Margaret Bourke-White, Maggie, fue una mujer audaz y decidida, capaz de volar en bombarderos, acudir a los frentes de combate de la Segunda Guerra Mundial o encaramarse en 1934 sobre el vacío de Manhattan en una de las águilas de Kenneth Lynch en el piso 61 del edificio Chrysler de Lexington Avenue en Nueva York. Era una chica del Bronx neoyorquino, de una familia de orígenes judíos polacos e irlandeses, que pudo estudiar en la universidad y que con poco más de veinte años empezó a publicar fotografías en revistas de gran difusión, mostrando rascacielos, telares, acerías, fábricas, en encargos publicitarios, y consiguió fotografiar a relevantes personas de su época: retrató a Roosevelt en 1934; al emperador etíope Haile Selassie cuando estaba exiliado en Bath, Gran Bretaña, a causa de la invasión italiana; y la placa que Bourke-White le hizo a Churchill fue elegida para la portada de Life el 29 de abril de 1940. Es notable también la imagen sonriente de Stalin que tomó en 1941 y que publicó la misma revista en marzo de 1943, justo tras la victoria del Ejército Rojo en Stalingrado. Sus fotografías publicadas en Life le dieron gran relevancia, en los años de guerra era muy conocida en todo el país y su fama se extendió por el mundo. Nos dejó sus memorias, escritas durante su enfermedad, que tuvieron unas ventas notables, además de una docena de libros escritos por ella o en colaboración, y Vicki Goldberg le dedicó una biografía en 1986 y organizó una retrospectiva por encargo del International Center of Photography que recorrió durante dos años Estados Unidos y Japón.
Nacida en 1904, Bourke-White murió en 1971, a causa de la larga mano del Parkinson. Había tenido inclinación por los reptiles y los anfibios, estudió biología en Michigan e incluso se licenció en Bellas Artes antes de crear un estudio fotográfico con poco más de veinte años. Se llamaba Margaret White, por su padre, pero quiso anteponer el apellido materno, Bourke, al paterno, uniéndolos con un guion para hacerlos inseparables, quién sabe si para que no la relacionaran con su primer maestro, Clarence H. White. Estudiante de herpetología en la Columbia University neoyorquina, abandonó esa especialidad para estudiar con Clarence H. White en la escuela que éste había creado en 1914 en Nueva York, la Clarence H. White School of Photography, que además de Bourke-White acogió también a Dorothea Lange, tan cercana a ella en su mirada sobre los efectos de la Gran depresión en Estados Unidos. White era partidario de la Photo-Secession que había fundado Alfred Stierglitz en 1902, pero Bourke-White no siguió sus indicaciones.
Con solo veinte años, Maggie se casa con Everett Chapman, pero su unión acaba dos años después. Empezó a hacer fotografías con una cámara Ica Reflex por los recintos de la Universidad de Cornell, y hacia 1927 está fotografiando las acerías de Cleveland, como había hecho años antes Lewis Hine con las de Pittsburgh. Trabaja entonces sobre todo en la Otis Steel Company, una de las empresas que habían convertido a Ohio en uno de los mayores productores de acero en Estados Unidos. Las fotografías de Maggie de la industria estadounidense, que estaba cambiando el país, reflejan la influencia de la Nueva Objetividad que había impulsado en la fotografía europea Albert Renger-Patzsch, y se relacionan sin saberlo con algunas imágenes que aparecen en Советское фото (Sovetskoe Foto), la revista de fotografía soviética que empezó a publicarse en 1926, y con el trabajo de Ródchenko, aunque Bourke-White les da a veces una apariencia cercana a la abstracción, como en los soportes de acero de las tuberías utilizadas en la construcción de la presa Fort Peck en Montana que tomó en 1936.
