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Massiel vs. Rita Pavone

Fuentes: Rebelión

«Los recuerdos suelen contarte mentiras»- Joan Manuel Serrat.Alguien dijo que fue ella quien provocó el disturbio en el Riviera. Otro que, al suceso, con policías y detenidos, había dado pie la canción; pero que la intérprete no era esa, sino Tania, Tamara, Tanya… algo así. Uno más que en el ochentaypico la habían abucheado en […]

«Los recuerdos suelen contarte mentiras»- Joan Manuel Serrat.

Alguien dijo que fue ella quien provocó el disturbio en el Riviera. Otro que, al suceso, con policías y detenidos, había dado pie la canción; pero que la intérprete no era esa, sino Tania, Tamara, Tanya… algo así. Uno más que en el ochentaypico la habían abucheado en uno de los teatros de Miami por su «Cantando a la vida»; y, todavía, cierta voz, que «Toma la piedra, deja la flor» fue, en su tiempo, mirada con recelo por el gobierno cubano.

Llamadas, votos, opiniones. Rita Pavone y La Massiel se «enfrentan» en un mano a mano desde la Clásica 92.3, la emisora «de la música vieja». A la saturación de elogios para el conductor, malo, como de costumbre, con sus «muy lindísimos», «fuistes» y «aquí estamos como todos los días de Lunes a Viernes», se une la guasanga del cubano- bullero, gracioso, arrollador; el desenfreno violento, propio, por agregar datos que, en su mayoría, puedan embarrar el background de las escogidas. La Massiel, Rita Pavone, ambas, han estado en Cuba. Ni el Martillo ni las Rosas en el Mar parece importar mucho. María Luisa o Aleluya no las salvarán. Lo que prometía ser un apacible repaso melancólico es, ahora, ni más ni menos que guerra campal. Guerra campal de la que el conductor no encuentra la menor manera de salir. Una y otra vez, la voz más almibarada, la conducta más «fina», en apaciguar los ánimos se empeña; recurriendo a todo, montase en el personaje de quien nada tiene que ver dentro de lo que sólo es un juego; palabras no halla para retomar el hilo de lo que, con mejores bríos, comenzó. Claro queda; no han dado en el clavo esta vez; por algún sitio sienten el miedo de algo como que cercano a eso que llaman culpabilidad.

Miami tiene su línea; las emisoras radiales en español quiero decir. Como los periódicos; la televisión; las revistas; cualquier panfletico, suplemento, boletín. Y mucho cuidado se ha de tener en no desentonar.

Clásica 92.3 es una emisora de FM especializada en «música del recuerdo». Música de los 50, los 60, 70 y, una parte, de los 80; con programas llamados Nocturno, Almuerzo musical, Señor bolero, manos a manos como este y su consabido espacio matutino donde, echando mano, al más «gracioso» e «informal» de los lenguajes se pretende tomar el pelo a más de uno y parodiar a los que ya se sabe. Patrocinadora de los conciertos que, todavía, por estos lares dan grupos, mil y una vez reorganizados, como Los Fórmula V o Los Angeles, su programación de 24 horas, a todas luces, no parece ser casa habitual para «presuntos implicados» como Ana Belén, Victor Jara, el «más peligroso» Serrat o lo mejor del bossa nova, la canción francesa o una Lupe poco querida en una ciudad que no pudo con sus desafueros y su manera religiosa y políticamente ingobernable de asumir su arte. Emisora que, ¡quién pudiera imaginarlo!, alguna que otra tarde deja escuchar, como rara excepción, la voz imprescindible d e Beatriz Márquez con aquello de «Prefiero ser algún recuerdo…» y a la que vuelven las miradas, y oídos, prácticamente toda una comunidad que ha escogido, ante males mayores, vivir en un pasado mucho más apacible y menos comprometedor.

Viene siendo en resumen, esta Clásica, algo así como el símbolo, la concreción, de lo que, más disperso, puedes encontrarte en ciertas zonas de La Pequeña Habana, Hialeah, South West o, yendo hacia el Norte, Union City o West New York; carteles y pasquines que, desde los cristales, endulzan tu memoria y, pretensión mediante, adornan tus carencias con lo que parte de la historia, en cada cual, fue. Motel de Muchachas, ¡Qué suerte tiene el cubano!, La historia de la CMQ, La Habana de los años 50, Siete muertes a plazo fijo, El Derecho de Nacer. Lo ya sabido. Mucho Orlando Contreras; todo Trespatines. El afán desmedido por quedarse en una época a despecho de lo que sea.

