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El papel de la contradicción en el estructuralismo (II)

Miradas desde la dialéctica

Fuentes: Rebelión

Para abordar un análisis de cómo se trata la contradicción en el estructuralismo, es necesario, además de esbozarla brevemente dentro de esa corriente, hallar un punto de referencia. Como se advierte en el título de este texto, el punto desde el que nos ubicamos para tal ejercicio es la dialéctica. Ya se hace necesario, cada […]

Para abordar un análisis de cómo se trata la contradicción en el estructuralismo, es necesario, además de esbozarla brevemente dentro de esa corriente, hallar un punto de referencia. Como se advierte en el título de este texto, el punto desde el que nos ubicamos para tal ejercicio es la dialéctica.

Ya se hace necesario, cada vez que esta se nombre, exorcizarla de toda la carga negativa que ha caído sobre ella (1), ya sea por los famosos manuales soviéticos, como por la interpretación burguesa que la desacredita, como por su uso por otros marxismos diferentes al de manual.

Por ello, siempre se hace forzoso plantear cosas, que para ser honesto ya las he planteado en tantas ocasiones que siento vergüenza, como si estuviera repitiendo una verdad de Perogrullo. Sin embargo, hay que seguir insistiendo sobre ellas, hay que seguir martillando (verbo usado en algunos grupos asociado a José Martí) sobre ellas, para que logren calar en el pensamiento, porque como sabemos, el mundo nos conduce a un pensamiento formal (2), que es contrario a la dialéctica. Y por esta causa, es muy difícil construir socialmente un pensar dialéctico. De ahí que haya que ser persistente siempre con aclaraciones sobre la dialéctica, porque su uso no es ejercicio fácil. ¿Piénsese lo que le tomó a Marx, hombre de gran genio intelectual, construir su Capital?

Una vez dicho esto, creo que se puede regresar a la contradicción vista desde la dialéctica. Por las limitaciones de espacio, planteadas por el formato requerido para publicaciones como este artículo, entonces hay que recorrer solo las cuestiones fundamentales.

La dialéctica (la de Hegel, la que Marx usa en El Capital), desarrolla la contradicción de una manera muy diferente a como lo hacen otros. Primero, habría que revisar cuestiones de fondo, como el contenido de las categorías, que tienen consecuencias sobre la posterior interpretación. Ello conduce a lo relacionado con la identidad. Para la dialéctica, el contenido de las categorías, no es una identidad, sino pensar al objeto como relaciones, que no se puede estatizar, y que solo se podrá entender en movimiento. Lo más que pueda esperarse de esta es una correspondencia entre las relaciones del mundo y las de la mente, no en una identidad, sino que las segundas permitan explicar, describir y predecir las primeras. ¿Resulta difícil de representar, de ponerle una imagen a eso en la mente? Pues eso es un avance, ya que la representación (atrapar un contenido en una forma) es un mal camino para hacer dialéctica.

De ahí se deriva entonces, que lo que se tiene en la mente, el contenido de esta, siempre va a ser pensamiento, el objeto que se piensa está afuera, y adentro solo se trabaja con la idea de este. Eso quizá quede claro para muchos, pero el problema llega cuando no se es consecuente con ello. El hecho de que la mente trabaja con el pensamiento propiamente, quiere decir, que la contradicción que se genera en el pensamiento, es solo una contradicción pensada (3). Idea que choca con la noción de contradicción que normalmente se tiene, donde se le incluye a esta una serie de contenidos morales, ideológicos, que no son propios de la dinámica del objeto, es decir, que se entiende normalmente por contradicción algo que contradiga esas nociones antes mencionadas. En pocas palabras, solo es una contradicción que habita en el pensamiento del observador, del que está estudiando un fenómeno; y como la dialéctica establece relaciones, entonces esa contradicción no puede exteriorizarse como una identidad, esto es, que no existe concretamente en el mundo exterior al pensamiento. Así, por ejemplo, la ¨explotación¨ en el esclavismo, puede parecer que era una contradicción dado el humanismo de hoy, sin embargo a las condiciones de la época, era justo la dinámica productiva que le era funcional a las clases dominantes -y a las dominadas-, y que no representaban un problema al desenvolvimiento. Ahí, lo que a nuestros juicios es contradictorio, no lo era.

