A Fernandez Retamar Murió Roberto Fernández Retamar, poeta, intelectual cubano. Revolucionario que vio arder lo nuevo, lo desconocido. Murió Fernández Retamar y con él sale a caminar hacia Otros Mundos la magia de su trazo enérgico. La muerte como presencia. La pluma como fuego. De chico lo admiré, seguí sus poemas como llama viva de […]
A Fernandez Retamar
La muerte llama a la puerta. Se fueron el gran Joao Gilberto y el admirado Claudio Naranjo. Si, a esta altura debo comentar una digresión: unos días antes que muriese el psiquiatra y psicólogo transpersonal, le había escrito para entrevistarlo en unas semanas más en la sección de la entrevista «desde el pié» de Percepciones. Una vez más la vida hace una gambeta y aquí las teclas no se detienen y figuran una nueva imagen de la muerte. Me detengo y viene a la memoria la filósofa Marta Harnecker, quien murió hace apenas un poco más de un mes. Otra de las gambetas. La busqué en la Feria Internacional del Libro en Santiago de Chile hace dos años y solo logré encontrar un libro fundamental sobre las asambleas ciudadanas y esos Otros Mundos que se van pariendo en estos tiempos desde abajo.
Sin dudas la muerte como presencia, como figuración, como símbolo. La pregunta es sobre la muerte. ¿Qué es la muerte?, ¿qué hay después de la muerte? Preguntas capitales para la filosofía. Preguntas que nos invitan a ir hacia un adentro que nos parece lejano y externo. El filósofo alemán Martín Heidegger, se preguntó en los albores del exitencialismo, sobre la muerte y su reflexión llegó a una respuesta externalizante: lo más cercano que se puede estar a la noción de la muerte es estar en el exacto momento de la muerte de un ser querido. Sin embargo, me pregunto cuánto vale la vida o la muerte en ese exacto minuto que un filósofo adscribe a nazismo desde su juventud y las calderas prestas a un nuevo genocidio para en el planeta. La materialización, la obra concreta ha sido una forma de calmar la angustia ante la muerte y la perpetuación de la obra como una forma de trascendencia. Sin embargo, el materialismo nos ha puesto en una encrucijada civilizatoria: la obra es muerte, es sobreexplotación, es un genocidio lento y silencioso a través de la destrucción del planeta, a través de un sistema de explotación que ya no reviste ninguna variable lógica ni matemática. La explotación por la explotación misma. La teoría del mercado como sacralización de la vida en la mejor góndola del supermercado o del último shopping.
La muerte irrumpe y el miedo se patentiza. El infierno es la consigna a gambetear. De purgatorios a paraísos, la ideología fatalista como decía el pedagogo brasileño Paulo Freire o ideología del miedo o de la muerte, son los mecanismos que se reproducen para externalizarnos como si fuésemos divisas que circulan en la bolsa de Londres. El más allá como represión y anulación del goce, del disfrute, de la abundancia como encuentro con la naturaleza en vez de un plan sistemático para su exterminio. Las formas son las de estructuras anquilosadas que toman arquitecturas de grandes instituciones estatales y paraestatales que consolidan un mismo fin: la muerte como fin, el miedo como método. Una ideología apocalíptica que se encierra en unas páginas de la Biblia. Seguramente las páginas más interesantes de un libro que de sagrado pasa a configurar un arma de destrucción masiva en estos tiempos por Nuestra América. Una vez más la muerte, por qué aparece la muerte. Podría ensayar unas líneas sobre la memoria y la historia relacionado a este tema de meditación en este escrito que intenta abrirnos a otros mundos desde nuestra propia existencia, la de cada unx y sus instancias comunitarias. Es que la muerte parece que es una realidad permanente en nuestros pueblos cuando intentan sacar la trompa de su sometimiento, de una opresión que es más evidente día a día. Esta semana asesinaron a otro comunero Mapuche del otro lado de la Cordillera y se suman a la memoria de Camilo Catrillanca, Matías Catrileo de aquel lado y Rafael Nahuel y Santiago Maldonado de este lado. Genocidio que reviste las características de permanente, claro que nada tiene que ver con una revolución permanente. Es el estado de un lado y otro de la cordillera que elimina al diferente, que racializa e impone una doctrina que anula derechos de todo tipo.
Mientras tanto, de este lado de las montañas, en Las Grutas, se realizó el 2° Parlamento de las Mujeres Originarias por el Buen Vivir, donde estuvo la machi Francisca. Autoridad Mapuche que estuvo detenida injustamente, por el estado de Chile, en el penal de mujeres de Temuco, por el solo hecho de defender el cerro de una empresa que quería desmontar y el estado ni siquiera chileno ni siquiera había pedido un informe impacto ambiental como tampoco había respetado el derecho a la consulta previa e informada de la OIT. La Machi, quien es mujer medicina, sabe de las verdades del monte y del poder curativo de las plantas. Las mujeres originarias de distintos puntos cardinales se reunieron para profundizar un camino que es inexorable: del «se va a caer el patriarcado» de las mujeres urbanas a la autodeterminación de sus territorios y la búsqueda de descolonizar también el feminismo. Gritos urbanos, campesinos e indígenas que plantean un camino sin retorno donde la ideología de la muerte, como producto del patriarcado para dominar todos los territorios, desde los cuerpos de las mujeres hasta las tierras libres de los pueblos, va a caer, lo van a derribar.
Cada mañana al salir el sol, abajito los fuegos se multiplican. Fuegos que se contagian y se multiplican sin que el panóptico los pueda reconocer. Allí abajo, donde los nombres aún son desconocidos por los medios de des-información y las redes-alinantes, las manos labriegas hacen de la pedagogía de la esperanza una alternativa al infierno. Se va a caer la opresión de cúpulas asfixiantes con formas de relato antiguo. Es tiempo de parir lo nuevo, es tiempo de reconocer el fuego vivo del saber presente. Y vuelvo al principio, Fernández Retamar es uno de aquellos que han parido algunas semillas de lo nuevo. La poesía como forma, la llama como sentido.
Que veremos arder
Abel derramó su sangre en el comienza. No lo siguieron más que los humildes, los olvidados. Y, luego de andar sobre el mar, Quedaron doce, y todo empezó de nuevo. Bajaron con barbas al romper el año, Y tuvieron discípulos sobre la vasta tierra.
Esto lo sabía ya el libro.
Pero los símbolos que ellos hicieron No tenían libro: los que hicieron las cosas No tenían nombres, o al menos sus nombres No los sabía nadie. Las fechas que llenaron Estaban vacías como una casa vacía. Ahora sabemos lo que significan Cuartel Moncada, 26, Lo que significan Camilo, Che, Girón, Escambray, octubre. Los libros lo recogen y lo proponen.
El viento inmenso que lo afirma barre las montañas y los llanos Donde los que no tienen nombre, O cuyos nombres no conoce nadie todavía, Preparan en la sombra llamaradas Para fechas vacías que veremos arder.
La seguimos…
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.