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Miserias de la salud pública

Fuentes: Rebelión

Entre 2010 y 2015, fallecieron 67 mil pacientes esperando atención en el sistema de salud pública de Chile. Otros cientos de miles de enfermos esperan hasta cuatro años -y a veces más- por la consulta con un especialista y por cirugías. En las zonas más alejadas de los centros urbanos faltan médicos -sobre todo especialistas- […]

Entre 2010 y 2015, fallecieron 67 mil pacientes esperando atención en el sistema de salud pública de Chile. Otros cientos de miles de enfermos esperan hasta cuatro años -y a veces más- por la consulta con un especialista y por cirugías. En las zonas más alejadas de los centros urbanos faltan médicos -sobre todo especialistas- en la atención primaria de salud (APS). Se necesitan 3.750 especialistas y 1.400 médicos generales. Aunque existe un programa para la formación de cuatro mil especialistas al ritmo de mil por año, los primeros se incorporarán sólo a partir de 2018.

«Hay médicos que, siendo funcionarios de hospitales públicos, venden a los mismos hospitales sus servicios privados, facturando decenas de millones. Le llaman ‘síndrome de pabellones vacíos’: médicos que por las mañanas captan clientes en el sistema público y por la tarde realizan atenciones e intervenciones de forma particular en los mismos pabellones o clínicas privadas, todo con recursos públicos. ¿Será esta la razón fundamental por la cual se oponen a que médicos cubanos o cualquier médico extranjero pueda ejercer en el sistema público?», plantea el senador Alejandro Navarro.

Por su parte, la agrupación de médicos chilenos formados en Cuba y Venezuela puntualiza: «1.644.471 pacientes esperan consulta médica con especialistas y alrededor de 300 mil, una intervención quirúrgica; con un déficit de médicos en el sector público de 3.795 en la Red, correspondiente a 2.791 especialistas y 1.004 sub-especialistas. A partir del informe que se solicitó por la ley de transparencia, se sabe que entre 2010 y 2015 fallecieron 57.551 personas esperando consultar un médico especialista y 10.083 pacientes, una cirugía. En 2015 fallecieron 508 pacientes que se encontraban en espera de atención por el Auge».

Por su parte, la doctora Izkia Siches, presidenta del Consejo Regional Santiago del Colegio Médico, señaló a Punto Final : «Trabajo en el Hospital San Juan de Dios. Tenemos problemas en Urgencia, y muchas carencias en otros servicios. Es también uno de los hospitales más endeudados del país. Lo perverso del sistema es que aun sin recursos, igual hay que hacer lo necesario. ¿Alguien se roba los recursos? Es histórica la carencia de recursos en el sector público de salud. Esto lo hemos repetido los médicos, aunque al Ministerio de Salud no le gusta asumirlo.

No existe capacidad para atender a los beneficiarios de Fonasa, que son más del 76% de los afiliados, otro 17% corresponde a privados (Isapres), y 7% a las FF.AA. Lo que vemos siempre en la TV es el colapso de los servicios de urgencia, las listas de espera prolongadas, el incumplimiento de patologías GES y no GES. Pero, ¿cómo avanzar en soluciones? Urge la decisión política de hacer crecer al sector público de la salud. Es decir, más camas hospitalarias, más centros de atención familiar, en definitiva, más recursos. Somos el último país de la OCDE en indicadores de salud. Pero como hasta antes de la dictadura existió un fuerte sector público, en general los resultados sanitarios siguen siendo bastantes buenos en cifras globales, por ejemplo, en mortalidad infantil y materna. Además de crecer, es muy relevante volver a articular la Red. Después de la dictadura se separó la atención primaria de los niveles secundario y terciario, y se centralizó el sistema nacional de salud, lo que hizo que finalmente tuvieran objetivos disímiles».

 

FALTA DE TODO

¿No existe un plan nacional de salud a largo plazo?

«No, y no está comandado por el Ministerio de Salud. Se ha tratado de resolver mediante planes de salud. Por ejemplo, como existía desabastecimiento de fármacos, el Auge los incorporó. Se hizo un esquema de farmacia orientado a salud primaria para que los municipios no tuvieran libertad de comprar. Pero la atención primaria está desfinanciada y los municipios que logran buenos resultados sanitarios son los más adinerados, versus los que han tercerizado o minimizado la importancia de la salud. Funcionan con 4.800 pesos per cápita y lo ideal sería superar los 7.000 pesos por afiliado».

