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Respuesta al Dr Soler Alemà

Marx y los marxistas

Fuentes: Rebelión

En su artículo «Mario Bunge», publicado en un número reciente de la revista Rebelión (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=104702), el Doctor Jordi Soler Alemà sostiene que concuerda con mi filosofía de la ciencia, pero critica algunas de mis afirmaciones sobre Marx. Comentaré brevemente algunas de sus críticas. La más seria de las acusaciones de mi crítico es que cometo […]

En su artículo «Mario Bunge», publicado en un número reciente de la revista Rebelión (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=104702), el Doctor Jordi Soler Alemà sostiene que concuerda con mi filosofía de la ciencia, pero critica algunas de mis afirmaciones sobre Marx. Comentaré brevemente algunas de sus críticas.

La más seria de las acusaciones de mi crítico es que cometo la

«falacia» de afirmar que algunos de los artículos que publicó el New York Daily Tribune con la firma de Karl Marx fueron escritos por su colaborador, amigo y benefactor Friedrich Engels. Confieso que yo no obtuve esta información consultando los tomos 38 y 39 de la versión inglesa de las obras completas de Marx y Engels. La saqué de la biografía de Engels, tan bien documentada como objetiva, debida a Tristram Hunt, Marx’s General (New York: Henry Holt, 2009), pp. 196-197.

Otra acusación del Doctor Soler es que confundo a Marx con los marxistas y que, como muchos de éstos, sólo uso fuentes secundarias. Admito que no he leído los 50 tomos de la obras completas de Marx y Engels. Pero sí he leído las más conocidas de ellas, y traduje al castellano el grueso tomo de la correspondencia escogida de ambos pensadores, así como la segunda mitad de la Dialéctica de la naturaleza, de Engels. También impartí el primer el curso sobre filosofía marxista en la universidad canadiense McGill. En este curso me limité a algunas obras de Marx, Engels y Lenin. No lo repetí porque encontré que muchos estudiantes estaban más familiarizados que yo con la hagiografía marxista. Por ejemplo, algunos habían leído a Louis Althusser, a quien yo no trago. En resumen, aunque no soy hagiógrafo de Marx, tampoco lo desconozco tanto como presume el Doctor Soler.

El Doctor Soler me reprocha el no haberme ocupado de la alienación, tema de su tesis doctoral. Es verdad, y el motivo es que, si bien se ocuparon de este tema el joven Marx, así como Rousseau y Hegel, en mi opinión dejó de ser un problema filosófico, para convertirse en un problema científico, en cuanto nació la psicolgía social. En 1974, cuando coincidí en un congreso mundial de sociología con el director del Instituto de Sociología de la ex-URSS, le pregunté qué problemas estaban investigando. (Este instituto, organizado recién en 1957, formaba parte del Instituto de Filosofía, y sus miembros habían estudiado flosofía, no sociología.) Me contó que el problema que más les interesaba en ese momento era el de la alienación que sentían los jóvenes cuando pasaban del colegio secundario al Mercado de trabajo. Esa transición era trumática, porque la realidad que enfrentaban en el trabajo estaba muy lejos de los nobles ideales que les habían enseñado sus profesores. El investigador de marras agregó que este hecho falseaba la hipótesis de Marx, de que la alienación es característica de la sociedad de clases, de modo que no debiera existir en la URSS, por ser una sociedad socialista. Mi interpretación era que la hipótesis falsa era la de que la sociedad soviética fuese socialista.

Pero dejemos las recriminaciones y vayamos a algo más interesante: mis principales discrepancias con Marx, el gran economista y activista social. Ellas son las siete siguientes, que he expuesto en detalle o esquemáticamente en varios de mis libros.

