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Aproximaciones a El siglo soviético, de Moshe Lewin

Más sobre Gramsci, la revolución y El Capital

Fuentes: Rebelión

[Pregunta: En su nuevo libro, usted nos muestra un Lenin que no hemos visto normalmente: su amor por la literatura latina, el ajedrez, y el impacto de la muerte de su hermano] Estas son las cosas que las personas no cuentan por una variedad de razones. Una de las razones es la imagen de Lenin, […]

[Pregunta: En su nuevo libro, usted nos muestra un Lenin que no hemos visto normalmente: su amor por la literatura latina, el ajedrez, y el impacto de la muerte de su hermano] Estas son las cosas que las personas no cuentan por una variedad de razones. Una de las razones es la imagen de Lenin, proyectada por la dirección soviética después de su muerte. Fue una decisión tomada por el Politburó. Cuando decidieron momificarlo, (para mostrar su cuerpo en público) pretendieron transformarlo casi en un santo bizantino. Esta práctica era una tradición de la Iglesia ortodoxa. A pesar de que muchos en el Politburó no estuvieron a favor de esta decisión, no lucharon contra ella porque habrían parecido muy sectarios. La viuda de Lenin, Nadia Krupskaya, y sus dos hermanas, se opusieron: «Lenin lo hubiera odiado, dijeron. Vladimir aborrecía todo este tipo de deificación. Por favor, enterradlo debajo de los muros del Kremlin, donde han sido enterrados otros dirigentes y militantes. No le hagan esto a él».

Tariq Alí (2017)   

Estábamos en el fragmento 4 del célebre artículo del joven Gramsci sobre la revolución de Octubre y El Capital. Antes de entrar en materia, unas notas de un estudioso de su obra, el profesor y ensayista Nicolás González Varela. Están fechadas el 26 de mayo de 2017:

1) AG: «La revolución de los bolcheviques se compone más de ideologías que de hechos. (Por eso, en el fondo, nos importa poco saber más de cuanto ya sabemos). Es la revolución contra El Capital de Carlos Marx. El Capital de Marx era, en Rusia, el libro de los burgueses más que el de los proletarios.»

NB: Destacar que el artículo apareció en «Avanti!», el órgano oficial del PSI (del cual era director Serrati), el lector potencial era el militante socialista formado en la matriz de la IIª Internacional y de un Marx «evolucionista»y darwiniano; en Gramsci «Ideología» no es un término negativo (como sí lo es en Marx, Gramsci desconoce «La Ideología alemana»); era el libro de los burgueses en el sentido de la corriente rusa llamada «Marxismo legal»

2) AG: «Era la demostración crítica de la necesidad ineluctable de que en Rusia se formase una burguesía, se iniciase una era capitalista, se instaurase una civilización de tipo occidental, antes de que el proletariado pudiera siquiera pensar en su insurrección, en sus reivindicaciones de clase, en su revolución. Los hechos han superado las ideologías. Los hechos han reventado los esquemas críticos según los cuales la historia de Rusia hubiera debido desarrollarse según los cánones del materialismo histórico. Los bolcheviques reniegan de Carlos Marx al afirmar, con el testimonio de la acción desarrollada, de las conquistas obtenidas, que los cánones del materialismo histórico no son tan férreos como se pudiera pensar y se ha pensado.»

NB: Aquí ya está «in nuce» la futura discusión sobre Oriente y Occidente, y al etapismo tanto de mencheviques como de la mayoría de los bolcheviques en febrero de 1917 (salvo Lenin y sus «Tesis de Abril», tratado de «demente» por sus camaradas, o Trotsky-Parvus); los hechos, la «realidad efectual» (como le denomina Gramsci), es la que corrige y perfecciona en forma de catarsis las ideologías políticas; buen lector del auténtico Marx (siempre negó que «Das Kapital» fuera el modelo universal de desarrollo del Capital, como les escribió a los populistas rusos), Gramsci sabe que los bolcheviques han debido renegar del Marx «esclerotizado» por la vulgata socialdemócrata, y que el Marxismo no puede ser un dogma ni una «Teoría general» calcada de modelos históricos, es en todo momento una Teoría abierta, crítica y creativa, análisis concreto de una situación concreta.

