El diario EL PAIS publicó el domingo 11 de Septiembre, una entrevista con el escritor británico Martín Amis, acerca de su último libro «Perro callejero». Pese a estar acostumbrados a sus habituales boutades, resulta aterrador leer algunas de las opiniones que Amis vierte en la entrevista. El novelista sostiene que el humor diferencia a la […]
El diario EL PAIS publicó el domingo 11 de Septiembre, una entrevista con el escritor británico Martín Amis, acerca de su último libro «Perro callejero». Pese a estar acostumbrados a sus habituales boutades, resulta aterrador leer algunas de las opiniones que Amis vierte en la entrevista. El novelista sostiene que el humor diferencia a la civilización occidental del Islam, y afirma cosas como que «el Islam es una fuerza tremendamente poco feliz, anticómica y severa» y que «el aburrimiento y el terror van juntos», por lo que el «terrorismo islámico» ha instalado el aburrimiento en las sociedades occidentales. También afirma que el «terrorismo islámico» tiene su origen en una «crisis de testosterona», por el odio y la rabia del islamismo al constatar la libertad de las mujeres occidentales y que «que hay quien encuentra placer en matar y en tratar de influir en el curso de la historia».
Es estremecedor leer esto, lo primero, por la audiencia y predicamento que tiene Amis entre amplios sectores intelectuales occidentales, que lo consideran poco menos que uno de los modelos de la vanguardia cultural europea. Y lo segundo porque todavía asombra la ignorancia altiva y el desprecio racista, estrecho y estúpido que en el ámbito anglosajón se sigue teniendo del Islam en particular y del resto del mundo en general.
Dos peligros, el falso prestigio intelectual y el etnocentrismo egoísta e interesado, que explican muchas de las barbaridades que estamos viviendo en estos últimos años.
Y me explicaré. Amis aúna en su discurso dos aspectos culturales del Occidente de las últimas décadas que han resultado devastadores para los procesos de liberación humana. Uno ha sido la progresiva imposición mundial del modelo de vida y pensamiento anglosajón y el otro la irrupción de las teorías filosóficas denominadas postmodernas. Éstas, desde un anticomunismo primario, han intentado destruir la percepción de la realidad desde un disfrazado y complejo progresismo intelectual, han querido negar cualquier pensamiento racional, y han justificado con ello la aceptación de actual ultraliberalismo destructivo como única salida histórica.
Amis, aun sin quererlo, es el perfecto representante de esta cultura anglosajona simplista y el ejemplo del intelectual postmoderno, brillante, original y prestigiosamente «descreído».
Desmontar las opiniones de Amis y de otros Amis que circulan en muchos cenáculos intelectuales, es sumamente fácil. Sobre todo porque la realidad es más tozuda y rica que el estrecho ombligo en el que se miran.
Humor y cultura
Amis afirma que el humor diferencia a la civilización occidental del Islam. En principio ya se parte de una confusión muy común, que contrapone dos falsas categorías, una civilización a una religión, lo que no es comparable. O hablamos de civilización occidental y civilización oriental, con todas su tremendas complejidades y mezclas, o hablamos de Islam y Cristianismo. Además esa tesis introduce el sutil matiz de que la occidental sí es una civilización mientras que las sociedades musulmanas se definen como elementos teocráticos y aciviles. Si hablamos en términos religiosos, desde luego el Islam no es una fuerza cómica. Como no lo es el Yahvhé bíblico que sepulta ciudades bajo el fuego o un cristianismo cuya simbología reside en un reo ensangrentado y en una madre doliente. Evidentemente las tres principales religiones monoteístas son «poco felices, anticómicas y severas», pues se nutren de la misma raíz.
Afirmar que occidente se salva por el humor denota como mínimo una ignorancia insultante. El papel del humor y la ironía como símbolo de la inteligencia no es discutible y ha jugado con frecuencia a favor de lo mejor del ser humano. Pero es de una arrogancia muy anglosajona atribuir esa capacidad solo a Occidente. Edward Said trató ya largamente sobre el desprecio europeo sobre otras culturas. Amis ignora que en el mundo islámico el uso inteligente del humor existe igual o en mayor medida que en occidente, al igual que en el resto del planeta. Se pueden poner infinitos ejemplos, pero recomendaría al Sr. Amis que se leyera joyas como «Las ocurrencias del increíble mulá Nasrudín» de Idries Shah o las maqamat de «Las venturas y desventuras del pícaro Abu al-Fath de Alejandría» de Al-Hamadani, para salir de su craso error. También puede consultar cualquier periódico árabe para comprobar que sus humoristas han alcanzado cotas de calidad tan brillantes como cualquier otro de la prensa occidental, a pesar de la trágica situación por la que atraviesan desde hace décadas. Y no es menor esa apreciación en la literatura o en el actual pensamiento árabe.
