar la atención de los sindicatos en el apoyo a la candidatura de Roosevelt para un segundo periodo. Este apoyo, se esperaba, lo induciría a usar la influencia del gobierno para otorgarle al CIO algunas concesiones obtenidas de los grandes monopolios en las industrias básicas, y con eso ayudar así a restaurar relaciones más pacíficas entre las clases.

«Roosevelt, quien reconocía un buen plan de colaboración de clases al primer vistazo, dio la bienvenida a esta iniciativa, como algo que podría servirle para sus propios fines. Como líder capitalista, también deseaba apartar a los trabajadores de las luchas militantes y desviarlos hacia el terreno de la acción política reformista. Era un consumado demagogo, y podía lograrlo haciendo promesas electorales, con miras a generar confianza en que su reelección redundaría en importantes conquistas para los trabajadores. Luego, una vez que hubiera retornado a la presidencia, podría olvidar todas sus promesas. Sus acciones se focalizarían, como de costumbre, en la protección de los intereses de las clases dominantes, y más allá de lo que hiciera, el movimiento obrero estaría sometido a él por otros cuatro años.

«Los obreros tenían ilusiones en el demagogo que habitaba la Casa Blanca. Muchos no percibían que los pocos pasos positivos que había dado, supuestamente a favor suyo, se debían, en realidad, a las repercusiones políticas de las luchas que ellos mismos estaban librando. Influenciados por su doble discurso, lo consideraban un enemigo del gran capital y un amigo de los obreros. Por ejemplo, muchos trabajadores sostenían que, gracias a él, se había reconocido formalmente el derecho de los obreros a organizarse, aunque en la práctica, hubiera contribuido a bloquear toda iniciativa tendiente a ejercer ese derecho. Además, fue considerado ampliamente un mal menor, comparado con el candidato presidencial del Partido Republicano, Alfred M. Landon, quien era abiertamente reaccionario. De conjunto, Roosevelt era el depositario de una inmerecida gratitud, así como de una inoportuna confianza».[53]

Los límites económicos del New Deal y el camino hacia la guerra

De conjunto el New Deal, a pesar de la gran batería de medidas implementadas y de los enormes gastos, consumados por un plan de una magnitud nunca antes vista, no pudo resolver las contradicciones económicas generadas por la crisis. Sin embargo logró detener, a través de la cooptación y el engaño, las contradicciones abiertas por la lucha de clase, evitando que las luchas obreras avancen en un terreno político, en el camino de la independencia de clase.

En cuanto a las contradicciones económicas, el plan económico de Roosevelt, incluso en su momento de mayor auge, no permitió recuperar la producción, al mismo nivel que el auge anterior al crack de 1929. Esto mostraba la tendencia de la economía capitalista, que después de cada ciclo de crisis y auge (a diferencia de su época de auge) se encontraba en un punto más bajo, mostrando su decadencia como sistema social.
«Si el capitalismo estadounidense está progresando o cayendo puede ser determinado fácilmente comparando dos períodos de actividad económica. Los años apropiados para la comparación son 1929 y 1937. Ambos presentaron picos de actividad económica, seguidos de años de depresión. Ambos son puntos de quiebre hacia las depresiones. En toda la historia previa, el último pico de actividad económica era siempre más alto que el precedente. La tendencia era hacia arriba. ¿Cómo se compara 1937 con 1929? ¿Cuál es la tendencia aquí?».[54]
Y concluye: «La tendencia es sencillamente hacia abajo. De acuerdo con todos los demás índices generales de actividad económica, 1937 fue mucho más bajo que 1929 (…) De acuerdo con el Sistema de Reserva Federal, los promedios de producción industrial en su totalidad, los cuales incluyen manufacturas y minerales, fueron:
Año Índice
1929 119
1937 110

La caída en la producción industrial es de nueve por ciento. De todos modos, esto no tiene en consideración que el incremento en la población fue de millones. Si tomamos en cuenta el incremento en la población, la caída entre 1929 y 1937 no es de 9 sino de casi 15 por ciento».[55]

En segundo lugar, las medidas que implementó el New Deal, como medidas de planificación económica que no atacaron la propiedad privada, y como veíamos al principio, centradas en la industria liviana, dando una recuperación de corto alcance, en realidad sólo postergaron y aumentaron las contradicciones de la sociedad capitalista, desembocando en una nueva crisis en 1937.

