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Manifiesto

Marcha resistente y parto cosmovisionario

Fuentes: Rebelión

A todas y todos, a los caídos en la lucha revolucionaria, a los desaparecidos, a los que luchan todos los días en los campos, ciudades y montañas continentales. A los que luchan desde la prisión política. A todas y todos quienes aún tienen esperanzas y deseos libertarios. A través de estas letras queremos compartir públicamente […]

A todas y todos, a los caídos en la lucha revolucionaria, a los desaparecidos, a los que luchan todos los días en los campos, ciudades y montañas continentales. A los que luchan desde la prisión política. A todas y todos quienes aún tienen esperanzas y deseos libertarios.

A través de estas letras queremos compartir públicamente las principales reflexiones surgidas en medio de nuestra marcha resistente, desde donde nace este proceso refundacional conjunto de miristas y rodriguistas, aquellos que hemos permanecido a lo largo de estas últimas décadas en la opción política e insurgente del derecho inalienable de los pueblos pobres y originarios a la rebelión y la resistencia armada. Una marcha que se inició hace ya más de 500 años. Para comenzar, creemos necesario hacer mención a algunos hitos que desde nuestra mirada marcan la historia popular de todo un siglo: hace exactamente 100 años, durante la primera guerra mundial, en la Rusia zarista estalla triunfante la Revolución Bolchevique aquel octubre del año 1917, transformándose en el gran suceso político y social de la historia moderna y de la lucha de los trabajadores contra el capitalismo para dar inicio a la «era de la revolución proletaria» para la edificación de un nuevo orden social: el Socialismo.

En los mismos años, pero por nuestros territorios latinoamericanos, la revolución de Villa y Zapata hacía su tanto y golpeaba con la fuerza del campesinado los intereses del latifundio y sus estructuras de poder en México.

En el desarrollo de estos procesos de liberación social, mientras los soviets fundados por Lenin degeneran en una institucionalidad burocrática y conservadora bajo la dirección estalinista y su visión de potencia mundial, la revolución mexicana es emboscada y asaltada por una mafia política y económica que construye uno de los Estados más siniestros, violentos y corruptos de nuestra historia latinoamericana, que cuenta sólo en estos últimos años con la escalofriante cifra de 40 mil desaparecidos. Los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa son sólo un ejemplo de muchos.

En Chile, hace un poco más de cien años, se produciría una de las masacres más grandes de la historia de la clase obrera de este país. Más de 3 mil obreros y sus familias de las minas salitreras del norte del país serían cruel y vilmente asesinados por las fuerzas fascista-prusianas del Ejército chileno, en lo que se conoce como la matanza de la Escuela Santa María de Iquique. Salitreras que equivaldrían a las petroleras actuales y la verdadera razón de la Guerra del Pacífico hacia fines del siglo XIX: la invasión y despojo por parte del Estado y oligarquía chilenos -auspiciados por el imperio inglés- del territorio de Bolivia y Perú; o más correctamente dicho, del territorio del pueblo andino aymara y quechua, entre otros.

En tanto, en la Patagonia argentina por 1920 se desarrollaba una de las huelgas más grandes de trabajadores hasta allí registradas y donde la respuesta y decisión oligarca es la misma: una matanza criminal y genocida ejecutada por las fuerzas militares del Estado argentino en contra de los más humildes y consecuentes con la vida y los derechos del pueblo trabajador. La misma Patagonia donde los estancieros pagaban a cazadores por cada cabeza de un selknam, aquel pueblo originario que habitó milenariamente esos territorios australes sin nunca combatir o hacerle daño a nadie.

Nuestro homenaje a Antonio Ramón Ramón, obrero español detenido el año 1914 y posteriormente desaparecido por el intento de ajusticiamiento al responsable directo de la masacre de la escuela Santa María, el general Silva Renard, quien quedaría herido. Así también para el anarquista Kurt Gustav Wilckens, quien con éxito ajustició al responsable de la masacre de la Patagonia, el general Varela. Acciones que más allá de la individualidad rescatamos por su significado histórico como acto de justicia frente a la opresión y explotación del capital en manos de los ejecutores materiales del genocidio.

Desde las entrañas de la industrialización surgiría un nuevo reacomodo del orden mundial capitalista generado por la crisis de 1929, la Gran Depresión, y por el renacimiento de la amenaza nazi liderada por Hitler -aquella de la supremacía racial y militar propia de la ideología nórdica sajona-, que devendría en la segunda guerra mundial, dejando nuevas decenas de millones de víctimas inocentes producto del «reacomodo geopolítico» de los imperios en su lucha por la ocupación territorial para la depredación de las riquezas del planeta. El imperio norteamericano aparece victorioso en este nuevo «reacomodamiento» mundial para iniciar así su propio camino de ocupación, dominación, despojo y saqueo global, además del de gendarme mundial.

Mientras la Gran Depresión hacía estragos en la clase trabajadora y el pueblo de Europa y norteamérica, en esas mismas décadas en nuestro continente las garras represivas del emergente capital transnacional hacía también sus incursiones genocidas, siendo una de las más significativas las masacres de las bananeras en Colombia en 1928, donde murieron cerca de 5 mil mujeres y hombres trabajadores del pueblo pobre colombiano. La United Fruit Company sería la responsable directa de esta nueva arremetida criminal y fascista del capital y sus uniformados.

En tanto, por territorio nicaragüense Augusto César Sandino combatía y humillaba con sendos golpes guerrilleros a las fuerzas de ocupación gringas que desde 1912 tenían invadida Nicaragua. En los mismos años en El Salvador estalla una insurrección campesina que es ahogada en sangre por las mismas fuerzas oscuras del capital y sus FF.AA, en lo que sería finalmente una de las masacres más trágicas del siglo XX en nuestra América Latina, con un saldo estimado en 30 mil campesinos asesinados por las tropas de Hernández Martínez. Nuestro homenaje a Farabundo Martí, revolucionario ejemplar que combatió en Nicaragua junto a Sandino y posteriormente fusilado por la oligarquía terrateniente salvadoreña en esta insurrección de 1932.

En Chile, en los años 30 se produce la masacre de Ranquil, donde campesinos y comuneros mapuches se levantan contra el abuso patronal de los colonos terratenientes alemanes, franceses, suizos y chilenos, y son criminalmente reprimidos por Carabineros con un saldo de 500 muertos. Poco después, en tiempos de la Segunda Guerra mundial y en plena democracia son asesinados, a metros del Palacio de La Moneda, más de 50 estudiantes sin juicio alguno, en lo que se conoce como la Matanza del Seguro Obrero.

España para la misma época vivía la llamada Guerra Civil Española, donde las fuerzas republicanas, comunistas, anarquistas y libertarias, con Durruti comandando parte ellas, asumían el combate armado y popular contra las fuerzas militares de Europa, sufriendo finalmente la derrota en manos del franquismo y sus aliados imperiales capitalistas que terminarían imponiendo la dictadura militar de Franco por un escandaloso periodo de 40 años. Destacamos y hacemos homenaje al papel de la mujer revolucionaria y su heroico accionar en los combates librados en esta guerra contra el capital y su bota fascista en España, el franquismo. Organizaciones como la Agrupación de Mujeres Antifascistas y la de Mujeres Libres jugaron un gran rol en las batallas de las milicias populares, destacando por su combatividad mujeres como la anarquista Concha Pérez o Rosaria la Dinamitera.

