A propósito de su último poemario titulado Fuego soy apartado y espada puesta lejos, que le valió a la escritora nicaragüense el XXVIII Premio Internacional de Poesía, Ciudad Melilla 2006 (España). El poemario, presentado oficialmente en el Festival Internacional de Poesía de Granada 2007, será publicado este mes por Anamá Ediciones. 4:30pm. Antes de la […]
A propósito de su último poemario titulado Fuego soy apartado y espada puesta lejos, que le valió a la escritora nicaragüense el XXVIII Premio Internacional de Poesía, Ciudad Melilla 2006 (España). El poemario, presentado oficialmente en el Festival Internacional de Poesía de Granada 2007, será publicado este mes por Anamá Ediciones.
4:30pm. Antes de la entrevista, llamo a Gioconda para confirmar la hora de la cita y ella se asombra: «te voy a dar el premio de la puntualidad» – me dice -. A mí me causa gracia, jamás me he destacado por dicho hábito. Una hora después llego a su casa. La tarde está empapada de humedad y todavía se respira tierra mojada. Al abrir la puerta, me salen al paso varios amigos caninos. Inmediatamente aflora mi miedo y afortunadamente es tan visible, que los perros son puestos bajo control.
En la sala se respira un ambiente de libros y ganas de sentarse a leerlos. Gioconda está en la habitación de arriba. Le avisan de mi presencia y escucho el crujir de la madera bajo sus pasos. La escalera dice uno, dos, uno, dos, cada escalón tiene una pausa que ella respeta, cautelosa. Pronto acabará de bajar -me digo- pero estoy en pleno goce estético, absorbida por el paisaje de una vista sin fin. Gioconda aparece y nos saludamos. Antes estuve en su casa, pero esta vez es diferente.
Como la tarde está pronta a caer, le propongo tomarle las fotos antes de la entrevista. Atrás de nosotras, esa maravillosa explanada verdosa.
¿En qué momento escribís este poemario?
Cuando estoy escribiendo una novela, generalmente sigo escribiendo poesía. Para mí la poesía es una necesidad y viene como un rayo que llevo al papel y después guardo. Así fue que mientras trabajaba en mis novelas, me di cuenta que había logrado reunir un libro de poemas, porque tenían unidad temática.
¿Cuál sería esa unidad temática?
La unidad temática de ese libro es la confrontación de un nuevo período en mi vida como mujer. Un período de madurez ya no visto en términos celebratorios sino de meditación, porque hay una época en la vida en que uno empieza a pensar en la muerte. En ese sentido, este libro se caracteriza por ser más reflexivo que mis libros de poesía anteriores. También siento que hay un trabajo de lenguaje diferente a lo que usualmente había hecho en la poesía.
Entonces la edad juega un papel fundamental en la forma de reflexionar la vida y escribir poesía…
Ese momento de crisis ya me pasó (ríe con resignación). Darte cuenta que la vida es finita, que te vas a morir y que hay una serie de cosas que vas dejando atrás. Pienso que a todos nos causa una especie de crisis porque cuando uno es joven piensa que la vida va a durar para siempre. Cuando te das cuenta que esto no es así, y que te vas acercando lentamente hacia la muerte, reflexionas y ves tu vida desde otra perspectiva. Este libro es producto de esa reflexión.
Sin embargo, yo siempre he dicho -y pienso-, que después de pasar por esos momentos de reflexión, viene la celebración de lo que tenés, porque perdés unas cosas pero también ganás otras. La vida es esa dinámica y yo siempre he tratado de reflejar en mi poesía como eso te va enriqueciendo como ser humano.
¿Se ha convertido la muerte en uno de los temas que más te inquieta?
Ese libro está marcado por la cercanía de la muerte que siento a través de mi papá. De alguna manera, su muerte me ha hecho reflexionar sobre mi propia muerte. Pero dicho esto, el libro no es un libro de muerte, sino de reflexión política sobre el tiempo que vivimos, sobre la humanidad y principalmente sobre el amor. El amor a un nivel de erotismo más refinado. Es por eso que el libro comienza con un poema titulado «El más alto erotismo» y dice «lees mi piel como una Biblia leída y vuelta a releer» (…) Es una reflexión sobre una relación de pareja que ha durado bastante tiempo y como eso enriquece el amor entre dos personas.
Siento que hay una combinación de notas que van de la lucidez a la tristeza y de la amargura a la sonrisa…
Pienso que es la lucha interna que tenemos como seres humanos sobre la noción de que nos sentimos tan vivos, tan vitales, tan eternos de cierta manera, y la resistencia a aceptar la vejez y la muerte. Considero que interiormente no cambiamos mucho, lo que va cambiando es el entorno y tu físico, pero tu corazón no cambia. Reconciliarse con ese hecho es difícil.
