Ocho años después de su último disco en estudio, a los 40 del éxito de A banda, y dos campeonatos mundiales de fútbol más tarde, el autor de clásicos como O que será o Construção vuelve con nuevas canciones en Carioca. Chico Buarque (Río de Janeiro, 1944), un letrista comparable a Bob Dylan o Jacques […]
Ocho años después de su último disco en estudio, a los 40 del éxito de A banda, y dos campeonatos mundiales de fútbol más tarde, el autor de clásicos como O que será o Construção vuelve con nuevas canciones en Carioca. Chico Buarque (Río de Janeiro, 1944), un letrista comparable a Bob Dylan o Jacques Brel, con tres novelas publicadas que le alejaron de la actividad musical, le canta ahora a su ciudad.
A punto de cumplir 62 años -pasado mañana-, Francisco Buarque, hijo del sociólogo Sérgio Buarque de Holanda, estudiaba Arquitectura hasta que canciones como A banda le llevaron hacia la música. Por el hogar paterno, una casa llena de libros, pasaban Manuel Bandeira, Rubem Braga… «Había aquel lado serio que tardé en comprender y el lado del padre que bebía whisky y cantaba con los amigos». Carioca -o sea, de Río de Janeiro- es el título del disco, que también se ha puesto a la venta en edición especial con un DVD que permite seguir el trabajo en el estudio de grabación. En él se puede ver a un Chico que juega con sus nietos o se inventa un personaje, Ahmed, que sería quien en realidad le suministra las canciones. Rompe la idea de artista reservado. «La prensa dice ‘Chico Buarque, reconocidamente tímido, ese día estaba suelto’. ¡Siempre lo estoy!» [se ríe]. Tiene una capacidad única de vertebrar letra y música en el idioma portugués y gran habilidad para meterse en el alma del ciudadano corriente. Buarque, que ha publicado tres novelas -Estorbo (1991), Benjamín (1995) y Budapest (2003), sus personajes y calles llevan los nombres de los jugadores de la mítica selección húngara de fútbol de 1954-, se encuentra en Alemania, invitado para asistir a los partidos de Brasil. Es un carioca que gusta de caminar a diario, y camina rápido, por su ciudad. Y que mantiene viva la leyenda de que el Politheama, equipo con el que tiene «el compromiso sagrado de jugar» dos o tres veces por semana, no ha perdido un partido en 27 años. «¿A que es increíble?», dice.
Pregunta. El gusto por el fútbol no le vendría de su padre, sino de su madre, doña María Amelia…
Respuesta. Sí, porque a ella le gustaba, aún hoy le gusta, y a mi padre, no. Vivíamos entonces en São Paulo y cuando venía a jugar el Fluminense, que es mi equipo, mi madre nos llevaba a mí y a mis hermanos al campo. Ahí nació mi afición. Aunque jugar al fútbol en la calle no lo aprendí de mi madre.
P. Dedicar el disco a Río de Janeiro ¿fue algo planeado?
R. Me di cuenta de que la ciudad estaba muy presente cuando lo estaba terminando y decidí ponerle ese título. Carioca era mi apodo cuando vivía en São Paulo, así que digo que es un homenaje a São Paulo.
P. No parece nostálgico del Río de antaño…
R. Hablo del Río actual, con sus bellezas y heridas, y de ese suburbio que no cuenta. Cuando digo que el suburbio no figura en el mapa es verdad. Fui a comprar uno de la ciudad debajo de casa y sólo tenía zona sur y centro hasta Maracaná. Algunas favelas no están en las colinas y son grandes ciudades dormitorio, sin ningún encanto, pero ahí nació el choro, el samba…
P. Su producción parece cada vez menos prolífica…
R. Me he vuelto menos entusiasta y más exigente. Mi tiempo de creación es mayor. Lo cual es un peligro porque el tiempo que me queda de vida se va acortando y el de creación se va tornando cada vez más largo, así que no sé [se ríe]. No sé cuántos libros o discos tengo aún por delante, pero me parece que muy pocos…
P. La última canción del disco, Imagina, es un vals de Antonio Carlos Jobim, el más carioca quizá de los grandes compositores.
