«Toda ciencia sería superflua si la forma de manifestarse y la esencia de las cosas coincidiesen directamente». El Capital, Karl Marx. El amor por la ciencia Una mujer venezolana amante de las ciencias, después de afirmar que según Marx las mercancías se intercambian por su valor y que el valor viene determinado por el tiempo […]
«Toda ciencia sería superflua si la forma de manifestarse y la esencia de las cosas coincidiesen directamente». El Capital, Karl Marx.
El amor por la ciencia
Una mujer venezolana amante de las ciencias, después de afirmar que según Marx las mercancías se intercambian por su valor y que el valor viene determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas, me formula tres preguntas. Primera: ¿cómo se aplica esa teoría de Marx en el caso del suelo virgen no trabajado? ¿Por qué el suelo virgen es objeto de intercambio comercial, por qué se puede intercambiar por otras mercancías, por qué tiene un precio y un valor en el mercado, si no tiene valor en sentido marxista? Segunda: ¿Por qué, en materia inmobiliaria, el valor de mercado de los inmuebles se ve modificado por el entorno (eje: zona comercial), independientemente del trabajo incorporado al bien? Y tercera: ¿Qué hecho o hechos podrían, teóricamente, constituir una refutación definitiva de la teoría de Marx sobre el valor trabajo?
Valor y forma del valor
El valor concebido como la cantidad de trabajo social medio contenido en una mercancía es el valor en su forma natural. Pero el valor en su forma natural carece de existencia objetiva y, por consiguiente, no es perceptible. El valor sólo se hace objetivo en la relación de una mercancía con otra. Y en la relación de una mercancía con otra tenemos ya contenida la forma de precio. Y la forma de precio es una de las muchas formas del valor. La mayoría de los marxistas conocen cuál es la sustancia del valor, el trabajo humano abstracto, pero desconocen por completo el estudio marxista de las formas del valor. Ya que erróneamente se cree que la clave de El Capital se encuentra en la determinación de la sustancia del valor, cuando la clave se encuentra en el estudio de las formas del valor.
Supongamos que tenemos la relación de intercambio siguiente: 2 kilos de trigo = 10 gramos de oro. En función de este intercambio podemos preguntar: ¿Cuál es el valor de 2 kilos de trigo o cuál es el precio de 2 kilos de trigo? Y responderemos: 10 gramos de oro. Se supone que el trabajo social medio contenido en 2 kilos de trigo es el mismo que en 10 gramos de oro. ¿Pero esto es completamente exacto? ¿Se puede asegurar que la cantidad de trabajo social medio contenido en 2 kilos de trigo es exactamente la misma que la contenida en 10 gramos de oro? Pues no. Si bien en la teoría debemos considerar que hay coincidencia exacta entre magnitud de valor y precio, en la práctica siempre habrá pequeñas diferencias cuantitativas entre magnitud de valor y el precio. El precio siempre gravitará en torno al valor, pero en ningún caso puede suponerse una coincidencia absoluta entre ambos lados.
La determinación del valor por el tiempo de trabajo
Cuando los marxistas dicen que según Marx el valor de las mercancías viene determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirlas, ignoran que sólo están afirmando la determinación más abstracta de la teoría del valor de Marx. Es una afirmación aislada, ni siquiera presentan las pruebas de su verdad, y en el fondo no van más allá de David Ricardo. Escuchemos lo que dice Marx en Teorías sobre la plusvalía a este respecto: «Ricardo parte de la determinación del valor relativo o valor de cambio de las mercancías por el tiempo de trabajo. Ahora bien, Ricardo no entra a investigar la forma, el carácter de este trabajo, la especial determinación del trabajo como creador del valor de cambio o como algo que se plasma en valores de cambio. Esto hace que no comprenda la conexión de este trabajo con el dinero, la necesidad de que se manifieste como dinero. No comprende, por tanto, en absoluto, la concatenación entre la determinación del valor de cambio por el tiempo de trabajo y la necesidad de las mercancías de avanzar hasta la creación del dinero». Esto que le ocurría a David Ricardo hace ya 190 años, le ocurre en la actualidad a muchos marxistas: saben que el valor de las mercancías viene determinado por el tiempo de trabajo, pero ignoran dos cosas claves: por una parte, el carácter específico del trabajo creador de valor, y por otra parte, la concatenación de esa determinación con la necesaria transformación de la mercancía en dinero. Y el primer capítulo de El Capital está dedicado especialmente a esas dos cuestiones. Así que dadas estas condiciones de conocimiento de los marxistas, donde el conocimiento que predomina es el de la determinación abstracta y unilateral del valor por el tiempo de trabajo, resulta muy fácil para la economía convencional criticar la teoría del valor de Marx. Aunque en verdad no critican a la teoría del valor de Marx, sino a las ideas de los marxistas sobre la teoría del valor de Marx. Insisto en una idea que he repetido en muchos de mis trabajos de economía: conocer la teoría del valor de Marx es conocer cuanto menos el primer capítulo de El Capital: la transformación de la mercancía en dinero.