Por otro lado, este libro refleja el momento histórico que vivimos como especie. Estamos viviendo en un mundo donde hay una lógica de depredación ecológica tremenda, donde las ideologías están en crisis, donde hay guerras sin sentido, horriblemente cruentas, el enfrentamiento de religiones, etcétera. Es decir, una serie de cosas en este período histórico difíciles de asimilar y para las que no estamos preparados. Ya no tenemos los parámetros que teníamos antes. Una lucha contra una dictadura era más fácil de analizar, por decirlo de algún modo, que esta lucha de ahora que es mucho más dispersa y para la que es más difícil organizarnos. Sobretodo en un contexto de individualismo feroz y capitalismo desenfrenado. Este libro recoge todas esas reflexiones sobre lo que me ha impactado como persona al experimentar estos fenómenos en mi propia vida.
¿Como vivís tu poesía vinculada al país?
Nicaragua es lo que más está vinculado a mi poesía. Si pienso en mi poesía la considero como una bitácora de la vida de una mujer. Si me pregunto para qué puede servir mi poesía en el futuro, es para ver y recorrer todas las fases de la vida de una mujer. Desde el momento en que te descubrís como mujer pasando por los amores, los desamores, los partos, la política, el trabajo, la madurez, la vejez. Creo que a lo largo de mi poesía he logrado reflejar eso, y nicaragua está profundamente vinculada. En un poema yo digo «Nicaragua, vos sos mi hombre con nombre de mujer». Soy carne de su carne y sangre de su sangre, siento una relación simbiótica.
Eso se refleja también en la dimensión política de tu escritura….
Desde mi punto de vista, la política es la vida de la ciudad, de todos nosotros en comunidad. Así que yo no me quiero separar de la sociedad. Pienso que el poeta se nutre de la multitud, del acontecer del mundo y la humanidad. No creo en el poeta de la torre de marfil. Pienso que vivir interesados en el mundo, pensar, intentar participar en los cambios es algo lindo. Al contrario de esa idea de la poesía hermética, metida hacia adentro, sin pensar el afuera. Como si todo estuviera en la cabeza, para mi no todo está en la mente. Hay muchas cosas importantes que ocurren afuera.
En ese sentido, mi escritura refleja la sensación de la derrota, de la pérdida del ideal revolucionario, de la impotencia, de sentir que lo que era tan místico se convirtió en otra cosa. Mi poesía es muy vivencial, es un registro de la vida.
¿Hay mucho de derrotismo en esta poesía?
No creo que esa sea la palabra. Es una poesía que se pregunta dos cosas: para donde vamos, y si podemos tener esperanza dado lo que tenemos. En el fondo hay una sensación de duda sobre si seremos capaces de avanzar porque hay mucha desilusión de por medio. Pero también hay reflexión porque eso te lleva a pensar otra forma de hacer política. Ya no es la política épica y grandilocuente, sino el heroísmo de todos los días. Esto a pesar de que uno tiene un cierto apego a lo épico, porque es como un recuerdo de tu juventud, de las cosas que hiciste. Y eso crea una resistencia a cortar con el cordón que te une al pasado.
Pero es un error, desde mi punto de vista, seguir aferrado a querer revivir una época que ya no es más. Así las cosas, la épica más bien lo que hace es crear un artificio de revolución sin el contenido de revolución, que es lo que yo pienso está pasando en Nicaragua. Lo cual es totalmente dañino, sobretodo para la juventud, porque les están vendiendo como revolución algo que no es revolución, solo el oropel, esa épica grandilocuente sin nada detrás que se vuelve terriblemente vacía y engañosa.
¿Algún suceso especial mientras escribías este poemario?
Antes yo tenía la urgencia de publicar, cada vez que escribía un poema lo trabajaba para publicarlo. Ahora ya no siento eso, quizás porque estoy ocupada con la novela y porque pienso que a veces nos apresuramos demasiado para publicar. Aquí en Nicaragua siento esa urgencia y a veces uno se enreda por publicar antes de tiempo. Por eso yo escribo y guardo. Así que no puedo mencionarte un evento especial. Lo que pasó fue que revisé todo lo que había escrito (alrededor de 70 poemas) y empecé a descartar. Los elegidos sí los trabajé pero ya desde la distancia.
En cierto modo, la poesía es una constante incluso en tus novelas…
Sí. Una vez le decía a un periodista que los escritores que somos poetas tenemos esa facultad de integrar la poesía dentro de la prosa aunque poesía y prosa sean diferentes. Es decir, hay que tener cuidado porque ambos géneros tienen sus propios equilibrios y hay que lograr el balance adecuado. También depende del tema que estés trabajando y qué tanto te permite desarrollar la voz poética.