En este hecho histórico de la lucha de los pueblos del mundo, triste y vergonzoso es el papel jugado por la Unión Soviética al mando de Stalin, privilegiando la «geopolítica estratégica» y su anhelo de potencia militar mundial por sobre la solidaridad con la lucha revolucionaria de los pueblos del mundo. Décadas después la URSS repetiría su opción geopolítica imperial por sobre el interés de las fuerzas populares en la llamada crisis de los misiles en Cuba. La partida del Che de la isla también tiene sus raíces en esta lógica guerrerista y totalitaria de la guerra fría, la que también tuvo su incidencia en la heroica gesta guerrillera del Che en Bolivia y su trágico desenlace aquel octubre del 68.

GUERRA FRÍA Y GUERRILLAS INSURGENTES

Guerra Fría, así bautizarían la lucha entre titanes desatada pos segunda guerra mundial por el dominio territorial y despojo de las riquezas naturales del planeta. Los imperios gringo y soviético desataron una guerra armamentista que desangraría económicamente a los pueblos, dejando además como corolario una estela de invasiones neocoloniales por todo el mundo: los norteamericanos invadiendo Vietnam, los soviéticos Checoslovaquia, los franceses Angola, los ingleses en Sudáfrica y los chinos El Tíbet. En China, la Revolución Cultural impulsada por el gran revolucionario Mao Tse Tung, finalmente devendría en una tragedia social que costaría millones de víctimas inocentes.

En este mismo periodo de la historia las fuerzas sionistas del judaísmo inician con la llamada «Guerra de los seis días» su campaña militar de invasión y despojo territorial en contra de los pueblos árabes de la región y fundamentalmente en contra del pueblo de Palestina. El Medio Oriente se transformó en una zona de guerra genocida en contra de los pueblos pobres árabes, mientras las monarquías y tiranías de las clases dominantes profundizaban sus privilegios e imponían la represión y la guerra permanente para garantizar la expansión y poder económico y militar de la nueva potencia y principal aliado del imperio norteamericano: Israel. Este es el verdadero origen y razón de ser de la guerra que hoy sufre y vive el pueblo de Siria.

Mientras la guerra fría de los imperios seguía su hoja de ruta hasta la luna, en una isla del caribe estallaba la revolución social con mayor profundidad y contenido hasta ahora vivida en la era socialista de América Latina, la revolución cubana. La guerrilla de Fidel y el Che logran organizar el alzamiento popular y armado de todo el pueblo en contra de la dictadura de Batista y lo que ella representaba: el burdel del capital gringo bajo la bota fascista de la opresión y la explotación. La revolución cubana, junto a la vietnamita de Ho Chi Min, fue el hito más importante que marcó todo un movimiento político-social insurgente que determinó la lucha de clases de medio siglo en nuestro continente. La lucha armada era asumida y legitimada prácticamente por todas las fuerzas políticas del pueblo pobre y de la izquierda en particular. En la década de los 60 y 70 las guerrillas marxistas y revolucionarias irrumpían por diversos territorios continentales: en Venezuela, FALN y MIR; Colombia, FARC, ELN y M-19; Perú, MIR y APRA; Guatemala, FAR y EGP; Argentina, EGP, PRT-ERP, Montoneros; Nicaragua, FSLN; Bolivia, PRT-ELN; Ecuador, Alfaro Vive; Chile, MIR y VOP; Uruguay, MLN-Tupamaros; México, la de Genaro Vázquez, y Brasil, la de Marighela. Para la década de los 80, insurgirían otras tantas: Perú, Sendero Luminoso y MRTA; El Salvador, FMLN; Guatemala, URNG; México, EPR y EZLN, y Chile, Mapu-Lautaro y Frente Patriótico Manuel Rodríguez.

Sería un periodo en el continente caracterizado por el ascenso de las luchas de masas contra el capitalismo y el ascenso en los niveles de organización popular. La lucha por el socialismo se generalizaba en el continente, donde la revolución cubana y vietnamita fueron los grandes inspiradores de estas guerrillas, así como la revolución Sandinista el año 1979 una nueva gran esperanza para los pueblos latinoamericanos, lamentablemente desvanecida entre la contra revolución encabezada por los gringos y los errores propios de aquel proceso revolucionario.

Destacamos como un hito importante de esta etapa la conformación de la Junta Coordinadora Revolucionaria. Nuestro homenaje a ese periodo de la lucha guerrillera en el continente simbolizado por el Che Guevara, Camilo Torres, Carlos Fonseca y Miguel Enríquez, entre muchos otros. Todos caídos en el combate directo contra las fuerzas represivas del Estado en defensa de los derechos del pueblo y del ideario revolucionario de liberación o muerte.

En tanto en nuestro país se experimentaba, con Salvador Allende como presidente de la República y líder de la Unidad Popular, «la vía chilena al socialismo», es decir la toma del poder hacia el socialismo por la vía electoral y las reformas institucionales. A este experimento socialista no lo dejarían vivir ni siquiera tres años. La oligarquía chilena y su casta militar prusiana asestarían aquel 11 de septiembre de 1973 un criminal y genocida Golpe de Estado -con el bombardeo aéreo al palacio presidencial como acto inicial- contra el proceso socialista chileno que dejaría miles de asesinados, desaparecidos, prisioneros y exiliados cuyo único pecado fue intentar construir una sociedad más justa para los pobres del campo y la ciudad, irónicamente, con las mismas herramientas de la institucionalidad burguesa.

A la vez el Golpe fascista buscó aniquilar una de las experiencias más avanzadas en el continente en cuanto la construcción del poder popular autónomo y radical de la clase trabajadora y el pueblo, como fueron los Cordones Industriales y los Comandos Comunales.

En el resto del continente, las dictaduras militares ejecutarían una política de exterminio y represión, como las Operaciones Cóndor y Colombo, que provocaron decenas de miles de asesinados y desaparecidos hasta el día de hoy. Genocidio por parte del poder de los imperios que desde la invasión española asesinó a cerca de 100 millones de hombres y mujeres, niños y ancianos, en su gran mayoría pueblo originario, víctimas de la codicia y ambición desenfrenada de una absoluta minoría que se funda en el poder militar y económico: la tiranía salvaje para la acumulación perversa del capital.

DEL DERRUMBE A LA GUERRA GLOBALIZADA

Tras una larga agonía de esta guerra fría, en la cual los pueblos no eran arte ni parte, se desata la crisis estructural del modelo socialista soviético, simbolizado con la caída del Muro de Berlín a fines de los 80. En Nicaragua el triunfo insurreccional del Frente Sandinista el año 1979 es emboscado por la presión militar del imperio gringo y sus paracos, la Contra, que sumado a los propios errores del proceso y su dirigencia, finalmente pierde la batalla por el socialismo y debe negociar su proyecto antisistémico.

La guerrilla centroamericana del FMLN y la URNG, de El Salvador y Guatemala respectivamente, ahogada por la dependencia del bloque socialista liderado por la URSS, abruptamente negocia la entrega de las armas y su lucha antisistémica para dar pie a un acuerdo de gobernabilidad que desbordó en todo lo contrario. El Salvador y Guatemala cuenta en la actualidad con uno de los índices más grandes de pobreza y violencia social del mundo. Las mafias, la delincuencia organizada en todas sus formas, son las que finalmente impusieron su hegemonía en la sociedad por sobre las corrientes revolucionarias después de los acuerdos de paz que desmovilizaron a las guerrillas de estos países.

