Comenzamos ahora una serie de entradas sobre el sorteo utilizando lecturas contemporáneas. ¿Cómo justificar filosóficamente la provisión de puestos públicos por medio del sorteo? Parte del libro de Jacques Rancière El odio a la democracia (Buenos Aires, Katz, 2000) se consagra a ello. Es la parte de la obra que deseo rescatar. Otras de sus […]
Comenzamos ahora una serie de entradas sobre el sorteo utilizando lecturas contemporáneas. ¿Cómo justificar filosóficamente la provisión de puestos públicos por medio del sorteo? Parte del libro de Jacques Rancière El odio a la democracia (Buenos Aires, Katz, 2000) se consagra a ello. Es la parte de la obra que deseo rescatar. Otras de sus tesis me convencen menos o muy poco: la visión ridículamente maniquea de la sociología (Rancière considera que Platón inventa la sociología, pero ésta supone la variación del punto de vista -con preferente insistencia polémica en el punto de vista obliterado- algo que se encuentra en la Política de Aristóteles, no en Platón). Ídem, aunque menos grave, de la tradición republicana y, por fin, tampoco acierto a comprender la relevancia intelectual (fuera de un par de distritos de París y de quienes viven imaginariamente en ellos) de discutir las extravagancias retrógradas de Jean-Claude Milner.
El odio a la democracia se vale de idénticos estereotipos (ahora y hace más de dos milenios) ideológicos para ridiculizar la participación de las personas comunes. La lucha por la democracia, en consecuencia, debe utilizar idénticas herramientas: en más de un plano, Abdera, la Atenas, las democracias del siglo V y IV a. C son aún contemporáneas nuestras. Nuestros debates se parecen. Incluso un enemigo jurado de la democracia como Platón, tuvo que reconocer una cualidad filosófica al sorteo: no hay mejor gobierno que aquel compuesto por quien no desea gobernar. Cuando se piensa, indica Rancière, que ni siquiera en el mundo universitario (población reducida, competencia compartida por todos) se recurre al sorteo para las comisiones de gobierno y evaluación, uno se da cuenta de cuán atrapados nos encontramos por la mitología de las falsas aristocracias. El nombre de las cuales es oligarquía.
Fuente: http://moreno-pestana.blogspot.com.es/2013/04/sobre-el-sorteo-1-mejor-el-que-no-quiera.html