Por otro lado, está el sentido -el contenido, para ser más preciso- de la palabra contradicción. Se ha pensado muchas veces la contradicción con un contenido de un conflicto en el sentido bélico, en el de la mecánica clásica, de la 3ra ley de Newton ya mencionada, como dos elementos que chocan frontalmente, lo que evidentemente conduce a la idea del estallido de las contradicciones, con una lectura casi literal de la palabra estallido. Al menos, a interpretar eso conduce el sentido común.

Pero como habíamos visto la contradicción es pensada, y su comprensión lleva insertarla dentro de la tradición racionalista cartesiana y de otros como Spinoza, que nada tiene que ve con un ¨método cartesiano¨ (4). Recordar, que la dialéctica para poder explicar un todo en auto-movimiento tiene que dividir abstractamente ese todo ¨en partes¨. Esto no son más que partes que interactúan. Estas son las que están en contradicción. Entonces, resulta que tales contradicciones no son más que la interacción entre elementos diferentes. Cosa que es solo un mero y rutinario ejercicio teórico, es decir, el pensar en dichas contradicciones es parte del proceso del pensamiento.

Todas las demás connotaciones, son impuestas desde afuera por el investigador u observador, que le resulta contradictorio algo, porque amenaza a alguna cuestión que le parece necesaria conservar, ejemplo, el bien de la clase obrera.

Lo anterior no niega la existencia de momentos de ¨tensión de la contradicción¨, es decir, que las relaciones de la sociedad están en un punto que parecen que van a estallar- y a veces lo hacen-, o que van a contrasentido con la propia tendencia de la sociedad, pero eso es un caso de des-armonización de las relaciones, de un desajuste o reconfiguración de estas, o parte de su propio ciclo simplemente, que tiende a ajustarse. Y esto conduce a otra cuestión, a repensar la noción difundida de sobre la consecuencia de la contradicción: la idea de que dado un grado de desarrollo de las contradicciones, hay un gran cambio.

Hay que recordar que las contradicciones son herramientas para razonar las diferentes relaciones que se dan en la sociedad, y que la forma de entenderlas no quiere decir que exista su identidad exterior, y que aunque -como ya se mencionó- estas se pueden ¨desproporcionar¨ dado el propio desarrollo de la sociedad, es decir, coger una forma que no se ajusta a las condiciones de reproducción de una sociedad, por ejemplo, una política represiva de un gobierno, esto no quiere decir que el objeto cambiará esencialmente (como de capitalismo a socialismo). Esas cuestiones pueden desatar un proceso social producto de esa aparente anomalía en el funcionamiento, que cambie la lógica de esa sociedad; pero que si esta última no está lista para ello, regresará a la organización que sus propias capacidades le posibilitan. Un ejemplo pueden ser todos esos estallidos revolucionarios, que logran en un periodo de tiempo un cambio, que luego termina por regresar a donde puede estar, a donde permitirse estar esa sociedad, a lo que su propio desarrollo le permite (creo que hay muchas experiencias históricas, incluso en la historia reciente que pueden demostrarlo). Un caso que me toca de cerca, que sirva para ilustrar cómo esas entendidas contradicciones del objeto, por muy antagónicas que parezcan no tienen que conducir a ese cambio social esencial, y es el de la Revolución del 30 en Cuba. Esta fue resultado de una época de represión de la tiranía de Gerardo Machado, sin embargo, sus consecuencias (desde el punto de vista del cambio social) no fue otra cosa que transformar ciertas cosas de la república neocolonial. Todavía el país no estaba lo suficientemente maduro, listo, para un verdadero cambio revolucionario, sino continuar por el camino de aquella república.

