Resumen de lo anterior. Alan Woods y Ted Grant publicaron a mediados de los noventa Razón y revolución. Filosofía marxista y ciencia moderna. La traducción castellana fue editada por la Fundación Federico Engels. El ensayo incidía sobre las relaciones entre la filosofía marxista y los resultados de algunas disciplinas científicas. Manuel Martínez Llaneza tuvo el […]
Resumen de lo anterior. Alan Woods y Ted Grant publicaron a mediados de los noventa Razón y revolución. Filosofía marxista y ciencia moderna. La traducción castellana fue editada por la Fundación Federico Engels. El ensayo incidía sobre las relaciones entre la filosofía marxista y los resultados de algunas disciplinas científicas. Manuel Martínez Llaneza tuvo el acierto de escribir una crítica, que apareció en Rebelión, centrada en algunos capítulos, de la obra. «La ciencia mal-tratada» (http://www.rebelion.org/docs/60179.pdf) es el título de su trabajo. Félix Monasterio-Huelin Maciá publicó un comentario crítico al trabajo de Llaneza: «La ciencia mal-tratada de Manuel Martínez Llaneza. Del «análisis» de casos a la ocultación de los principios» (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60228). Apareció en rebelión, el 9 de diciembre de 2007 . Yo mismo hice una primera aproximación que se publicó el lunes pasado, día 10 de diciembre, también en Rebelión («Crítica a una crítica precipitada»: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=60241). Añado ahora algunas críticas más, no todas las que sugiere el comentario, en mi opinión poco matizado, de Monasterio-Huelin. Lo haré puntualizando algunas de sus afirmaciones.
1. «Entonces ya tenemos un autodeclarado marxista, MML, que es un buen marxista, pero que no comparte el materialismo dialéctico (salvo para «aspectos sociales e históricos…»). Desgraciadamente nos propone ninguna alternativa, sino el más puro academicismo cartesiano: las diferentes disciplinas y sus modalidades deben separarse en cátedras y revistas especializadas. Pero esto, a mi entender, no deja de ser una forma de dogmatismo, que excluye si no entiendo mal, la posibilidad de que todas las ciencias no sean, en el fondo, más que ciencias sociales, en el sentido de Sacristán, ‘ciencias de la realidad concreta«.
Dejando de lado la primera parte de la afirmación que me parece no sólo incomprensible o muy asignificativa, sino muy injusta con el enfoque ilustrado de Martínez Llaneza, para nada academicista, como se observa fácilmente al leer y estudiar su aportación, la última parte del paso seleccionado, la referencia a Manuel Sacristán, es simplemente un disparate.
Sacristán nunca defendió la tesis de que las ciencias, todas ellas, fueran ciencias sociales. Ni en el fondo ni en la forma. Entre otra razones, porque es imposible defender una afirmación así en un sentido que no sea metafórico. La física de partículas, la mecánica cuántica o la topología algebraica no son ciencias sociales. Sus ámbitos de investigación no son sociales.
La referencia a «la realidad concreta» de Monasterio-Huelin creo intuir que remite a una consideración de Sacristán sobre la finalidad del programa dialéctico, no sobre las ciencias. En la lectura del autor de Sobre Marx y marxismo, la dialéctica sería un programa de investigación, no científico pero basado en las ciencias, que aspiraría al conocimiento de las realidades concretas, singulares, objeto de investigación que no está presente en determinadas ciencias, sociales o naturales, que estudian abstractos tales como la composición de la materia del universo, la ley de conservación de la energía, las leyes del movimiento acelerado, o los aminoácidos, pero no, en cambio, en cuanto tales ciencias, la posición, fuerza, composición o movimiento de un objeto que se deslizaba el día 10 de diciembre, a las 18:30, a lo largo de los Campos Elíseos parisinos.
