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Moreno, un neoliberal más

Fuentes: Rebelión

  Alberto Acosta [1] , John Cajas Guijarro [2]       Después de todo, no eras más que otro ladrillo en la pared… Pink Floyd , Another Brick in the Wall   El Ecuador -y en gran medida el propio mundo empobrecido- vive atrapado en el ciclo maldito de la acumulación capitalista periférica y […]


 

Alberto Acosta [1] , John Cajas Guijarro [2]

 

 

 

Después de todo, no eras más que otro ladrillo en la pared…

Pink Floyd , Another Brick in the Wall

 

El Ecuador -y en gran medida el propio mundo empobrecido- vive atrapado en el ciclo maldito de la acumulación capitalista periférica y dependiente. Similar a tiempos pasados, repetimos el camino: empezamos con el «boom» de alguna exportación -primaria- que financia a un Estado «desarrollista» (que, a veces, se autotitula «revolucionario»), para terminar en el «eterno retorno neoliberal».

Quizá el proceso tras el movimiento de estas etapas es el siguiente: en el «boom», el Estado intenta modernizar al capitalismo y crea «bienestar», exacerbando al máximo las contradicciones del capital (pues salarios y ganancias no pueden crecer simultáneamente para siempre sin cambios estructurales permanentes). Luego viene la crisis, donde el Estado ya no es tan útil al capital y emergen -con creciente fuerza- las demandas de libre mercado y flexibilización (laboral, financiera, y hasta ambiental) en la desesperación de recuperar los ritmos de acumulación. Tanto esa mayor explotación, pero sobre todo algún nuevo «boom» exportador de materias primas, llevan a un punto en donde -si la tensión social no revienta- se reanima la acumulación y otra vez emerge el Estado modernizador (luego de que los sectores populares hayan pagado los costos de la crisis).

Así, mientras muchos pelean hasta el cansancio por «más Estado» o «más mercado», pocos dicen que Estado y mercado solo son piezas funcionales del capitalismo, una gran máquina cíclica e inestable, como podemos argumentar incluso teóricamente . Es más, hay evidencia para pensar que el Ecuador está atrapado en los perversos muros de dicha dinámica cíclica, por cierto complejizada por las múltiples patologías de la abundancia

¿Cómo derrumbar esos muros, sobre todo en tiempos de crisis? Las únicas opciones parecen ser el fortalecimiento del tejido social y una fuerte organización popular «desde abajo» y por «la izquierda», siempre con la Pacha Mama. Sin embargo, esas opciones fueron duramente debilitadas durante la dominación burguesa correísta , especialmente con su represión y criminalización a la protesta social . Ese debilitamiento fue útil para que, cuando afloró el inicio del fin del «boom» desde 2014, el propio gobierno de Rafael Correa retorne al neoliberalismo ; regreso que el gobierno de Lenín Moreno lo está consolid ando . Así, más allá de las «viscerales» diferencias entre Correa y Moreno, quien fuera su candidato presidencial en 2017 (año en que ambos pasaron del querer al odio en cuestión de meses), correístas y «morenistas» están unidos por los lazos del espíritu neoliberal.

Entendido este contexto, se devela que las acciones del gobierno de Moreno -reiteremos, continuando el proceso iniciado por el correísmo-, están acorde a la renovada «larga y triste noche neoliberal» que vive el país y gran parte de la región. Todo buscando rescatar al capital de su crisis, cargando el peso a los -debilitados- sectores populares.

Los hechos que ratifican la condición neoliberal del «morenismo» son indiscutibles:

– Conformación de un gabinete en donde hasta los ministros son representantes directos de múltiples grupos económicos , llegando a entregar el manejo económico directamente a quien era presidente del Comité Empresarial Ecuatoriano .

– Concesión de millonarios beneficios a los grandes grupos económicos, como la remisión de deudas tributarias y patronales concedida a mediados de 2018 (similar a lo hecho por el correísmo en 2015)

– Continuidad del proceso privatizador – arrancado con Correa – usando eufemismos como las » alianzas público privadas » y la » monetización de activos » del Estado.

– Ampliación de la flexibilización laboral (reestablecida por Correa [3] ), incluso con el potencial despido masivo de funcionarios públicos en vez revisar integralmente los salarios de la burocracia dorada y minimizar los efectos sobre el desempleo.

– Limitación a las propias instituciones públicas cuando han incomodado al gobierno (p.ej. los datos de deterioro laboral que incomodaron al ministro del trabajo y le costaron su puesto al director del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos ).