De ahí deriva -está implícita- la idea de un todo como conjunto de partes, asumido de manera literal. Para este caso, se piensa que la relación entre las partes (las clases) se mueven, y eso determinará el todo. Cuando en realidad, en la abstracción de comprender el todo en movimiento, y en el estudio ¨se extraen las partes¨, para lograr una mejor explicación de su devenir.

Por otro lado, tenemos que la dialéctica, solo sitúa la contradicción como herramienta del pensamiento para comprender las dinámicas, relaciones propias de un objeto, lo que excluye-lo intenta-, 1- cualquier intencionalidad del investigador, 2- la lógica de ir a la existencia concreta como si esta tuviera una contradicción propiamente, porque sabe que todo está condicionado desde cierto marco referencial y que desde este se plantea la contradicción. Para ilustrar esto sirve, digamos, el mecanismo mecánico de un reloj. Al detenerse porque una pieza se trancó, él no tiene ninguna contradicción. Sin vida, es solo un movimiento mecánico, el mundo no racional, no elabora categorías. La contradicción, derivó del pensamiento que intentó explicar el movimiento del reloj, como un recurso necesario que asume como un deber ser funcionamiento normal. Es decir, esa contradicción parte de un sistema teórico, donde sus categorías reflejan relaciones, y ella, es solo una forma de comprender una relación como elemento de un sistema sobre el que se intenta teorizar.

Entonces, hasta aquí, pueden observarse dos cuestiones claves con las cuales el entendimiento de la contradicción desde la dialéctica rompe respecto al estructuralismo como pensamiento (más allá del pensador): la identidad y el contenido de las categorías. Es decir, la estructura como herramienta que sirve para pensar la sociedad, lo primero que ofrece es un esquema, una identidad sobre se va a comparar, o mejor dicho, insertar la sociedad. Por otro lado, de la misma manera que se lanza la identidad de estructura sobre la sociedad, se regresa con ese el resultado de la abstracción como si hubiera entre estos una identidad.

Esto, ya rompe la correspondencia entre una dialéctica, la del capital de Marx, y cualquier análisis estructuralista, ya que usará la identidad, que no es admitida por la dialéctica. La idea de la dialéctica como relaciones, no se refería a establecer identidades que se relacionan, sino en pensar que todos son relaciones, negar el establecimiento de tal identidad (en el sentido clásico) del pensamiento con existencia concreta.

Ya con ello, se marca una brecha importante entre ambas nociones de las contradicciones, una como realmente existente fuera del pensamiento, con existencia concreta, que luego se les puede recubrir con mecanismos como los Aparatos ideológicos del Estado (Ver Ideología y aparatos ideológicos de Estado, Freud y Lacan), que envuelven la contradicción, que conduce a determinada postura política y proyección por parte de la izquierda. Y por otro lado la dialéctica, que lo muestra simplemente como un elemento teórico, para comprender las relaciones propias del objeto de estudio.

Todo ello, se repercute en no poder llegar a la comprensión de una cuestión aún no mencionada en estas líneas.

Bibliografía

1. Hayes Martínez, Miguel Alejandro. ¿Qué es la dialéctica? Rebelión. [En línea] 15 de 11 de 2018. [Citado el: 19 de 11 de 2018.] rebelion.org/noticia.php?id=249060.

2. -. Forma y movimiento. Rebelión. [En línea] 19 de 09 de 2018. [Citado el: 19 de 11 de 2018.] rebelion.org/noticia.php?id=246718.

3. Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. La Ciencia de la Lógica. s.l. : Ediciones Solar, 1982.

4. Hayes Martínez, Miguel Alejandro. Un modelo para el intelectual contempóraneo. Rebelión. [En línea] 09 de 08 de 2018. [Citado el: 19 de 11 de 2018.] rebelion.org/noticia.php?id=245102.

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