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Movimiento estudiantil: El relevo

Fuentes: Rebelión

1. «No podemos caer en una mera contemplación de la realidad, sino que tenemos que darnos cuenta que esta la hacemos nosotros, y es precisamente nuestro deber el transformarla. Tal como lo decía Marx (Tesis sobre Feuerbach, 1845), ‘son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita […]

1. «No podemos caer en una mera contemplación de la realidad, sino que tenemos que darnos cuenta que esta la hacemos nosotros, y es precisamente nuestro deber el transformarla. Tal como lo decía Marx (Tesis sobre Feuerbach, 1845), ‘son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado'», afirma el estudiante de psicología Juan Pablo Castel en pleno octubre de 2011 y al calor de movimiento estudiantil que sacude telúricamente la sociedad chilena. Y añade que «de una vez por todas, esto debe dejar de ser una movilización estudiantil, para pasar a ser de lleno una movilización social. No olvidemos que para cambiar profundamente el orden actual no es suficiente un pueblo molesto, se necesita al menos, cierto grado de conciencia y un proyecto político detrás.’

La lucha de clases abierta actualiza la experiencia teorizada de otros momentos de la historia. La lucha de clases es relato y acción en el viejo combate de las ideas que dominan y las que emergen producto de la autoconciencia de los sujetos en terreno, pugna y reflexión. Por tanto, la hegemonía aparentemente fatal de los pocos que se apropian del excedente producido por los muchos, comienza a temblar, deja de ser ‘sentido común’, se disuelve ante la necesidad concreta de una nueva realidad. Cuando el movimiento de los jóvenes chilenos llama la atención mundial, el propio país y el ejemplo que de él emana hacia otras latitudes, modifica las coordenadas de comprensión de los acontecimientos.

En Chile se gesta en este instante preciso el sujeto político capaz de desintegrar el programa del liberalismo a ultranza impuesto por los de arriba desde 1975.

2. En agosto de 2011, un 56% de chilenos encuestados por el Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC), creen en las universidades tradicionales, y un 9 % en los partidos políticos. El 73 % estima que la educación es el principal problema del país. Luego viene la delincuencia (asociada a razones económico-sociales), la salud y el desempleo. De acuerdo a la misma consulta, el gobierno apenas tiene la aprobación de un 22 % (si el Presidente Sebastián Piñera estuviera del costado de los trabajadores y las grandes mayorías, ya sonarían las confabulaciones de la alta oficialidad castrense). Asimismo, «Apenas un 23% de los encuestados considera que los 20 años de Concertación fueron buenos», señala CERC y agrega que «los políticos con más futuro son Michelle Bachelet con un 35%; el biministro Laurence Golborne con un 24%»; y el desplomado opus dei y ultraliberal Joaquín Lavín, con un 9%. Un marginal 3% de la población encuestada estima que Marco Enríquez-Ominami podría ser el ‘presidensiable’ de 2013.

Un 57% de los chilenos manifiesta que ‘se debe seguir insistiendo en el problema a las violaciones de los Derechos Humanos y un 72% opina que hubo un atropello sistemático (al respecto) durante el régimen militar’, y prácticamente un 80% está de acuerdo con que ‘se suban los impuestos a los que más ganan’. Sin embargo, recientemente el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, indicó tajantemente que «No estamos dispuestos a tocar el tema de la reforma tributaria» (en el contexto de la propuesta gubernamental del presupuesto nacional). En este sentido, el propio Fondo Monetario Internacional (FMI, uno de los organismos tutelares del saqueo imperialista contra las naciones no desarrolladas), hace unos días recomendó a países «con una presión tributaria relativamente baja», como México, Perú y Chile, aumentar los impuestos a las empresas. En su último informe de Perspectivas Económicas para América Latina y el Caribe, la institución de los ajustes antipopulares y la deuda imposible, argumentó el consejo opinando que se hace necesario para «llevar a cabo esfuerzos orientados a movilizar ingresos fiscales para atender las necesidades sociales y de infraestructura de la región, tales como niveles aún elevados de desigualdad de ingresos…»

Hoy los grandes capitales y rentas en Chile pagan transitoriamente un 20% de impuestos debido a reconstrucción producto del terremoto de febrero de 2010, pero normalmente sólo ofrecen el IVA (17%), al igual que los más empobrecidos del país a quienes, naturalmente, ese impuesto resulta regresivo e impacta con superior rudeza sobre sus ya pésimas condiciones de existencia.

Un 89% aprueba la causa y demandas de los estudiantes. En cifras duras, alrededor de 3 millones 500 mil personas revelan que participan activamente en la movilización estudiantil, y a 2 millones 600 mil les gustaría participar.

Por otra parte, los pasados 7 y 8 de octubre, organizaciones ligadas al mundo de la educación y capitaneadas por el incombustible doctor Edgardo Condeza realizaron un plebiscito ciudadano donde se preguntó: «¿Está usted de acuerdo con la necesidad de incorporar el Plebiscito Vinculante Convocado por los Ciudadanos para resolver los problemas fundamentales de carácter nacional? Incorporar a la ley El Plebiscito Convocado por los Ciudadanos Vinculante es de importancia fundamental. Es la llave que permite que los ciudadanos requieran a sus representantes (Presidenta o Presidente, y Parlamentarios) la realización de un Plebiscito. Esto se efectúa institucionalmente mediante la reunión de firmas para que los ciudadanos decidan en votación, por ejemplo, sobre una reforma a la Salud, a la Previsión, a los grandes temas del Medio Ambiente, sobre la Renacionalización del Agua y del Cobre, sobre una nueva Constitución, etc.» Inéditamente votaron (al 12 de octubre) 1.422.442 personas en todo Chile, con un 93,3% de aprobación a lo consultado.

