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María, la encebollada

Fuentes: Rebelión

El profesor y doctor Juan Luis de la Cruz escribió un bello libreto titulado «…Según María«, y editado en el 2010. Decía ya al inicio: «Mi nombre, claro, es María. María Claro. Nací en un pueblecito blanco, muy blanco y muy pequeño, Alba de Asís, en el que había todo lo necesario. Agua. Animales. Árboles. […]

El profesor y doctor Juan Luis de la Cruz escribió un bello libreto titulado «…Según María«, y editado en el 2010. Decía ya al inicio:

«Mi nombre, claro, es María. María Claro. Nací en un pueblecito blanco, muy blanco y muy pequeño, Alba de Asís, en el que había todo lo necesario. Agua. Animales. Árboles. Casas. Y fuego. Mucho fuego. Mi infancia fue feliz. Como el molino de una morosa noria que un día gritó su fin. La última blanda revolución de mi niñez me tomó a los once años, cuando el escarlata sangre de la mácula entre mis piernas me bañó de hembra. Yo me miraba entonces en secreto, que nadie me veía, en un desazogado espejo y contemplaba una mujer como una ventana, abierto el vientre al mundo, el pecho en punta generosa presintiendo leche y miel. Era hermosa. Una recién mujer hermosa de calor, acogedora, como una puerta que fuera de tierra y fluido y humor.

Había en el pueblo un varón llamado José. Fuerte. Todo ramas. Un árbol que fuera un hombre no lo sería tanto como él. A mí me gustaba José. Me gustaba desde antes de conocerle. Era agua hirviendo. Vapor de viento. Duro y blando al mismo tiempo. Hombre y riel. Yo le amaba de par en par. Él me amaba con la fuerza de un rejón en el toro de sus cuernos…».

Y aquella mujer, María, ha terminado desnaturalizada, encebollada y embadurnada por siglos de baba, capa a capa ha sido reducida a impostura, a ser lo que nunca fue. María la alienada, la violada por teología de hombres. Excusa y argumento indecente cristiano de patriarcado y esclavitud de mujer. Aquella aldeana judía ha terminado convertida en amatxu de Begoña, en madre y virgen de dogma cristiano, en virgen del Pilar de Zaragoza, en generala de múltiples fajines, en patrona de la guardiacivil lorquiana, en icono de estandartes de guerra y conquista, en madre de dios y dolorosa. Aquella judía María ha sido secuestrada durante siglos, hecha medalla y medallón de quereres e ilusiones deshumanizadores, ejemplo para otras mujeres de sumisión y sometimiento al hombre. Los varones hicieron de ellas un hazmerreír de hombres durante siglos.

Nos recordaba Belén Gopegi en la presentación de «No hay nación para este sexo» las palabras de Franz Fanon en Las condenadas de la tierra: «Compañeras: hay que decidir desde ahora un cambio de ruta. La gran noche en que estuvimos sumergidas, hay que sacudirla y salir de ella. El nuevo día que ya se apunta debe encontrarnos firmes, alertas y resueltas. (…) La humanidad espera algo más de nosotras que imitación caricaturesca (…) no hay que reflejar una imagen, aun ideal, de su pensamiento y su sociedad, por los que ellos mismos sienten de cuando en cuando una inmensa náusea»

«José me sonreía y yo le regalaba adentros, prosigue de la Cruz. Nuestro amor era grande como un huevo. Caliente como un botón. Juego. Yo soñaba. Cada noche soñaba. Porque estaba. Y si él no estaba. Soñaba. En cada calle y en cada sábana. Soñaba. Una noche en el ángel de un sueño, entreví que José y yo tendríamos un hijo. Por supuesto. Vaya sueño. Un hijo. Claro, María. María, claro. Un hijo. ¿Qué, si no?».

