Una lectura de Historia de las Filosofías Materialistas de Pascal Charbonnat (*)
Le Matérialisme est une exigence absolue d’emancipation,
un impératif qui lie chaque partie de l’Être,
tout en libérant la totalité d’une quelconque transcendance.»
(El Materialismo es una exigencia absoluta de emancipación,
un imperativo que une cada parte del Ser,
al mismo tiempo que libera a la Totalidad de cualquier trascendencia.)
(Pascal Charbonnat)
E l Materialismo es tan antiguo como la Filosofía, pero no más antiguo que ella. Filosofía/Materialismo son por un momento en el desarrollo de la Humanidad una identidad inescindible, las dos cara de un Jano que combate la fantasmagoria del poder establecido. Ambos son el grito de guerra humanista contra la teología aristocrática en la Antigüedad. Resulta paradójico que la Filosofía de la Universidad lo ignore y desprecie con tanta constancia. Las concepciones del mundo materialistas están arrinconadas en el depósito de las teorías baratas. Pocas tradiciones filosóficas han sido tan vilipendiadas y maltratadas como las filosofías materialistas. Mientras, por el otro lado, reinan acríticamente en las instituciones y en la propia currícula académica filosofías reaccionarias, racistas, idealistas, utilitarias, que han coqueteado con los peores sueños totalitarios de la Razón.
El Materialismo sans phrase es tenido siempre por la ideología dominante, ya laica, ya teológica, por poco serio y tosco. Filósofos profesionales, por no hablar de teólogos, ven en él en especial una degradación del hombre, una reducción de la espiritualidad humana eterna a mera inmanencia, materia, naturaleza y corporalidad. Incluso la expresión en el pensamiento de pulsiones de baja estofa, con una evidente valencia política. Un filósofo de prestigio como Max Scheler, no sin lógica, definió que el Materialismo era una «forma de pensar de la clase baja», mientras que en igual forma esquemática atribuyó a las clases altas una «conciencia idealista pesimista».
La consigna radical primum vivere deinde philosophare es tomada como trivial y atea, una forma de pensar determinista y utilitaria, cuya meta exclusiva es la ventaja crematística y la sensibilidad más primitiva. No es de extrañar que el Materialismo, incluso sin el diabólico adjetivo «dialéctico», sea considerado el subsuelo reprimido de la Ilustración, y que las grandes tradiciones occidentales que se consideren, hasta el presente, hijas dilectas del Idealismo. Si la idea del Materialismo subsiste, casi siempre fuera de la Academia, lo hace como algo despreciable. Pareciera que eleva a lo filosófico una constatación que repela a la Filosofía como tal. Pero súbitamente, a contracorriente del malsano sentido común de la ideología, ciento cuarenta y cuatro años después de la obra de Lange, los lectores pueden disponer en español de una completa historia de las filosofías materialistas, escrita por Pascal Charbonnat, doctorant en filosofía por la Universidad de París. Se trata de un fascinante viatique précieux a través de las genealogías político-filosóficas de los distintos sistemas. Sólo por esto habría que felicitar al esfuerzo editorial de editar el magnífico fresco (nunca tan bienvenida la metáfora pictórica), ya que es una obra bien fundamentada, con soporte científico y bibliográfico serio, que no oculta ningún de los colores de la paleta de pensadores materialistas y que tiene una ambiciosa pretensión exhaustiva.
En lengua española solo disponíamos de una obra de historia de la Filosofía clásica pero totalmente desfasada en sus criterios hermenéuticos: se trata de la Historia del materialismo del socialista Friedrich A. Lange, cuya primera edición es de 1866, trabajo que tiene sus méritos y que el autor fue ampliando en sucesivas ediciones. El trabajo de Lange, además, fue una de las influencias ocultas más duraderas en Friedrich Nietzsche. [1] El lector en español no disponía en la literatura de nada más, lo que es muy sintomático.
Charbonnat cree que el primer combate ideológico es en torno a la misma definición de «Materialismo». En la abstracta lucha semántica se encuentra la forma más común de desacreditarlo y reducirlo a una tesis insignificante o a una pseudofilosofía. En este caso el tópico sobre el Materialismo es funcional al poder. Charbonnat desmonta toda la dialéctica erística y precisa que «el materialismo posee una especificidad filosófica, irreductible al trabajo de ninguna ciencia.» (p. 32) Además, con precisión quirúrgica, señala que «lo contrario del Materialismo no es, pues, exclusivamente el Idealismo, sino el partido de la Trascendencia en general» (p. 36). Charbonnat define la filosofía materialista con la sugerente tesis que es la teoría en la cual «el Ser y la Inteligibilidad del Mundo tienen por origen el libre y necesario desarrollo de sí mismos. Ellos son los únicos que pueden justificar su existencia» (p. 37) Así presentado, el Materialismo es una exigencia absoluta de emancipación, «un imperativo que une cada parte del Ser, al mismo tiempo que libera a la Totalidad de cualquier trascendencia.»
