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Lucha amada y lucha armada

Fuentes: Insurgente

 Al llegar a la tercera edad, tras haber soportado bastantes años de franquismo, más de 25 de esa mal llamada democracia, (producto de una transición hacia otra dictadura más coronada) y mas de cinco viviendo en mi amada Cuba, no tengo la menor duda de que, aunque todos los sistemas políticos tienen sus defectos, el […]

 
Al llegar a la tercera edad, tras haber soportado bastantes años de franquismo, más de 25 de esa mal llamada democracia, (producto de una transición hacia otra dictadura más coronada) y mas de cinco viviendo en mi amada Cuba, no tengo la menor duda de que, aunque todos los sistemas políticos tienen sus defectos, el único sistema que puede cambiar las cosas injustas, está mucho más próximo a una sociedad como en la que vivo y trabajo hoy, que en ese llamado primer mundo, con tanta luz de neón, tanta violencia social y doméstica, tanta carencia de ética, tanto dinero en tan pocas manos y tanta miseria moral. Y si no, que se lo digan a los millones de esclavos que firmarán sus 13 horas diarias de trabajo para subsistir dignamente.

Aquí la pobreza digna está repartida, pero el hambre desterrada, y me enorgullece llegar paulatinamente a la escasez, sin advertir vértigo o malestar alguno. sabiendo que la salud, la cultura y el trabajo no me faltarán mientras viva entre estas gentes ejemplares. Tal vez, cuando cumpla los 65 años, el gobierno que exista en España se digne otorgarme una mínima pensión, para resarcirrme de los muchos años en los que el fisco estuvo estrujándome con más saña que a Jesús de Polanco, las Koplowitz o los Albertos, amnistiados en alguna ocasión tras haber estafado miles de millones al pueblo español. Y es que es lo que dice mi amigo Rebolledo: Para saber robar, querido Carletes, hay que robar en cantidad, que es cuando tendrás amigos en el Parlamento, en los tribunales de justicia y en el Palacio de la Zarzuela. Pero en ese mundo tan estupendo y civilizado, siguen encerrando a personas que hurtan para no morir de hambre, frío o enfermedad. Se conoce que ignoran aquella vieja canción que decía: Robar no es un pecado, si no se tiene nada.

Durante esos largos años de adolescencia, juventud y madurez (la senectud está a la puerta, pero aún tengo el candado puesto), leí, aprendí vi u escuché, en diversas pantallas, publicaciones, emisiones de radio y otros medios, la lucha armada y las aventuras que protagonizaron el Guerrero del Antifaz, Eamon de Valera (buscado por terrorista por los servicios británicos y luego primer presidente constitucional de la República de Irlanda), David Ben Gurion (buscado y condenado por terrorista y más tarde primer mandatario del nuevo estado de Israel), el indio Hatuey, Moctezuma, Purk el Hombre de Piedra, el Capitán Trueno, Espartaco (que al parecer quiere regresar a la Comunidad Europea a ver qué pasa con los trabajadores), Indíbil y Mandonio, Guzmán el Bueno, Agustina de Aragón (disparando con un cañón, nada menos), Danton, Marat, Bolívar, Máximo Gómez, las Brigadas Internacionales, Juana de Arco, los Black Panthers, la Resistencia francesa durante la II Guerra Mundial, el maquis español, los partisanos de Italia, Haydée Santamaría, los obreros de la Revolución de Octubre, los guerrilleros del Vietcong (que era el pueblo vietnamita, casi en pleno), el Ché Guevara, Fidel y Raúl Castro, Nelson Mandela, Camilo Cienfuegos, Monseñor Romero, Melba Hernández, Camilo Torres, el Frente Farabundo Martí, Vilma Espín, el Frente Sandinista, las FARC, los guerrilleros palestinos, Salvador Allende antes de ser asesinado, los antifascistas fusilados por Franco en Septiembre de 1975, Salvador Puig Antich, los masacrados, represaliados, torturados, encarcelados en plena «transición española»…; todo ello y el combate jurídico contra la oligarquía empresarial extranjera (que proviene de empresarios yanquis y españoles, ingleses, alemanes y franceses, italianos y holandeses, suecos y rusos), que comandan demócratas como Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales, Daniel Ortega, Fidel Castro, quienes llaman a la cordura y al ALBA, a todos sus homólogos del continente latinoamericano, a los servidores del Imperio y los que dicen estar situados cerca del socialismo, esos que intentan combinar, en vano, las delicias del neoliberalismo salvaje y la justicia social. Algo tan inútil como hacer mahonesa a base de cítricos.

El siglo XXI se distingue por el renacimiento de una lucha más heróica incluso que en el anterior. Entonces no se militarizaban las calles de Roma, en Madrid no se expulsaba (desde 1980) de un programa radiofónico a un catedrático de filosofía, no existía esa lamentable unanimidad manipulatoria en los diarios, emisoras de televisiñon y radio primermundistas, «El Pais» no jugaba, como hoy, a ser «El Alcázar», ni «El Mundo» era el preferido de los lectores de «Fuerza Nueva», no se ovacionaban en ellos las constantes mentiras de mandatarios o ex que deberían estar siendo juzgados en La Haya, como Aznar, Bush, Sarkozy, Berlusconi, Uribe o Alan García, que prefieren ocultarse entre miles de policías profesionales, públicos y de empresas privadas que dirigen sus amistades, antes que reconocer su derrota moral, su hipocresía y falsedad, tachando de terroristas a quienes dudan (y yo el primero) de las bondades de la democracia que ellos dicen defender.

El único y verdadero terrorismo lo protagonizaba las bombas atómicas lanzadas contra Hiroshima y Nagasaki. Hoy, según el juez falaz e incapaz, como es el español Santiago Pedraz, montaraz y lenguaraz, contumaz e ineficaz, es por ejemplo, la presunta violencia del gobierno de la China contra el pueblo tibetano. Y el Dalai Lama queriendo ser en Washington una nueva Mónica Levinsky, que es lo que, al parecer, Buda le ha ordenado en un momento de abducción.

La ceremonia de la confusión ha llegado a su final más aburrido, patéticamente risible. Criminalizar a toda la izquierda que apoya la insurgencia contra dictaduras travestidas de democracias, es un torpe intento de callar la voz de millones de seres con ansias de justicia, ésa que se presenta ante los pueblos con balanza y venda en los ojos, sólo que la báscula está trucada y el lienzo es transparente. El tiempo, a la corta, juega a favor de los criminales que criminalizan. El tiempo, a la larga, dará la razón a quienes hoy tienen el valor y la dignidad de combatir el neoliberalismo salvaje, el narcotráfico y el terrorismo de estado. El problema es el amor por la lucha en todas sus formas; la entrega a la histórica y amada lucha armada. Fidel Castro nos dice que esos tiempos ya pasaron. Los que combaten en las selvas, urbanas o no, opinan lo contrario.

Me viene a la memoria el grito de un anónimo asistente a uno de los grandes recitales de Lluis Llach, allá en 1974. Tras cantar «On vas» (una de sus creaciones más electrizantes), alguien desde el público rompió el silencio: «¡Fascistas: el pueblo está en guerra¡«. Y algunos, siguen en ella.