La siguiente nota es también del autor de Heidegger. Nazismo y política del Ser: 

Una última cosa. Las sorprendentes noticias de la revolución de febrero de 1917 llegaron a Italia, debido a la lentitud como a la censura de guerra, recién a mediados de abril de 1917, cuando Gramsci escribe su primer comentario conocido sobre la trascendencia internacional de los sucesos rusos. La fuente de Gramsci en esos momentos son los anarquistas internacionalistas italianos (aliados de Lenin hasta mediados de 1918). Con la poca información a mano, Lenin era un perfecto desconocido en los círculos socialistas de Occidente, Gramsci niega apresuradamente que fuera una «revolución burguesa», señalando que «estamos persuadidos que la revolución rusa es, además de un hecho [proletario], un acto proletario. Como lo ha sido hasta ahora en sus acciones, y que resultará naturalmente en un régimen socialista.» Tajantemente afirma que «la Revolución Rusa ha ignorado el Jacobinismo,… ya que el Jacobinismo es un fenómeno puramente burgués.» Y que el nuevo hombre nacido de ella «era el hombre el cual Immanuel Kant, el teorizador de la moral absoluta, habia predicado, el hombre que dice: la inmensidad del cielo fuera de mí; el imperativo de mi consciencia dentro de mí.»(Véase: Gramsci, Antonio; «Note sulla rivoluzione russa»; en: Il Grido del Popolo; 29, aprile, 1917; ahora en: Ferrata, G./ Gallo, N. (ed.): Due mila pagine di Gramsci; Il Saggiatore, Milano, 1964, I, pp. 251-252.)

Volvamos al texto de Gramsci, al fragmento 4 de su artículo sobre Das Kapital y la revolución socialista de Octubre.

Marx ha previsto lo previsible; una evidencia que convenía señalar y que Gramsci señala. Marx no es un brujo por supuesto, no es el dios omnisciente de las ciencias sociales e históricas. No podía «prever la guerra europea, o, por mejor decir, no podía prever que esta guerra habría durado lo que ha durado e iba a tener los efectos que ha tenido». No podía prever tampoco, por ejemplo, «que en tres años de sufrimientos indecibles, de indecibles miserias, esta guerra iba a suscitar en Rusia la voluntad colectiva popular que ha suscitado». Una voluntad de cambio, de transformación social, un deseo revolucionario de paz, justicia, libertad y pan.

Una voluntad de esa naturaleza necesita para constituirse normalmente, la oportuna cursiva es del autor, de nuevo Gramsci y uno de sus categorías centrales, «un largo proceso de infiltraciones capilares, una larga serie de experiencias de clase». La metáfora capilar ahora fortuna. Los hombres son perezosos, una pequeña nota antropológica necesitada de matices, «necesitan organizarse, exteriormente primero, en corporaciones y ligas, y luego íntimamente, en el pensamiento, en las voluntades de una continuidad incesante y múltiple de estímulos exteriores». Por eso normalmente, de nuevo la cursiva y la prudencia, «los cánones de crítica histórica del marxismo captan la realidad, la aferran en su red y la tornan evidente y distinta», es decir, permiten ver la realidad histórica de una forma más fructífera, diferenciada de otras aproximaciones.