R. Me acordé de esa canción que siempre había querido grabar y que nunca entraba en los discos por uno u otro motivo. Escribí la letra en 1983 para la película Para viver um grande amor. Mucho después, cuando él ya había muerto, supe que fue su primera composición. La escribió en 1947 para una clase de piano y su profesora, al oírla, le dijo: «Usted no va a ser un pianista, no, usted es compositor».
P. Para vivir un gran amor es obra de Miguel Faria Jr., director del documental sobre Vinicius de Morães.
R. Fue muy feliz la manera que encontró para mostrar la poesía de Vinicius. El recelo que él tenía, y yo también, era que quedara restringido a la generación de Vinicius. Y no. Los jóvenes fueron a conocerlo. Chicos de veinte años para los que Vinicius de Morães era el nombre de una calle de Ipanema… P. En el disco hay unos cuantos guiños literarios…
R. A Fernando Pessoa («el poeta es un fingidor, finge el dolor que de veras siente»), Vinicius («la mirada mendiga de la poesía»), Baudelaire («Mon semblable, mon frère») y una cita de Francis Ponge cuando decía que la flor es una herida abierta.
P. La canción Porque era ela, porque era eu remite a Montaigne.
R. Una frase que dijo a propósito de un amigo suyo que murió joven. Cuando le preguntaban por qué habían sido tan amigos, él contestó en un ensayo que no lo sabía explicar. En una edición posterior escribió que le gustaba porque él era él. Más tarde publicó la frase célebre: «Me gustaba él porque era él porque era yo». Yo lo transformé en un asunto entre un hombre y una mujer…
P. ¿Qué le parece el paso de la samba al funk y el hip-hop en las favelas de Río de Janeiro?
R. Esos jóvenes cantan o hablan sobre la violencia, los problemas sociales. Todo lo que nosotros llamábamos canción protesta está ahora en su poesía. Y hablan con conocimiento de causa. Cada fin de semana hay algún baile funk en la Maré, el Complexo do Alemão, la Rocinha… y acuden también los chicos y chicas de la zona sur [barrios de clase media alta].
P. Un fenómeno bien carioca…
R. En efecto. Río tiene la pobreza y la violencia muy visibles. En São Paulo la periferia es realmente la periferia. Está muy lejos del centro. Y es invisible. En Río está muy presente y eso crea en la clase media una sensación de miedo, de intranquilidad, a veces de paranoia, pero por otro lado es una relación menos hipócrita. En São Paulo es más fácil esconderse y permanecer encerrado dentro de esos pequeños mundos tipo Alphaville. También los hay en Río, pero en Río, desde tu condominio estás oyendo los disparos [se ríe].
P. ¿Un cierto tipo de violencia consiste en derribar bares y edificios históricos, robándole a la ciudad su memoria?
R. Me pareció un buen momento para titular un disco Carioca porque Río se está degradando. Un arquitecto decía que es la ciudad más fea del mundo construida en el sitio más bonito.
P. Sus declaraciones a favor de la despenalización de las drogas como medio para reducir la violencia en Río levantaron ampollas.
R. El propio ministro de Justicia, antes de serlo, defendía una flexibilización de las leyes. La violencia que origina el tráfico de drogas en el país es mucho mayor que el daño que la propia droga causa. Es un asunto serio sobre el que habría que hablar.
P. Le criticaron por anunciar que pensaba votar de nuevo a Lula.
R. Muchas personas llamadas de bien nunca lo pudieron tragar. En Brasil se dice que un político es tan malo que pierde hasta contra un poste. Y comenté que Lula perdería contra un poste, pero que su adversario, Alckmin, quedaría tercero…
P. ¿Cuando escribe una novela el compositor está dormido?
R. Lo pensaba hasta que descubrí que mientras el escritor anda envuelto en la literatura, el compositor está haciendo gimnasia. Ahora no estoy leyendo, ni escribiendo, pero intuyo que el escritor continúa trabajando de forma oculta. Probablemente, después de un año cantando voy a querer retirarme y volver a la literatura. Llamaré a la puerta para que me deje entrar.