Aunque quizá al Sr. Amis simplemente le haga falta hablar con cualquier árabe de a pie. Comprobará que pueden ser tan irónicos, ácidos o chistosos como cualquier representante del famoso humor británico.
De qué se puede reír Bin Laden es algo que desconozco. Pero puede preguntarles a las élites anglosajonas, que sí que lo saben. Han sido socios y amigotes de fiesta durante mucho tiempo.
Terrorismo y aburrimiento
También nos regala con una afirmación tan grotesca como que el terrorismo ha traído el aburrimiento a las sociedades occidentales. Nuevamente le traiciona el subconsciente, pues deja entrever la simpleza de que solo Occidente sufre violencia terrorista en sus sociedades. Es difícil saber si esta afirmación obedece a la estupidez o a la maldad de querer invertir los términos de la realidad, teniendo en cuenta que el mundo árabe sufre una agresión permanente desde hace décadas, y precisamente desde occidente. Cualquier intento modernizador o democratizador, desde al-Nahda o al-Islah hasta las reformas nasseristas han sido destruidas sistemáticamente desde las potencias imperiales y sus satrapías gobernantes. Y eso sin contar con la imposición del estado de Israel, esa sangrante espina occidental clavada en el corazón árabe. Cuestión ésta que Amis debe conocer bien: está casado con una judía.
Que las sociedades anglosajonas son rematadamente aburridas es una evidencia desde hace muchos años, y las causas deberán buscarlas en sus remilgadas formas de vida y no en ideas tan peregrinas como la caída de las torres neoyorquinas.
Ignoro si el terror trae más aburrimiento a Londres o a San Francisco, pero Amis debería explicarnos si los habitantes de Faluyah o de Ramadi se aburren bajo el terror de las bombas de fragmentación y los vuelos rasantes de las máquinas RQ-1 Predator norteamericanas.
Testosterona y feminismo
Achacar el terrorismo al odio hacia la libertad occidental es otro de los tópicos más vulgares que se repiten machaconamente desde los medios de comunicación. El manido recurso de la opresión de la mujer resulta patético precisamente en boca de un escritor que en sus novelas hace gala de una misoginia deplorable y de una obsesión pornográfica enfermiza.
Las gobiernos anglosajones no son ningún ejemplo de defensa de las libertades, cuando llevan años restringiéndolas en las sociedades democráticas e impidiéndolas en el resto del planeta a base de cazabombarderos y dictaduras tuteladas.
La violencia contra las mujeres no es un patrimonio exclusivo de las sociedades árabes. No hay más que leer la sección de sucesos de cualquier periódico europeo. Esta violencia estructural en el mundo islámico tiene sus causas en la opresión económica y cultural y en la pervivencia social de la religión como ideología dominante. Y no es una característica particular del Islam. El cristianismo y el judaísmo han batido récords históricos en el maltrato y odio al género femenino.
Violencia e historia.
Amis remata su rosario de tópicos afirmando que el islamismo mata por puro placer. Y descubre sin pudor su pensamiento más reaccionario, al valorar negativamente que alguien quiera influir en el curso de la Historia.
Siguiendo la propaganda del actual poder dominante, nos oculta deliberadamente los aspectos económicos y sociales de la opresión que hay detrás de toda violencia. Y quiere convencernos, con otra simpleza pasmosa, de que esta violencia brota de la nada, formando parte de un imaginario de maldad intrínseca, como si fuera una categoría cultural inmutable del Islam.
Desde luego, mal que les pese a algunos, claro que millones de personas queremos cambiar el curso de la historia. Sobre todo, para defendernos de aquellos que quieren que siga en el terrible estado en que se encuentra. Los que vaticinaron el fin de la historia o el fracaso de los movimientos populares, saben que mienten y lo único que persiguen es defender sus inmensos privilegios a costa del 90 % de la humanidad.