En Chile, el año 1990 se reinstaura la «democracia» en el país y la dictadura de Pinochet sale intacta e impune de su barbarie criminal. Se instala así una democracia policial que saca sus garras rastreras para ponerse al servicio del gran capital trasnacional y contrataca al pueblo y a sus organizaciones revolucionarias con más represión social, muerte (más de 60 combatientes populares y weichafe) y prisión política: ley antiterrorista, delación compensada, Cárcel de Alta Seguridad, oficina de sapos, Estado de control y represión. Impunidad, olvido y la misma represión serían «la alegría que llegaba» con la democracia pactada. Trabajadores de la educación, de la salud, estatales, municipales, pescadores, temporeros, estudiantes, subcontratistas, los pobres del campo y la ciudad, se levantan una y otra vez dándose golpes contra la pared antipopular construida por los gobiernos de turno de la Concertación-Nueva Mayoría y su par de derecha.

Mientras las democracias policiales se instalaban reemplazando las dictaduras militares del Cono Sur, el imperio norteamericano daba sus zarpazos criminales en Centroamérica e invadía Granada, Panamá y Haití para bombardear, secuestrar y masacrar la resistencia popular.

Invade y derroca al recién instalado gobierno revolucionario de Bishop en Granada. En una operación aerotransportada de las fuerzas especiales gringas secuestran al presidente Aristide para neutralizar el renacer libertario del país más pobre y marginado del mundo, Haití, el primero por cierto en liberarse del yugo colonial en el continente, 1794. En otra operación relámpago de invasión las fuerzas militares gringas bombardean la ciudad de Panamá masacrando barrios populares, con un saldo de tres mil muertos, para llevarse secuestrado al ex-agente y traficante de la CIA Manuel Noriega, para así garantizar la retoma del control del estratégico Canal de Panamá.

Iniciando el siglo XXI las Torres Gemelas autoinmolándose por la libertad y el poder eterno del imperio norteamericano. Operación militar «perfecta» de EE.UU y ejecutada por su propio engendro, Al-qaeda, para dar inicio escalonado a la «tercera» guerra mundial en curso. El objetivo de esa megaoperación militar sobre las Torres: garantizar estratégicamente, a través del surgimiento del nuevo mega-enemigo, el fundamentalismo islámico, el negocio de la guerra para el complejo militar industrial gringo-israelí.

Miles de millones de dólares cada año que sólo son posibles en la medida que sus armas se usen en alguna guerra. Trump ya les hizo su primer negocio al complejo: 110 mil millones de dólares en venta de armas para la dinastía religiosa fascista de Arabia Saudita que auspicia y arma al nuevo engendro del terror: el Estado Islámico, Isis.

La súper bomba lanzada en Afganistán -la madre de todas las bombas, le dicen- tiene un costo de 300 millones de dólares. Los 59 misiles Tomahook lanzados contra Siria el día y hora en que Trump cenaba tranquilamente con su par chino, otros miles de millones. Si sacamos cuentas de todo el arsenal bélico utilizado en estos años en contra de parte importante del mundo -Afganistán, Irak, Libia, Yemen, Sudán, Siria, El Kurdistán, Palestina y Colombia- son billones de dólares anuales. Una muestra de las dimensiones del negocio de la muerte, del genocidio. El capital en su máxima expresión cínica, salvaje y criminal.

Una lógica de guerra imperial que sólo genera una devastación humana y de la naturaleza que también tiene su expresión viva en la «orbita socialista y antimperialista», como es el caso de Corea del Norte bajo «el liderazgo» de Kim Jong-Un. Condenamos tanto la lógica de guerra genocida en defensa del capitalismo como la que se hace en torno a la defensa del socialismo o cualquier modelo social. Ni Trump ni Kim Jong-Un tienen derecho a decidir y definir el destino de toda la humanidad. No queremos más ningún tipo de imperio ni nada que se le parezca, sino construir territorios libres, sin fronteras, autónomos, autogestionados y organizados socialmente en base al respeto, la igualdad, la justicia y el poder popular comunitario.

PLAN COLOMBIA Y SOCIALISMO DEL SIGLO XXI

En nuestro continente, con el arribo del siglo XXI se impone el Plan Colombia auspiciado por el complejo militar estadounidense-israelí y ejecutado por el presidente terrateniente y paramilitar vinculado al narcotráfico Álvaro Uribe. Tecnología y maquinaria de guerra de última generación al servicio del Estado colombiano para emplearlo en su guerra contra el pueblo y sus organizaciones insurgentes. Oligarquía cuyo único y principal interés por la paz es el de los negocios para el gran capital, con la minería a la cabeza de la depredación salvaje e irracional de los recursos del país. El principal obstáculo para la inversión transnacional es que en los territorios donde está el botín, es decir los recursos naturales de interés comercial, está la guerrilla. De allí su «urgencia» para terminar el conflicto y «vivir en paz». País-gobierno que además se ha convertido en la cabeza de playa del mayor poderío militar del planeta, la OTAN, aportando siete bases militares gringas de última generación en su territorio y ahora poniendo a disposición plena de la OTAN a los 500 mil efectivos de las FFAA colombianas.

Irrumpe también en este nuevo siglo la era de los gobiernos progresistas, reformistas y populares en el continente, los que surgen como alternativa a la profunda crisis social que el capitalismo vive pos dictaduras militares y gobiernos de transición pactados entre las clases dominantes y los Estados autoritarios. Hugo Chávez será la piedra angular de esta etapa, con la Revolución Bolivariana como el proceso central y articulador de nuevas alianzas integradoras regionales con el Alba y Unasur a la cabeza. A este proceso lo bautizarían como el Socialismo del siglo XXI.

Diferenciamos a Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, que serían gobiernos reformistas con base social popular y también revolucionaria, de otros como Argentina, Brasil y Uruguay, que serían en mayor o menor grado una mezcla de vieja social democracia con populismo nacionalista, como en el caso del kirchnerismo en Argentina. Lo de Lugo en Paraguay, sólo una caricatura de gobierno popular. Gobiernos que a estas alturas ya se les pasó su oleada hegemónica y están en reflujo y sin proyecto de cambio concreto, salvo seguir insistiendo en «generar riqueza para distribuir» desde el neoextractivismo y el paradigma desarrollista del Progresismo, tan viejo como la Modernidad.

Cuba, como referente político-ideológico de esta izquierda se convierte en el interlocutor y mediador de los conflictos más agudos del continente. El lobby frente al gobierno norteamericano en la era Obama. Con Trump las condiciones cambian y habrá que ver cómo quedan las negociaciones con el imperio que mantiene el bloqueo histórico en contra de Cuba. Debemos decir que más allá de los errores o falencias en el proceso revolucionario cubano, fundamentalmente en la centralización política y económica del poder, es donde quizás mayor felicidad se ha construido socialmente desde el punto de vista de la relación de respeto, solidaridad y compromiso social entre los pueblos, así como haber alcanzado óptimos niveles de paz interna. Nuestro homenaje al comandante Fidel, destacando su último deseo y decisión refundacional contra el culto a la personalidad como un gran aporte y reflexión a la luz de la historia del último siglo, de las fallas y los derrumbes.

México, Colombia, Panamá, Perú y Chile asumen la reivindicación y defensa del neoliberalismo y se convierten en el referente del «desarrollo y la modernidad» en el continente, con los índices de mayor desigualdad social y peor distribución de la riqueza a nivel mundial.

Los gobiernos de América Latina, incluidos los de la izquierda, han facilitado la arremetida globalizadora del capital, ofreciendo todo tipo de facilidades para el saqueo de los recursos mineros, hídricos, forestales, pesqueros y energéticos a cambio de mejoras momentáneas y superficiales del nivel de vida de las grandes mayorías. Ilustrativo en este sentido es el IIRSA (Iniciativa de Integración Regional Sud Americana), megaproyecto de infraestructura y ordenamiento territorial impulsada por UNASUR al servicio de las transnacionales bajo un discurso progresista de supuesta integración de los pueblos, los que por cierto ni al tanto ni menos decidiendo sobre esto.