Muchos de los recursos que destina el Estado a salud pública terminan en manos de privados…

«Ese problema se ve mucho más en los niveles secundario y terciario, por la compra de servicios a privados. Pero también los municipios contratan recursos humanos, en eso no hay una gran planificación. Por ejemplo, llevar especialistas a la atención primaria. Obviamente, uno quiere soluciones de salud lo más cercanas a la población. Pero también hay que optimizar el uso del recurso humano especializado. Si vas a una clínica porque te duele la cabeza, hay neurocirujanos y neurólogos, aunque quizás no necesites esa atención especializada de la que carece la Red. El recurso humano está siendo mal utilizado. Tenemos pocos especialistas y si pedimos al sector privado que regule su utilización, también la salud pública debe hacerlo, optimizando. Muchos municipios ‘contratan’ profesionales que no han podido salvar sus procesos de habilitación o certificación, para intentar resolver el problema de la falta de especialistas. Se trata de venta de servicios de empresas externas; de hecho algunas en el nivel secundario y terciario subcontratan médicos sin pasar por el proceso regular. Actualmente se trabaja en un proyecto de ley para que los especialistas puedan certificarse directamente. Es decir, que si un cardiólogo llega a Chile, no aprenda de nuevo obstetricia o pediatría si no se va a dedicar a eso; solo deberá garantizar que tiene los conocimientos propios de un cardiólogo».

 

EL CAOS DE LA IMPROVISACION

Agrega la doctora Iskia Siches:

«No existió planificación de nada: de las camas que íbamos a necesitar en 2016, de los especialistas, de los profesionales no médicos, de los técnicos paramédicos, de nada. Tampoco cómo debían distribuirse no solo en la Región Metropolitana sino a lo largo del país, qué especialidades debíamos potenciar, cómo hacíamos para que esos especialistas se mantuvieran en el sector público, etc. Todo eso no existe. Se alega que todo el problema pasa por el déficit de especialistas, y eso me parece un argumento falaz. Aunque tuviéramos cien mil cirujanos, en realidad no hay capacidad para resolver más patologías porque hay cuellos de botella estructurales: faltan camas, pabellones, hospitales, y toda una larga serie de falencias. Con un sector privado tan desregulado, y a pesar que los sueldos en la salud pública hoy son más atractivos, se hace difícil mantener a los médicos en el sector público. Se ha potenciado obligarlos por seis años que permanezcan en los servicios de salud pública, pero pasado ese tiempo lo más probable, si es que todo sigue igual, es que se vayan a la salud privada y todo esto sea una mala inversión. Así no se logra continuidad en los equipos. No se ha logrado que los especialistas piensen mantenerse en el sector público».

 

NEGOCIO DE LOS PRIVADOS

¿Entonces, el problema es la falta de recursos?

«Sí, en la atención primaria, en cómo se financian los hospitales, etc. En general los hospitales tienen un financiamiento histórico, con un pago institucional que alguien decidió en algún momento y que nadie sabe muy bien por qué. Fonasa paga las prestaciones a un nivel mucho más bajo que los costos reales, y entonces cada hospital hace malabares para generar recursos. No tienen capacidad para responder en contingencias. Todos los hospitales arrastran deudas gigantes. En el Servicio de Salud Metropolitano contamos con 11.000 pesos por beneficiario; en el sector privado con eso no alcanza ni para un hemograma. Se nos cuestiona que tenemos poca capacidad resolutiva, que hay listas de espera, etc., pero hacemos maravillas con escasos recursos, sobre todo en los hospitales tipo 1, que están adosados a universidades.

Apenas se destina un 3,2 por ciento del PIB a salud pública. Hay un negocio gigantesco para beneficiar a los privados. La duda es si el negocio está pensado desde los gestores de salud, o sea, ellos están haciéndole el negocio a los privados, o si es por abandono, por negligencia de las autoridades. Se incluyó la enfermedad renal crónica en hemodiálisis, que gasta casi el 25% de la plata del Auge, y la mayoría de los centros de hemodiálisis son privados. Ahí hubo una decisión política de no instalar centros de hemodiálisis en la salud pública. ¿Por qué? Los privados necesitan utilidades y en salud esto le sale caro a alguien, al Estado o al paciente. Gran parte de los pacientes de Fonasa utilizan la modalidad de libre elección y desembolsan de su bolsillo 35% o 40% de los gastos, casi el 20% de un presupuesto familiar».

 

MAS QUE ESPECIALISTAS

¿Qué piensa de la propuesta del senador Navarro de traer médicos cubanos?