Normalmente, insistiendo en la misma prudencia, «las dos clases del mundo capitalista producen la historia a través de la lucha de clases en constante intensificación», uno de los puntos centrales del Manifiesto comunista como es sabido con el matiz complementario de la destrucción de las clases en lucha. «El proletariado siente su miseria actual, se encuentra constantemente sin asimilar por ella y presiona sobre la burguesía para mejorar sus condiciones». La lucha, señala el autor de los Quaderni, «obliga a la burguesía a mejorar la técnica de la producción, a conseguir que ésta sea más útil para que resulte posible la satisfacción de sus necesidades más urgentes». Es, por supuesto, una afanosa carrera hacia el perfeccionamiento que tiene objetivo esencial acelerar «el ritmo de la producción e incrementa constantemente la suma de los bienes que servirán a la colectividad» cuando ese es el caso (que no es siempre). En esa carrera desalmada, Gramsci lo ve con claridad, «caen muchos y dan más urgencia al deseo de los que se mantienen, y la masa esta constantemente agitada, y va pasando del caos-pueblo a entidad de pensamiento cada vez más ordenado, y cada vez es más consciente de su potencia, de su capacidad de hacerse con la responsabilidad social, de convertirse en árbitro de sus propios destinos». Es decir, de devenir clase hegemónica, clase con capacidad para construir su propia vida, sus propias finalidades, su propio estar en el mundo. A partir de ser caos-pueblo en afortunada expresión, llegar a ser entidad de pensamiento cada vez -vale la pena insistir: cada vez, no de golpe o de manera perfecta- más ordenado, más consciente de sus posibilidades, de ser capaz de llegar a ser clase emancipada y con ello alcanzar la emancipación de toda la sociedad.

Eso ocurre normalmente, señala Gramsci en el siguiente punto esta vez sin cursiva. «Cuando los hechos se repiten según cierto ritmo, cuando la historia se desarrolla según momentos cada vez más complejos y más ricos en significación y valor, pero, a pesar de todo, semejantes». Mas en Rusia, este es el punto singular destacado, «la guerra ha servido para sacudir las voluntades». Y estas voluntades, «a causa de los sufrimientos acumulados en tres años, se han encontrado al unísono mucho más rápidamente». La carestía «era acuciante, el hambre, la muerte de inanición podía aferrarles a todos, aplastar de un golpe decenas de millones de hombres». Las voluntades se han puesto al unísono, «primero mecánicamente y luego activamente, espiritualmente, a raíz de la primera revolución», la de febrero. La predicación socialista, la propaganda política socialista, la difusión de ideas e informaciones, «ha puesto al pueblo ruso en contacto con las experiencias de los demás proletariados». Con estas palabras inicia el penúltimo fragmento. Dejémoslo aquí por el momento.

Finalizo esta entrega con un comentario de Manuel Sacristán, de un libro interrumpido y más que recomendable, editado, presentado y anotado por Albert Domingo Curto, El orden y el tiempo (Madrid, Trotta, 1998, pp. 120-124):

La intensa actividad política de Gramsci durante esas semanas -a partir de la primavera siguiente su nombre aparecerá con frecuencia en los informes de la policía- está sin duda animada por la convicción de que los hechos rusos confirmaban su inspiración revolucionaria contra el marxismo oficial, evolucionista o fatalista, de la derecha y la izquierda respectivamente. Por lo que hace al desarrollo del pensamiento socialista de Gramsci, eso quiere decir que la revolución rusa le confirma los fundamentos doctrinales idealistas. En el artículo más importante y más célebre de este período Gramsci ha escrito la siguiente lapidaria afirmación. «La revolución de los bolcheviques está más hecha de ideología que de hechos (Por eso, en el fondo, importa poco saber más de lo que sabemos ahora.) Es la revolución contra El Capital de Carlos Marx (…) Lo cierto es que lo esencial de su doctrina depende del idealismo filosófico y que en el desarrollo interior de esta doctrina se encuentra la corriente ideal en la cual confluye con adecuación histórica el movimiento proletario y socialista».

 

La última frase de este texto, señala Sacristán, da la clave de su totalidad y permite también adivinar la nueva problemática que «la doctrina de un socialismo revolucionario por idealista va a significar para Gramsci».

