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Fuentes: Rebelión

 Todas las mañanas jóvenes en aulas se juegan la vida, buscan sentido en la lucha entre ideas, te impliques o no, llamando a la rebelión Llamando a la rebelión Control Remoto   ¡Ya ha llegado el verano! ¡Ya estamos en temporada alta! ¡Bienvenida la mejor época del año para los docentes en los colegios e […]

 Todas las mañanas jóvenes en aulas se juegan la vida,

buscan sentido en la lucha entre ideas,

te impliques o no, llamando a la rebelión

Llamando a la rebelión

Control Remoto

 

¡Ya ha llegado el verano! ¡Ya estamos en temporada alta!

¡Bienvenida la mejor época del año para los docentes en los colegios e institutos públicos de toda España! Ya vienen esos dos o tres meses de vacaciones y tocarse las narices, que dicen muchos expertos y gurús por ahí, cuñadismo generalizado y ampliamente democratizado, ¡pedazo de vagos!…

Ya está aquí la época que más nos gusta a los docentes, ese momento que cada vez esperamos con más ansiedad y excitación, que no hay manera de sacarse del cuerpo. Ese momento, cuando te vienen las «madres y padres coraje», cuando los inspectores e inspectoras que no te han solucionado ni el más mínimo problema durante el curso se ponen la «capa de visibilidad», cuando más invisibles los deseamos, y aparecen a diestro y siniestro levantando notas por defecto de forma, hablando de evaluaciones objetivas, estándares mínimos evaluables, y toda esa jerga de chiringuito pedagógico-burocrático de baja estofa, cuyo único fin es dar la razón a todos los progenitores «yo-por-el-hijo-de-mis -entrañas-doy-la-vida-para-sacarlo-adelante-con-lo-mucho-que-ha-estudiado-y-la manía-que-le-tiene». Por favor, si me olvido algún lugar común ya se lo añade cada uno. Ante todo, innovación y creatividad, que no se diga.

Ésta es la época en la que toda nuestra labor y formación se pone en cuestión (¡Vamos, gurús youtubers y tuiteros, no os cortéis, desde aquí se os ve babeando como alimañas!). Cuando esos compañeros/as del alma de otros centros que dicen: «pero, es que ese niño es hijo de una amiga mía» y «es por justicia, porque, oye, ¡qué mal lo hacen en el centro de tu hija!», que durante el curso despotrican contra la burocracia y la devaluación a la que se enfrenta nuestra profesión, que amargan en la sala de profesores el café todo el día quejándose… deciden asesorar, cuando no escribir directamente, la reclamación al progenitor sangrante y doloroso que pide los «estándares de la asignatura porque no entiendo que mi hijo no haya «aprovado» (sí, así aparecía escrito)». «Total, es que, cada uno defiende lo que le duele». ¡Que nos conocemos todos en esta profesión! ¡Que siempre asesora el que más se toca las narices, compañeras y compañeros del alma!

Pues muy bien, señoras y señores varios que tiran por tierra la formación y el trabajo de los profesionales que enseñan a sus hijos y que, ¡ay!, evalúan cruelmente lo que saben, tengan en cuenta unas cuantas cosas, todos ustedes; padres, madres, cuñados, burócratas y expertos que saben mucho más que nosotros, siempre y en todo momento, gurús varios. Ténganlo en cuenta, fundamentalmente, nuestros compañeras y compañeros de profesión que, por decirlo educadamente, no saben a veces por dónde se andan. Para que luego no se diga que somos corporativistas y que no tenemos capacidad de autocrítica:

En la escuela pública pasamos por durísimas oposiciones: eso también está ocurriendo ahora. Nuestros compañeros se están dejando la piel por pertenecer a una profesión que debería estar protegida y dignificada por una sociedad que se considere mínimamente civilizada y protectora de los derechos de las niñas y niños, adolescentes y adultos, a quien va dirigida nuestra función y vocación. Son compañeros que en este proceso tienen que afrontar, incluso a cientos de kilómetros de distancia (donde opositan por su especialidad), reclamaciones impresentables que cuestionan su labor durante todo el curso; labor que en la mayoría de los casos ha sido ejemplar; compañeros que son miembros en tribunales, digiriendo al mismo tiempo (no «desconectamos» como supone la gente) los mismos problemas burocráticos y multiplicando sus funciones y que, además, saben la presión brutal a la que se enfrentan los que opositan; compañeros que seguimos en los centros tragando reclamaciones y sacando pecho de la manera más digna que podemos… Es difícil, cada vez más.

