La visita del Jefe de la Iglesia Católica, hábilmente difundida por los mecanismos de comunicación masiva, ha concitado la atención general. Entre las muchas cosas que dijo y quiso decir, hay una referida al calificativo que lanzo en Cuba, manifestando que «el Marxismo es obsoleto.» Esta afirmación me motivo recordar algunos elementos históricos. El pensamiento […]
La visita del Jefe de la Iglesia Católica, hábilmente difundida por los mecanismos de comunicación masiva, ha concitado la atención general. Entre las muchas cosas que dijo y quiso decir, hay una referida al calificativo que lanzo en Cuba, manifestando que «el Marxismo es obsoleto.»
Esta afirmación me motivo recordar algunos elementos históricos. El pensamiento de Marx inicia públicamente al concluir la primera mitad del siglo XIX, con el famoso Manifiesto Comunista.
Desde entonces hasta ahora sus teorías y su propia filosofía se han hecho todopoderosas porque son ciertas.
Entre muchas cosas, la humanidad le debe a Marx el descubrimiento de la plusvalía, base de la acumulación capitalista, vía de la apropiación del excedente. También es de su autoría el descubrimiento de las leyes del desarrollo social.
Su filosofía materialista es mucho más creíble y probada en la realidad testaruda que cualquier otra filosofía idealista en la que se fundan las distintas religiones del mundo.
En lo político y económico. No podemos desconocer que el siglo XX, fue una centuria revolucionaria a base de las teorías de Marx que plantean la revolución social como el camino para alcanzar la libertad, la igualdad y el bienestar de la humanidad.
Muchos pueblos se lanzaron a lo largo y ancho del planeta, a poner en práctica la teoría marxista de la revolución social. Admitamos que ha habido errores en su aplicación, es evidente, pero el laboratorio de la práctica no puede desmerecer la consistencia de la teoría.
El capitalismo está en crisis. La grosera apropiación privada del excedente acumulativo, genera polos humanos irreconciliables. Muy pocos ricos son cada vez más ricos, dueños del 95% de la riqueza, mientras miles de millones de seres humanos no alcanzan a los beneficios de los servicios básicos indispensables y mucho menos a los avances tecnológicos. Los principales países capitalistas están quebrados. Norteamérica tiene una deuda pública acumulada imposible de pagar. La Unión Europea, a punto del colapso, solo atina a reducir los beneficios de los trabajadores con la esperanza inútil de enfrentar su desastre económico. Los pueblos ya no aguantan la miseria, el hambre y la desigualdad. La primavera árabe, es un síntoma de descontento, como lo son los indignados de todo el mundo.
Habrá de llegar un momento en que la fuerza de las armas, por modernas que sean, no contendrá la lucha de los pobres en procura de un mundo mejor.
Ese mundo mejor destruirá la propiedad privada sobre los medios de producción y consecuentemente, el excedente acumulativo será de beneficio colectivo. Eso es inevitable.
Precisamente esas son las bases que construyen la filosofía marxista y la hacen todopoderosa.
En contrapartida, las ideologías y las iglesias, cualesquiera que sean, incluyendo la católica, están en crisis. No fundamentan una posición creíble de la realidad y se amparan solamente en la fe ciega que no analiza y no permite cuestionar nada. Eso hoy, en el siglo XXI, es cada vez mas obsoleto.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.