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Entrevista a la escritora Belén Gopegui

«Me parece inquietante que a la ambigüedad se la considere un valor literario»

Fuentes: Rebelión

Susana, una joven de 20 años, militante desde 2004, se plantea las siguientes cuestiones en «El padre de Blancanieves», una de las novelas de la escritora Belén Gopegui (Madrid, 1963): «¿Por qué no podemos intervenir en la elección de los bienes que van a producirse? ¿Por qué permitimos que una minoría se apropie de esa […]

Susana, una joven de 20 años, militante desde 2004, se plantea las siguientes cuestiones en «El padre de Blancanieves», una de las novelas de la escritora Belén Gopegui (Madrid, 1963): «¿Por qué no podemos intervenir en la elección de los bienes que van a producirse? ¿Por qué permitimos que una minoría se apropie de esa elección y de los bienes? (…) Preguntemos ahora». Belén Gopegui publicó su primera novela en 1993, «La escala de los mapas», una historia de amor loco, pero asimismo una reflexión sobre los miedos que a uno pueden asaltarle. Su última obra, «El comité de la noche» (2014), aborda la historia de dos mujeres que se enfrentan al tráfico de sangre. También ha publicado cuentos artículos y ensayos, recopilados estos últimos en un texto de 2014, «Rompiendo algo». La escritora afirma que dar soluciones no es la única función de la novela, «pero me parece inquietante la consideración de la ambigüedad como valor literario, dado que es lo opuesto a la precisión». También recuerda que el Canon literario ha menospreciado la obra de ciertos autores por considerarla «contaminada de política».

-¿Qué importancia tiene la forma, el estilo literario, lo que comúnmente se entiende por escribir bien, cuidando los ritmos y pausas, la caracterización de los personajes, los espacios y los tiempos, cuando se ha apostado por una literatura comprometida que saque las vergüenzas del capitalismo?

La distinción entre forma y contenido, de origen pedagógico, confunde pues, a mi modo de ver, no pueden separarse. Lo que es, es lo que es. El lenguaje contiene múltiples posibilidades de realización pero lo que se dice no se puede decir de otra forma, porque cualquier variación hace que se diga otra cosa. Por ejemplo, al elegir formular la pregunta con la expresión «que saque las vergüenzas del capitalismo» estás diciendo sobre la literatura algo diferente de lo que dirías si hubieses escrito «que no esconda las lógicas del capitalismo». La literatura requiere precisión para, en cada caso decir lo que se quiere decir.

Por otro lado, escribir bien es un concepto dinámico, variable, histórico, hoy se suele identificar con los rasgos que has mencionado pero cabe suponer que Pilniak, Lispector y muchas otras voces no estarían de acuerdo. Lo que sí resulta necesario es conocer el uso de los recursos narrativos que permiten que aquello que está pasando en la historia importe a quienes asisten a ella. De otro modo no lo lograremos que la historia pase del libro a quien lo lee, que, como suele decirse, les llegue.

-¿Qué opinas de la tendencia actual en la literatura, pero también en las Ciencias Sociales, a plantear preguntas y dejarlas abiertas para no caer en dogmatismos? ¿Es parte del relativismo postmoderno?

Eagleton señalaba con ironía la clase de mundo en que vivimos donde parece que hay algo superior en no tener soluciones. Si hablamos de la novela, asumo que dar soluciones no es su única función, pues a veces la solución misma requiere generar, por ejemplo, un efecto de reflexión e implicación en quien la lee. Lo que me parece inquietante en la novela es la consideración de la ambigüedad como valor literario; la ambigüedad es lo opuesto a la precisión, una persona ambigua es aquella en quien resulta difícil confiar por sus comportamientos y afirmaciones poco claras, y así también sucede con los textos.

-Quienes practican una escritura crítica con el sistema señalan la tendencia actual a que el autor se recree en su ego, sus «neuras» personales y no vaya mucho más allá de su ombligo. Se despreocupa, así, de las injusticias y del bien común. ¿Pero no es cierto que toda literatura genuina tendría que surgir de las tripas del autor?

Si entendemos por literatura «genuina» aquella que sale de las tripas del autor, naturalmente que la literatura «genuina» será la que salga de las tripas del autor (entendiendo lo que se entienda por eso de las tripas). Desde mi punto de vista suele ocurrir que lo más visceral, lo que se considera más personal también, es sin embargo lo más colonizado por las ideas dominantes. Es en la relación con los demás, en lo exterior, en las pequeñas instituciones que creamos, donde pueden surgir, creo, mayores espacios de libertad. Decía Raymond Williams que mientras la actitud elitista consiste en transmitir los valores sin más, de tripa a tripa por así decir, el gesto socialista es aquel que sabe que no hay transmisión de valores sin que a su vez se reciba algo de los sujetos a quienes se están transmitiendo. Y eso pasa por aceptar que se discutan, se debatan, se transformen, acepten o rechacen. Lo cual requiere salir, por así decirlo, de la víscera o de la neura.