Vivimos actualmente una crisis de gobernabilidad y legitimidad de todos los gobiernos del continente, la que tiene en su centro la crisis de credibilidad en la institucionalidad y la clase política fundada en la descomposición político-valórica y los graves niveles de corrupción en el Estado y en sus gobiernos. La corrupción es parte del espíritu del capitalismo, de su ADN, por tanto nada nuevo. Un buen ejemplo de esto es el caso Obredecht. El problema es que se supone que una gran diferencia de los socialistas con los capitalistas está en su esencia valórica, que busca construir una sociedad justa e igualitaria. Una sociedad construida entre gente buena. Entonces cuando se construye un proyecto político cuyo eje es la reivindicación del socialismo, lo mínimo que se espera es que quienes conducen el proceso tengan una conducta ética y moral a la altura de la utopía y del apoyo popular de estos procesos.

Lamentablemente la realidad nos ha mostrado algo muy diferente. El poder corruptivo del capital ha penetrado también a los gobiernos de izquierda y ha generado una gran crisis de legitimidad de toda la institucionalidad política que ha desestabilizado el equilibrio de estos dos bloques en la región y ha puesto la balanza en este momento a favor de las fuerzas más reaccionarias del continente, dando paso a gobernantes oligarcas y fascistas que han golpeado duramente las conquistas sociales alcanzadas durante los gobiernos progresistas. Simbólico son los casos de Brasil y Argentina, con Temer y Macri a la cabeza de la contraofensiva neoliberal.

El caso de Venezuela es paradigmático de este periodo histórico. Por una parte representa en el discurso y programa estratégico de gobierno la propuesta más radical y antisistémica del continente, pero en la práctica se diluyen en una realidad en que el socialismo no es más que una política asistencialista de un Estado benefactor y subsidiario, que controla y hegemoniza el poder desde una institucionalidad altamente corrompida por el poder del dinero y las fuerzas mafiosas del capital financiero especulativo. El ejemplo más ilustrativo de esta situación es el precio del «dólar preferencial» para comida y salud que se vende a un valor equivalente a UN peso chileno y que sólo las mafias del poder público y privado pueden tener acceso. Un desangre de la riqueza petrolera de todo un pueblo que finalmente es más grave que la llamada guerra económica.

Un proceso autodefinido como el Socialismo del Siglo XXI que en su política extractivista y depredadora de los recursos naturales no tiene nada de diferente con el capitalismo salvaje que conocemos. Un proceso bolivariano donde el poder popular que en la realidad es un poder que no decide ni menos gestiona el poder real ni los recursos del país, más allá de la concreta base de apoyo popular y revolucionaria con que aún cuenta el gobierno bolivariano.

Por otra parte, representa para el imperio gringo y las transnacionales del capital el objetivo estratégico de ocupación y despojo más importante del continente. Todos saben de las enormes reservas energéticas y minerales con las que cuenta este país, por lo que más allá de la coyuntura histórica que representa la revolución bolivariana y su política nacionalista y antimperialista, Venezuela es y será el botín de guerra más codiciado por los imperios, así como lo fueron las riquezas incas y de Potosí para el imperio español hace 500 años.

En este sentido, y más allá de nuestra visión crítica del proceso bolivariano, condenamos la política rastrera y lacaya de la mayoría de los gobiernos del continente que mantienen una brutal y descarada campaña en contra del proceso bolivariano que no es más que la pauta mediática que ha impuesto EEUU y la comunidad europea para justificar cualquier tipo de acción de presión, incluida una intervención militar, posiblemente encabezada y ejecutada por la OTAN y apoyada por las propias fuerzas militares colombianas bajo el ropaje de esta multinacional de la guerra. Los pueblos tienen derecho a su soberanía y autodeterminación.

PROYECTO CONJUNTO Y ALIANZA DE LOS PUEBLOS

Como proyecto conjunto en pleno desarrollo, miristas y rodriguistas, nos ha tocado en estas últimas dos décadas de la lucha popular vivir y sobrevivir en medio de un permanente cerco de control y represión a nuestras fuerzas militantes por parte de los organismos de inteligencia y seguridad del Estado chileno, argentino y otros por el continente. Cuando los primeros años de la dictadura militar, el MIR había perdido más del 50 por ciento de su fuerza operativa. Centenares de militantes caídos en la lucha armada contra la dictadura de Pinochet. La inteligencia militar del Estado ya tenía la ventaja estratégica sobre el diseño y estructuras miristas. La guerra contra el pueblo se imponía y el MIR resistía cada vez con menos fuerzas y capacidad de maniobra. En estas condiciones los ajusticiamientos de los generales del ejército chileno Carol Urzúa y Roger Vergara, provocarían una reacción de cerco y contraofensiva de toda la fuerza policial del Estado, imposible de enfrentar. Algo similar ocurriría con el atentado contra el coronel de las FF.EE de Carabineros Julio Benimelli, hacia fines de la dictadura militar.

La política de aniquilamiento y represión en contra del MIR, sumada a la crisis política interna que terminó en la división de esta organización para fines de los 80, dejaron al mirismo en estado de coma. Momento de esa historia en donde toma vida y nace el MIR-EGP y otras expresiones miristas. Desde la fundación del MIR hasta hoy han pasado 52 años. Homenaje a todos los miristas caídos y desaparecidos en la lucha antidictatorial simbolizados en los hermanos Rafael y Eduardo Vergara.

En tanto, mientras los aparatos de seguridad del régimen pinochetista agudizaban su política contrainsurgente en contra del MIR, desarticulando el proyecto guerrillero de Neltume y Nahuelbuta a inicios de los 80 y contrarrestando las acciones militares de la Fuerza Central, la dictadura sentía el remezón del accionar insurgente del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, FPMR, que mediante un apagón nacional irrumpe en la lucha de clases del país un diciembre del año 1983. Múltiples acciones, muchas de envergadura, como la emboscada a Pinochet, la internación de miles de armas, la retención del coronel Carreño en Santiago y su liberación en Brasil, entre otras, pusieron al FPMR como el objetivo principal del aparataje represivo y criminal de la dictadura militar. Vino la separación con el Partido Comunista el año 1987 para dar vida al FPMR-Autónomo y con ello el inicio de la Guerra Patriótica Nacional donde, en su irrupción guerrillera de tipo rural, caen asesinados por parte de las FF.EE de Carabineros, Raúl Pellegrin y Cecilia Magni, sus principales impulsores y dirigentes. Nuestro homenaje a ellos y su voluntad de lucha que representa de mejor manera la identidad rodriguista de aquel momento histórico. Identidad que desde esa historia de lucha también se refunda en nuestro parto cosmovisionario.

Con el cambio de régimen político y la continuidad de la institucionalidad dictatorial a inicios de los 90, el Mapu Lautaro junto al MIR-EGP crearían la Coordinadora Subversiva por una Patria Popular, desplegando un importante y breve accionar operativo y miliciano a nivel nacional. Paralelamente el FPMR-A ejecuta acciones de ajusticiamiento a destacados criminales y represores de la dictadura y al ideólogo pinochetista y senador de ultraderecha, Jaime Guzmán.

La fuerza represiva de todo un Estado se vuelve hacer sentir con persecución, cárcel y asesinatos ejemplificadores por parte del Estado policial chileno: Ariel Antonioletti, Alex Muñoz y Fabián López, ejecutados frente a las cámaras de televisión, son un ejemplo de ello.