Condiciones ideales en las ciencias naturales y en las ciencias sociales
Marx en la sección de El Capital titulada La transformación de la ganancia en ganancia media dice lo siguiente: «En esta investigación se parte siempre del supuesto de que las condiciones reales corresponden a su concepto o, lo que es lo mismo, las condiciones reales sólo se exponen en la medida en que corresponden a su propio tipo general y lo expresan». Los investigadores de las ciencias naturales no investigan los fenómenos tales y como estos se dan en la realidad en toda su plenitud, sino que lo hacen en un laboratorio, esto es, en condiciones ideales. Hay que aislar los factores esenciales del fenómeno que se va a investigar de un sinfín de otros factores que están presentes en el mismo y no son esenciales. El laboratorio supone, por lo tanto, el medio por el cual el investigador hace abstracción de los factores que estando presentes en la realidad no son esenciales en el fenómeno que se investiga. De este modo, y recordando lo que decía Marx, las condiciones reales corresponden al concepto. Por lo tanto, la acomodación de la realidad al concepto supone la abstracción de una parte de los factores presentes en la realidad. Y esto es práctica habitual y necesaria en las ciencias naturales. No debería ocurrir de otro modo en el ámbito de la investigación de los fenómenos sociales. Pero como en este caso no se puede usar un laboratorio, el mecanismo que se emplea es la fuerza de abstracción. Aquello que se hace por medio del laboratorio en el ámbito de las ciencias naturales, abstraer los factores no esenciales para aislar los esenciales, debe hacerse en el ámbito de los fenómenos sociales por medio de la fuerza de abstracción. El fin que se persigue en las ciencias naturales es el mismo que en las ciencias sociales, abstraer los factores no esenciales para quedarse con los factores esenciales, la diferencia estriba solamente en el mecanismo de abstracción que se emplea: en las ciencias naturales se emplea el laboratorio y en las ciencias sociales la mente.
No debe olvidarse que la principal crítica que se le hace a la teoría del valor de Marx gira en torno a esta contradicción: la existente entre, por una parte, la necesidad científica de aislar los rasgos esenciales del fenómeno de los que no lo son, y por otra parte, la necesidad de emplear la fuerza de abstracción para aquel fin. Para determinar la naturaleza del valor como trabajo humano abstracto, Marx tuvo que llevar a cabo un proceso lógico de abstracción bastante complejo. Y a este respecto escuchen la crítica tan superficial que formula Michio Morishima: «…la teoría del valor trabajo podría aun ser criticada porque los valores, a diferencia de los precios, no son observables ni existe ninguna institución que los determine, y parece razonable que la ciencia ignore un concepto tan metafísico». Michio Morishima no somete a crítica el proceso de abstracción realizado por Marx para determinar la sustancia del valor, sino sencillamente se limita a catalogar de no científico su resultado. Su crítica se reduce a catalogar el concepto de valor de Marx de metafísico, por la sola razón de que no puede verse. Y le ocurre a Morishima lo que a los críticos de Marx: por ignorancia se niegan a reconocer que en el ámbito de las ciencias sociales la fuerza de la abstracción sustituye el papel que desempeña el laboratorio en el ámbito de los fenómenos naturales. Se autoproclaman como científicos y catalogan a Marx de metafísico, cuando ignoran por completo esa determinación esencial metodológica en el estudio de los fenómenos sociales. Esta falta de cultura lógico filosófica, esta falta de conocimiento sobre los procesos de abstracción y en especial su uso en al ámbito de la fenomenología, es la que impide comprender a estos «críticos» la profundidad y alcance científico de la teoría del valor de Marx.
