«Vivimos en un mundo donde todo está globalizado, menos los resortes que permiten que la gente viva dignamente» (Juan Torres) «La Humanidad ha imaginado muchas veces vivir en un Estado de Derecho pero, en realidad, esa experiencia aún está por realizar» (Carlos Fernández Liria y Luis Alegre) «La economía mundial es la más eficiente expresión […]
«La Humanidad ha imaginado muchas veces vivir en un Estado de Derecho pero, en realidad, esa experiencia aún está por realizar» (Carlos Fernández Liria y Luis Alegre)
«La economía mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado» (Eduardo Galeano)
Aunque solemos circunscribir el ámbito de la lucha de clases a nuestro entorno más cercano, nuestro país, nuestra ciudad, o nuestra Comunidad, lo cierto es que la batalla librada por el capital transnacional, a todo lo largo y ancho del globo, en contra de las clases populares, en contra de las personas, de los pueblos, de los colectivos más oprimidos, sometiéndolos a su antojo, bajo un despótico poder, y saqueando el entorno natural y sus recursos, está llegando ya a límites de todo punto insostenibles. El exagerado poder y control que el imperialismo y el capitalismo ejercen contra sus súbditos de pueblos y naciones es tal, que resulta auténticamente desesperante esbozar cualquier intento de rebelión ante él. Hace pocos días publicábamos un artículo sobre la posibilidad de organizar una «isla de socialismo» en torno a un sólo país, pero concluíamos que sería realmente muy complicado alcanzarlo. Veamos siquiera algunos datos ilustrativos.
En el excelente artículo de Roberto Savio «Un pilar del neoliberalismo se está tambaleando», en el que nos basamos para extraer algunos datos del presente artículo, se afirma lo siguiente: «Los banqueros, y sus hooligans y afines, verdaderos responsables de la crisis mundial, han logrado impunidad total. Se calcula que se han sustraído más de tres billones (nuestros billones: millones de millones) de dólares de los ciudadanos de medio mundo. Para mantener a los bancos, a los máximos causantes del desorden, en pie por supuesto. Todo por la Patria, todo por la banca. Demasiado gran-mafiosos para dejarlos caer en el fango. Lo que sus intelectuales orgánicos y afines pregonan para todos los demás. Los más de 140.000 millones de dólares en multas, una limosnita en sus cálculos, que los bancos del mundo se calcula que han pagado desde 2008 dan una medida cuantitativa de sus actividades ilegales y delictivas. La mafia en el puesto de mando mundial. Sin tocarla y recibiendo apoyos billonarios«.
Por su parte y en el otro extremo, la ONU calcula que la crisis financiera ha creado-causado-generado-
El gobierno británico afirma que en el último año se han creado 600.000 nuevos puestos de trabajo, pero la gran mayoría de ellos son a tiempo parcial o mal pagados, y el empleo público está en su nivel más bajo desde 1999. En el Reino Unido, además, se está extendiendo una nueva «modalidad laboral», denominada contrato-cero, precisamente porque se contratan cero horas de trabajo, es decir, ninguna, o todas, porque se trata de unos empleos que exigen disponibilidad total, en cualquier momento, todos los días de la semana, durante todos los meses del año. Los trabajadores quedan completamente amarrados a esta nueva fórmula explotadora, en la que ni siquiera pueden planificar mínimamente su vida personal. Precariedad en estado extremo.
Volviendo de nuevo al artículo de Roberto Savio, el fundador de IPS Noticias, se nos informa: «La Organización de las Naciones Unidas calcula que la crisis financiera ha creado al menos 200 millones de nuevos pobres, cientos de miles de puestos de trabajo precarios, y varios millones de desempleados, especialmente jóvenes. Sin embargo, nadie ha sido responsabilizado. Las cárceles están llenas de personas apresadas por robos menores, que han causado un impacto social inmensamente menor. En cambio en 2014, James Gorman, el jefe del banco Morgan Stanley, cobró 22,5 millones de dólares. El jefe de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, 24 millones, James Dimon, jefe de J. P. Morgan, 20 millones. El más explotado de todos, Brian Moynihan, del Bank of America, cobró unos míseros 13 millones de dólares. Nada detiene el auge de los banqueros«. Pero es curioso que cuando nos informan sobre los beneficios de las grandes empresas, nunca se hacen públicas las cifras reales de impuestos que pagan, con lo cual no sentamos una conciencia ciudadana sobre la importancia de una fiscalidad justa y progresiva, así como sobre la contribución de estos grandes agentes del capitalismo al bien común.