«Primero habría que conocer la brecha de especialistas en el país y, posteriormente, ver en qué se les va a utilizar. Si los cuellos de botella fueran sólo los recursos humanos médicos, no habría ningún problema en traer médicos. Pero vamos a tener más médicos generales derivando pacientes cuando el cuello de botella de las listas de espera está en el nivel secundario y no depende de los especialistas. Es que no hay pabellones ni camas para hospitalizar enfermos. Por eso me parece un poco populista la fórmula de traer médicos. Si fuera una intervención transitoria, traer médicos por un tiempo para objetivos específicos, sería factible. Se estima que en 2018 se saldará la brecha de especialistas. Pero el sistema tiene ochenta problemas más, no solo un déficit de médicos especialistas».

¿En 2018 estarán los especialistas que necesita el país?

«Sí, pero el tema es su distribución en el sector público y privado. Lo único que hace el programa respecto de los cuatro mil especialistas es mantenerlos en el sector público por seis años. Lo más probable es que después vuelvan a distribuirse asimétricamente, como hoy, donde el sector privado está casi en estándares de la OCDE mientras que el sector público está muy por debajo.

Hacen falta muchos más hospitales. Se necesitan más de veinte mil camas. El Programa 20/20/20, en realidad consiste en hospitales de reposición de baja complejidad. Lo que más se requiere son unidades de cuidado intensivo, unidades complejas, que no hay. Tenemos todos los estándares bajos, y los pacientes lo ven en los servicios de urgencia; no existe rotación, los niveles de ocupación de nuestros hospitales son altísimos, casi del 102%, o sea, están sobredemandados. Los pacientes deben esperar en los servicios de urgencia por una cama UCI, cuando deberían estar hospitalizados en un nivel de alta complejidad recibiendo tratamiento.

Las listas de espera, que es adonde se van derivando y acumulando patologías GES y no GES, superan absolutamente la capacidad de los hospitales tipo 1. No hay más disponibilidad de pabellones o no hay insumos. Hace poco hubo una movilización de los traumatólogos del Hospital Barros Luco, porque no tienen tutores externos para operar. Lo han solicitado largo tiempo y la respuesta de las autoridades ha sido: ‘No es necesario, deriven a los pacientes’. Un hospital que atiende a un millón de habitantes tiene la respuesta ‘derívenlos a la unidad de apoyo sicológico, a la posta, al Traumatológico’, lugares donde hay otro sinnúmero de pacientes esperando.

Hay problemas estructurales en la salud pública y una deuda gigante en tecnología. Se podrían hacer interconsultas virtuales, pero no tenemos ficha médica electrónica. Si en el archivo se pierde la ficha de un paciente, se pierde todo su historial. No existe correlación en los exámenes desde la atención primaria al nivel terciario. Si ayer tomaron un hemograma en el consultorio, hoy en el hospital lo van a pedir de nuevo. Lo mismo con las radiografías. Es notable cómo los pacientes se adaptan a este sistema perverso».

 

ENFERMEDADES Y FARMACOS

¿Cuáles son los principales problemas de salud de la población?

«Los temas prevalentes son cardiovasculares y los de oncología. La población ha ido envejeciendo y tenemos hábitos de vida poco saludables. Muchos pacientes tienen incapacidad precoz por accidentes cardiovasculares. Y eso, obviamente, tiene más costos de salud para el país, independientemente de quién los pague. Se puede prevenir, pero se necesita una política… Hay muchas personas con diabetes, hipertensión, accidentes cardiovasculares, obesidad, cáncer. Los niños muestran un porcentaje muy importante de obesidad, y eso causa problemas de salud que hacen que la gente muera precozmente, a pesar que tenemos una expectativa de vida muy alta. El alcoholismo y el tabaquismo crecen peligrosamente, al igual que el cáncer gástrico, de vesícula, próstata, mama y pulmón».

¿Qué hay con los precios de medicamentos?

«Están completamente desregulados y en la lógica del mercado. La Ley de Fármacos II, en proceso de aprobación, servirá para terminar con el conflicto de intereses en la licitación de los fármacos. Pero, ¿por qué hay municipios que compran una marca específica de medicamento versus el genérico que tiene los mismos resultados sanitarios? Compran aquellos que les cuestan el triple… El tema se ha ido instalando gracias a las farmacias populares, pero eso igual es gasto de bolsillo. Hay países con listas de fármacos a precios razonables para la población. ¿Por qué no los incorporamos en el tratamiento de la enfermedad? Creo que no hay que potenciar el gasto de bolsillo, menos con fármacos. Hay gente que prefiere comprar los fármacos más caros, aunque se les explique que no hay diferencia. Se siguen vendiendo fármacos que no se sabe realmente qué efectos tienen. Le estamos dando tiza a la gente, eso no debería pasar».

 

 

Publicado en «Punto Final», edición Nº 864, 11 de noviembre 2016.

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