Scratch o crossovers mineros para principiantes No solo es en la provincia de Esmeraldas, donde las mineras tienen agarradas a las altísimas autoridades por donde más duele. O por donde tienen sensibilidad y media. O por dónde les roncan los timbales y el resto de la percusión. O por qué sé yo. Ellos la ganan […]
Scratch o crossovers mineros para principiantes
No solo es en la provincia de Esmeraldas, donde las mineras tienen agarradas a las altísimas autoridades por donde más duele. O por donde tienen sensibilidad y media. O por dónde les roncan los timbales y el resto de la percusión. O por qué sé yo. Ellos la ganan todas como si de un terrorífico partido de fútbol se tratara. O de un póker diabólico con cocteles (de arsénico y mercurio), servidos on the rock, please. Las mineras canadienses o gringas tienen libreto parecido para Colombia, Argentina o Ecuador, funciona y «aunque salgan locos de contentos para la ciudad», allá se quedan en unas barriadas donde lo único que sobra son las nostalgias por lo perdido para siempre. Por las tardes, al filo de la noche, unos raperos hacen enjuagues con temas de Tego Calderón y luego se mandan la suya: «minería, minería, quién creería/tremenda porquería/l abuela lo decía/ y nadie le creía/los antiguos como el perro avejentado,/mi hermano, dan sabiduría sin haberse levantado… yeah, brother, yeah!»
Este jazzman, o sea yo, les copia el plante a los raperos vespertinos y expone la verdadera lógica de la minería en la geografía austral o central de las Américas, no importa es el mismo mal y no importa su nación de tal o su cultura de tal, a su vida, le dan el bay, bay. Y si no lo sabían se la ponemos caliente en plan Bebop. O como decía Bird Parker: «el Bebop no es el hijo mimado del jazz«. Aunque es pariente del arrullo bundeao o bambuquiao de estas costas afropacíficas colombo-ecuatorianas, donde las mineras juegan casino con la ruleta venenosa a su favor. (Chasqueo de dedos, por favor). Hay que descifrarles las intenciones, la letra menudita o la letra muerta de la ley. Otros dicen la letra colorada. ¡Qué, coños, importa! De cualquier color que sea, del tamaño que la prefieras es cianuro para la muerte lenta y sin las treguas del dinero que alquila salud.
Esta va para los principiantes, que no entienden que la gente de llega para quedarse, porque el sabor del agua no agrada o porque la dieta se acabó. Por la minería que los ministerios del ambiente no perciben en el ídem. Ya usted sabe, haga elocuencia hasta el fondo de la conciencia y se lo repito: «piensa, hermano, piensa».
Uno la agarra en caliente, sin que pierda el aroma a tabaco de cachimba brava, cimarrona, salivosa y espesa: «la gente se mete ciudad adentro no buscando un sueño, más bien huyendo de una pesadilla eco-política». Ecología política, hermanito del alma. Hay que sumar riffs [1] bambuquiaos o con swing de arrullo a lo humano y de rabia con lo divino, por la sordera de los santos. Una la busca y no la alcanza, «palpitando se arrastra, pero la sangre tiene el puño firme y conserva lo suyo hasta el arribo» [2] .
¿Entonces, qué? La palabra se suelta en estas calles que dicen tienen el peligro con horario estricto. Sin break hasta la última resolana del alfabeto de la rebeldía. Dale sin parar ni respirar hasta llegar al final:
Agua: líquido turbio, saturado de mercurio, cianuro y arsénico. En el norte de
Esmeraldas, Ecuador. O en las zonas orientales de Colombia. O allá donde te dicen: ‘che’. Agua que corriendo va, eso era antes.
Babilonia: babilonia o sea la sociedad mayor teniendo sueños turbios donde una gente hablando, con semántica cimarrona, exige derechos a la vida. Ahí la vida es el cuento equivocado sin tag [3] . Tremendo embale. Babilonia = minería.