3. La propuesta de la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech) al Ejecutivo expresa en su fundamentación que «Con la instauración del modelo de desarrollo neoliberal en Chile se produce una creciente privatización de la Educación Superior y con ello la presencia del mercado como ente regulador generando competencia, desigualdad, segmentación social y estandarización curricular , lo que difiere con el antiguo sentido de la Educación Superior Pública, el Estado Docente, que buscaba en primera instancia la universalización y gratuidad de la prestación; así como también la formación de profesionales al servicio del país. Actualmente el modelo de sociedad docente ha conducido la educación a un bien de consumo, perdiendo su sentido fundamental, el de crear individuos críticos, por el contrario, «educa» sólo para que se reproduzca el pensamiento imperante.»

Mientras algunos representantes de la Confech viajan a Europa a explicar las razones del movimiento, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, de la cual es miembro Chile), ubica al país andino como el más desigual socialmente del grupo y el con peor calificación medioambiental.

En otro lugar del documento estudiantil, se deletrea que «La principal consecuencia de comprender a la educación como un bien de consumo que se transa en el mercado de manera individual, ha sido la potente irrupción de la banca en el sistema educacional (mediante sus créditos), la que, avalada por la lógica de autofinanciamiento, ha conllevado al endeudamiento de numerosas familias y de los propios estudiantes, quienes deben recurrir a sus distintos créditos, para poder costear sus estudios (…) Por hoy, el sólo hecho de que la educación superior sea financiada en un 80% por las familias chilenas nos convoca a revertir y replantear la situación en conjunto, ya no como Gobierno, ya no como Estudiantes, sino como sociedad».

Las reivindicaciones fundadas y sintetizadas de los estudiantes universitarios postulan que para financiar las demandas es posible renacionalizar el cobre; establecer una Reforma Tributaria que contemple terminar con la elusión y evasión tributaria, aumento del impuesto adicional a la renta, aumento del impuesto de primera categoría, aumento del impuesto a las empresas, Reforma Constitucional que posibilite la reforma tributaria, y reducción del gasto en defensa (el 2007 fue de 3,6 % del PIB, apenas 0,3% menos que Colombia, el Estado que más recursos destaca para el área respecto de América Latina). Asimismo, los jóvenes arguyen una ‘Reforma Constitucional del artículo 19 nº 10 y artículo 20 de la Constitución Política de la República, para garantizar el derecho a una educación de excelencia, gratuita y democrática en todos los niveles (…) y la implementación de un sistema de fiscalización a la oferta de carreras, en función de un proyecto país, que tenga como fin el desarrollo de la sociedad y no como una educación regulada por el mercado, que restringe la oferta de acuerdo a la demanda, evitando la precarización del trabajo’.

4. Los acontecimientos están en curso. El final todavía es abierto. Están agendadas nuevas movilizaciones (más allá de que lo importante es cautelar la consecución del movimiento). La represión ha actuado con la brutalidad predecible de un Estado y clase minoritaria y privilegiada golpeada recto en el mentón ante millares de jóvenes sin miedo, inteligentes y con nuevos formatos de presentar lucha. Las amenazas, desalojos, huelgas de hambre, operaciones de Inteligencia, gases, palos y detenciones arbitrarias campean, como también la incredulidad juvenil ante la vieja clase política (incluyendo a la misma izquierda), cuyas respuestas no están a la altura de las renovadas dinámicas de los estudiantes de la segunda década del siglo XXI. Efecto sintomático de la crisis económica del momento financiero que ordena el capital mundial y de la industria de la deuda, cada vez más jóvenes perspectivan el movimiento sin mediaciones, esto es, se preparan para ser poder y autoridad mañana. Como resulta históricamente recurrente, los estudiantes son la fuerza dinamizadora que anticipa las transformaciones y muerde los tobillos a una clase asalariada obligada a adecuar sus modos conforme a la actual organización del trabajo, desafiándola a superar las viejas formas de agrupación sindical atrasadas donde dormita.

Los estudiantes de secundaria, como los universitarios ya saben que simplemente les espera ser asalariados mejor calificados y sobreendeudados, y que la promesa de la movilidad social que publicita la educación en todos sus niveles no es más que un mito de neón. No es extraño que la misma cosa esté ocurriendo en España, Estados Unidos y otras costas del planeta. Y tampoco es raro que en Chile, donde el capitalismo de vanguardia y ultraliberalismo hayan hecho sus primeras armas, hoy en caída mundial, estén creándose las condiciones para la promoción de un nuevo paradigma político, social, cultural y resumidamente, económico. La voluntad de poder, la convicción épica de estar construyendo lo nuevo, son los resortes de una juventud que, independientemente de los resultados del propio movimiento coyuntural, se eleva sobre sus hombros, estudia, lucha, aprende y, paso a paso, edifica la futura conducción y alternativa política de las grandes mayorías, de los trabajadores y el pueblo.

La esperanza de otro mundo posible y la negación y superación del actual luce como un corazón lleno de porvenir. Los que aún permanecen en la gradería deben, por ética e interés colectivo, ingresar a la cancha. El antiguo régimen ya es un cadáver de cuyos vapores estalla la promesa de su sustitución.