La historia de esta idea e ideal de la Materia (donde esta es concebida como plenamente capaz de engendrar y de elaborar los diferentes modos del Ser) es determinada con precisión historiográfica, donde no existe escisión entre mundo y texto. Mientras el viejo Lange partía de Demócrito, Charbonnat va incluso más atrás: rastrea los inicios predemocritaneos para encontrar la gestación del Materialismo en el siglo VII ac con Tales y Heráclito. Luego sigue la noble genealogía ya estudiada por el joven Marx: Demócrito y Epicuro. Interesante y peculiar es el rescate materialista que realiza Charbonnat en el capítulo IV, «Fósiles materialistas exhumados por la heterodoxia (siglos I al XIV)», en el cual el Materialismo se refugia en las poco conocidas formas de heterodoxia religiosa (tanto en Europa como en Oriente) que condenaban la Iglesia y el Estado. Merece leerse sus comentarios sobre la bella figura disidente de Nicolás de Autrecourt. Finalmente presenciamos el resurgimiento del Materialismo gracias a la crisis terminal del mundo antiguo, la maduración de un Naturalismo inmanentista entre los siglos XV y XVI, cuyas figuras descollantes son Giordano Bruno y Francis Bacon, aunque Charbonnat no se olvida de nuestro Juan Luis Vives. El siglo XVII representa el apogeo del Naturalismo, que es considerado como decisivo para su posterior desarrollo, analizando la diseminación materialista en diversas corrientes: Robert Boyle, Pierre Gassendi, Thomas Hobbes, Pierre Bayle, John Locke, René Descartes y el final de ciclo con el antidualismo de Baruch de Spinoza.
El renacimiento y desarrollo maduro del materialismo sucede según Charbonnat a partir del siglo XVIII, quizás los capítulos más enriquecedores y novedosos. Allí están, junto a la Gran Revolución Francesa, Los escritos de Jean Meslier (1664-1729), la obra de La Mettrie (1709-1751), el ateísmo sistemático de Holbach (1723-1789), entre otros contribuyen a la desestabilización del edificio social jerárquico basado en la trascendencia divina y al mismo tiempo al avance prodigioso de las ciencias. También entran en escena los grandes enciclopedistas materialistas, desde el ateísmo apacible de Diderot hasta poco conocidos como Pierre-Sylvain Márechal. Charbonnat no se olvida de las continuas reacciones antimaterialistas, que intentan sofocar y reducir a la nada la determinación de la Materia.
El capítulo más sorprendente es el dedicado al siglo XIX, donde demuestra magistralmente como los principios que sostienen las filosofías materialistas chocan duramente con la revolución de la producción burguesa y el autoritarismo político de nuevo tipo. El siglo XIX vio el surgimiento de dos clases de materialismo: uno, basado en el método dialéctico de Engels y Marx, mal llamado «Materialismo Dialéctico», y el llamado «Materialismo Evolucionista», nacido como reacción al anterior, representado por Karl Vogt, Jakob Moleschott, Ludwig Büchner, Basile Conta. El inventario casi exhaustivo de Charbonnat nos trae a la palestra a una figura ahora desconocida pero muy popular a fines del siglo XIX, la del obrero autodidacta Joseph Dietzgen (1828-1888), que sostenía una evolución de la definición del materialismo, al insistir en la legitimidad del recurso al Monismo. El curtidor filósofo Dietzgen será el creador oficialmente del término «Materialismo Dialéctico», por primera vez en la historia. Por supuesto Charbonnat se detiene, como en un rizo, en el divulgador socialista Friedrich A. Lange, o en marxistas atípicos como Antonio Labriola, el spinoziano y padre del marxismo ruso Gyorgï Plekhanov, Antonio Gramsci o la intervención militante-científica de Lenin contra el Empiriocriticismo de Avenarius y Mach.
Finalmente el libro se cierra sobre los materialismo del siglo XX, con la decadencias tanto del DiaMat stalinista como de los materialismos evolucionistas y las sucesivas reacciones antimaterialistas, encabezadas por Henri Bergson, Georges Sorel (uno de los padres ideológicos del fascismo europeo), Merleau-Ponty, Jean-Paul Sartre. Finalmente una rápido traveling al materialismo evolucionista contemporáneo, donde desfilan las teorías de Mario Bunge, Richard Dawkins, filosofías naturalistas como la de Daniel C. Dennett o los aportes desde la Sociobiología de Edward O. Wilson y de la Antropología con Marvin Harris.
La exposición de la historia de las filosofías materialistas no es un mero recuento monumental, Charbonnat pretender resolver cuestiones de fondo y bien actuales. ¿El Materialismo es el principio más verdadero de interpretación del Mundo? Sí es así, pregunta Charbonnat ¿Cuáles son entonces las perspectivas para un Materialismo contemporáneo? El Materialismo no es un absoluto, es una teoría abierta, enfrentada a toda trascendencia, ya que se define como esa serie evolutiva de respuestas inmanentistas a la cuestión del origen, de la razón universal de las cosas. Que tarde o temprano, como lo demuestra su propia historia, cuando el comienzo devenga un conocimiento, el Método materialista de las ciencias empíricas se reconciliará con la Tesis del Materialismo Filosófico, llegando a «la conquista clara de una Materia consciente y segura de su libre necesidad.»
[1] Lange, Friedrich Albert; Historia del Materialismo , Juan Pablos Editor, México, 1974. Es una edición en dos vólumenes muy difícil de conseguir y ha tomado como fuente la re-edición de 1873, en traducción de Vicente Colorado. Véase sobre la relación intelectual entre Lange y Nietzsche nuestro libro recientemente publicado Nietzsche contra la Democracia , Editorial Montesinos, 2010, pp. 117-127.
(*): Charbonnat, Pascal; Historia de las Filosofías Materialistas , Biblioteca Buridán, Barcelona, 2010
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.