Por el lado de la vida, a mediados de los noventa nace una nueva esperanza insurgente y cosmovisionaria con la voz de los pueblos originarios alzados en armas desde la Selva Lacandona, con los zapatistas, hasta el Wallmapu con los mapuche. Emergen como un parto necesario e inevitable, entregando y aportando fuerza material y espiritual a la lucha de los pueblos pobres del mundo en tiempos de derrumbes y renaceres.

En Chile, el Estado policial arremete con toda su furia racista-prusiana en contra del nuevo levantamiento del pueblo mapuche que lucha frontalmente contra el capital depredador y contra el despojo de su territorio ancestral.

Una lucha por territorio y autonomía como pueblo-nación que no sólo debe enfrentar el poder policiaco represivo del Estado chileno, sino también el poder político de los terratenientes y el poder económico de las transnacionales forestales, pesqueras y energéticas. Paralelamente al insurgir de esta nueva etapa de la lucha mapuche, las movilizaciones estudiantiles, conocida como la Revolución Pingüina, remecen las estructuras sociales de un país aturdido por una democracia hipotecada al gran capital. También por esos tiempos una ola de bombazos estremecen la institucionalidad y sirven de excusa al Estado parásito y policial chileno para justificar millonarios recursos del pueblo y sumarse a la «cruzada antiterrorista mundial», encabezada por las fuerzas contrainsurgentes y mercenarias de la OTAN, las que mantienen azotado -a punta de bombas de toneladas de explosivos- a millones de seres humanos por todo el planeta.

Hoy analizamos y reflexionamos sobre ese momento de la lucha de clases en Chile cuando se produce el tránsito de la dictadura a la democracia policial. Nuestras organizaciones no fueron capaces de entender correctamente lo que estaba ocurriendo con el poder y sus estrategias de represión en ese intenso momento. La oligarquía política y militar del país imponían sus condiciones y sometían a la democracia a los intereses del gran capital transnacional. Políticamente fue un punto de inflexión entre la izquierda tradicional y el movimiento popular revolucionario. Hubo un torbellino de acciones y sucesos que cruzaron a nuestras organizaciones a una velocidad mayor que nuestra capacidad de reacción.

El Estado democrático-policial y su institucionalidad se reacomodó rápidamente, particularmente en su aparato represivo, reclutando a un importante contingente de miserables traidores y reorganizando la inteligencia estatal. Los organismos de seguridad de la democracia asesinan a mansalva, sólo en los gobiernos de Aylwin y Frei a más de una veintena combatientes del pueblo, principalmente a militantes del Mapu-Lautaro y de nuestras dos organizaciones.

Mientras los de arriba reorganizaron sus fichas y aparataje para el nuevo escenario político del país, nosotros continuamos con los mismos diseños y formas de hacer y operar. El momento político era para fortalecerse y el militar para replegarse y reorganizarse; no lo hicimos. La represión nuevamente se desató en el movimiento popular revolucionario y ello significó que para mediados de los noventa quedáramos todos prácticamente desarticulados, golpeados y obligados a un profundo repliegue estratégico. El vuelo de justicia que rescataría en helicóptero a cuatro rodriguistas desde la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago, sería una de las últimas operaciones insurgentes que marcarían este periodo de la lucha de clases en el país por parte de nuestras organizaciones.

NUEVOS COMBATES, NUEVOS SUJETOS

Vendrían nuevos momentos en el conflicto de clases y en escenarios de lucha. El internacionalismo revolucionario toma nuevas fuerzas y asumiríamos otras luchas y tareas por el continente, no exento de problemas represivos y divergencias políticas y valóricas en nuestras fuerzas miristas y rodriguistas, que se manifiestan en un proceso de decantación y reorganización estratégica que va de la mano con el proceso refundacional y cosmovisionario que damos vida en ese momento de nuestra historia de lucha revolucionaria. Homenaje a nuestro hermano internacionalista Gustavo Cabezas, caído en combate en territorio insurgente colombiano un septiembre del año 1997.

En estas últimas décadas, luchas por la tierra y el agua marcan una nueva era, como un parto que la misma lucha invoca. La lucha de los pueblos originarios del continente toman una fuerza inesperada para los poderes de facto. La resistencia popular asume nuevos sujetos sociales como protagonistas y la izquierda revolucionaria sumergida en una crisis estructural comienza tímidamente un obligado proceso de reflexión crítica y autocritica.

Para nosotros lo primero y básico de esta reflexión crítica es lo absoluta y dogmática que ha sido nuestra cosmovisión que como izquierda nos ha cobijado desde hace ya dos siglos. Desde sus basamentos eurocéntricos pasando por los patriotismos independentistas, nacionalismos estatistas hasta el vanguardismo pequeño burgués, debemos reconocer finalmente que asumimos una matriz o paradigma ideológico más bien fundamentalista que nos cegó frente a una realidad más profunda y compleja de nuestros pueblos en lucha y existencia milenaria.

Más allá de la Comuna de París y de la gesta de Bolívar y el Che, una mirada desde y hacia los pueblos originarios ha estado ausente o ha sido casi nula por parte de la izquierda revolucionaria. Hoy, éste es nuestro punto de partida dentro de un profundo proceso refundacional en plena marcha. El aporte fundamental de los pueblos originarios que queremos hacer nuestro es la relación de conciencia y espiritualidad que como seres humanos debemos tener con la naturaleza que nos cobija como especie, la Madre Tierra. Sólo asumiéndola en esta dimensión es que podemos garantizar una relación de verdadero respeto por los recursos del planeta y la vida de sus especies, condición para la existencia y sobrevivencia de la propia especie humana.

No se trata sólo de luchar contra la explotación del hombre por el hombre, porque no es suficiente, es necesario una lucha más profunda, donde el respeto y defensa del planeta, de la Madre Tierra, también sea parte de la misma lucha radical y antisistémica. En esta visión, el desarrollo de las fuerzas productivas no puede ser el pilar de la construcción de un nuevo modelo social económico, porque finalmente en esa lógica reproducimos la depredación y agotamiento de los recursos que sabiamente la naturaleza provee a sus especies que le dan vida a todo un sistema natural, complejo y milenario.

Es a partir de este parto cosmovisionario que asumimos que la lucha por la tierra y el agua son la esencia de una nueva forma de ver y vivir la lucha insurgente y anticapitalista. Lo que nace de ello es la esencia de la revolución social libertaria. Desde esta mirada y desde la historia de lucha de nuestros pueblos es de donde fundamentalmente debemos construir nuestros paradigmas ideológicos y las estrategias contra el poder dominante y opresor.

La revolución libertaria es la realización de nuestra propia historia como pueblos empoderados que se organizan y realizan en una racional y mística relación armónica y de gran respeto con la Madre Tierra y los derechos del ser humano. Es el vuelo libre y creativo de las subjetividades que han sido por largos siglos aplastadas y humilladas, la que será posible sólo si la lucha resistente está sustentada en la solidaridad, el respeto, la organización, la justicia, la autogestión y la autonomía como forma de vida social e individual.

Las nuevas luchas sociales antisistémicas emergiendo por diversos territorios del continente siembran nuevas esperanzas populares y grandes desafíos para la nueva era de la construcción de la utopía, la de la justicia y la igualdad. Una gran batalla comunitaria por allá en Perú: agua versus oro, primera del siglo XXI donde la resistencia indígena y popular golpea y derrota los intereses del gran capital minero y pone al agua en el sitial que le corresponde: vida pura y derecho inalienable.

