Traducido para Rebelión por Àngel Ferrero En la segunda parte de nuestra serie, Matthew Cookson explica cómo El Capital de Marx no fue un repliegue de su autor en la teoría, sino un intento de dotar de armas teóricas a los obreros.
Cuando el capitalismo hoy parece desmoronarse a nuestro alrededor, hasta algunos comentaristas de derechas se han visto obligados a admitir que puede que Karl Marx tuviese razón sobre la naturaleza de un sistema, el capitalista, caracterizado por las crisis cíclicas.
Exiliado en Londres, Marx se embarcó en la escritura de El Capital, su obra maestra en tres volúmenes, desde un escritorio del Museo Británico. Se trató de su estudio más importante sobre el capitalismo, escrito a comienzos del aplastamiento de las revoluciones europeas de 1848 y el boom económico que tuvo lugar por el apaciguamiento de la lucha de clases.
Marx esperaba explicar las «dinámicas» del capitalismo para que la clase trabajadora pudiese estar mejor preparada la siguiente ocasión en que el sistema se enfrentase a una crisis. Con el tiempo algunas personas verían la decisión de Marx de escribir un trabajo tan extenso y complejo como un repliegue hacia la «teoría pura y dura». Y es cierto que Marx, y que su colaborador, Frederick Engels, vieron la redacción de El Capital como una tarea vital y la convirtieron en una prioridad política. Sin embargo, cuando surgieron presiones políticas -como apoyar a los comunistas acusados de un intento de asesinato en Alemania, o defender sus ideas contra las tesis opositoras en el movimiento socialista- el proyecto fue puesto a un lado.
Durante la redacción de El Capital Marx y su familia soportaron la pobreza, la enfermedad y el sufrimiento emocional, a pesar del apoyo económico de Engels. Cuatro de los hijos de Marx murieron en la década de los 1850.
Marx produjo la que aún hoy es la explicación definitiva del funcionamiento del capitalismo. En El Capital miró más allá de la superficie para analizar las contradicciones desde el corazón del sistema. Señaló que el capitalismo, aunque diferente de otros métodos de producción que le precedieron, es una sociedad de clases. Una pequeña minoría, la burguesía, controla los medios de producción, como las fábricas, mientras que la amplia mayoría, la clase trabajadora, tiene que vender su fuerza de trabajo a la clase capitalista para poder sobrevivir.
Los defensores de este sistema sostienen que las grandes riquezas las genera la «innovación» de la burguesía. Pero para Marx, toda la riqueza de la sociedad está creada por la fuerza de trabajo de los obreros, y los beneficios provienen de que los capitalistas roban una proporción de esa riqueza. La diferencia entre el valor de lo que los obreros producen y lo que se les paga, lo que Marx denominó «plusvalía», se la embolsan los capitalistas y se convierte en la fuente de sus beneficios.
En El Capital Marx también investigó por qué el sistema tiene una tendencia a moverse a través de ciclos de prosperidad y depresión. Señaló que el capitalismo está basado en la producción de mercancías para el mercado, en el cual los agentes capitalistas compiten los unos con los otros individualmente para obtener mayores beneficios que sus rivales. Marx describió la motivación de la burguesía como «¡Acumulad, acumulad! ¡Así suenan Moisés y sus profetas!»
Los empresarios congelan los sueldos de los trabajadores, aumentan sus horas de trabajo y empeoran sus condiciones laborales a la vez que invierten en maquinaria que pueda incrementar la productividad. Pero en esta competición reina la anarquía de mercado. Cada capitalista se apura en producir mercancías con los que obtener beneficios, pero como otros tantos capitalistas siguen la tendencia, se producen más mercancías para la venta, y las invendidas empiezan a apilarse. La crisis de sobreproducción lleva a las empresas a la quiebra y a los obreros al paro. El gasto en bienes de consumo cae y tiene lugar una crisis general.
A pesar de este caos, El Capital muestra cómo estas crisis contienen las semillas de la regeneración del sistema. Las grandes empresas compran la maquinaria de sus rivales derrotados, creando empresas aún mayores.
Marx dijo que el capitalismo es el sistema de producción más dinámico que el mundo haya visto nunca, creando la posibilidad, por primera vez en la historia, de que todo el mundo tenga un nivel de vida decente. Pero como la necesidad de generar beneficios está por encima de todo lo demás, esta posibilidad nunca puede realizarse. Haría falta un tipo de sociedad muy diferente, un sistema socialista basado en el control de la economía por parte de los trabajadores, para que esto se hiciese realidad.
Marx vió que los capitalistas, como cualquier otra clase dirigente, no entregarían su poder por voluntad propia. Éste debería serle sustraído por la fuerza, con una revolución obrera. Con ese fin escribió Marx el primer volumen de El Capital, que apareció en 1867. Y el regreso de la crisis económica en el sistema a fines de la década de los 1850 apuntó la posibilidad de crear una nueva organización revolucionaria. Ésta fue la oportunidad que devolvió a Marx y Engels de nuevo a la palestra.
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