Cuando estalla la Gran depresión, Henry Luce le ofrece trabajar en la revista Fortune y después en Life, a la que se incorporará en 1936. Cuando termina el año del crack de la bolsa de Nueva York, Walter P. Chrysler la contrata para que haga un reportaje publicitario del rascacielos Chrysler neoyorquino; allí la fotografía Oscar Graubner, mientras Maggie sujeta la cámara sobre la cabeza del águila. Había iniciado ya una actividad frenética que le llevaría a recorrer países. Se integra entonces en un equipo con otros tres fotógrafos, Peter Stackpole, Alfred Eisenstaedt y Tom McAvoy, y en 1930 viaja a la joven Unión Soviética, que está impulsando su primer plan quinquenal. Muchas de las referencias previas de Maggie sobre el país de los sóviets se las facilitó Dan Morgan, el administrador de Cleveland. Vuelve en otras dos ocasiones, en 1931 y 1932, documentando con centenares de fotografías el desarrollo industrial soviético, trabajos que le permiten publicar Eyes on Rusia en 1931. Esos ojos hacen posible también que sus imágenes del país de los sóviets aparezcan en The New York Times Magazine. En la Unión Soviética, fotografió a niños, estudiantes, fábricas y grandes obras, estudios cinematográficos, industrias como en Magnitogorsk, y la Estación Hidroeléctrica del río Dniéper en Zaporiyia, Ucrania, que habían diseñado Víktor Vesnin y Nikolái Kolli, arquitectos constructivistas de la Obiedinénie Sovreménnyj Arjitéktorov, OSA, el centro de la arquitectura de vanguardia soviética. Visitó varias ciudades captando a los trabajadores soviéticos, y en 1932, en Tiflis, pudo fotografiar a Ekaterina Dzhugashvili, la madre de Stalin, una mujer austera de pocos recursos económicos que vivía en dos pequeñas habitaciones, y en Didi-Lilo pudo ver la choza de barro donde había nacido el dirigente soviético, y fotografiar a una tía abuela de Stalin que a Bourke-White le pareció que con sus «bufandas de lana gris envueltas alrededor de su cabeza y cuello, parecía como una gran tortuga terrestre a punto de meterse en su caparazón».
El impacto de la Gran depresión en la población estadounidense y la pobreza que asedia a millones de personas en los estados rurales que Bourke-White fotografía para Fortune, le conmueven y aunque trabaja con la fotografía publicitaria se interesa cada vez más por la documental. Así lo muestra en la captura que hace de la cola de ciudadanos negros pobres que esperan recibir alimentos y ropa, cargados con cubos de zinc, bajo un gran cartel que indica: «WORLD’S HIGHEST STANDARD OF LIVING. There’s no way like the american way«. La pobreza recorría el «nivel de vida más alto del mundo», donde «no hay como la forma americana». Maggie trabaja después en un libro sobre la pobreza en el Midwest americano, y en 1936 en otro volumen sobre la vida en el sur del país, en colaboración con Erskine Caldwell, un escritor que había frecuentado a los aparceros pobres estadounidenses, que fue muy leído en la Unión Soviética, vio sus libros prohibidos y fue detenido por el FBI, y con quien Maggie se casa, en una unión que durará tres años y cuyo final ella atribuirá a los celos del escritor y a la dureza de su carácter. Contrajeron matrimonio en una capilla de Silver City, Nevada, el 29 de febrero de 1939, y fueron de luna de miel a Hawái, donde se toman una fotografía sonrientes en la arena.
En 1937, Maggie ya había publicado con él You Have Seen Their Faces, un crudo relato sobre la vida de los trabajadores pobres sureños, de los rostros de la miseria durante la Gran depresión, de temática similar al que publicarían dos años después Dorothea Lange y su marido Paul Schuster Taylor, y el que hicieron en 1941 Walker Evans y el escritor James Agee sobre los arrendatarios pobres, Let Us Now Praise Famous Men (Elogiemos ahora a los hombres famosos). Esos libros de Maggie tendrían continuidad en 1941 con Say this the USA?, una mirada al país de los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Con esa experiencia y el sufrimiento de los campesinos y aparceros estadounidenses, Bourke-White renovó su interés por las condiciones en que desarrollaban su vida los trabajadores y ciudadanos más desprotegidos y por las causas que llevaban a ello. Ingresa en la American League for Peace and Democracy, el nuevo nombre que había adoptado en 1937 la American League Against War and Fascism creada por el Partido Comunista de Estados Unidos en 1933 para impulsar la lucha contra el nazismo y el fascismo. También colabora con la American Youth Congress que tenía mucha relación con la Young Communist League, cuyos miembros eran perseguidos por el Comité de Actividades Antiamericanas de la Cámara, HCUA, que presidía Martin Dies; e ingresa en el Partido Comunista. En esos años, gracias a los ingresos de sus fotografías comerciales, Bourke-White vive en la planta sesenta y cuatro del edificio Chrysler, en Nueva York, una ciudad que retrata en una singular fotografía que muestra a un avión Douglas DC-4E volando sobre Manhattan en 1939.