  1. Dialéctica. He sostenido que las llamadas leyes de la dialéctica, tales como fueran formuladas por Engels y Lenin, son falsas en la medida en que son inteligibles. La primera «ley», de la lucha y unidad de los opuestos, es falseada por la existencia de cosas simples, tales como los electrones y los fotones. Y no todas las cosas complicadas, tales como los seres vivos y las empresas, están divididas en mitades que «luchan» entre sí. Por ejemplo, que yo sepa, el Doctor Soler no es esquizofrénico. La segunda «ley», de la «negación» de la «negación», es incomprensible mientras no se aclare qué se entiende por «negación» ni por «sublación» (Aufhebung) en el plano óntico. Dudo que mis nietos sepan que son dobles negaciones de su abuelo. Finalmene, la tercera «ley» dialéctica, la de la «transformación de cantidad en cualidad», no tiene sentido en esta formulación, ya que toda cantidad física es cantidad de algo (agua, hierro, o lo que fuere) que posee ciertas cualidades (propiedades). Lo que sí tiene sentido y es vedadera es la afirmación de que hay puntos críticos o cambios de fase, o incluso de especie, tales como la evaporación y la transmutación de elementos. En todo caso, una ontología seria no puede resumirse en tres enunciados, menos aun si están formulados en un lenguaje impreciso. Pero no hay por qué angustiarse por esto ya que, según me aseguró un filósofo soviético, Marx emplea la palabra ‘dialéctica’ solamente seis veces en su obra maestra.

    2 Admiración por Hegel. Tanto Marx como Engels y Lenin sintieron siempre una admiración desmesurada por Hegel, a quien yo considero como el más hermético y pernicioso de los filósofos de la Contra-Ilustración. Engels examinó la ciencia de su tiempo para corroborar su conjetura de que Hegel había sido su profeta. Y Lenin declaró que «la dialéctica es el álgebra de la revolución» y desperdició todo un año de su exilio en Zürich estudiando y anotando la «gran» Lógica de Hegel, en lugar de estudiar y criticar la sociología que estaba naciendo al mismo tiempo. El culto de Hegel fue parte de la ideología comunista hasta hace poco. Irónicamente, mientras Alemania estuvo dividida en dos, hubo una Hegel Gesellschaft, con su anuario correspondiente, en cada una de ellas. Es verdad que Marx y Engels criticaron el idealismo de Hegel, pero se les escapó su culto del absurdo y su rechazo de toda la ciencia moderna. Engels incluso repitió la afirmación de Hegel, de que las leyes de Newton se deducen de las de Kepler. Ni él ni Hegel sabían que lo particular no puede implicar a lo general. Este desprecio de los marxistas por la lógica formal tuvo dos consecuencias nefastas. Una fue el ataque a los primeros matemáticos rusos que se atrevieron a hacer lógica moderna. La otra consecuencia fue la tesis, que comparte el Doctor Soler, de que la «lógica dialéctica» es la teoría del cambio, mientras que la lógica matemática es estática. Esta tesis es triplemente absurda. Primero, porque confunde lógica con ontología, lo que es explicable en un idealista objetivo como Hegel, pero inadmisible en un materialista. Segundo, porque el estudio científico del cambio no es apriorista sino que tiene un componente empírico. Tercero, porque la lógica dialéctica no existe fuera de un libro del difunto filósofo mexicano Eli de Gortari.

    3 Dualismo economía/cultura. En su Anti-Dühring Engels dividió la sociedad en dos partes: la infraestructura material, o economía, y la superestructura ideal (todo lo demás). Yo sostengo que esta es una transposición del dualismo cuerpo/mente, de la psicología precientífica a la ciencia social. Un materialista consecuente distinguirá distintos subsistemas en toda sociedad (p. ej., economía, política y cultura), pero concebirá cada uno de esos subsistemas como un sistema material, por estar constituído por entes materiales: personas y

    artefactos.

    4 Economismo. Entiendo por ‘economismo’ la tesis de que la economía es el primer motor de la sociedad. Marx y Engels defendieron esta tesis, y hoy día es compartida por Gary Becker y otros influyentes miembros de la Escuela de Chicago. Yo creo que vale a veces, pero otras no. Por ejemplo, la secularización, la alfabetizaciónn masiva y la democracia política (o «formal») fueron tan revolucionarias como los cambios de modo de producción y de régimen de propiedad. Y nadie niega la potencia de las grandes innovaciones generadas por ciertos inventos, pero los marxistas aun debaten la cuestión de si la tecnología pertenece a la infraestructua o a la superestructura.