Da la clave de toda esa doctrina porque muestra su motivación: constituir la fundamentación ideal de la voluntad revolucionaria, contrapuesta a la pasiva espera del cumplimiento, por algún mecánico deus ex machina, de las «previsiones» del materialismo histórico. Y permite ver el nuevo aspecto de la problemática doctrinal de Gramsci porque la voluntad que positivamente ha realizado la revolución «contra El Capital» no se ha movido en absoluto por consideraciones filosóficamente idealistas, sino por una comprensión de los hechos que ella misma atribuye al análisis marxiano (…) La prisa del hacer periodístico le obliga casi a simultanear, o alternar al menos, formulaciones en los dos sentidos, en el de la reafirmación idealista y voluntarista, y en el de la reconsideración de su lectura de Marx. Así, por ejemplo, entre los dos artículos recordados, precisamente siete días después de la segunda edición de «La revolución contra El Capital», Gramsci publica una nota interpretativa de la Revolución de Octubre que le muestra sumido en una reflexión acerca del pensamiento de Marx bastante menos simple que su «renegarle» de la semana anterior: «La nueva generación parece querer un regreso a la genuina doctrina de Marx, para la cual el hombre y la realidad, el instrumento de trabajo y la voluntad no están separados, sino que se identifican en el acto histórico».

 

A eso siguen, prosigue el editor, traductor y anotador de la Antología de Gramsci, una versión mejorada de la idea del materialismo histórico como conjunto de «cánones» interpretativos, además de una conclusión digna de nota:

[…] los miembros de la «nueva generación» creen no que «la guerra ha destruido el materialismo histórico» al provocar una revolución contra El Capital, «sino que la guerra ha modificado las condiciones del ambiente histórico normal, por lo cual la voluntad social, colectiva de los hombres ha conseguido una importancia que no tenía normalmente» (Gramsci considera la «concentración» de los trabajadores de la ciudad y el campo «en las trincheras» que ha suplido la concentración «normal» en la gran industria). «Estas nuevas condiciones son, también ellas, hechos económicos, han dado a los sistemas de producción un carácter que no tenían antes», por ejemplo, con la estatificación transitoria de la industria bélica y pesada en general. «La educación del proletariado se ha adecuado a ello necesariamente y ha llevado en Rusia a la dictadura». Esa oscilación entre puntos de vista no aparece sólo en la alternancia de unos artículos que se suceden a escasa distancia de tiempo: ocurre incluso en un mismo artículo, y así documenta, con una claridad que sin duda el lector de hoy debe a la urgencia periodística de Gramsci, la situación de crisis del pensamiento socialista de éste. En el mismo artículo «La revolución contra El Capital» por ejemplo, a renglón seguido del cuadro de aquellos bolcheviques que renegaban de Carlos Marx, se lee: «Y, sin embargo, también en estos acontecimientos hay una fatalidad, y si los bolcheviques reniegan de algunas afirmaciones del Capital, no reniegan, en cambio, de su pensamiento inmanente, vivificador».

Años después (el texto anterior se editó en 1998 pero es de 1968), en 1977, la principal aportación del pensador y revolucionario sardo era comentada por Sacristán en una entrevista en los siguientes términos.

Yo no veo que en 1924 Gramsci tuviera ya en claro que el enemigo principal e inmediato fuera el fascismo. Creo que por esa fecha, aunque ya había comprendido que la revolución no estaba al alcance de la mano, seguía pensando en el fascismo como en cosa pasajera y no muy diferente de otras formas de dominación capitalista. No me parece que Gramsci haya podido rectificar ese eufórico error de la III Internacional antes de su prisión. En cambio, sí que lo tenía corregido en 1928, cuando el VI Congreso de la Internacional exacerbó ese error hasta lo catastrófico.

Ese era el momento en el que cuajaba, en opinión de su traductor y estudioso, la mayor aportación de Gramsci:

[…] la explicación de la dificultad de la revolución en Occidente. El hecho mismo ya lo habían visto otros, principalmente Trotski y Lenin. Pero Gramsci coloca ese hecho en el centro de su reflexión, y descubre en él la vital complejidad del estado por así decirlo occidental, o sea, del estado capitalista que vive ya sobre base propiamente capitalista, arraigado en una sociedad que no tiene ya con él más contradicciones que las orgánicas a ese modo de producción. Dejémoslo en eso: me parece mejor mejor subrayar ese punto central que recitar una lista de méritos de Gramsci sin que nos podamos detener ante ninguno de ellos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.