Incongruencia cuantitativa entre magnitud de valor y precio
Escuchemos a Marx en El Capital: «La posibilidad de incongruencia cuantitativa entre precio y magnitud de valor radica en la misma forma de precio. Esto no es ningún defecto de la forma, sino que, por el contrario, hace de ella la forma adecuada de un modo de producción donde la regla se impone como ley media y ciega de la irregularidad». Prestemos atención a dos aspectos de la idea de Marx: por una parte, las relaciones entre magnitud de valor y precio son irregulares, y por otra parte, la regla, esto es, la ley del valor, se impone de forma media y ciega. Supongamos que un kilo de trigo y 10 gramos de oro representan un trabajo socialmente necesario de igual magnitud. Esto no impide que el kilo de trigo pueda tasarse en 8 gramos de oro o en 12 gramos de oro. No puede haber tasador alguno que tenga la intelección exacta de la cantidad de trabajo que le ha costado a la sociedad producir las mercancías. De manera que lo normal en una economía mercantil sea la irregularidad: los precios serán tasados por encima o por debajo de la magnitud de valor. Ambos, los 8 gramos de oro y los 12 gramos, son precios del kilo de trigo, pero hay una incongruencia cuantitativa entre la magnitud del valor del kilo de trigo y su precio. Pero esta incongruencia no afecta para nada al hecho de que el precio sea la expresión del valor ni al hecho de que el valor de las mercancías esté determinado por el tiempo de trabajo socialmente necesario. En el caso particular siempre habrá diferencias entre magnitud de valor y precio, mientras que como media de todas las transacciones realizadas durante un año la magnitud de valor y el precio coinciden.
Podemos reflexionar a este respecto sobre la diferencia que existe entre el capitalismo y el socialismo en relación con la ley del valor. Como en el capitalismo la ley del valor se impone de manera ciega, los desequilibrios y perjuicios que provoca a la sociedad son enormes. Mientras que en el socialismo, supuestamente gobernado por personas que tienen un gran conocimiento de la ley del valor, se corregirán los perjuicios ocasionados por el carácter ciego de esta ley. Pero esto está por ver.
Incongruencia cualitativa entre valor y precio
Escuchemos de nuevo a Marx en El Capital: «Cosas que en y de por sí no son ninguna mercancía, por ejemplo, la conciencia, el honor, etcétera, pueden considerarlas sus poseedores como vendibles por dinero y recibir así, mediante su precio, la forma de mercancías. Por consiguiente, una cosa puede tener un precio sin tener por ello valor. La expresión de precio se hace aquí imaginaria, como ciertas magnitudes de las matemáticas. Por otro lado, también la forma de precio imaginaria, por ejemplo el precio del suelo no cultivado, que carece de valor por no haberse objetivado en él ningún trabajo humano, puede ocultar una relación real de valor, o una relación derivada de ella». En los fenómenos sociales, a diferencia de los fenómenos naturales, los factores que actúan son agentes dotados de conciencia y de voluntad. De manera que si una persona quiere vender su honor por una buena suma de dinero, lo hace y ya está. Al asumir su honor un precio, adopta la forma de mercancía. Su honor carece de valor, pero tiene un precio. Se produce una incongruencia cualitativa entre valor y precio. Y cuando éste es el caso, se habla de precio imaginario en vez de precio real.