Rosa Guevara nos ofrece aún datos adicionales sobre el poderío empresarial en un magnífico artículo recopilatorio, informándonos de los beneficios de Microsoft en el tercer trimestre fiscal (4.985 millones de dólares), de Starbucks en el primer trimestre (1.365 millones de euros, con un incremento del 52,8% sobre el mismo período del año anterior), de Google en el primer trimestre (3.590 millones de dólares, un incremento del 4% con respecto a 2014), de Amazon en el primer trimestre (22.720 millones de dólares), o de Apple, que cerró el segundo trimestre de su ejercicio fiscal (que se inició en octubre) con un beneficio de 13.570 millones de dólares (un 33% más que en el año anterior). Y cómo no, hemos de referirnos a la expresión más brutal de la lucha de clases, extrapolada al ámbito internacional, como es la protagonizada por los éxodos masivos de población, las oleadas migratorias y las peticiones de asilo. Según la ONU (UNFPA) los flujos migratorios internacionales han aumentado en términos absolutos desde 75 millones de personas en 1960, a 214 millones de seres humanos en el año 2011. Un incremento del 170%, sin contar aún con el conflicto en Siria, ni con las explosiones migratorias de los países del norte de África. De continuar esta tendencia, la desigualdad será endémica a nivel internacional, y globalizada en todos los continentes. Las previsiones estiman que para 2016 el 1% de las personas de este planeta controlarán más del 50% de la riqueza mundial, y serán dueñas de más bienes que el otro 99% en su conjunto. Un panorama desolador. Ya en 2013, las 85 personas más ricas del mundo poseían tanta riqueza como los 3.500 millones de personas más pobres del planeta.
Para alcanzar este casi absoluto poder, el gran capital lleva desplegando su estrategia desde hace varias décadas. Una estrategia ya bastante conocida y estudiada. El gran pensador egipcio Samir Amín afirma que la hegemonía de la clase dominante a nivel mundial está organizada sobre la base del control y del poder de cinco grandes monopolios: el monopolio tecnológico, el control de los mercados financieros mundiales, el acceso monopolista a los recursos naturales del planeta, el monopolio de los medios de comunicación y el monopolio de las armas de destrucción masiva. Todo ello garantiza que se pueda contrarrestar cualquier conato de revolución, sea ésta más o menos local, así como organizar diferentes frentes para derrocar cualquier intento de subvertir las reglas y el poderío de la globalización capitalista. Y de hecho, no dudan en hacerlo, empleándose a fondo, sin vacilaciones ni titubeos, y así lleva ocurriendo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Mediante el monopolio de los medios de comunicación, desde las grandes empresas transnacionales, que disponen de gran cantidad de medios afines, y de todo un ejército de periodistas a sueldo, no vacilan en tergiversar y manipular cualquier información, para ofrecer una imagen denigrante de cualquier país que ose implantar un régimen distinto, de mayor justicia social para su ciudadanía.
Mediante el control de los mercados financieros mundiales, chantajean permanentemente a los países que no se someten a sus indecentes dictados, y presionan económicamente a sus gobiernos para hacerlos pasar por el aro del capitalismo más salvaje. Su acceso monopolista a los recursos naturales del planeta les proporciona el control sobre las grandes materias primas a nivel mundial, y además, no dudan en someter, saquear y expoliar a los países menos desarrollados, con tal de acceder y controlar sus recursos naturales, como el petróleo, el gas, los minerales, etc. Por fin, y por si todo lo anterior se complica demasiado, no dudan en organizar «intervenciones humanitarias» (que es el nuevo eufemismo para denominar a las guerras) contra la población de dichos países, derrocando a sus legítimos gobiernos, enfrentando a su población, e incluso invadiendo y saqueando sus territorios. Esta lucha de clases a nivel internacional no distingue razas, colores ni fronteras, en su afán obsesivo por extender la hegemonía del capital. Bajo su yugo, todos los continentes, todos los países han de estar sometidos a sus crueles e inhumanas reglas. Tan sólo las posibles iniciativas locales que consigan aglutinar apoyos populares masivos, unidos a la expansión mediante bloques alternativos con otros países, permitirán hacer frente a esta extrema ofensiva del capital.
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