Porque, a la par, que deja de concebirse el lugar donde se vivió como una cuadra, una calle, un barrio, una zona y la imagen de Cuba se convierte, dentro de la mente, en una islita irregular sobre un mapa demasiado grande; a la par, de concebirse deja que allí la vida creativa continúa. Continúa aún cuando tú no estés. Y como «de buen gusto» no sería mantenerse al tanto. Y como mantenerse al tanto puede que signifique, pues mejor es no hacerlo; no hacerlo y punto. A rastrear, entonces, por la Internet, hacia otros rumbos. A leer, cómo que no, otros periódicos.

El afán desmedido por quedarse en una época a despecho de todo es el acorde preciso. El eje que mueve la ruedas de esta carreta; mercantil por demás. A la Nostalgia agregar nuevas nostalgias. Nostalgia que, según la ola migratoria a la que se pertenezca, marcha, por lo general, con, más o menos, 10 años de desfase. Y, en las vidrieras, entonces, «nuevos» títulos. A pleno sol, Fantomas, El rubio alto del zapato negro, El hombre anfibio. Y Cesar Sarracent, Leonor Zamora, los dúos de Vicente Rojas, la controversia con el ruiseñor de María Remolá, los primeros discos de Anabell, la pecera de María Elena Pena o la identidad que, Sergio Farías, trataba de rescatar. Y de los estrenos en el teatro ya se dijo; y del tipo de animador que «entretiene» en el Club te imaginas. Y de la «distinguida señorita fulana de tal que fue presentada en sociedad el día…» no creo que deba aportar nada que no se sepa. Sospecho, presiento, intuyo que, comienzo a hablar, sobre lo que, hasta la fecha, se ha escrito otras tantas.

Lo peor, sin embargo, es que ayer, pasado, destiempo, es, también, actitud, filosofía, lenguaje. El olorcillo putrefacto de las moralinas; la oposición perenne a lo que simule desajuste; la denuncia inclemente a lo «fuera de lugar»; el «triunfo» de la convención y de la norma. Se piensa, además, con cabeza vieja y, con cabeza vieja, se arman estos programas de radio, esta televisión, estos periódicos; el boletín, el suplemento, la revistica venida a menos. Cabezas viejas que se escandalizan ante el Almodóvar con el que no pueden. Al que llaman pajarraco, ganso, pato, corrupto homosexual, promiscuo, y que, defensores de lo indefendible como son, levantan sus trincheras para, ante La mala educación, ponerse al costado de esa iglesia, con «tanta historia al servicio de la humanidad», que «el degenerado», sin gota de «etica», se atreve a profanar. Y, tampoco es del agrado, que alguien abogue, también en la pantalla, por una muerte propia cuando más nada hay que esperar. Y a la Malahabana elogian sin tomar en cuenta lo insulso de ese cine. Y al show que, una vez allá y ahora en Las Vegas, ya no ofrece la visión que, para el turista, alguna vez se dijo, fue montado sin respetar lo que, de verdad, una cultura, fuerte, masisa, es capaz de ofrecer. El discurso válido; el único. Si me encajas la punta del lápiz te pincho con el compás y te espero a la hora de salida. Y, digo yo, que por algún rincón estarán los creadores. Que, en cierto sitio, las propuestas edificantes. Tal vez en la galería aquella; puede que en la Biblioteca Pública que mencio-naste. En la casa derruída donde se leen poemas y el negro va y se sube e improvisa con su jazz. Adivina adivinador. Radio, prensa escrita, televisión, mundo cubano en el «exilio», sólo mueve los bombos y platillos para recibir a quien hable en su idioma. Ese viejo; pero viejo, viejo, de verdad-sin mencionar los embarres políticos, la confusión, la ignorancia. Con la mirada perdida, con el punto lejano a sus espaldas, con ese torso que, fuera de toda lógica, no lle-van situado, donde, en cada cuerpo, debe ir.

La Nostalgia- traducir, todo lo que existió antes del 59- es la segura. Las nostalgias- las que fueron agregándose luego- tienen sus matices y, aún, con 10 años de desfasaje, pueden poner en entredicho el transitar de esta carreta. Como hoy, cuando ni el Martillo ni las Rosas en el mar importan mucho; cuando ni María Luisa ni un Aleluya salvarán a las pobres escogidas. Y, el conductor, la voz más almibarada, la conducta más «fina», no sabe de qué forma salir del embrollo.

Massiel vs. Rita Pavone. 0 a 0.

Aramís Castañeda Pérez de Alejo es crítico santaclareño radicado en Miami- [email protected]