¿Marxismo en el siglo XXI? Para los intelectuales orgánicos al servicio del imperialismo y del capital a nivel mundial, esto resulta un anacronismo. Hablar de la vigencia de las ideas de Marx y Engels, así como las de sus continuadores, no tiene sustento, puesto que la realidad ha demostrado la invalidez de las mismas, […]
¿Marxismo en el siglo XXI? Para los intelectuales orgánicos al servicio del imperialismo y del capital a nivel mundial, esto resulta un anacronismo. Hablar de la vigencia de las ideas de Marx y Engels, así como las de sus continuadores, no tiene sustento, puesto que la realidad ha demostrado la invalidez de las mismas, señalan los ideólogos neoconservadores, los pensadores posmodernos y los intelectuales «bien pensantes».
Ante esta afirmación cabe plantear lo siguiente: 1. Si el marxismo no tiene ninguna validez por qué se destinan ingentes recursos para denostarlo, y; 2. por qué si es obsoleto se tiene temor a que se conozcan sus planteamientos, se estudie, reflexione y discuta sobre los mismos.
Tras la caída del muro de Berlín, la desaparición de los llamados regímenes socialistas de Europa del Este y la implosión de la Unión Soviética, la propaganda imperialista pretendió convencer al mundo de la superioridad del capitalismo sobre cualquier otra forma de organización humana. La único que quedaba por hacer era perfeccionarlo. La historia había llegado a su fin, a decir de Francis Fukuyama. Para Laclau y Mouffe lo que hay que establecer es una «democracia radical»; para Negri una «democracia absoluta». Todo esto dejando intacto el sistema capitalista.
Embriagados de felicidad, el imperialismo norteamericano y sus aliados europeos pretendieron imponer al mundo sus directrices políticas y económicas. Los países que intentaron adoptar un rumbo diferente al señalado o que aspiraban mantener una política soberana, fueron sometidos a brutales agresiones. Panamá e Irak fueron invadidos bajo la administración de Bush padre. Clinton desató la invasión a Yugoslavia, al mismo tiempo que aprobaba un sinnúmero de leyes extraterritoriales para fortalecer el bloqueo contra Cuba.
Las burguesías criollas, a través de los gobernantes de turno en cada uno de los países del tercer y cuarto mundo, entregaban a las transnacionales del imperialismo los recursos de los pueblos mediante la aplicación despiadada del modelo neoliberal. La polarización entre ricos y pobres se hizo cada vez mayor. En los países de Europa del Este la esperanza de vida bajo de 70 a 50 años de vida. Las mafias de la droga y la prostitución proliferaron por todo lado. La propaganda imperialista, divulgada a través de los medios de desinformación masiva, ocultaba estos hechos fundamentales. Los centros académicos en el mundo se sumaban a esta campaña. Todo en nombre de la libertad y la justicia. Intelectuales otrora identificados como de «izquierda», se adhirieron al discurso del imperialismo y la burguesía. En fin de cuentas pensar, ser crítico y radical no es políticamente correcto para estos intelectuales «progres». Esta intelectualidad recibe los beneficios del establishment que financia sus investigaciones, publica sus trabajos y difunde sus ideas. La mano siniestra de la CIA, a través de la USAID, de la NED, ha posibilitado la creación de institutos, de centros académicos caracterizados principalmente por sus ataques contra el marxismo revolucionario.
Esta corriente disfrazada todavía de progresista en ciertas ocasiones, está integrada por ex marxistas, ex comunistas, ex revolucionarios, ex guerrilleros izquierdistas que han sido cooptados y asimilados por el sistema al que hoy defienden ya sea abierta o disimuladamente, dependiendo del escenario donde vayan a actuar.
Estos intelectuales, «mezcla de esclavos y mercenarios», a decir de Aníbal Ponce, defienden postulados metafísicos al negar la historicidad social, la dialéctica, las contradicciones sociales y la existencia de un sujeto revolucionario que posibilite la transformación de la sociedad capitalista.
Hegel formuló la tesis: «todo lo real es racional, y todo lo racional es real». Engels explica que para Hegel no todo lo que existe, ni mucho menos, es real por el solo hecho de existir. El atributo de la realidad sólo corresponde a lo que, además de existir, es necesario.
Los hechos sucedidos en la última década del siglo XX y la primera del XXI han demostrado objetivamente que la historia no ha llegado a su fin, que el capitalismo es un sistema irracional y que, por lo tanto, su existencia no es ya necesaria. «La verdad es siempre concreta», decía Hegel. Esto es lo que los intelectuales orgánicos de la burguesía y el imperialismo, los bien pensantes posmodernos quieren ocultar. Por ello temen a las ideas del marxismo revolucionario, porque el método dialéctico sobre el que se levantan, como señala Atilio Boron, demuestra que el capitalismo y sus instituciones no son eternas y que, tarde o temprano, con la lucha de los pueblos este oprobioso sistema irá a parar al basurero de la historia.
Marx en la segunda tesis sobre Feuerbach señaló que «es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento».
Iñaki Gil de San Vicente, militante comunista y luchador independentista vasco, analiza con profundidad a lo largo de trece capítulos que componen la presente obra sobre la importancia y vigencia del pensamiento de Marx, Engels, Lenin, Trotsky y Che Guevara.
Enemigo de repetir eslóganes, frases sueltas, descontextualizadas que son utilizadas en forma interesada para sustentar dogmas y creencias, Iñaki hace una reflexión exhaustiva a las preguntas planteadas, a través de las cuales se pretende descubrir si efectivamente el marxismo en la práctica ha demostrado la verdad de sus postulados y, por lo tanto, su validez para la praxis revolucionaria de los pueblos oprimidos por el imperialismo y la burguesía explotadora.
José Carlos Mariátegui afirmó que «el marxismo es el único modo de proseguir y superar a Marx». El estudio riguroso de su obra nos permitirá verlo en su verdadera dimensión: no como un dios, pero tampoco como un simple mortal que nada hubo de aportar para el pensamiento humano y la lucha de los pueblos, de la clase trabajadora por alcanzar una sociedad más justa y más humana.
Iñaki presenta sus respuestas sustentándolas en un examen implacable de la obra de Marx, Engels, Lenin, Trotsky y Che Guevara. Pero no solo de ellos. También recurre a otros pensadores que han dedicado sus trabajos e investigaciones al estudio del pensamiento marxista, del cual ellos ya forman parte.
Es posible que las y los lectores se sientan en ciertos momentos cansados frente a la utilización excesiva de citas por parte del entrevistado. No obstante esto posibilitará al lector la búsqueda de otros documentos, libros e investigaciones que le permitan tener una mejor y mayor comprensión de la obra de Marx, Engels, Lenin, Trotsky y Che Guevara. Al final del estudio de esta obra, las y los lectores tendrán las herramientas teóricas necesarias para responder a la pregunta de si es o no pertinente hablar del marxismo en el siglo XXI.