Bicentenario: 200 años después no hay oro que valga… para tener escuelas en Playa de Oro. Comuna Río Santiago Cayapas: 62 mil hectáreas se compraron con oro playado. Un saquillo sobre otro. Cash brillante. Fue el último intento heroico de republicanismo en la costa afropacífica colombo-ecuatoriana. Bicentenarias letras de oro: en la Constitución ecuatoriana se manda a formar circunscripciones territoriales.
Corte: apertura del socavón y lavandería de tierra hasta descubrir arena aurífera. Del lavado queda el veneno. Comienza rayando el sol, muchas lunas después se acabó el agua viva. Y la «canoíta arrimará en filo de hambre», sonando en tono de alabao [4] . De ánimas benditas es la cuestión.
Deforestación: palabra inocente. De hojarasca. Como el barrido de hojas sin el viento, pero es barrido burlón a los árboles con raíz y todo. Palabrita pendeja, encanta en veinte mil foros grandes y pequeños, de corbatas y corbatines, de smoking y guayabera, pero nada. Música sin floresta.
Estado: con su presencia en el norte de Esmeraldas, mal; sin él, peor. Con ambas ganan las mineras. Siempre ganan. Un abuelo haría una paráfrasis en el estilo de don Vito Corleone: el extractivismo nunca pierde. Apadrinado por funcionarios, de uno u otro la’o de la raya (frontera). El Estado está en alguna región inexistente.
Estorbo: las comunidades negras e indígenas para las mineras. Allá y por acá, mujeres y hombres radicales estorban con sus ganas de vivir sin más premuras que el aire limpio, el agua potable y cosechando versos en el bosque. Al Bambero [5] no le estorba el olor de la tierra humedecida por la lluvia. ¡Ah, que con eso nadie come!, dicen los colonizados por el veneno depredador. Después viene la cooperación extranjera, pero ese ya es otro tocuen.
Falta: lo que más falta en el norte provincial esmeraldeño son problemas de salud, educación y seguridad. Y sobran los gánsteres ecológicos acarren el bling bling del socavón.
Fanon, Frantz: Les damnés de la terre. Libro de cabecera para explicar lo que sucede en la costa afropacífica. Y en la provincia de Esmeraldas (Ecuador) también. Un coro chigualero se aleja cantando: « Mi apellido: ofendido; mi nombre: humillado; mi estado civil: la rebeldía; mi edad: la edad de piedra» .
Gente: si es afroecuatoriana o indígena, su opinión no cuenta. Para los Estados.
Getsemaní, (un día en la parroquia Timbiré): la vida con sus estorbos imprescindibles o la muerte con su libertad bajo tierra. Elijan el cáliz de la amargura. Y no vale aquello de «¡aparta de mí este grial mojonado de pesadumbres!» ¡Yeah!
Huecos: cagadas de las mineras en el ecosistema esmeraldeño. O de cualquier otra provincia de cualquier otro país. La gente colombiana la llama socavón maldito y en Argentina no sé, pero debe tener rabia gramatical.
Invisible, poder : es la liga de los capitalistas, dueños de la minería legal y de la otra. No se sabe quiénes son, de dónde vienen y adonde envían producto y plusvalía. Algo extraño, no tienen cotilleo periodístico. Allá no solo es la mano invisible es todo el cuerpo.
Jazzman: es decir yo. Cronista y disc jockey definitivo del moridero de pobres, que han convertido el norte de Esmeraldas.
Kilogramo: cuando el «corte» es productivo se saca de golpe hasta un kilogramo de oro. La angurria, en cambio, alcanza la tonelada. Ahí, na’más.
Minera: organismo mercurial inidentificado por los Gobiernos de allá de acá. Con sus apelativos falsetas y sus pompas como falsas pompis. Una minera tiene el macanudo don de la nada. Nada, nada, nada se sabe las mineras. Nada se sabe de sus caravanas de clasificadoras, retroexcavadoras, trenes de bombas, rollos de manguera y cocinas de mercurio. Nada. Jamás son vistas por los organismos gubernamentales. Se cree que salen de los profundos infiernos directamente a los yacimientos de oro. Y de la nada hacen de todo hasta joder genéticamente a la gente. Babilonia, man.