Los ejemplos usados por Sacristán en sus clases de metodología de las ciencias sociales remitían a cosas tales como, por ejemplo, una aproximación al estudio de la ciudad de Barcelona en la segunda mitad del XIV o al estudio global de un objeto singular como un antiguo reloj de pared que nuestra abuela conserva en su habitación de descanso. Para dar una visión completa de esta singularidad requeriríamos historia, física, ciencia de los materiales, saber matemático, demografía, historia familiar, derecho, economía,.. La imagen construida no sería una visión científica y corroborable, como puede corroborarse o no una predicción astronómica sobre la posición de tal o cual planeta, sino una construcción teórica, con arista artística, creativa, que se basaría en saberes científicos y en otro tipo de conocimientos.
2. «La disociación tradicional ciencias/humanidades parece muy anclada en el artículo de MML. Esto último que digo es claramente una interpretación al trabajo de MML, porque allí no lo veo claramente expuesto. ¿No me lo puedo permitir?»
Pues no, no se lo puede permitir. No debería permitírselo.
De hecho, el razonamiento de Félix Monasterio-Huelin Maciá toca el peligroso ámbito de las falacias: si no se ve claramente tal disociación tradicional, cada día más absurda y menos compartida, disociación que, conjeturo, no sólo nunca Martínez Llaneza ha compartido sino que de hecho, con su propia artículo, refuta claramente, ¿por qué se va permitir entonces nuestro crítico extraer una conclusión sin fundamento o con un presupuesto tan débil y arriesgado?
3. «En segundo lugar, ¿se cura uno en salud porque diga que el conjunto de los matemáticos forman un mundo de diferencias ideológicas? ¿Es una prueba de la autonomía de la matemática?»
No sé si esto no es cartesiano sino platónico, como afirma nuestro crítico, pero tanto da. Es igual, lo que él quiera. El enunciado de Martínez Llaneza es una afirmación empírica que remite a estudios sociológicos elementales sobre las comunidades de matemáticos y, desde luego, no es prueba en sí mismo ni pretende serlo, ni puede pretenderlo, de la autonomía de la matemática.
Pero, ¿qué quiere decir «autonomía de la matemática»? ¿Qué los estudios e investigaciones matemáticas cuelgan del aire? No, desde luego, casi nada cuelga de nuestro aire contaminado. Pero si con ello se quiere apuntar que los teoremas o resultados matemáticos, o gran parte de ellos, son independientes de tal o cual posición ideológica, pues entonces sí, es eso precisamente lo que se quiere decir. No hay duda razonable de que eso sea si. Ningún matemático, ninguna persona informada, ningún matemático cubano, ningún científico de la antigua URSS, puede sostener ni sostiene ni sostuvo que la raíz cuadrada de 2 sea un número racional, una fracción no conocida hasta la fecha Es igual que sea de derechas, de izquierdas, de extrema izquierda, leninista, chavista o consejista. Nadie, matemático o no, puede afirmar una enunciado así. ¿Por qué no? Simplemente, porque no es así.
No contarse historias, tampoco en estos ámbitos. Es un principio materialista esencial que, por cierto, era muy del gusto de Althusser.
4. «Porque esto ya no es cartesiano, sino platónico, justo lo contrario de lo que MML pretende, ya que sus argumentos sobre la ciencia son claramente antiplatónicos. No hubiese estado mal decir que Gödel no sólo era platónico sino pitagórico, ya que para él los números tienen una realidad tan palpable como las teclas que estoy pulsando, y en consecuencia que las matemáticas no se inventan sino que se descubren.»
No hay aquí ninguna diferencia obserable entre pitagorismo y platonismo. No aporta nada ese matiz.
Desde luego, por lo que sabemos de su filosofía de las matemáticas, además de sus propias declaraciones, Kurt Gödel era un platónico realista, es decir, alguien que otorgaba existencia en sí a los conceptos o teoremas matemáticos. No eran para él simples constructos humanos. Para Gödel un espacio vectorial de 15 dimensiones, con tales o cuales leyes de composición, existe si es pensable matemáticamente, si es consistente, como existe el Aneto o el mar Caspio.