Es el caso de la novela que estás escribiendo en estos momentos…
La novela que estoy escribiendo ahora es sumamente poética, así que siento que estoy escribiendo poesía aunque no lo esté haciendo. El tema que trato es poético, sumamente profundo y podría decir que desde que inicié esta novela no he escrito poesía. Pero hay algo importante y es que cuando escribo novelas me desprendo de la realidad cotidiana y paso a vivir en ese mundo que yo estoy creando con mis palabras. Y ese mundo a veces me es totalmente suficiente. Trabajar ese mundo y tejer con cuidado esa otra realidad, se come toda la capacidad poética que tengo. Así que aunque no esté escribiendo poesía, me siento realizada.
También me comentaste que tu novela Waslala saldrá reeditada…
Estoy contenta porque se va a reeditar Waslala. Una novela que de alguna manera es una reflexión sobre el futuro visto desde el tercer mundo, y no desde el primer mundo como generalmente lo visualizamos. Un futuro donde es posible ver el impacto que van a tener -y ya tienen- en estos países, las políticas depredadoras e imperiales. Al mismo tiempo, esta novela tiene también mucha esperanza, porque es la búsqueda de la utopía. Yo trabajé, mejor dicho re-trabajé esa novela porque no estaba ciento por ciento contenta con ella. Esta nueva versión tiene menos páginas y un final diferente.
¿Como te resultó esa experiencia de revisar Waslala a la luz del tiempo, re-escribirla y modificar el final?
No fue difícil. En el caso de esta novela yo siempre tuve muchas dudas cuando la estaba escribiendo (podemos decir que la sufrí bastante). Entonces cuando llegué al final, lo que hice fue dejarle un final abierto. Con el tiempo, cuando revisé de nuevo la novela me di cuenta que desde el principio, yo sabía lo que pasaba al final. Así que me pregunté, ¿por qué no digo lo que siento que pasó? Entonces decidí contarle al lector lo que yo sabía de antemano que pasaba y así cerrar el círculo. En realidad era como un truco. Lo que pasa es que uno como escritor siempre anda buscando caminos nuevos y posibilidades nuevas en la escritura.
¿Cual es tu opinión acerca de las nuevas voces poéticas en Nicaragua?
Me parece que así como nosotros talvez pecamos en exceso de la celebración de la multitud, ellos pecan en exceso el afán de hacer poesía que sólo ellos entienden. Poesía para entendidos y para un pequeño círculo. Eso pasa también en Estados Unidos, la poesía solo la leen los poetas y a la gente no le dice nada. Es una poesía totalmente ensimismada, para adentro. Ahora, no es que diga que no debe hacerse ese tipo de poesía, pero pienso que el ensimismamiento es un problema muy serio actualmente para la humanidad. Hay tanto que nos aísla entre nosotros. Nos están haciendo creer que frente a una computadora tenemos una comunidad, cuando en realidad estamos perdiendo los vínculos con los demás. Esa vida virtual es conveniente para muchas cosas que tienen que ver con el desarrollo capitalista, pero en términos de enriquecer la vida de todos, creo que más bien la ha empobrecido. Eso es precisamente una de las fuentes del desasosiego.
Yo hice una presentación para una antología de poesía de jóvenes (aquí en Nicaragua), y dije que era la generación del desasosiego y ese desasosiego lo reflejaban en su poesía. Nosotros en cierta manera tuvimos suerte de haber entrado a un proceso político más claro, había una dictadura. Ahora es más difícil. Por otro lado, me parece que hay una resistencia a lo colectivo pero al mismo tiempo lo necesitan. Así ves la cantidad de grupos literarios que se forman ahora, muchos más de los que alguna vez surgieron en los años setenta por ejemplo.
¿Pensás que tu generación debería asumir un rol activo, de traspaso generacional?
Yo creo que las generaciones aquí están demasiado cercas las unas de las otras y eso no lo permite. Por ejemplo, tomo mi caso con Coronel Urtecho. Cuando yo estaba joven, él era un hombre quizás no anciano pero si mayor, entonces había una maestría que yo le aceptaba. Pero el joven ahora no me acepta a mi una maestría, al contrario, lo que intenta es tratar de demostrar que yo no sé escribir, y que el que sabe escribir es él. En otras palabras, ni siquiera me dan la posibilidad de compartir. Ahora esto no lo digo en sentido negativo, lo acepto totalmente, pienso que es un proceso por el que se tiene que pasar. Ellos encontrarán su propio camino. Los escritores de ahora han tenido más posibilidades, en cuanto al acceso a la información, de las que yo tuve cuando comencé a escribir. Pero confieso que me da pesar sentir esa hostilidad porque creo que no ayuda ni apunta a algo. Pero entiendo que nada debe ser forzado.
Al final de la entrevista, Gioconda me cuenta con entusiasmo que su novela El Pergamino de la Seducción, va a salir próximamente traducida al italiano y sueco. Antes había sido traducida al inglés, holandés y alemán.