«El mismo destino que alcanzó al coalicionismo socialdemócrata, los gobiernos laboristas y los Frentes Populares, ha alcanzado al New Deal. La planificación económica sin atacar al sistema de ganancias mismo, lleva bien o a la mano de hierro de los monopolios, o crea mayores desproporciones y caos».[56]

La crisis hace irrupción a mediados de 1937, la misma no tuvo las repercusiones de la de 1929, pero sus síntomas fueron tan profundos como los de aquella. En ese momento, los índices de la producción industrial caen en un 31% y las ganancias en un 59%. Las consecuencias sobre los trabajadores fueron aún peores, el índice de empleo cayó en un 19%, mientras los salarios caían un 29%.

«La prosperidad y el progreso del capitalismo dependen de la apertura de nuevas oportunidades para la acumulación capitalista, nuevos sectores de inversión, y las inversiones estatales no podían salvar la grieta dejada por la sequía de esos nuevos sectores. Las recomposiciones cíclicas se demostrarán más dispares y de menor duración que en el pasado. Un gran porcentaje del amplio ejército de desocupados no pudo ser reintegrado a la decadente industria ‘privada'».[57]

Por esto sólo la guerra, de mano de su industria pesada, la industria militar, y luego el enfrentamiento entre las potencias por un nuevo reparto del mundo, eran la salida de fondo que daba el capitalismo a sus crisis económicas, es decir, un enorme impulso de fuerzas destructivas.

Pero para esta perspectiva la burguesía, necesitaba evitar el avance de la lucha de clases, e impedir que la clase obrera a través de su partido, y de su programa imponga una salida revolucionaria a la situación. Fue así que el New Deal, al contener y desviar la lucha de clases, resolviendo esta contradicción (cuestión que no hubiera sido posible sin la inestimable ayuda proporcionada por el stalinismo, la socialdemocracia y la burocracia que sostenían este plan), dio tiempo suficiente a la burguesía para preparar a la nación para la salida de ultramar. Su programa reformista de control estatal llevado adelante por el gobierno de Roosevelt, una vez que posibilitó la estabilización del poder burgués en crisis (luego de la gran depresión y de la emergencia de la clase obrera), y cuando comenzó a agotarse su dinámica de crecimiento económico y las perspectivas de la guerra fueron inevitables, fue el mismo gobierno consolidado quien transfirió los gastos derivados en subsidios y planes de obras públicas hacia el apuntalamiento de los planes de la industria militar y arrastró tras de sí a la nación entera (incluida a la mayoría de la clase obrera) en la intervención militar en la Segunda Guerra Mundial

Algunas conclusiones

Con este trabajo buscamos exponer, a través de sus elaboraciones y debates, la forma en que los trotskistas norteamericanos conformaron sus análisis, sobre una de las situaciones más transcendentes en la historia de la clase obrera norteamericana. La apertura de una situación crítica sin igual a partir del crack y el surgimiento de grandes fenómenos de masas fue el escenario donde los trotskistas desplegaron una gran lucidez para interpretar, a través de un método marxista las tendencias que estaban surgiendo en la realidad.

Es así que durante toda la década se va a moldear un joven movimiento obrero, que como vimos en el trabajo, contenía una combinación social muy convulsiva y que partiendo de una situación muy rezagada, intentó forjar sus pasos en un camino independiente, aunque no pudo avanzar en un terreno político de clase. Por eso los trotskistas a través de sus elaboraciones buscaron comprender durante el proceso mismo, las formas que adquirió el avance de la clase obrera, determinar sus límites y puntos fuertes, para encontrar los medios de avanzar en la construcción del partido revolucionario.

También como vimos, analizaron las formas que adoptó el régimen político burgués para mostrar claramente, el verdadero contenido del New Deal, y las modificaciones que se estaban desarrollando al interior de los viejos partidos burgueses. Su objetivo fue señalar claramente que todas estas medidas implementadas por la burguesía para salvar al capitalismo, incluso otorgando algunas concesiones al movimiento de masas, que fueron apoyadas arteramente por los reformistas, fueron utilizadas como un gran trampa para evitar que la clase obrera ingrese al terreno de la independencia política. Era la forma en que la burguesía buscaba desviar el importante proceso de lucha obrera que se había abierto durante la década.

Por otro lado mostraron porqué la recuperación económica producto de las medidas del New Deal sólo logró un corto periodo de recuperación. Basado en la intervención estatal en la economía sin atacar la propiedad privada, este plan no pudo resolver las verdaderas contradicciones que habían provocado la crisis, y éstas, como vimos, tenían sus raíces en el terreno internacional. Sólo la guerra y su nuevo reparto del mundo, junto a la enorme destrucción de fuerzas productivas, podía abrir nuevos mercados y nuevos campos de valorización del capital.

