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Lucro y política

Fuentes: El Clarín de Chile

Se asume en estos días que el lucro es el incentivo fundamental de los sostenedores de establecimientos educacionales. Que las escuelas, como la movilización colectiva, los hospitales y las propias cárceles deben estar regidas por el objetivo de ganar dinero. Con desparpajo, el ex candidato presidencial Joaquín Lavín compara el afán de lucro empresarial con […]

Se asume en estos días que el lucro es el incentivo fundamental de los sostenedores de establecimientos educacionales. Que las escuelas, como la movilización colectiva, los hospitales y las propias cárceles deben estar regidas por el objetivo de ganar dinero. Con desparpajo, el ex candidato presidencial Joaquín Lavín compara el afán de lucro empresarial con el lucro político, cuyos dividendos, dice, son los votos, la popularidad y la fama. Tonto sería hoy el emprendedor que se proponga producir, dar empleo, remunerar dignamente a sus trabajadores y generarse ingresos discretos.

En este mismo sentido, hay quienes afirman que un político pobre no es más que un pobre político. La ideología actual es servirse a sí mismo y al prójimo mucho menos que a uno mismo.

Los empresarios exitosos son los que en sus balances obtienen mayores utilidades contables. No importa si sus dividendos se explican en el salario mínimo que ofrecen, en las jornadas de trabajo esclavizantes que exigen o en la usura que multiplica sus capitales. Los políticos triunfadores son los que más prometen, más mienten y tienen recursos para financiar sus onerosas campañas. Un connotado empresario de izquierda, que todavía se autocalifica de «revolucionario», se traslada todos los días a su oficina en un helicóptero cotizado en más de 5 millones de dólares, y los parlamentarios de todos los bandos se aumentan, sin sonrojarse, hasta en 8 o 10 millones sus abultadas remuneraciones. Y, téngalo por seguro,  le dirán NO a la demanda de la Central Unitaria de trabajadores de elevar a sólo 160 mil pesos el salario mínimo, en un país en que el ingreso familiar no excede de los 500 mil pesos para más de la mitad de la población.
 
El lucro es ahora el motor de nuestra economía. El bienestar público no está en los objetivos del Transantiago, los tratados de libre comercio o las propias empresas e instituciones del estado. Codelco, Ferrocarriles del Estado, Chiledeportes y el propio Ministerio de Obras Públicas son las entidades botín de los gobiernos salientes y entrantes. A las embajadas se va a «hacer caja» o a escribir memorias. Y los políticos más vivos son aquellos que salen del gabinete para incorporarse a los directorios de las sociedades anónimas. Como ese prohombre del antiguo MAPU Obrero Campesino que emigró del Banco del Estado al Banco de Chile, de seguro que por los favores concedidos durante aquellos abnegados años en el «servicio público».
 
El lucro se garantiza financiando la política y en la carrera política lucran los que sirven a los grandes lucradores. A su vez, los más poderosos medios de comunicación viven de la publicidad que le contratan unos y otros desde las empresas o el Gobierno. El duopolio que impera en la prensa es proporcional al duopolio de la Concertación y la Alianza por Chile que se enseñorea en el Congreso Nacional.
 
Lo peor es que a todo esto le llaman democracia. Claro, una democracia «en la medida de lo posible», como tan francamente acotara los objetivos de la Justicia un ex Presidente. Porque lo que no puede volver a ocurrir es que la soberanía popular rompa el «orden natural de las cosas» o, en términos más corrientes, la Ley del Gallinero. Es decir, que haya muchos afligidos para que pueda haber pocos afortunados. Que existan muchos ignorantes para que la mano de obra sea barata. Que tengamos pocos ciudadanos, escasos votantes y representantes populares muy limitados para que todo siga igual en ¡honor y gloria a Pinochet!
 
¿O es que usted cree que habrá sistema electoral proporcional, igualdad de derechos en la educación, salarios justos con incentivos racionales discretos y patrióticos?
¿Qué habrá cambios cuando los políticos y los grandes empresarios se cansen de lucrar? ¿O que las empresas foráneas que nuevamente nos han arrebatado la soberanía  se asuman en entidades altruistas y sin fines de lucro?
 
¿O que resuciten aquellos políticos, soldados y emprendedores que ganaron nuestra independencia, desarrollo y dignidad precisamente sin fines de lucro y ofrendando hasta su propia vida por el desarrollo del país y la dignidad de nuestra nación?