Life la envía a Checoslovaquia en 1938, y durante meses, en compañía de Caldwell, recorre el país desde la frontera con Polonia hasta Praga y los sudetes recogiendo imágenes que servirán para publicar North of the Danube, donde constata el odio a los judíos que el nazismo había extendido por Europa, y fotografía a miembros de las Juventudes Hitlerianas, actos del NSDAP, esa inquietante Europa previa a la guerra que no tardaría en estallar. Maggie siente una profunda aversión hacia el régimen nazi, por la dictadura fascista de Franco en España, la ocupación alemana de Checoslovaquia. Después, en febrero de 1940, fotografía a las niñas vestidas con uniforme en una escuela de Chisinau haciendo el saludo brazo en alto de la Straga Taree, una organización juvenil rumana fascista; presencia después el paso de las tropas indias, bajo mando británico, entre las pirámides de Guiza, en Egipto, el mismo año; capta a la camellería de los beduinos en el desierto, cerca de Damasco, que forman parte de las tropas francesas; y a miles de musulmanes en Delhi, ante la Jama Masjid que reflejaba el mundo, en 1946. Y a Gandhi leyendo, sentado ante la rueca, el mismo año.
En la primavera de 1941 vuelve de nuevo a la URSS, con Caldwell, cuando ya ha comenzado la Segunda Guerra Mundial y los nazis controlan media Europa. Para llegar a la Unión Soviética, Bourke-White y Caldwell se ven obligados a entrar en China, atravesar Mongolia, bordear el desierto de Gobi, y después la región de Xinjiang, para llegar a Alma-Ata, en el Kazajastán soviético y poder alcanzar la capital soviética. Recorren también las tierras ucranianas, Járkov, Rostov, el Donbás, el Mar Negro. Bourke-White está en Moscú cuando la Lutwaffe nazi bombardea la ciudad, momento en que capta en una impresionante imagen del ataque aéreo al Kremlin. El 19 de julio, Maggie está observando la ciudad, tomando fotografías: unos días después, el 26, fotografía las torres del Kremlin iluminadas por una bengala lanzada por la Luftwaffe nazi. Ante el peligro de los bombardeos alemanes, el embajador estadounidense, Laurence Steinhardt, los había convocado a la embajada y les ofreció dos pasajes en tren hasta Vladivostok, para salir de la Unión Soviética, pero desisten. En el hotel, cuando suenan las sirenas de alarma, Maggie y Caldwell deben acudir obligatoriamente al refugio, sin poder fotografiar, por lo que acuden a la embajada: desde allí ella tomará esa fotografía con el Kremlin iluminada por las bengalas, con las bombas incendiarias cayendo y los reflectores iluminando la oscuridad. Se arriesga: en una ocasión desciende al refugio de la embajada a toda prisa, hiriéndose en las manos y bajando entre vidrios rotos. Según cuenta Bourke-White en sus memorias, su habitación de hotel y su balcón estaban frente al Kremlin, San Basilio, la Plaza Roja y el mausoleo de Lenin, un magnífico lugar para tomar fotografías. Anota también que Trotski había estado en el balcón de su habitación, donde dio su último discurso antes de abandonar el gobierno soviético; así como el aviador Charles Lindbergh y su esposa Anne, que saludaron desde allí a una multitud de moscovitas tras su histórico vuelo por el mundo. Desde allí Maggie vio los bombardeos nazis y le impresionó especialmente una noche en que los alemanes lanzaron sobre el Kremlin bengalas «como gigantescos parasoles llameantes». Pese a todo, pudo culminar uno de sus más importantes objetivos: uno de aquellos días, un automóvil enviado por el gobierno soviético la recogió para que pudiera fotografiar a Stalin en el Kremlin, como había solicitado Bourke-White. Después, escribió un apresurado relato de su visita al Kremlin para enviarlo a Life. En el viaje de regreso de la Unión Soviética, vemos a Maggie y Caldwell ataviados con gorros rusos junto a un cartel que indica: Mind your head, en una fotografía tomada a bordo de un barco en el Mar Blanco, a finales de octubre de 1941: los habían comprado en Arcángel, en la península de Kola, para la travesía del Ártico. Después, cruzaron el Mar del Norte y llegaron a Escocia, para volar desde allí a Portugal. En 1942, once años después de su primer libro sobre las tierras rusas, Maggie publica otro volumen sobre la Unión Soviética durante la guerra, Shooting the Russian War, con imágenes que había captado el año anterior.