No videntes: todos los organismos de los Estados buscando frentes mineros. Y eso que son decenas y hacen bastante ruido. Luego dicen que «no pasa nada». Y es concluyente para la gente que siente el hirviente de la sanguínea corriente.
Ñángara: la inutilidad de alto rango gubernamental. Sociedad del ninguneo. Maneja lo suyo en tono del currulao perverso que tocan las mineras con bonitos papeles, ongs y voces engoladas. Esa sociedad programa cientos de seminarios, talleres, conferencias magistrales, para demostrar sabihondura ecológica. Merece el Nobel más ñangaruto. Bien hecho.
Onza: para obtener una onza de oro se mueve una montaña y se la tira a ríos y esteros. ¡Ah, la turbidez, el hierro, el mercurio y el arsénico! Na’ ese es problema de negros e indios. Dicen que la sueltan de ese tamaño y alcanza para diez generaciones.
Oro: la riqueza que empobrece a las comunidades negras e indígenas. Preciso.
Política: por fin la gente afroecuatoriana entendió que si no se organiza políticamente continuará mirando el enriquecimiento desmedido del poquitín invisible mientras es condenada al empobrecimiento irremediable. La politruquería nativa tiene jangueado el amén del reclamo popular.
Quito: metrópoli colonial de empresas mineras, palmicultoras y madereras. A veces, también es la capital de la República del Ecuador. Algo parecido a Bogotá, Buenos Aires, Lima, etcétera.
Retroexcavadora: artefacto usado para herir la selva esmeraldeña o la pampa argentina. O cualquier territorio donde el poder invisible crea que hay aurum. Es la motosierra roma de la tierra. Los ojos de los gobiernos jamás las ven.
Socavón: ver huecos.
«Tolerancia cero» con las mineras: dicho redicho y no cae ningún bicho. Optimismo de ciego: «amanecerá y veremos».
Ubuntu: filosofía del cimarronismo. Válido para no perder vida, existencia y territorio. El orden no importa el resultado es igual.
Un día: ese plazo está marcado en el almanaque del desquite, cumplido se nos dirá la cantidad de mercurio que tendremos en la sangre.
Velocidad del agua: dependiendo de su velocidad, el mercurio llegará temprano o tarde a los manglares y al mar. De ahí será remolcado a la doble hélice del ADN (Así Dejamos de Nacer).
Water: agua. H2O. 水 [6] . D e l’eau. Si está envenenada, no importa el idioma.
Xenofilia: cuando llega la minería con el cuento del progreso y el desarrollo. Xenofobia cuando son expulsados de sus territorios a las ciudades, allá les cuentan que son atrasados y subdesarrollados y no merecen el aire de esas calles.
Yacimiento: socavón. Huequerón. Hoyo infernal. Etc.
Zenón, el Abuelo: «Hablar de nuestras debilidades es hablar de la fe ciega que muchas veces ponemos en la gestión del otro, de aquel que viene de afuera».
Notas:
[1] Jelly Roll Morton (1885-1941) definía los riffs como «figuras» y decía que «ningún pianista puede tocar buen jazz si no trata de imitar a una banda, creando una base de riffs». Esta figura repetitiva fue viéndose poco a poco como un fin en sí misma. Ganó notoriedad y énfasis rítmico, y llegó a ser un ingrediente fundamental en los arreglos orquestales de la era del swing de los años treinta. Los riffs, interpretados por secciones enteras, proporcionaban el impulso y la excitación rítmica que el idioma del swing requería
[2] El entrecomillado son versos de Antonio preciado, poeta afroecuatoriano, tomado el poema El poeta les muestra sus raíces.
[3] Tag, en el hip hop significa firma.
[4] Canto triste afroecuatoriano.
[5] Bambero, de la mitología afroesmeraldeña. Protector de la vida y las existencias del bosque. Sin decirlo con tanto perendengue teórico: es la persona mítica o real que sabe de las conexiones físicas y filosóficas entre toda la naturaleza y su pluralidad de existencias.
[6] Agua en chino.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.