La raíz cuadrada de menos uno es un número imaginario. Pero aunque sea imaginario, por una parte, en matemáticas se opera con él, y por otra parte, dicha circunstancia no lleva a los matemáticos a cuestionar la existencia de los números ni su naturaleza. Igual sucede en el ámbito de la economía: la existencia de precios imaginarios, esto es, de cosas que careciendo de valor tienen un precio, no cuestiona para nada la naturaleza del valor como tampoco que el precio sea la expresión del valor. En el caso del suelo virgen ocurre lo mismo: los precios que adopta son imaginarios. Los críticos de Marx dicen que el suelo virgen tiene un valor y, sin embargo, en él no se ha objetivado ningún trabajo humano. De manera que concluyen que la sustancia del valor no puede ser el trabajo humano abstracto. Pero el error de estos críticos está en que no diferencian el valor del precio, puesto que siendo cierto que el suelo virgen tiene un precio, no obstante, no es cierto que tenga valor. Se trata, en términos científicos, de dos cosas: por una parte, de reconocer la diferencia entre valor y precio, y por otra parte, de reconocer la existencia de precios imaginarios, esto es, de cosas que careciendo de valor tienen un precio. Lo que sucede es que la economía convencional hace oídos sordos a estas dos determinaciones o sencillamente las desconoce. La economía convencional no sólo está en las antípodas de Marx, sino también en las antípodas de Adam Smith y David Ricardo. El triunfo de la economía convencional sobre la economía clásica es el triunfo del conocimiento superficial sobre el conocimiento profundo, es el triunfo de la idea de Jevons de que el trabajo es una causa circunstancial en la determinación del valor sobre la idea que gritaba Ricardo hace casi dos siglos: «¡Alto ahí! El fundamento, el punto de partida de la fisiología del sistema burgués -de la comprensión de su trabazón orgánica interna y de su proceso de vida- es la determinación del valor por el tiempo de trabajo».
La tierra y la capitalización
Todo el mundo tiene conocimiento del hecho que a continuación voy a relatar. Una persona compra en 1980 una parcela de tierra por 12.000 euros. Pero el lugar donde está situada la parcela experimenta durante los 10 años siguientes una capitalización: se construyen carreteras y redes de alcantarillado, electricidad y telefonía, se abren comercios y restaurantes, y surgen núcleos residenciales y lugares de esparcimiento. De manera que la parcela de nuestra afortunada persona adquiere en 1990 un precio de mercado de 240.000 euros. ¿Este precio se corresponde con el valor que tenía la parcela en el año 1980? Considerada en sí misma y de forma aislada, la parcela tiene en 1990 el mismo valor que en 1980, puesto que su propietario no le ha añadido ningún trabajo. Pero considerada como parte de un conjunto capitalizado, esto es, donde se ha objetivado mucha cantidad de trabajo, la parcela sí tiene el valor que indica su precio. Su valor no lo recibe de sí misma y del trabajo objetivado en ella, sino que lo recibe del todo capitalizado del que forma parte. Este es el caso del que hablaba Marx antes: un precio imaginario oculta una relación de valor derivada. La parcela adquiere un valor de forma derivada, porque el todo del que forma parte ha visto aumentado su valor de forma real.
La ley del valor como imposición media y ciega
Les recuerdo que Marx hablaba de que en el modo de producción capitalista predomina la irregularidad, aunque tras dicha irregularidad se impone de forma media y ciega la ley del valor. Esta circunstancia genera muchos perjuicios e injusticias a la sociedad. Se da ya un paso muy grande cuando se reconoce que en los fenómenos sociales hay leyes que lo regulan. Se da un paso aún mayor cuando se admite que el valor de las mercancías viene determinado por la cantidad de trabajo que le cuesta a la sociedad producirlas. Pero se da un paso definitivo en el camino de la justicia social cuando se decreta que nadie tiene derecho a apropiarse de trabajo ajeno. ¿Qué haremos en el caso de la persona que comentábamos antes, atendiendo al conocimiento de la ley del valor? Sin haber añadido ningún trabajo a su parcela, al cabo de 10 años la persona en cuestión se apropió de trabajo ajeno por un valor de 228.000 euros. Como es una apropiación indebida, pues dicha persona se apropia de un trabajo que ella no ha creado, el Estado debe actuar fiscalmente y apropiarse de toda la parte del precio que no le corresponde en propiedad. El Estado añadirá al precio originario la inflación acumulada al cabo de esos diez años, y éste será el precio neto que cobrará el propietario de la parcela por su venta. Como el valor extra que tiene esa parcela es un resultado social, la apropiación debe ser social y no individual. Para eso sirve el conocimiento de las leyes que rigen las relaciones económicas entre los hombres: para darle a cada cual lo que es suyo y hacer un mundo humano más justo y más feliz.