Eran tiempos difíciles y tenían que cuidar su cabeza: al año siguiente, mientras Maggie navega por el norte de África hacia Gibraltar, su barco es alcanzado el 22 de diciembre por un torpedo alemán y todos los pasajeros tienen que ser rescatados en botes salvavidas, sin que ella deje de tomar fotografías: en una, se ve a las mujeres en un bote, imagen que es publicada en febrero de 1943 por Life. En ese mismo año, acompaña a los militares de la Air Force en una operación para bombardear objetivos en el norte de África, el aeródromo tunecino de El Aouina, utilizado por los alemanes: la vemos en ese momento junto a la hélice del avión, vestida con el uniforme especial de cuero y vellón que le preparó la Fuerza Aérea estadounidense, con la cámara en la mano. Ese mismo año recorre los frentes y la retaguardia en Italia, y el valle de Cassino, al sur del Lazio, ya en enero de 1944, donde observa las duras jornadas de combate del Fifth Army estadounidense acompañada por uno de los militares, Jess Padgitt; con las fotografías que reúne, publica después They Called it Purple Heart Valley, documentando el duro trabajo de los servicios médicos que trataban a los heridos y moribundos, aunque muchas de las imágenes se perdieron durante el envío a Estados Unidos.
Cubre el fin de la Segunda Guerra Mundial en Alemania, va a Frankfurt en marzo, y el 11 de abril llega a Buchenwald. Las fotografías que hace Maggie son publicadas en impresionantes reportajes que aparecen en Life: el olvidado frente italiano (Forgotten Front: Italy); los suicidios de nazis y sus familias (Suicides); y la saga de los Krupp (The Krupp Family). La fotografía en 1945 de las ruinas de Essen arrasada por los bombardeos estadounidenses, donde tenía fábricas Krupp, muestra el rostro despiadado de la guerra. Al año siguiente, publica el libro Dear Fatherland, Rest Quietly, (Querida patria, descansa en paz), que será utilizado como prueba en el proceso de Núremberg contra los altos mandos nazis. En él, describe la Alemania que había recorrido, la siniestra saga de Alfried Krupp, que tanta repugnancia le causó; el Reich de los mil años de Hitler era «un pozo sin fondo de maldad». Krupp casi salió indemne: se había incorporado en 1931 a las SS, gestionaba fábricas con esclavos durante la guerra, fue condenado en Núremberg, pero Estados Unidos impuso que fuera indultado tras pasar sólo tres años en prisión.
