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Parafraseando a Martí: Consideraciones sobre un aspecto del libro de Guillermo Rodríguez Rivera "Por el camino de la mar"

Mi sexo

Fuentes: Rebelión

Si hoy viviera Martí es más que probable que las palabras que en su día escribiera sobre el racismo las hubiera escrito sobre el machismo. Y dirían algo así. Mi sexo (*): Esa de sexista está siendo una palabra confusa, y hay que ponerla en claro. Las personas no tienen ningún derecho especial porque pertenezcan […]

Si hoy viviera Martí es más que probable que las palabras que en su día escribiera sobre el racismo las hubiera escrito sobre el machismo. Y dirían algo así.

Mi sexo (*):

Esa de sexista está siendo una palabra confusa, y hay que ponerla en claro. Las personas no tienen ningún derecho especial porque pertenezcan a un sexo u otro: dígase persona y se dicen todos los derechos. La mujer, por mujer, no es inferior ni superior a ningún hombre: peca de redundante el hombre que dice: mis derechos masculinos. Todo lo que divide a las personas, todo lo que las especifica, aparta o acorrala es un pecado contra la humanidad. ¿A qué hombre sensato se le ocurre envanecerse de ser hombre, y qué piensan las mujeres del hombre que se envanece de serlo y cree que tiene derechos especiales por serlo? ¿Qué han de pensar los hombres de la mujer que se envanece de su sexo? Insistir en las divisiones biológicas, en las diferencias biológicas de un pueblo naturalmente dividido es dificultar la ventura pública, y la individual, que están en el mayor acercamiento de los factores que han de vivir en común. Si se dice que en la mujer no hay culpa ni virus que la inhabilite para desenvolver toda su alma humana, se dice la verdad, y ha de decirse y demostrarse,  porque la injusticia de este mundo es mucha, porque  la ignorancia de los mismos  pasa por sabiduría, y aún hay quien crea de buena fe a la mujer incapaz de la inteligencia y corazón del hombre; y si a esa defensa de la naturaleza se la llama feminismo, no importa que se le llame así, porque no es más que decoro natural, y voz que clama en el pecho de los seres humanos por la paz y la vida del país. Si se alega que la condición de esclavitud no acusa inferioridad de sexo esclavo, puesto que los galos viriles se vendieron como siervos, con la argolla al cuello en los mercados de Roma, eso es feminismo bueno, porque es pura justicia y ayuda a quitar prejuicios al hombre ignorante. Pero ahí acaba el feminismo justo, que es el derecho de la mujer a mantener y probar que su sexo no le priva de ninguna de las capacidades y derecho de la especie humana. El hombre machista que le cree a su sexo derechos superiores, ¿qué derecho tiene para quejarse de la mujer feminista, que le vea también superioridad a su sexo? La mujer feminista, que ve en el sexo, que ve en su sexo un carácter superior, ¿qué derecho tiene para quejarse del hombre machista? El hombre que por razón de su sexo se cree superior a la mujer, admite la idea del sexismo, y autoriza y provoca a la mujer feminista. La mujer que proclama su sexo cuando lo que acaso proclama únicamente en esta forma errónea es la identidad espiritual de los sexos, autoriza y provoca al hombre machista. La paz pide los derechos comunes de la naturaleza. Los derechos diferenciales, contrarios a la naturaleza, son enemigos de la paz.

Con voluntad de concordia habría escrito Martí estas palabras y también con voluntad de concordia un grupo de mujeres de Canarias desea dirigirse al autor del libro Por el camino de la mar, para que tome en cuenta dos consideraciones y una propuesta.

La primera consideración versa sobre la siguiente idea de Rodríguez Rivera: «La sensualidad del cubano es una fuerza de difícil coexistencia con el amor estable», y se refiere al hombre cubano. Dice que la mujer es «tendiente a no comprender lo que debiera comprender». Con qué animal, cabras tal vez, ovejas, asnas, con quién, cabría preguntarse, desahoga el cubano su sensualidad puesto que, según Rodríguez Rivera, es una cuestión que atañe sólo al hombre y no a la mujer. ¿No será tal vez el hombre quien no comprende que la sensualidad de hombres y mujeres es una fuerza incontenible? ¿O lo que propone Rodríguez Rivera es que el hombre cubano desahogue sus impulsos con mujeres por la fuerza o por el dinero mientras intenta recluir a la mujer propia? Pasaron ya los tiempos de Lucía, el excelente y trágico largometraje de Humberto Solás, sin duda Rodríguez Rivera no pretende reproducir los estereotipos que allí se criticaban.

La segunda consideración afecta a la idea de Rodríguez Rivera de que «la telenovela tendrá en la mujer cubana una permanente receptora». Si Martí tenía razón al defender la igualdad de las razas y la tendría hoy al defender la igualdad de los sexos: ¿no puede parecer que hay discriminación en esa frase de Rodríguez Rivera, no sería conveniente no asociar sexos con géneros narrativos?

Quisiéramos en fin realizar con él en común una reflexión y encomendarle una tarea. Nos preguntamos por todas esas mujeres que están cumpliendo misiones internacionales y nos preguntamos si Rodríguez Rivera piensa que comentarios como los suyos ayudan a esas mujeres. Nos preguntamos cuántos hombres tienen que padecer no ya el choteo sino algo más doloroso que el choteo por estar ellos cocinando u ocupándose de los niños. Nos preguntamos cuántas madres, suegras, hermanas de médicas destinadas en misiones internacionales tienen que sobrecargarse de trabajo porque comentarios superficiales y poco meditados de autores de prestigio como Rodríguez Rivera contribuyen a hacer las cosas más difíciles en vez de más fáciles. Estamos convencidas de que Rodríguez Rivera es un intelectual honesto quien acaso se ha dejado llevar por esa cultura imperialista que introdujo el machismo siglos atrás. No es, sin duda, sencillo, como dijera Martínez Villena, «limpiar la costra tenaz del coloniaje». En la voluntad común de limpiar esa costra que ultrajó Cuba pero incluso hoy día sigue pretendiendo dictar los hábitos y la cultura de islas como la nuestra y de tantos lugares del mundo, le encomendamos una tarea que acaso junto con otros hombres y mujeres intelectuales él pudiera querer realizar:

Se trataría de promover un debate sobre el lema del día de la mujer en Cuba, lema que Martí suscribió hace años pero que, si la vida le hubiera permitido asistir a la evolución de los pueblos, muy probablemente habría rectificado. Dice el lema: «Sin sonrisa de mujer no hay gloria completa de hombre». Quizá se podría alternar, y que el lema un año sí y otro no dijera: «Sin sonrisa de hombre no hay gloria completa de mujer». Muchas mujeres que han muerto en Angola, que sufren en Pakistan y en muchos lugares podrían aceptar una frase así. Es en todo caso posible que a algunos los hombres no les pareciera bien. Si no les parece bien para ellos podrían preguntarse por qué en cambio, hoy en día, les parece bien para la mujer. Y si les parece bien, entonces podría alternarse y que un año fuera «sin sonrisa de mujer» y otro «sin sonrisa de hombre». Tal vez Rodríguez Rivera pueda poner en marcha este debate o esta propuesta, pues el sabrá que los asuntos de las mujeres, como los de los hombres, conciernen a toda la humanidad.

(*) El texto de Martí, con el título «Mi raza» fue publicado el 16 de abril de 1893 en el periódico Patria.