    5 Pragmatismo. En la más famosa de sus tesis sobre Feuerbach, y que figura en su loa sepulcral, Marx afirmó que ya era hora de que los filósofos pasasen, de «interpretar» el mundo, a cambiarlo. Yo interpreto este enunciado ambiguo como un llamado a la praxis social sin ciencia social y, en particular, sin sociología. Imagino que los exégetas de Marx proponen interpretaciones diferentes. Pero el hecho es que, en el curso del último siglo, las ciencias sociales se desarrollaron casi exclusivamente fuera del marco marxista. Las excepciones fueron la antropología y la arqueología rusas y los historiadores marxistas británicos de la segunda mitad del siglo pasado. En particular, el derrumbe de la URSS tomó por sorpresa a los estudiosos marxistas dentro y fuera de esa nación. porque se habían especializado en criticar al capitalismo, no en investigar las graves fallas del llamado «socialismo realmente existente».

    O sea, la adhesión dogmática a unas ideas que fueron

    originales en siglo XIX les impidió ver lo que pasaba delante de sus narices.

    6. Planeación. Yo sostengo que ni Marx ni Engels ni Lenin esbozaron planes para despés de la revolución proletaria. Creían que ésta sería una consecuecia automática de la «rebelión del modo de producción contra la forma de intercambio», como escribió crípticamente Engels hacia el final de su Socialismo utópico y científico (1880). La planeación le pareció cosa de los socialiatas utópicos. Y Lenin llegó a decir que sería tan simple como un juego de niños. El resultado es que los bolcheviques no empezaron a reconstruir la sociedad sino una década después, cuando se inició el Primer Plan Quinquenal, que tuvo un éxito sensacional. Creo que esta tardanza se explica por tres motivos: la necesidad de pelear contra las 14 fuerzas invasoras extranjeras, sí como contra los enemigos internos, tanto reales como imaginarios; la creencia en el determinismo histórico de Hegel y Marx; y el hecho de que el único revolucionario comunista con experiencia empresarial fue Engels, muerto dos décadas antes de la Revolución de Octubre. Todos los revolucionarios de Octubfre fueron, o bien intelectuales, o bien revolcionarios profesionales.

    7. Dictadura del proletariado. En 1848 Marx, con ayuda de Engels, inventó el comunismo moderno al concebir el Manifiesto Comunista. Pero lo abortó en 1875 cuando criticó el programa de Gotha, del partido socialista alemán. El primer documento (que no tuvo la menor influencia en su tiempo) proclamó la necesidad e inevitabilidad de la «emancipación universal», en tanto que el segundo criticó las libertades

    «burguesas» y propuso que, al subir al poder, los socialistas debían implantar la «dictadura del proletariado». Tanto Marx como sus sucesores aseguraron que esta dictadura se «marchitaría» con el tiempo, pero no explicaron el mecanismo de semejante marchitamiento: su afirmación fue uno de los tantos dogmas de Marx y sus sucesores. Lo peor del caso es que la dictadura es lo opuesto de la socialización, y que la socialización de las fuerzas productivas es imposible bajo una dictadura. Socializar es compartir, y no hay comunidad allí donde una pequeña minoría, tal como un partido político, impone sus intereses y sus ideas a la mayoría de la gente.

    Marx remplazó su noble idea inicial, de emancipar a todo el mundo y construir una sociedad de socios, por la idea siniestra de la dictadura del proletariado. Ya sabemos que ésta acabó en desastre y, para peor, desacreditó al socialismo.

Termino. Los socialistas tienen dos caminos posibles. Uno es repetir los crímenes del socialismo estatista y los renuncios de la socialdemocracia o socialismo municipal. El otro camino es repensar y rehacer el socialismo como una ampliación de la democracia política, que incluya a todos los subsistemas de la sociedad: la economía, la política y la cultura. Esta es una de las tesis de mi Filosofía política (Barcelona y Buenos Aires: Gedisa, 2009).