En el Chile actual, el de la modernidad marginadora, se instauró un Estado policial de control y represión que mantiene desde hace años un criminal Estado de Sitio en el territorio mapuche, el Gulumapu. Acciones directas de recuperación territorial, acciones de sabotaje a las empresas forestales, emboscadas de hostigamiento a las fuerzas represivas, tomas de instituciones estatales, masivas marchas de protesta, huelgas de hambre de los presos políticos mapuche, un pueblo en lucha por su territorio y autonomía.

Un país de marchas de cientos de miles, de estudiantes, de trabajadores, de un pueblo contra el maldito negocio de las AFP, de la salud y la educación, de todo lo que han hecho mercancía. El eterno privilegio y descaro de los más poderosos y sus instituciones represivas del Estado, las FFAA, que aparte de robarse el 10 por ciento de los ingresos del Cobre ahora se autoasignan pensiones millonarias por el sólo hecho de ser parte de la elitica oficialidad militar y policial del país. El modelo capitalista del despojo llevado hasta el límite para exprimir y depredar todo a su alcance.

El Estado chileno así como el argentino ejecutando su histórica política de represión y despojo hacia el pueblo-nación mapuche en el Wallmapu. Como ejemplo, la represión de la Gendarmería argentina en contra de las legítimas demandas por la libertad de los presos políticos mapuche -en este caso la de Facundo Huala- y por la recuperación del territorio ancestral usurpado por Benetton en Chubut, el Puelmapu, que tiene como saldo el primer detenido desaparecido del gobierno de Macri, rememorando la pesadilla represiva de la dictadura militar argentina de los 70 y 80 que dejó un saldo de 30 mil desaparecidos. Como dato significativo, el operativo represivo estaba dirigido directamente por el jefe de Gabinete del Ministerio de Seguridad, Pablo Nocetti, desde una caseta ubicada en la propia estancia propiedad de Benetton. Santiago Maldonado, combatiente de la causa mapuche, nuestra exigencia de aparición con vida y nuestra condena a la miseria humana de los poderosos y de las mafias políticas y policiales enquistadas en el gobierno y Estado argentino, que nos hacen recordar el siniestro rol desempeñado por el ex-gobernador de Neuquén Jorge Sapag contra las comunidades y nuestros combatientes en el llamado caso Aigo el año 2012.

RESISTENCIA INSURGENTE Y NEGOCIACIONES

Otra reflexión vital de este proceso nuestro tiene que ver con la lucha armada, sus estrategias de combate y formas de organización. La insurgencia que en su marcha resistente siente los derrumbes que golpean duro y dejan herido de muerte a más de uno. Las FARC-EP, nuestro reconocimiento a su vieja y combativa historia guerrillera, pero a la que los derrumbes y algo más imponen una valla infranqueable a esa marcha de más de 50 años, cuando la voluntad de lucha se derrumba también.

La desmovilización llegó y esas armas farianas que acompañaron por más de medio siglo las luchas del pueblo pobre colombiano en sendos combates contra el poder militar oligarca, ahora no son más que una moneda de cambio y hierro para fundir en mediáticos monumentos a la paz. Armas empuñadas por miles de humildes trabajadores y campesinos que vieron en esta opción el único camino que les quedaba para defenderse ante la vil opresión y genocidio vivido en carne propia desde mucho antes de empuñarlas.

En medio de los acuerdos y la desmovilización, una realidad que abofetea a diario la paz; la sangre del pueblo en lucha por sus derechos continúa derramándose a diario por la acción criminal de un Estado contrainsurgente y paramilitarizado. Desde la firma de «la paz» hasta hoy han sido asesinados 180 dirigentes populares.

Lamentamos la opción de FARC-EP por todo lo que significa, pero la entendemos como parte del proceso natural del derrumbe socialista dentro de su matriz tradicional comunista. Junto con esto condenamos el trato indigno y humillante que el gobierno y la comunidad internacional están dando a los ex-combatientes concentrados bajo el cerco policial y militar en que los han confinado después de los magnos eventos mediáticos del establecimiento político mundial para el desarme de las FARC-EP y no para la Paz, como está demostrando la cruda realidad de Colombia.

El fin de la lucha armada proclamaron a los cuatro vientos los de arriba, mientras por abajo y en territorios guaraníes en esos mismos días que se firmaba el desarme, una nueva guerrilla, el Ejército del Pueblo Paraguayo, EPP -asumiendo la legítima y valiente defensa de su pueblo en lucha-, emboscaba a un destacamento de las Fuerzas Especiales del Ejército provocándoles siete bajas. Fuerzas militares del Estado paraguayo responsables de la represión y masacres campesinas, asesinatos selectivos de luchadores populares que estos últimos años se han incrementado gravemente en este país.

Paz y resistencia en Colombia, donde la paz es sólo para los ricos, mientras la represión y la guerra, para los pobres. Nuestra solidaridad y apoyo activo con los hermanos(as) del Ejército de Liberación Nacional, ELN, quienes deben enfrentar el enorme desafío de continuar su lucha libertaria en estas nuevas y más desfavorables condiciones. Un enfrentamiento contra el capital y sus fuerzas represivas de 500 mil hombres profesionalizados y con toda la tecnología gringa-israelí a su disposición. Confiamos en el arte de la dirigencia elena para continuar y maniobrar con sabiduría en los escenarios desfavorables de este momento.

Una lucha absolutamente desigual en medios técnicos y materiales, pero con la fuerza poderosa del ELN, de su militancia consecuente y ejemplar, que en más de 50 años de lucha armada ha venido construyendo la fuerza y legitimidad basada en el compromiso y respeto absoluto a su pueblo y a los valores más fundamentales de los revolucionarios, lo que los ha mantenido y mantendrá en pie resistiendo la guerra genocida del Estado, la oligarquía y el imperio yanqui.

La lucha continúa y la realidad habla por sí sola: además del sistemático asesinato de dirigentes indígenas y populares, así como guerrilleros amnistiados y familiares de la guerrilla, las fuerzas oscuras del paramilitarismo, es decir, los ejércitos privados del capital, continúan la tarea del desplazamiento forzoso de las comunidades campesinas e indígenas para el despojo y ocupación de sus territorios. En Colombia ya son más de siete millones de personas las desplazadas.

Los revolucionarios del continente tenemos el deber moral y político de solidarizar y apoyar activamente la lucha del ELN, porque es la lucha que simboliza de mejor manera la resistencia total al capital salvaje y depredador, a su Estado de control y represión y, sobre todo, representa y simboliza la esperanza libertaria de los más humildes y marginados de nuestro continente.

ESTRATEGIA Y ALIANZA PUEBLO POBRE- PUEBLOS ORIGINARIOS

El prolongado conflicto armado colombiano y otros en la historia por el mundo nos enseñan también que la estrategia revolucionaria que conciba el factor militar como el determinante para la toma del poder está expuesta al mediano y largo plazo al resquebrajamiento de la voluntad de lucha, la desmoralización e incluso la rendición.

El «Estado moderno» tiene todas las condiciones económicas, tecnológicas y humanas para avanzar a velocidad y contundencia mucho mayores que una organización insurgente. La concepción del ejército guerrillero que busca un desarrollo de menos a más para convertirse con el tiempo en una fuerza regular y de vanguardia que ponga en jaque y derrote militarmente a las FF.AA. del Estado, nos parece que en este contexto histórico y desarrollo del Estado de control y represión no es la estrategia de lucha a seguir. Sí creemos firmemente en la necesidad de la construcción de fuerzas guerrilleras en el campo y la ciudad, pero en una concepción, modalidad y tipo de fuerzas diferentes a las desarrolladas hasta hoy.