La refutación de la ley del valor de Marx
Debemos saber antes que nada de dónde puede provenir la refutación de esa ley y de qué depende el aparente éxito que tienen sus críticos. El error de la mayoría de los marxistas, a la cabeza Stalin y Mao, es haberse centrado en el valor en su forma natural, esto es, en el valor en su modalidad no objetiva. Esta circunstancia ha facilitado la crítica burguesa de la ley del valor de Marx. Ya indiqué anteriormente que las dos cuestiones claves de la teoría del valor de Marx son las siguientes: una, el carácter específico del trabajo creador del valor, y dos, la concatenación entre la determinación del valor por el tiempo de trabajo y la transformación de la mercancía en dinero. De manera que los refutadores de la teoría del valor de Marx deberían centrarse en estas dos cuestiones, pero no lo hacen, se centran en la crítica a la determinación del valor por el tiempo de trabajo. Y al hacer de esta determinación el objeto de su crítica, en verdad están alcanzando a David Ricardo y no a Marx.
Consecuencias sociales de admitir la ley del valor como verdad
¿Qué consecuencias se derivarían para la sociedad si se admitiera la ley del valor de Marx como verdad? La más importante es que se aceptaría la premisa básica de que las cosas sólo tienen valor porque en ellas se ha objetivado trabajo humano. Esta premisa acarrearía consecuencias muy importantes en materia de propiedad: toda persona tendría el derecho de propiedad sobre su propio trabajo, pero se le negaría el derecho de propiedad sobre el trabajo ajeno. De manera que se tendrían que aceptar como legítimas estas dos consecuencias: una, los ricos tendrían que ser expropiados de una buena parte de sus propiedades, y la otra, como las empresas representan al cabo de un número de años plusvalía capitalizada, sus propietarios serían igualmente expropiados. Así que la consecuencia general que supone aceptar la ley del valor como verdad es de una naturaleza muy radical: se tendría que llevar a cabo una gran expropiación en todos los países capitalistas del mundo. Así que detrás de los intentos de refutación de la teoría del valor de Marx se esconden los intereses de los grandes apropiadores de trabajo ajeno.
¿Qué hechos teóricos refutarían definitivamente la teoría del valor de Marx?
Respondo a la última pregunta que me formuló la mujer venezolana amante de las ciencias. Se puede afirmar sin duda alguna que en Marx encontramos una sólida, compleja y fundamentada teoría del valor. Por el contrario, la economía convencional carece de teoría de valor, de un cuerpo sistematizado de conocimientos, de una estructura lógico teórica al respecto. Por lo tanto, la teoría del valor de Marx quedará sin refutación definitiva mientras no surja otra teoría que represente científicamente la naturaleza y las formas del valor de un modo más preciso y avanzado que Marx. Samuelson y Nordhaus, en la sección El mecanismo del mercado de su libro Economía, dicen lo siguiente: «En un sistema de mercado, todo tiene un precio, que es el valor del bien expresado en dinero». Es evidente que estos dos grandes economistas convencionales reconocen los dos lados de la cuestión: el valor y el precio. Y también reconocen que la relación que hay entre ellos es de expresión, que uno es expresión del otro. Pero en todas las 771 páginas que componen ese voluminoso libro no hay un solo apartado dedicado a exponer la naturaleza del valor y su relación con el precio. Los economistas convencionales se quedan en el precio, porque es lo objetivo, lo sensible, lo palpable; y dejan en un más allá indescriptible e impreciso el valor, porque no saben como captarlo en su forma natural. De ahí que desde la economía convencional no se pueda refutar la teoría del valor de Marx, sencillamente porque carece de una teoría propia al respecto. Lo único que existe como críticas de la teoría del valor de Marx son flechas aisladas: por un lado, el carácter no perceptible del valor en su forma natural, y por otro lado, las diferencias cuantitativas y cualitativas entre valor y precio. Y como dije más atrás: las dos cuestiones claves en la teoría del valor de Marx son el carácter peculiar del trabajo creador de valor y la concatenación del tiempo de trabajo con la transformación de la mercancía en dinero. Y sobre esto nada dicen sus detractores. Así que, apreciada mujer venezolana amante de las ciencias, de momento no hay ningún hecho teórico que refute definitivamente la teoría del valor de Marx.