El Nuevo Testamento sabe demasiadas cosas de dios; comenzó a divinizar a aquel hombre Jesús de Nazaret, levantó y construyó sobre él una teología y una cristología, un mondongo, que hoy constituye un verdadero drama para la Iglesia: se asienta en una mentira piadosa, en un vacío deseo. Hoy es patente y claro que el cristiano obtiene la verdad divina de segunda mano, de mano extraña, que su verdad es una verdad mediatizada y censurada. El dios, que el hombre creyente encuentra al final de la cadena distribuidora eclesial, es un dios censurado. La verdad, o lo que quedó de ella, está terciada, enturbiada, interpretada, degenerada por la incomprensión teológica de pastores, tiempos, mediaciones e interpretaciones. La Biblia ni es palabra de dios, ni Jesús es el hijo de dios, ni ha resucitado. Lo que se pone en duda y se niega es la fundamentación misma de la Iglesia católica, su teología, su revelación divina. Muchos cristianos, desde el inicio de la Iglesia hasta el día de hoy, apelan a Jesús únicamente para atribuirle y poner en su boca y vida los deseos de cada cual, y esto ocurre también a los autores de los escritos bíblicos. La Biblia es el compendio de una serie de libros de estilos diversos, de calidad literaria desigual, reflejo de la mentalidad de diversos grupos, a veces muy contradictorios, que se sintieron pueblo especial dentro del mundo que les tocó vivir, pero que desde un punto de vista científico y de ética y altura humana nada tienen que enseñar al mundo actual sobre la formulación de su génesis o sobre derechos humanos. Muy al contrario, sus autores, la Iglesia católica, al igual que las demás Iglesias, y el mismo dios debieran aprender a respetarlos.

No hay constancia de ninguna revelación divina, ni buena ni mala. No consta que dios se haya revelado nunca, por el contrario, dios brilla por su ausencia, y hacer teología de un dios mudo es harto difícil y mera paja mental. El dios fabricado por el creyente y la Iglesia es a base de denigrar al hombre, como ladrillo de su ignorancia y desconocimiento. A medida que avanza el conocimiento humano retrocede el campo que se ha hecho pisar a dios. El crecimiento del hombre supone la retirada, el retroceso de dios.

También conviene recordar en estas fechas de octubre y de la virgen del Pilar lo que nos enseña el darwinismo y la ciencia: Nuestro principal enemigo es todo aquello que damos por supuesto, aquello que hemos naturalizado e incorporado a nuestro sentido común. La inquietud y la inseguridad deben ser bienvenidas tanto al hacer historia de las mujeres como al hacer cualquier otra clase de historia.

¡Y cómo olvidar en este recuerdo de mujer del 2017 aquel 15 del pasado marzo, día duro, del cuerno la punta, en aquel juicio en Bilbao, que comenzó un lunes y finalizó un viernes!

La terrible declaración de Sandra sobre la tortura practicada por 4 guardiasciviles, presentes en la sala. Sandra Barrenetxea fue desgranando entre lágrimas, suspiros y llanto, con silencios largos, interminables…, rotos por lamentos, por su pañuelo blanco secándose unos ojos rojos y un corazón dolorido, ensangrentado, entre sorbos de agua y el presente… el recuerdo de un calvario vivido ahora hace 7 años, en el 2010, pero que sigue grabado a fuego todavía hoy en esta mujer economista.

Terrible también el silencio de muerte y horror en la sala mientras Sandra iba desgranando los hechos de aquellos días de acoso y derribo, en una declaración envuelta en recuerdos amargos, en llanto y desconcierto, en no saber cómo describir aquel calvario, a aquella jauría de funcionarios del Estado, aquellos guardiaciviles lorquianos de charol e inmundicia. En aquellos días de calabozo e injuria, de maltrato y deterioro, de vida sin salida y oprobio… también Sandra buscó en aquel calabozo y ataque humano la muerte como liberación y acabose.

Una violación de mujer por funcionarios de estado, una violación de mujer de las muchas por hombres a diario en nuestros días y a lo larga de la historia, como la violación prolongada de la judía María por el cristianismo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.