-¿Qué sentido tiene hoy la novela, y más aún las novelas largas, en la época no ya del audiovisual sino del impacto de 140 caracteres en las redes sociales?

La novela es una forma de hacerse consciente de una experiencia a través de la imaginación. El tipo de experiencias del que podemos hacernos conscientes mediante una novela son distintas de las que se transmiten en la red o las series. Por otro lado, hay en algunas lecturas, como en salir a andar por el monte, una mezcla de necesidad y de exención parcial de las obligaciones, que cualquiera puede, al menos, querer ejercer.

-Puede que, en teoría, se haya superado la distinción entre literatura «culta» y elaborada por escritores consagrados y otra, popular y plebeya, a la que se criticaría por su escasa calidad. ¿Crees que, pese a lo que se diga, esta diferenciación continúa vigente?

Como todas las clasificaciones creadas desde arriba en principio para incluir, terminan teniendo también, a veces sobre todo, como objetivo la exclusión. Así sucede aún con la diferencia entre lo culto y lo popular si bien ambos conceptos están muy tocados por la globalización, eso que antes se llamaba imperialismo.

-¿Se señala y castiga a los autores que denuncian las injusticias del capitalismo, o ni siquiera le hace falta al sistema recurrir a métodos de censura? ¿Hay asuntos que te hayas visto obligada a callar en tus libros?

Ya Stendhal decía, en alusión a la presencia de la política en una obra literaria: «Vamos a hablar de cosas fuertes y vulgares que, por más de una razón, quisiéramos callar; pero nos vemos obligados a abordar acontecimientos que entran en nuestro terreno, puesto que tienen por teatro el corazón de los personajes». Ha solido haber un rechazo desde el canon, donde siempre se ha menospreciado la obra de ciertos autores por juzgarla contaminada de política. No obstante, no es tanto lo que se denuncia sino ciertas respuestas que se dan a esa denuncia lo que, creo, produce el rechazo. En mi caso, como en el muchos autores y autoras de mi tiempo, no se trata de vernos obligados a callar -cosa que sí les pasa a quienes tuitean desde que entró en vigor una legislación inaceptable-, se trata de cómo se contrae el espacio en donde se conforman las historias que en teoría merece la pena -la pena literaria- contar.

-¿Diseñas los personajes y tramas de tus novelas, también los diálogos, a partir de una arquitectura racional o nacen de las vísceras y de vivencias profundas?

Cómo nos sentimos acerca de las cosas y cómo pensamos acerca de ellas no son siempre, aunque lo pueda parecer, procesos separados; la narración en realidad consiste en dar cabida a ambos. En cuanto a las vísceras y las vivencias profundas, insistiría en que no garantizan nada, antes al contrario pues si no se trabaja con ellas terminan por ser un espacio aislado y por lo tanto incapaz de percibir y enfrentar las convenciones hegemónicas.

-¿Por qué se insiste tanto en que la clave de una novela es la «verosimilitud» del relato? ¿Qué significa exactamente esta afirmación?

La verosimilitud designa un conjunto de expectativas sobre cómo pueden ser las cosas, que a menudo se confunde con el cómo deben ser y con el cómo me interesa que sean. ¿Las mujeres deben ser delicadas, pueden serlo según la ocasión o me conviene que ahora lo sean? La idea dominante de verosimilitud, estimo, bajo el pretexto de hablar sobre cómo pueden ser las cosas, termina hablando sobre cómo deben ser, y ese deber ser a menudo encubre un interés: cómo le conviene que sean a determinada clase social. Por eso considero que la verosimilitud es un concepto en disputa. No se trata de renunciar a la pregunta sobre si un relato es verosímil según el código que se haya elegido -verosimilitud no equivale a realismo-, sino de discutir las ideas e intereses que se encubren a veces bajo esa palabra.

-¿Cuáles son, a tu juicio, los límites entre realidad y ficción en la novela? ¿Crees que en la novela hay más margen para la ficción que en otras disciplinas que se consideran científicas, como la Economía, la Historia o la Sociología? ¿Podrían en cierto modo considerarse las tres disciplinas citadas como un género literario?

Recordemos que también el concepto de Literatura responde a cada contexto histórico. Hasta hace poco la Historia de España del Padre Mariana o el Informe sobre la Ley Agraria de Jovellanos aparecían en los libros de literatura. En cualquier caso, no creo que ayude a entender la realidad calificarlo todo como ficción. Es cierto que la Economía, la Sociología, etcétera, no pueden desprenderse de la mirada de quien las hace, pero éstas tratan de cosas que sí suceden y se les ha de pedir credibilidad, mientras que las novelas, incluso las que pretenden abordar hechos reales, tratan siempre de lo que no pasó.

-Por último, ¿de qué modo introduces la política en la literatura infantil y juvenil?

Como asumo que la política tiene por teatro el corazón de los personajes, no hago entonces diferencias: no me propongo introducir la política pero tampoco extraerla, excluirla. En realidad, es casi imposible excluir la política -entendida no sólo como el juego parlamentario, claro- de la vida de un niño o de una niña.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.