Durante todo este proceso, los trotskistas buscaron en todas sus publicaciones abrir un diálogo franco con la vanguardia obrera para mostrar el verdadero carácter de este proceso, y para mostrar que sólo el camino de independencia de clase en una perspectiva revolucionaria, podría evitar que la burguesía prepare catástrofes aún mayores, para salvar al sistema capitalista en completa decadencia.

De este modo creemos que el trabajo muestra al trotskismo como una corriente marxista, que buscó a partir de un método y una práctica revolucionaria, en un momento muy convulsivo y contradictorio de la clase obrera norteamericana, analizar profundamente los cambios que se estaban dando en el movimiento obrero y en el régimen político burgués, para de este modo abrir un debate claro con la vanguardia obrera, y desde allí, como veremos en futuras entregas, preparar las tácticas y medidas políticas para intervenir en forma revolucionaria. Y creemos que la presentación de sus escritos, nos permite ver la profundidad que sólo el marxismo revolucionario y un punto de vista de clase pueden dar, para comprender cabalmente, los cambios que se desarrollaban en la relación entre las clases y el surgimiento de nuevas formas de gobierno en su verdadera función y rol.


[1] Es necesario marcar, cuestión que veremos en próximas entregas, que los trotskistas mostraban cómo el New Deal se transformó, ya rumbo a la guerra, en un nuevo pacto, al que llamaron el War Deal, y que volcaba la inversión estatal hacia fines guerreristas.

[2] Dobbs, Farrell, Teamster Rebelion, Teamster Power, Teamster Politics y Teamster Burocracy, Pathfinder Press, New York, 1975.

[3] Por los análisis de Trotsky sobre el crack del 29 ver Trotsky, León, El capitalismo y sus crisis (Compilación), Centro de Estudios, Investigacione y Publicaciones León Trotsky, Buenos Aires, 2008.

[4] Trotsky, León op. cit. supra, nota 3, «El marxismo y nuestra época», pág 317.

[5] Uno de los pocos proyectos productivos de gran envergadura, fue el proyecto de recuperación del valle del río Tennessee para la producción agrícola, a través de un sistema de regadíos y de obras públicas.

[6] Spector, Maurice, «El colapso del New Deal», en The New International, Vol. 4, Nº 6, junio de 1938, pág.173-175.

[7] Idem.

[8] Home Owners’ Loan Corporation: agencia establecida por el New Deal que refinanciaba las hipotecas para evitar el remate de las viviendas. Sirvió para extender créditos en largos plazos, lo que permitió que millones de personas puedan evitar la pérdida de sus hogares.

[9] Spector, Maurice, op cit, supra nota 6.

[10] Cowles, David, «La crisis y la política obrera reformista», en The New International, Vol. 4, Nº 5, mayo de 1938, pág.133-136.

[11] Idem.

[12] Idem.

[13] Donald Randall Richberg (1881-1960) trabajó para la Justicia en Chicago e Illinois. Se hizo conocido nacionalmente cuando se especializó en la legislación de ferrocarriles y sobre legislación laboral. Ayudó a elaborar el acta que establecía la NRA, y en 1935 se volvió un importante miembro de la administración Roosevelt.

[14] Weber, Jack, «Roosevelt y el Estado», en The New International, Vol. 1, Nª 3, pág. 23-25, septiembre-octubre 1934.

[15]Burnham , James, «Roosevelt enfrenta el futuro», en The New International, Vol.4, Nº 2, febrero de 1938, pág.43-45.

[16] Trotsky, León, op. cit. supra, nota 3, «El marxismo y nuestra época», pág.185.

[17] Jack Weber, op. cit. supra, nota 14.

[18] Idem.

[19] Dobbs, Farrell, «La primera brecha» en Rebelión Teamster, Pathfider Press, New York, 2004, Pág. 71.

[20] Idem.

[21] Weber, Jack, op. cit. supra, nota 14.

[22] Burnham, James, op. cit. supra, nota 15.

[23] Weber, Jack, op. cit. supra, nota 14.

[24] Es decir que al aumentar el poder del estado el gobierno de Roosevelt se estaba preparando para cuando la situación girara y se radicalizara, para volcar las fuerzas represivas de ese mismo estado, sobre la lucha de clases y volverse un gobierno claramente con tintes bonapartistas.

[25] Weber, Jack op. cit. supra, nota 14.

[26] Widick, B. J., «La cuestión de la unidad sindical», en The New International, Vol. 4, Nº 1, enero de 1938, pág.13-15.