Son notables las fotografías de Buchenwald que captó Bourke-White, las miradas de desconfianza y miedo de los deportados con los uniformes de rayas tras el alambre de espino, los Supervivientes en un barracón, que muestra los rostros cadavéricos de quienes habían podido resistir, ya sin fuerzas, en el campo de exterminio, tumbados en los camastros de madera o descalzos sobre el suelo mugriento, con los ojos desorbitados, la mirada fija en la cámara de Bourke-White. Fotografío los camiones cargados de cadáveres amontonados, y los Supervivientes en un hospital, con decenas de prisioneros agrupados junto a un enfermo acostado en una precaria camilla; y otras con soldados y habitantes de Weimar pasando junto a las montañas de cadáveres del campo de exterminio, forzados por Patton. Bourke-White recoge en sus memorias la frase que repetían los habitantes de Weimar ante el horror de Buchenwald: «No sabíamos, no sabíamos.» Pero sí que lo sabían, apunta la fotógrafa: «Buchenwald era más de lo que la mente podía comprender.» Una de las imágenes más impresionantes que tomó, donde no aparece ningún preso del campo de exterminio, muestra a esos ciudadanos de Weimar que visitan el campo: un atildado hombre de gafas redondas que mira; los ojos agazapados de otra mujer que se esconde tras él, y en primer plano una mujer madura, bien vestida, que se tapa la boca con un pañuelo para no ver por completo el horror del nazismo, porque ellos no sabían. En el campo de trabajo de Leipzig-Mochau, donde fabricaban piezas para aviones, Maggie vio después los centenares de cadáveres carbonizados de los prisioneros que habían sido quemados vivos por las SS en un edificio. Quienes pudieron salir, convertidos en antorchas humanas, fueron ametrallados por soldados de las Juventudes Hitlerianas.
Tras el final de la guerra, Bourke-White viaja al subcontinente indio, donde fotografía a Gandhi en 1946 antes de que fuera asesinado en enero de 1948, y a Muhammad Ali Jinnah, el dirigente de la Liga Musulmana y padre de Pakistán que muere pocos meses después de Gandhi. Maggie ha seguido las movilizaciones que pugnaban por liberarse del yugo británico y que culminan con la partición en India y Pakistán. La década de los años cincuenta la inicia con un viaje a Sudáfrica, gobernada en ese momento por el National Party, la organización de los sudafricanos blancos nutrida de partidarios de la Alemania nazi durante la guerra (entre ellos, el propio fundador, James Barry Munnik Hertzog, que había sido primer ministro durante quince años, hasta 1939) que había impuesto el apartheid. Fotografía una reunión de los orgullosos y ricos nacionalistas blancos, presidida por Oom Loo Vosloo, y las condiciones de esclavitud en que viven los negros bajo la segregación racial, la extrema dureza del trabajo en las minas de oro y de diamantes. Después, Maggie viaja a la guerra de Corea, acompañando en la península a los militares surcoreanos y estadounidenses, donde ve la pobreza y la destrucción que causa la intervención de Estados Unidos. Pero está llegando al final de su vida de fotógrafa: la maldición de Parkinson la atrapa, como a Edward Weston y Eugene O’Neill, como ella recordaría después en sus memorias. Las intervenciones quirúrgicas en el cerebro no impiden el avance de la enfermedad, que le impide hablar y casi moverse.
En 1963, diez años después de su viaje a Corea y de los primeros síntomas de su enfermedad, Maggie publicó sus memorias: Portrait of Myself, acompañadas por fotografías ajenas donde ella aparece y por imágenes captadas por su cámara. Mientras recorría la destruida Europa, otras mujeres fotógrafas como ella, Lee Miller o Martha Gellorn, hacían lo mismo, y sus imágenes, tan distintas, parecen recoger a nuestros ojos la desquiciada soledad de la guerra y las lágrimas de un tiempo irrepetible. Maggie sucumbió al Parkinson, y Martha Gellorn, calificada muchas veces también como la primera mujer corresponsal de guerra, tomó el camino del suicidio, mientras Lee Miller era una fotógrafa casi olvidada. En su ocaso, Maggie confesó que toda su trayectoria había sido preparada minuciosamente. No podemos saberlo. Recluida durante el final de su vida, aún pudo resistir unos años, hasta que en 1971 sucumbió en el hospital de Stamford. Aún vivía en Horseplay Hill, la casa que había construido con Erskine Caldwell en Point-o-Woods Road en Darien, Connecticut, cuyos gatos y jardín cuidó siempre con mimo.
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