En la escuela pública defendemos no sólo nuestra profesión y nuestra formación, sino el conocimiento en el que se basa el futuro de las alumnas y alumnos. No somos el enemigo. Aquellos que se presentan en los centros para reclamar, casi vestidos de camuflaje, como si fueran a hacer una expedición en busca de armas de destrucción masiva, pasando previamente por el «mando militar» para buscar asesoramiento de la plana mayor, están destrozando a los seres humanos que instruyen y educan a sus retoños. Están desautorizando a aquellos que en muchas ocasiones suplen las carencias, simplemente de «presencia», que muchas familias en situaciones desfavorecidas no pueden, no tendrían que afrontar, en una sociedad que protegiera mínimamente (económicamente) a los ciudadanos. Las afectivas también, no se atrevan ni por un momento ni unos, ni otros, ni aquellos de más allá, a sugerir que no nos importan las personas que tenemos en las aulas. No se atreva nadie ni por un segundo. Ustedes están desautorizando, desgraciadamente, a aquellos que favorecen la educación que, en muchas ocasiones, debería venir de casa. Esto es así, es la inmensa mayoría de los casos.

En la escuela pública estamos a su servicio, no en su contra. Ni por un momento cuestionamos la capacidad, el interés y la buena voluntad de alumnos, padres y madres. Ni el apoyo brutal y sincero de la inmensa mayoría de ellos. Lo hemos visto, lo comprobamos todos los cursos, todos los junios y septiembres; en las reuniones durante el curso. Escuchamos, y sepan que la mayoría de las veces es lo único que nos salva de las auténticas depresiones, el apoyo de nuestros estudiantes y de sus padres, que te dicen lo bien que lo has hecho, el gran apoyo que has sido y cómo a «los demás que vienen de esa forma a criticar y denunciar se les conoce perfectamente en el pueblo». Incluso, y no saben cómo se lo agradecemos, nos dicen que «en menudas condiciones trabajáis», y sí, también, por supuesto, porque tienen en ocasiones mucha razón, «vaya compañeros que os han tocado, que ellos mismos os ponen verdes y tiran vuestro trabajo por los suelos». Porque, sepan, no tenemos ningún problema en admitir que, como en todas partes, hay buenos y malos profesionales. ¿No se dan cuenta de que intentamos luchar desde dentro contra ellos? ¿No se dan cuenta de que en esto no se nos ayuda? ¿No se dan cuenta de que son aquellos que regalan las notas, como en los saldos de los grandes almacenes, el verdadero problema?

A todos ellos, alumnas y alumnos, madres y padres, compañeras y compañeros docentes, conserjes, limpiadoras, a los que muchas veces os quieren hacer invisibles y, de manera efectiva, a veces lo consiguen; a veces por culpa de la insolidaridad pura y dura del propio cuerpo docente (cuántas veces lo hemos hablado), os agradecemos vuestra férrea defensa y vuestras críticas constructivas. Y os lo agradecemos siempre, en cualquier momento del curso.

¿Para cuándo nos ponemos todos en serio a luchar contra estos ataques? ¿Para cuándo empezamos a oponernos («ayyyy, es que nos van a expedientaaar») a la burocracia que nos cuestiona y que secuestra la razón de la llamada «comunidad educativa»? ¿A qué esperamos para plantarnos frente a un sistema educativo que premia la ignorancia, destruye el conocimiento y enfrenta como chacales a todos los que formamos parte de lo mismo, que deberíamos estar defendiendo el futuro de nuestros alumnos, la dignidad de nuestra profesión?

Se nos quiere ignorantes, se nos quiere borregos, se nos quiere confusos, se nos quiere enfrentados. Que nadie colabore en esta destrucción, que nadie lo permita, por la defensa del conocimiento, de la escuela pública, por el futuro digno nuestros alumnas y alumnos.

Olga García Fernández. Profesora de Filosofía de Enseñanza Secundaria.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.