[27] Idem.

[28] Dobbs, Farrell, «Cambios en el rumbo nacional» (Capítulo 9) en Teamster Politics, New York, Pathfinder, 1975.

[29] Davis, Mike señala en «El estéril matrimonio entre los sindicatos norteamericanos y el Partido Demócrata» en CIDE, Estados Unidos, Perspectiva Latinoamericana, N°11, 1er. Semestre 1982, México: «en la mayoría de los casos la queja principal provenía del despotismo mezquino del lugar de trabajo, encarnado en el poder caprichoso de los capataces y las presiones inhumanas de la producción en cadena mecanizada».

[30] Ibid pág. 75.

[31] Idem.

[32] Durante toda esta segunda etapa del New Deal, la Corte Suprema de Justicia se opuso y vetó muchas de las medidas implementadas por Roosevelt; luego esta oposición se trasladará al Congreso.

[33] Esta orientación fue estratégicamente importante, ya que a partir de este gobierno el Partido Demócrata va a jugar un rol clave conteniendo en su seno a los sindicatos obreros, como variante burguesa para, de aquí en más, desviar todo proceso de luchas de clases que avance en un camino político independiente.

[34] Novack, George «El sistema bipartidista», en The New International, Vol. 4, Nº 9, septiembre de 1938, pág.273-276.

[35] Idem.

[36] Burnham, James, op. cit. supra, nota 15.

[37] Dobbs, Farrell, «Dinámica del levantamiento del movimiento obrero» (Capítulo 4), en Teamster Politics, New York, Pathfinder, 1975.

[38] El CIO (Comité para la Organización Industrial sus siglas en inglés) surge primero como una fracción de la AFL, como la organización de un agrupamiento de sindicatos, de allí su nombre Comité. Recién en 1938 se consolida como organización, al mismo tiempo que afirma el liderazgo de estos dirigentes, y organizan un congreso fundacional, cambiando el nombre de Comité a Congreso.

[39] Widick, B. J. op. cit. supra, nota 29.

[40] Dobbs, Farrell , op. cit. supra, nota 40.

[41] Davis Mike, op. cit. supra, nota 32.

[42]Widick, B. J. op. cit. supra, nota 29.

[43] Guerin, Daniel, A dónde va el pueblo norteamericano, Ediciones Acayú, Buenos Aires, 1954. Tomo I.

[44] Miembro del Partido Socialista, luego rompe formando el Partido Comunista en EE. UU. En la lucha fraccional al interior de la Internacional Comunista, este dirigente se alió a Bujarin. Cuando en 1929 este fue expulsado de la Internacional, también la corriente de Lovestone, aunque dirigía el PC norteamericano, fue expulsado de sus filas, quedando a su cargo J. Foster.

[45] Para un análisis pormenorizado de esta actuación ver la actuación de la dirigente trotskista en la huelga de Flint en: Celeste Murillo, «Genora Johnson Dollinger», capítulo IV «Combativas», en Andrea D’Atri (ed.), Luchadoras. Historias de mujeres que hicieron historia, Buenos Aires, Ediciones del IPS, 2006.

[46] Widick, B. J., op. cit. supra, nota 29.

[47] Burnham, James, «El Partido Laborista», en The New International, Vol. 4, Nª 6, marzo de 1938, pág. 7-9.

[48] Partido de Trabajadores fue una propuesta que surgió entre los trabajadores agrupados en el sindicato del CIO por la formación un partido que levantara candidaturas obreras. Los trotskistas comienzan a principios de 1938 a formular una táctica de PT para dar respuesta a este fenómeno, pero planteando la necesidad de levantar un programa revolucionario.

[49] Los miembros del FLP de esta ciudad fueron perseguidos durante la Primera Guerra Mundial, por oponerse a apoyar a la misma.

[50] Dobbs, Farrell, op. cit. supra, nota 40.

[51] «Comentario editorial», en The New International, Vol. 4, Nº 5, mayo de 1938, pág.131-133.

[52] Trotsky, León «Las perspectivas para el futuro y la Conferencia Internacional (19 de octubre de 1937), en Escritos de León Trotsky, 1929-1940, Ediciones Ceip LT, Buenos Aires, 2000.

[53] Dobbs, Farrell , op. cit. supra, nota 40.

[54] Cowles, David, op. cit. supra, nota 10.

[55] Idem.

[56] Spector, Maurice, op. cit. supra, nota 6.

[57] «Comentario editorial», en The New International, Vol. 5, Nª 5, mayo de 1939, Pág. 3-6.