Y eso sin entrar en terrenos más perversos, pues, para cualquier observador inteligente, todas las claves indican que la actual ola de violencia terrorista tiene indudables conexiones con las élites del poder mundial. Los atentados de EE.UU., Madrid y Londres evidencian una estrategia sospechosamente ligada a los intereses de los amos del planeta.
Un juego intelectual irresponsable.
La base intelectual de esta manera infantil de enfocar la realidad es resultado, en gran medida, de la escuela filosófica denominada postmoderna, que desde los ochenta ha tratado de destruir el modelo de pensamiento asentado en la Razón y la Ética. Esta filosofía, encabezada por Vattimo, Lyotard o Lahman, entre otros, se basa en la idea de que todo pensamiento es lenguaje y por tanto inaprensible y manipulable. Sus últimas consecuencias fueron las peregrinas teorías de Huntington o Fukuyama sobre el fin de la historia, la muerte de las ideologías, el conflicto entre civilizaciones, el triunfo del modelo neoliberal y el fracaso del pensamiento como herramienta para cambiar la historia. Básicamente se trataba de dar la puntilla al estructuralismo y al marxismo como filosofías revolucionarias durante los siglos XIX y XX.
Estos pensadores adornaron su teorías con un razonamiento a menudo muy brillante y original, presentado bajo un tinte de falso progresismo. Y resultaba profundamente atractivo desde el punto de vista intelectual, entre el desconcierto, el desánimo y el vacío creado tras el acoso y derribo del comunismo.
Como indicó Vázquez Montalbán, refiriéndose a ellos, «la operación de descrédito de la razón crítica fue protagonizada por una beautiful people intelectual, compuesta mayoritariamente por ex jóvenes filósofos, ex jóvenes sociólogos y ex jóvenes líderes de opinión que conocían los caminos que llevan a la mesa del señor, según la antigua enseñanza del escriba sentado»
Martín Amis es digno hijo de esta forma de pensamiento que, desde una simpática irracionalidad y el recurso a lugares comunes, contribuye a la destrucción de la ética en la convivencia humana. Y con ello, hace el juego perfecto a las élites gobernantes, que lo usan como justificación de sus guerras, su poder y sus privilegios.
Es revelador el desparpajo con que se nos presenta la realidad vuelta del revés. Un cinismo intelectual que acusa al «otro» precisamente de las perversiones propias, ocultando aquellos aspectos que no deben ser vistos.
El discurso de Amis es el de un provocador, el deseo de ser un «enfant terrible», con el pragmático objetivo de vender más novelas. Mantener una nutrida audiencia a base de payasadas es muy rentable, pero sus consecuencias resultan tremendamente dañinas para gran parte de la Humanidad.
Otros modelos de referencia
Afortunadamente, la ideología postmoderna ya es un cadáver, enterrada bajo los movimientos mundiales antiglobalización y la dignidad resistente de pueblos como el iraquí o el palestino.
Y el modelo de vida anglosajón, es un modelo históricamente en declive, junto con las lacras que lo caracterizan: individualismo paranoico, valoración del dinero por encima de las personas, despilfarro económico, destrucción de la naturaleza, violencia interna y depredación externa, etnocentrismo, aburrimiento vital e hipocresía social. En resumen, el ultraliberalismo llevado hasta sus últimas consecuencias.
Contra este modelo, los valores de la Ilustración y del pensamiento progresista democrático seguirán siendo un referente para la Humanidad. Un modelo más cercano culturalmente a las formas de vida mediterráneas, a la racionalidad, a la alegría de vivir, a ser por encima de tener, al interés común frente al individualismo. En definitiva, a la fusión con otras formas de entender el mundo y al respeto mutuo.
Yo le recomendaría a mister Amis que procurase ser más feliz y que se preocupase más por los otros seres humanos que por el aspecto de sus dientes. Estoy seguro que si lograra resolver sus obsesiones edípicas, desparecerían sus ansias de dinero y fama y no tendría que estar siempre buscando frases estrambóticas, excéntricas o extravagantes para vender más libros. Nos haría un gran favor a todos.