Asumimos, en este mismo sentido, que los planes estratégicos de las fuerzas guerrilleras no deben concebirse de menos a más de forma simétrica y regular, menos aún a partir de esta lógica pretender ponerle plazo y fecha a la «insurrección», como la racionalidad dogmática nuestra lo exigía. La construcción de fuerzas operativas y milicianas del pueblo sin duda es parte vital de la organización de la resistencia popular y uno de los componentes fundamentales de la lucha revolucionaria que en armonía, coordinación y sintonía cosmogónica con la construcción social y política deberán convertirse en una diversidad de espacios, formas y contingentes en lucha, rompiendo y superando los conceptos de vanguardia, partido político-militar y ejército guerrillero regular.

Estratégico será construir territorialmente el poder popular comunitario a través de la organización de la resistencia en todas sus formas y bajo los principios de la autonomía, la autogestión y el reconocerse entre iguales, pero sobretodo si lo hacemos en la alianza estratégica de los pueblos pobres con los pueblos originarios será la esperanza de un nuevo parto para la revolución social y libertaria que la humanidad reclama y necesita en tiempos de agonía planetaria.

Hoy creemos firmemente que la alianza entre nuestros pueblos pobres y originarios del continente es un pilar fundamental y estratégico en la construcción de una nueva propuesta de lucha, organización y sociedad igualitaria. Que esta Alianza debe concebirse como el encuentro histórico de pueblos oprimidos y marginados por siglos para alcanzar otro nivel de confrontación en la espiral de disputa simbólico-espiritual y de control territorial que necesariamente y por la sobrevivencia de nuestra Madre Tierra y sus especies habrá que asumir contra el capitalismo transnacional.

Capitalismo que en su faceta neo-extractivista y depredadora está avanzando a la instalación de un dispositivo policiaco-militar y judicial como nunca antes se hizo con el fin de garantizar sus objetivos económicos; que en el caso del Wallmapu es evidente que los alcances estratégicos de este dispositivo son la derrota del autonomismo mapuche y de sus sectores revolucionarios, incluidos sectores no mapuche que solidarizan desde la acción.

En nuestra propuesta ya no hay toma del poder sino construcción y ejercicio de poder popular; no hay progresismo sino vida sustentable en una economía a escala local; no hay ciudadanía sino comunitarismo; no hay institucionalidad estatal sino autogestión territorial y comunitaria; no hay vanguardia única sino contingentes y redes desplegados territorialmente de manera autónoma y autogestionada; no hay centralización ni liderazgo unipersonal sino decisiones colectivas; no hay estado nacional sino territorio sin fronteras; no hay gerdarmes ni policías sino guardianes y justicia popular; no hay plazos ni recetas para la revolución sino organización de acciones insurgentes y toda una vida de lucha.

En ese sentido, y asumiendo que la historia de lucha y la marcha resistente emprendida por nuestros pueblos hace siglos es la fuente principal de donde nace nuestro mejor aprendizaje y la refundación cosmovisionaria, debemos decir que nuestra crítica actual es al pensamiento moderno, bases teóricas y cosmovisionarias tanto del Capitalismo como del sistema que lo «superaba», el Socialismo.

El parto cosmovisionario es eso: el rompimiento con el racionalismo utilitario antropocéntrico, corazón de la Modernidad, aquella locomotora que corre hacia el abismo. Es simultáneamente, el nacimiento de una nueva esperanza libertaria fundada en una espiritualidad más profunda y conciente del valor de la vida en toda su magnitud, partiendo por la tierra y el agua, madres de nuestra existencia humana.

Entendemos y asumimos claramente que estas reflexiones no tendrán sentido ni fuerza concreta por sí solas; que en las mismas reflexiones se encuentra mucha gente y que el arte estará en cómo llevarlas muy de la mano de la lucha y la construcción de la fuerza social que haga viable los cambios radicales y estructurales de la sociedad actual. Si se pierde la capacidad de organizar la resistencia en todas sus formas, se pierde la posibilidad de cualquier esperanza para nuestros pueblos.

REFUNDAR LOS MÉTODOS Y LA CULTURA REVOLUCIONARIA

El proceso de síntesis que da cuenta de nuestra readecuación a las nuevas condiciones históricas y que implican, sin dudas, una metamorfosis que debería llevarnos a plasmarlo en un nuevo tipo de organización, así como en una cultura de lucha que ponga en su verdadera dimensión el alcance histórico de lo construido en nuestro continente y en el mundo, de modo que entendamos nuestro aporte y nuestro quehacer insurgente como parte de esa historia y no de la autoreferencia generacional. Una lucha revolucionaria que es parte de una marcha mucho mayor que la propia y que por tanto no tiene plazos propios como organización sino como pueblos.

En el proceso en marcha de la lucha antisistémica tenemos la vital tarea individual y colectiva de ir construyendo una cultura pensada desde la historia ancestral de nuestros pueblos y no desde la «independencia» como nos quieren imponer desde la oligarquía y la izquierda tradicional, incluida la vieja «nueva izquierda» o el neo-reformismo del Frente Amplio, que sigue tan campante en nuestros países como si nada hubiese ocurrido en todo el siglo de las revoluciones proletarias.

En el camino de esta marcha insurgente la caída en combate o la prisión política siempre será una posibilidad, pero hay que aprender de la historia y comprender que entre más preservemos los acumulados de hombres y mujeres en lucha, mayores serán las posibilidades de construcción política y social, como así también de fuerzas combativas para la resistencia. Patria o muerte ya no es suficiente. La voluntad y el sacrificio son vitales en la lucha revolucionaria, pero no alcanza sólo con ello, debemos tener la responsabilidad histórica con nuestros pueblos de saber aprender a cuidar y preservar los acumulados políticos, sociales y militares más allá de nuestra propia existencia generacional.

La lucha por una revolución es la lucha de toda una vida, la legitimidad de ella depende de la forma de ser y hacer como revolucionarios. Más allá de los individuos y las acciones insurgentes, lo que queda es la historia de lo construido en las luchas y aprendizajes colectivos como pueblo.

Nuestros métodos en cualquiera de nuestras acciones y circunstancias tienen el contexto y límite de nuestro ideario de justicia y humanidad que debemos saber cuidar y asumir con responsabilidad. Estamos obligados a luchar por una ética y una moral que ponga en el centro el respeto absoluto por los derechos del pueblo, los derechos humanos y los de la Madre Tierra. La traición en todas sus formas es la principal miseria humana y sin duda la que más daño le ha hecho a la lucha revolucionaria de los pueblos y sus organizaciones de combate. Pero así también la descomposición valórica ha hecho mucho daño al proyecto revolucionario y a nuestras organizaciones.

Es muy lamentable y vergonzoso ver como algunos han terminado atrapados por el poder distorsionador del dinero, generando con ello un gran perjuicio subjetivo al ideario e historia de lucha de cientos que han entregado sus vidas o han desaparecido combatiendo por nuestros pueblos. Condenamos el accionar de muchos ex-militantes revolucionarios que en nombre de un proyecto e historia justifican el beneficio personal por sobre cualquier interés social y libertario. Menos compartimos y justificamos la tortura física en ninguna circunstancia.