– Eliminación «de golpe» del subsidio a la gasolina súper , de forma irresponsable (sin publicar estimación alguna del «efecto sustitución» entre gasolinas súper y extra ni ningún otro análisis técnico), dejando de lado cualquier propuesta integral de manejo de subsidios energéticos .

– Preparación de un agresivo ajuste fiscal que, en vez de apelar al incremento de impuestos a los grandes grupos económicos u otra medida redistributiva, contrae aún más la inversión pública . Así, se abre la puerta a un ajuste procíclico recesivo, agravado por la rigidez impuesta por la dolarización, la cual limita las posibilidades de aplicar políticas monetarias contra-cíclicas. Peor aún, semejante circunstancia se complica por el contexto de una economía regional y mundial en desaceleración, en donde emergen nubarrones de una crisis internacional de deuda y de divisas .

– Un punto a destacar es el suministro del ajuste a cuentagotas; es decir, el gobierno no se atreve a aplicar un paquetazo tradicional, sino que usa un gradualismo de telenovela, buscando que cada «capítulo» guste especialmente a los organismos multilaterales para que estos concedan nueva deuda externa (luego de todo un primer año de gobierno en donde la deuda -cual respirador artificial – creció a un ritmo de casi mil millones de dólares mensuales).

– Sumisión de la política monetaria a la banca privada del país, tanto al entregar completamente el dinero electrónico (para que la banca gane como siempre ), así como con el total -y dogmático- impedimento de que el Banco Central adquiera títulos del Estado o de cualquier otra institución pública (herramienta que, si bien el correísmo la usó irresponsablemente, no debía eliminarse, menos en época de crisis y con las limitaciones que la dolarización impone a las políticas contra-cíclicas).

– Consolidación del tratado comercial con la Unión Europea, firma del tratado comercial con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) , ingreso a la Alianza del Pacífico y enorme interés en alcanzar un tratado comercial con Estados Unidos (sin llamar a esos acuerdos como lo que realmente son: tratados de libre comercio -TLC- con aderezos menores). En definitiva la puerta estaba abierta de par en par para que el «morenismo» alcance este tipo de acuerdos, en especial gracias a que el «correísmo» firmó el TLC con la Unión Europea (sin siquiera generar una transformación productiva previa que mejore las capacidades locales para competir).

– Relativo abandono de la sumisión al imperialismo chino (promovida por Correa), para retornar a la sumisión al imperialismo norteamericano (afín a Moreno), incluso con el posible regreso de la influencia militar de EEUU en el país y el debilitamiento de los procesos de integración regional.

– Apertura y entreguismo frontal al capital extranjero especialmente con la «reinstalación» de los Tratados Bilaterales de Inversión , que casi siempre terminan perjudicando la posición legal del Estado frente al capital transnacional y que están prohibidos constitucionalmente, como claramente se establece en el artículo 422.

– Ampliación de la explotación del ITT junto con la continuidad del entreguismo megaminero iniciado por el correísmo (cayendo de nuevo en la represión social ).

Si en su momento afirmamos que Correa fue un neo-neoliberal , por usar al gran Estado creado en el «boom» como herramienta para modernizar el Estado y disciplinar la sociedad, todo los hechos antes señalados -y muchos que están por venir- demuestran algo evidente: Moreno es un neoliberal, un neoliberal «sensibilizado» que no busca paquetazos globales, sino ajustes gradualistas, incluso presionando al » diálogo » para legitimar sus medidas económicas. Sin embargo, es justo esa legitimación del neoliberalismo «morenista» lo que se debe evitar. Por eso, ojalá que la historia -y los sectores populares- reconozcan que Moreno, al igual que su antecesor, después de todo no es más que otro ladrillo en el gran muro del capital…

Notas:


[1] Economista ecuatoriano. Ex-ministro de Energía y Minas. Ex-presidente de la Asamblea Constituyente. Ex-candidato a la Presidencia de la República del Ecuador.

[2] Economista ecuatoriano. Profesor de la Universidad Central del Ecuador. Doctorante en economía del desarrollo en FLACSO-Ecuador.

[3] En particular el correísmo retomó la flexibilización laboral desde 2016 con múltiples reformas: posibilidad de reducir la jornada laboral de 40 a 30 horas (con la respectiva reducción salarial); distribución irregular de las horas de trabajo durante la semana; pasantes reciben estipendio de 122 dólares mensuales (y no un salario mínimo); consideración como «empleo juvenil» al empleo de personas de entre 18 a 26 años (antes el límite era de 24); uso de fondos de cesantía de los trabajadores para financiar un «seguro de desempleo» en vez de financiarlo con aportes de los propios patronos, entre otras medidas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.