5. «Pero para MML estas cuestiones no nos deben preocupar porque ahí tenemos los teoremas de Gödel, aclarados pedagógicamente en su crítica. ¿A cambio de qué la claridad cartesiana? Absolutamente de nada porque las implicaciones de estos teoremas, por su carácter autónomo, quedan resguardadas de lo inútil: de la metafísica. MML destila un desprecio hacia la filosofía, que yo ya he constatado infinitas veces en la mentalidad ingenieril y reduccionista«.
MML no solo no destila ningún desprecio hacia la filosofía, todo lo contrario, no sólo no tiene ninguna mentalidad reduccionista (mentalidad que, por cierto, a veces es absolutamente necesaria para el trabajo científico, para praticar ciencia real) ni siquiera ingenieril (aunque, bien pensado, ¿qué de malo tiene esa mentalidad entendida de forma completa?), sino que es capaz de plantear debates filosóficos de interés, como hace en su artículo, porque conoce el sustrato científico que les da sentido. En definitiva, porque sabe, porque se esfuerza, porque trabaja, porque no habla de oídas ni de segunda mano.
El menosprecio, casi desprecio, a la aclaración pedagógica de los resultados de Gödel lo paso por alto pero el lector debería tener muy presente el carácter formador, instructivo, de la excelente aproximación de Martínez Llaneza y el espíritu ilustrado que mueve su presentación
6. «Algunos teoremas de Gödel no sólo desmontan las pretensiones de axiomatización de toda la matemática (por lo que va en contra del totalitarismo en matemáticas), sino que es fuente de grandes debates en las ciencias cognitivas, tanto por lo que significan los teoremas en sí mismos, como por el método utilizado en sus demostraciones. ¿O ya por ser autónoma la matemática (¿pero, lo es?), nos está prohibida su interpretación?»
Nadie prohíbe, ningún matemático en su sano juicio prohibiría, la interpretación en el ámbito de la matemática. De hecho, es éste el caso actual, como no podría ser de otro modo. Por citar las corrientes clásicas, intuicionistas, logicistas, formalistas, son escuelas de filosofía de las matemáticas que difieren en su forma de entender algunos principios y resultados de las matemáticas.
Eso sí, se exige conocer lo que se está interpretando, la base de ese filosofar. Nuestro crítico no parece situarse siempre en esa posición. Si no, ¿qué sentido tiene lo del totalitarismo en matemáticas? Y si algo es, ¿qué tiene que ver eso con la axiomatización? ¿Era Euclides un totalitario porque pretendiera «axiomatizar» la geometría de su tiempo? ¿Lo eran Hilbert, Russell o Zermelo? ¿Lo fue Peano al axiomatizar la Aritmética? Por favor…
7. «Es evidente un corolario: si la matemática es un saber, que descubre verdades y éstas son independientes de la ideología, el marxismo no puede ponerse a la vanguardia de la verdad. ¿Podremos extrapolar esto a todos los ámbitos? ¿A las ciencias sociales, por ejemplo?»
¿Qué tiene que ver la ‘A’ con, pongamos, el cardinal de los números trascendentales o la derivada parcial de una función de dos variables?
El marxismo (¡ojalá!) puede ponerse a la vanguardia de la verdad, si esto significa algo sensato por otra parte, independientemente de que las verdades matemáticas sean independientes de la ideología. La tradición marxista no gana ni pierde porque la matemática sean independiente de la ideología política o de una cosmovisión filosófica determinada.
Por lo demás, nuevamente, ¿cómo se puede dudar razonablemente que hay infinitas verdades matemáticas independientes de toda ideología? ¿De qué cuerpo ideológico depende el teorema fundamental de la Aritmética o de la trigonometría, o la misma conjetura de Fermat, desde hace algunos años ya teorema demostrado?
Pero para no agotar la paciencia del lector, dejémoslo aquí. Por ahora.