En este sentido hacemos nuestras las palabras de nuestro hermano de luchas e impulsor dentro del rodriguismo de este proyecto conjunto, Mauricio Hernández: «Jamás cometemos abusos o humillaciones contra un secuestrado, prueba de eso es que todos los rehenes del FPMR fueron siempre liberados sanos y salvos. Me refiero a los tres militares (Mario Haeberle, Germán Obando y Carlos Carreño), al periodista (Sebastián Bertolone), y el empresario (Cristián Edwards) que el Frente secuestró durante su historia. Todos con finalidades políticas y de sustento económico de nuestro proyecto. Todos, inclusive los militares -que eran nuestros enemigos directos- fueron tratados con respeto».

A pesar de las desviaciones, traiciones y claudicación de muchos creemos que la historia y presente de nuestras organizaciones aún cuenta con la legitimidad básica para seguir marchando con dignidad, compromiso y capacidad operativa en las luchas que se nos presentan como el gran desafío y combate de la humanidad.

Reconocemos en la acción combativa la vitalidad de la insurgencia, pero ella por sí sola, sin propuesta y proyecto a construir junto al pueblo no tiene vida. Es por esto que entendemos nuestra realidad actual como parte del necesario proceso de refundación cosmovisionaria, política y militar que no tiene plazos, sino objetivos y condiciones que garanticen con responsabilidad y conciencia las tareas insurgentes que tenemos el compromiso histórico de continuar realizando.

Son tiempos de renovar y cualificar los métodos de lucha y conspiratividad. El enemigo de clase y vida ha tecnificado todo su poderío militar y represivo para alcanzar el control total de la sociedad moderna: satélites, drones, cámaras por doquier (hasta en las montañas insurgentes de Colombia las han instalado), dispositivos de ubicación y seguimientos, intervención tecnológica de correos y teléfonos, equipos de escucha de corto y largo alcance, etc, son las herramientas modernas de los de arriba para la represión y desarticulación de los de abajo, los marginados y explotados de siempre.

Nuestras herramientas: el valor histórico-social de las luchas libertarias de nuestros pueblos. La comunidad valórica y cosmovisionaria surgida de la alianza de los pueblos pobres y originarios. La legitimidad y el derecho inalienable de los pueblos a luchar por sus derechos y la vida, el derecho a la rebelión popular. La capacidad creativa y productiva como seres humanos, la capacidad de ser autónomos y autogestionarios, única alternativa para derrotar la dependencia de las megaempresas del consumo y la depredación.

La asimilación del territorio, ya sea urbano o rural, como parte vital de la construcción del poder popular comunitario, de una sociedad igualitaria. La capacidad autogestionaria de la lucha resistente para la resolución de la logística productiva y material, para la elaboración del armamento popular, la recuperación de recursos y las técnicas populares para el combate antisistémico. El secreto y la sorpresa siempre como aliados de los de abajo a la hora de golpear a los de arriba.

Los instrumentos a construir para las nuevas luchas que se nos presentan como pueblo y humanidad surgirán en el camino de la marcha resistente, superando si es necesario nuestras actuales orgánicas para retomar quizás una suerte de confederación de fuerzas en resistencia. Lo importante en lo inmediato es que pongamos en el terreno nuestra voluntad y en el espíritu y la mente, nuestro compromiso con la Madre Tierra y la Humanidad.

Debemos saber y aprender todo lo que cuesta construir fuerza social revolucionaria. Un largo y laborioso trabajo de hormiga que hay que hacerlo conspirando contra el sistema y aferrado al pueblo pobre en todos los frentes de batalla. Una tarea que hoy significa desprenderse de la soberbia y el cortoplacismo que nos acompañó por demasiado tiempo y con demasiados costos humanos. Una tarea colectiva desde diferentes frentes, sin necesidad de estar todos juntos en una misma orgánica, pero sí marchando juntos en la misma dirección y propuesta revolucionaria. Para nosotros esta etapa de derrumbes y derrotas del campo socialista, por decirlo de alguna manera, y de contraofensiva brutal del capital y sus Estados policiales de control y represión, nos ha obligado a profundos repliegues y a una marginalidad en la capacidad de accionar insurgente en la lucha de clases nacional, pero a la vez debemos también decir que ha sido en este proceso en donde más nos hemos fortalecido como combatientes populares.

Nuestro objetivo en lo inmediato no es revivir o reconstruir al MIR o al FPMR como lo que fueron en su mejor momento. Eso fue parte de una potente historia en la lucha del pueblo chileno, pero no es la de ahora. El mirismo y el rodriguismo han sido parte vital de la corriente revolucionaria y popular en el país, particularmente de la historia y lucha de masas en el periodo de la Unidad Popular y de la dictadura militar, y sin duda seguirán aportando por siempre en las tareas insurgentes que la marcha resistente demande. Hoy lo más importante es la construcción de la alianza de los pueblos pobres y originarios del sur y del continente, refundados en una sola lucha libertaria, abrazados siempre a nuestras raíces miristas y rodriguistas que la misma lucha popular ha parido, junto a otras identidades, en el territorio chileno y en el mapuche.

Nuestra decisión y compromiso con el pueblo pobre y originario es continuar la resistencia en todas sus formas hasta donde sea necesario. La revolución social y espiritual profunda que demanda la realidad actual de la humanidad sólo será posible por medio de una lucha total en contra del poder político, económico y militar concentrado en una absoluta minoría de la población mundial.

Hermanos de este proyecto conjunto que dejarían sus vidas en el combate internacionalista. Otros que también cumpliendo misiones internacionalistas han debido pasar más de una década y media en prisiones extranjeras, destacando los casos de nuestro hermano Mauricio Hernández, quien lleva más de quince años encarcelado en una prisión brasilera de máxima seguridad bajo un régimen ininterrumpido de aislamiento total. Es una sistemática y cruel violación a todos los derechos de un prisionero, al estilo Guantánamo. Y Alfredo Canales, condenado también en Brasil, cumple hoy el castigo oligarca en la Cárcel de Alta Seguridad en Santiago junto a una veintena de presos políticos más.

Libertad y justicia a los combatientes populares chilenos y mapuche encarcelados por luchar contra el despojo y genocidio del Estado chileno, la oligarquía y las transnacionales. Solidaridad con los prisioneros políticos del continente y especialmente los de Colombia: más de 10 mil presos políticos organizados luchando por sus derechos y libertad.

Nuestro saludo a la libertad de Oscar López Rivera, revolucionario independentista puertorriqueño y rehén prisionero del imperio gringo por 35 años por luchar contra el colonialismo que en pleno siglo XXI continúa sometiendo a este país. Saludamos a Jaime Castillo Petruzzi, mirista internacionalista liberado el año pasado luego de pasar 24 años en las mazmorras del Perú por luchar junto a los hermanos del MRTA. El deber de todo revolucionario es continuar luchando por la libertad de todos(as) los(as) combatientes populares encarcelados en el continente y el mundo.

El homenaje y compromiso profundo con todos(as) los caídos en esta lucha popular, siendo los más recientes Carlos Aedo y Alfredo Hermosilla, Claudia López, Matías Catrileo, Mauricio Morales, Luis Marileo y Patricio González, entre muchos otros. Especial mención a los miles de detenidos desaparecidos de todo nuestro continente. El homenaje para ellos en la voz y acción de los que continúan la resistencia en todas sus formas. Solidaridad activa con todos(as)los que luchan en las montañas y ciudades del territorio continental.

¡¡Construyendo fuerza y unidad continental!! ¡¡Sólo la lucha nos hace libres!!

Frente Patriótico Manuel Rodríguez – Autónomo MIR – Ejército Guerrillero de los Pobres

http://fpmr-a.org/manifiesto-conjunto-fpmr-a-mir-egp/