Recomiendo:
0

Más allá del manual, la vida

Fuentes: Rebelión

Acababa yo de leer un texto que arremetía contra otros del mismo signo ideológico cuando deploré ante un amigo los disensos en el seno de la izquierda, donde, añadí, se precisan mentes buidas y sintetizadoras como las de Lenin para imprimir a la doctrina el impulso que la praxis requiere. Para guiar la acción a […]

Acababa yo de leer un texto que arremetía contra otros del mismo signo ideológico cuando deploré ante un amigo los disensos en el seno de la izquierda, donde, añadí, se precisan mentes buidas y sintetizadoras como las de Lenin para imprimir a la doctrina el impulso que la praxis requiere. Para guiar la acción a puerto seguro.

«Pero ¿acaso uno espera a estudiar un manual de sexología para darse al gozo erótico, o en general accede a este por instinto?», me espetó el hombre, al que miré como reconociéndole la boutade, la frase ingeniosa con que emergió de la prueba, en tanto para mis adentros lo acusaba de practicismo ramplón, porque se sabe que sin teoría revolucionaria no habrá movimiento tal.

Si Ulianov comandó la Revolución de Octubre «contra El Capital» -al decir de Gramsci-, o sea, a despecho de la previsión del salto en un capitalismo desarrollado, en el cual las fuerzas productivas entran en contradicción con las relaciones de producción, como consideraba Marx, fue porque ahondó en el método de este y en la realidad contemporánea, para concluir que podría quebrarse primero el eslabón más débil de la cadena del imperialismo, en un ámbito transido de avance desigual.

Asimismo, el clásico de Simbirsk alcanzó a distinguir nuevos rasgos esenciales, apenas delineados antes como tendencia: la concentración de la producción y la creación de los monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica; la fusión del capital bancario con el industrial y la consiguiente configuración de la oligarquía financiera; la exportación de capitales; la formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, que se reparten el planeta, y la culminación de esa división territorial entre las potencias más señaladas.

Como siempre, la izquierda está convocada a aprehender intelectivamente el momento. En la actualidad, habría que responderse interrogantes como la planteada, en agudo artículo aparecido en Rebelión.org, por Fernando Moreno Bernal: ¿El neoliberalismo representa una nueva etapa o una degeneración del capitalismo? Considerarlo mera fase podría implicar la pérdida del horizonte del final de este. Otra cosa resultaría explicar que «el mecanismo de la plusvalía ya no le permite una reproducción normalizada del capital, por lo que no le queda más remedio que exprimir los mecanismos de obtención de beneficios en el comercio internacional y en la esfera financiera, tensionando el sistema-mundo capitalista al máximo y llevando la explotación de mano de obra y de los recursos naturales al límite de lo insostenible […]» A estas alturas, «el sistema capitalista es el neoliberalismo. No hay posibilidad de otro capitalismo. Tan solo de caminar hacia la construcción del post-capitalismo».

Para mayor inri, la crisis se manifiesta más crudamente en los Estados Unidos y la Unión Europea, porque la emergencia del BRICS (Brasil, Rusia, la India, China, Sudáfrica) les impide el saqueo total, por medio del intercambio asimétrico. «Al quedar limitada esta fuente de obtención de beneficios al sistema capitalista no le queda más remedio que explotar al máximo a la masa asalariada de sus territorios, llegando al límite y provocando la deslegitimación y la contestación social que acabará con él definitivamente», profetiza Moreno Bernal.

Profecía no sé si atinada con respecto a un plazo mediato, porque escaldado anda uno de tantas conjeturas frustradas por la proverbial capacidad de recomposición a toda costa y a todo costo, incluso del planeta y la especie. Lo que sí resulta verdad de Perogrullo es que uno no puede aguardar apoltronado el paso del cortejo fúnebre del enemigo, en actitud atentatoria del aspecto subjetivo, activo, de voluntad acerada que proclama el marxismo.

Por supuesto que la izquierda no puede coincidir en todas sus cogitaciones, pues incurriría en la negación del propio ser del pensamiento, la contradicción dialéctica, mas convengo con mi docto amigo en que las diferencias no nos pueden detener en la lucha, no nos deben truncar el cumplimento del ¿axioma de la razón?, ¿aguijón del miocardio?, en cuanto a que cada protesta representa un hito tangible en el trastabillar, en la caída del neoliberalismo.

Mientras debatimos sobre cuestiones como la ampliación del sujeto transformador más allá del proletariado, la praxis histórica nos exige comulgar no solo de palabra con los zapatistas chiapanecos, los sin tierra brasileños, los indignados europeos… con todos los erguidos frente a quienes marginan a cada vez más amplios sectores. Y para ello se precisa algo más que el lado teórico del asunto. La izquierda tiene que estar allí, entre los contestatarios. Nada, que el fraterno lleva razón con su símil de lujo. En el gozo (la práctica) no deviene imprescindible la edición más trabajada, completa del «manual», porque esperándola podríamos morir en perfecto celibato. O en el más inverecundo de los quietismos políticos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.