En España la Ministra del nuevo Ministerio de Igualdad Bibiana Aido, está siendo duramente criticada por haber utilizado la palabra miembra durante su primera comparecencia en el Congreso. La Ministra dijo que durante su estancia en Centroamérica había comprobado que miembra se utiliza mucho por lo que consideró que también en España podríamos recogerlo y […]
En España la Ministra del nuevo Ministerio de Igualdad Bibiana Aido, está siendo duramente criticada por haber utilizado la palabra miembra durante su primera comparecencia en el Congreso. La Ministra dijo que durante su estancia en Centroamérica había comprobado que miembra se utiliza mucho por lo que consideró que también en España podríamos recogerlo y usarlo. Ante esto, los integrantes de una de las Academias más patriarcales de España, la Real Academia Española RAE, han demostrado su actitud machista. Salvador Gutiérrez y Gregorio Salvador han destacado la incorrección del termino miembra. El exvicedirector de la RAE, Gregorio Salvador, señaló que la ministra no cometió un error, sino que utilizó el término «conscientemente», porque es defensora de todas esas mandangas, de esa confusión de sexo y género. En cualquier caso, si no es un error es una estupidez. Añadió que no es cierto, en absoluto, que allí [en Centroamérica] se utilice ese término, puede que alguna como ella lo diga; casi nunca nadie está solo en su propia estupidez, siempre tiene acompañantes. He aquí la argumentación de los expertos. He aquí la razón patriarcal. Y vemos aquí también la discriminación del habla hispanoamericana.
Tal como se puede verificar, en estas manifestaciones se expresa el alto grado de interpretación sexista del lenguaje. Este razonamiento patriarcal es el que sigue imponiéndose en lo académico y así perdura en el tiempo. Hay en estas afirmaciones un marcado etnocentrismo, un eurocentrismo de la lengua castellana, un desconocimiento de lo que es democracia en el siglo XXI y obviamente, una ignorancia del principio de igualdad y la prohibición de discriminación por sexo que reconoce la Constitución española. Claro, su acentuado carácter real, medieval y monárquico, impiden que la democracia y la igualdad material entren en sus cánones académicos. En la América de habla española la lengua es diversa, rica y cambia mucho. La influencia que recibe de todas las lenguas del mundo la enriquecen. Y es que en España, poco se sabe de que en la América de habla española existe un sector significativo que defiende la lengua viva propia de cada zona y la riqueza de los americanismos y que no está de acuerdo con que su uso se vea limitado por una élite que se considera unilateralmente ACADÉMICA y REAL. Esta Academia se olvida que es Hispanoamérica la que colabora activamente para que el español sea una de las lenguas más habladas en el mundo y se olvida o no quiere saber que miembra se utiliza en el otro lado del charco. Sí, la parienta pobre de España: la América discriminada utiliza miembra.
A propósito de la discriminación del uso de los americanismos en España, como el caso de miembra, en el mundo académico en general puede ser consirado como una sandez fruto de la incultura, así lo sostiene Fernando Savater. La personas hispanoamericanas que han venido a España a realizar estudios superiores se habrán dado cuenta que algún sector del profesorado universitario no acepta palabras que simplemente no son utilizadas en su contexto académico. En el Derecho por ejemplo, se rechaza el uso de la palabra estatizar y prefieren el uso de estatalizar; corrigen concientizar imponiendo la utilización de concienciar o creen que hay conflictos entre los significados de personería jurídica y personalidad jurídica, o de acceso a la justicia y tutela judicial, entre muchas otras palabras y expresiones, que más que prohibirlas, deberían ser utilizadas también en la Península para enriquecer a la ciencia y no generar discriminaciones. Estas palabras podrían constituír un aporte Sur-Norte en lo académico pero, esta discriminación se da por el eurocentrismo y se agrava especialmente por el sexismo. Pero ello no se quiere ver. Hay un tópico que produce ceguera académica respecto de la lengua que se habla en la América hispanoahablante, se cree que el castellano allí es más puro y perfecto que en la Península. Nada más falso. Se le achaca un esencialismo al habla del otro lado del charco y no se quiere ver que el sincretismo y mestizaje, propios de toda cultura, renuevan cada día el lenguaje. Los peruanismos (mezcla de lenguas nativas y extranjeras), los términos en Centroamérica, las palabras en Argentina, México, etc., varían según cada región. Su riqueza y variedad es enorme. En esa variedad existe el uso de miembra. Otra cosa es que no se quiera ver u oir o se ningunee al habla del pueblo especialmente centroamericano como se pretende en este caso. Así, lo académico sube a su pedestal para discriminar e ignorar a las lenguas vivas.
El hecho sucedido con la palabra miembra tiene su precedente cuando una mujer en un Ministerio Español, defendió el uso de la palabra ministra. También fue objeto de burla y desprecio por parte de los académicos. Hoy nadie se inmuta ante el femenino de «ministro». Lo mismo está sucediendo con la palabra médica, su uso está avanzando. Y es que el lenguaje es también una construcción social, las reglas sexistas que quieren imponer los académicos van a tener que ceder porque el lenguaje es dinámico, no es estático, por eso los cambios y reinvenciones le son inherentes. Otra cosa es que por la fuerza, desconociendo el sistema democrático, se defienda sin bases jurídicas el lenguaje sexista donde lo masculino se ha erigido como sinónimo de razón con carácter universalizante. Esto atenta contra el derecho a la igualdad pues desconoce la existencia de las mujeres.
Tal como decíamos, la crítica hostil a la palabra miembra utilizada por la Ministra no hace más que demostrar el desconocimiento y la discriminación que es objeto el mundo pobre, heredero de la lengua española. En el otro lado del Atlántico sin duda se utiliza la palabra miembra. Por ejemplo, en la página web de Círculos de Investigaciones y Estudios con el Psicoanálisis (CIEP), de Venezuela, se puede verificar el uso de esta palabra. Así, respecto de una de sus componentes, dice: « Gioconda Espina Fernández (…) Desde su creación es miembra de la Escuela de Psicoanálisis del Campo Lacaniano-Foro de Venezuela». También Costa Rica, en su web Institucional utiliza la palabra miembra. Por ejemplo en el texto de su programación de actividades, el Instituto de Mujeres, dice: Elección de la terna para el nombramiento de la miembra de Junta Directiva del INAMU. Y si continuamos con los ejemplos, podemos constatar que esta palabra es utilizada también en todos los ámbitos con todo su valor y legitimidad en República Dominicana. En el Informe de la Cámara de Diputados se utiliza la palabra miembra. Se trata del Informe desfavorable del Proyecto de resolución de la Cámara de Diputados mediante el cual se designa una comisión para investigar las denuncias sobre sustancias cancerígenas que se utilizan en la elaboración del pan. Aquí al señalar a las personas que componen las Comisiones, a las mujeres se les da el tratamiento de miembras (Ver págs. 5 y 6).
La prensa debería ser más seria a la hora de informar y las rancias Academias deberían realizar sus investigaciones con responsabilidad y en todo caso, hacer un buen trabajo de campo para escuchar y convivir con el habla en Hispanoamérica. Deberían interesarse por conocer a fondo otras culturas y especialmente las que son más cercanas como la hispanoamericana. Aquí sale a la luz un grado de discriminación del habla que no sea peninsular oficial y una fuerte discriminación cuando se trata por razón de sexo ¿Cómo debe considerar la RAE desde su pedestal a la palabra miembra que se usa en el Parlamento Dominicano? ¿Operará la razón ninguneadora, la razón jerarquizada y desigualitaria? ¿Por qué es ilegítimo que una persona española, en este caso la Ministra, quiera usarlo en España? ¿Ha violado la Ministra algún derecho fundamental al hacerlo? Si las lenguas no son más que construcciones sociales y éstas cambian, ¿se habrán enterado estos académicos que a día de hoy ya nadie habla como el Quijote? ¿Por qué sí se incorporan nuevos términos entre ellos muchos anglicismos y cuando se trata de palabras que eliminan la discriminación por sexo la Academia se opone?
Hay pactos de hombres interclase, hay pactos entre blancos y negros, entre lenguas diversas incluso enfrentadas (la RAE recoge muchas palabras que son parte del espanglish). Pero hay una reticencia por el pacto intersexo. Por eso la RAE se negó a la utilización de la palabra género entendida ésta como una construcción social que alude al conjunto de atributos socioculturales asignados a las personas a partir del sexo y que convierten la diferencia sexual en desigualdad social. Aquí ya la RAE había expresado su sexismo en lo relativo a la interpretación de su área de conocimiento.
Pero, su sexismo también se manifiesta fehacientemente en su estructura patriarcal que no ha mejorado desde hace muchísimo tiempo. De acuerdo con el Informe Académicas en Cifras 2007 del Ministerio de Educación y Ciencia de España, esta Academia conserva su estructura patriarcal. Los datos objetivos así nos lo demuestran: frente a 39 varones sólo 2 mujeres forman parte de esta Academia (Ver pág. 202). Si retrocedemos a 2005, según el estudio La excelencia científica. Hombres y mujeres en las Reales Academias, de María Antonia García de León Álvarez, de 43 hombres que integraban dicha Academia, sólo 3 eran mujeres (Ver pág. 292). Analizando estos datos, en lugar de avanzar, la igualdad y no discriminación por sexo aumenta. De 2005 a 2007 podemos verificar que el sistema ha impedido la presencia equilibrada de mujeres y hombres en esta Academia. Esta situación sí que debe ser corregida por los poderes públicos. Así lo prevé la Constitución y la Ley Orgánica de Igualdad. No hay duda que la discriminación por sexo es la más difícil de erradicar, en este caso, no existe consenso alguno, no hay negociación ni pactos, la lengua inclusiva está vetada. La palabra miembra lo ha demostrado. Por eso la necesidad de hacer real la igualdad reconocida en la Constitución y su transversalidad debe pasar por el lenguaje, por el bien de la democracia.