MH: Queríamos dedicar una parte del programa a recordar al recientemente fallecido León Rozitchner y nos pareció adecuado comunicarnos con Vicente Zito Lema. VZL: Mientras te escuchaba me vino a la cabeza un pensamiento de Carlos Marx y no es la primera vez que lo digo. Muchas veces nos dice cosas que tienen que ver […]
MH: Queríamos dedicar una parte del programa a recordar al recientemente fallecido León Rozitchner y nos pareció adecuado comunicarnos con Vicente Zito Lema.
VZL: Mientras te escuchaba me vino a la cabeza un pensamiento de Carlos Marx y no es la primera vez que lo digo. Muchas veces nos dice cosas que tienen que ver con la capacidad de enfrentar a los que quieren oscurecer el mundo o destruir lo que todavía tiene de humano. Marx de pronto nos sorprende con una especie de humanismo profundísimo que hace también a la subjetividad de los que de una forma u otra no nos conformamos con este mundo. Esa frase dice: «Muchas veces discutimos y hasta nos peleamos con nuestros amigos porque creemos que son eternos».
Sin olvidar todo lo que le debemos a León desde el campo de la cultura, qué pensar, cómo pensar, desde dónde, también es cierto que en lo personal quedan marcas agradables de las relaciones y buena parte de ellas son nuestras disputas con León. No me refiero a las que dejan atrás la ruptura de los vínculos o generan malos recuerdos o peor aún rencores. No, nada de eso. Tengo la suerte de poder recordarlo desde nuestras disputas amorosamente y las voy a extrañar. Hemos disputado mucho. Recuerdo que cuando escribió su libro sobre el peronismo vino a traérmelo a casa.
MH: ¿Te referís a «Perón: entre la sangre y el tiempo»?
VZL: Precisamente. Mi mujer, Regine, había preparado una cena que casi se va al demonio porque empezamos a discutir, hasta que en un momento dado, hacía poco que habíamos regresado al país, Regine me dice: ‘Si cada vez que invitás a tus amigos discuten así, yo me vuelvo a Holanda. Este es un país de locos’.
MH: Yo también voy a hacer mi aporte. Por supuesto no tuve ni por asomo la relación íntima que te unió a León, pero me hizo el honor de presentar el primer número de la revista La Maza, de la que fui coordinador, allá por el 2001. León participó como figura central, pero antes de comenzar me increpó porque habíamos elegido como directores honorarios a 2 extranjeros: los sociólogos James Petras y Henry Veltmeyer. Así comenzó la presentación.
VZL: No te lo iba a decir al otro día sino en el medio del acto para que cada uno sepa que por ahí va a transitar la verdad desnuda caiga quien caiga en el camino.
Me viene a la memoria cuando junto con Héctor Fenoglio nos pidieron desde la UBA que organizáramos un acto recordatorio de los 100 años del nacimiento de Antonin Artaud. Había muchísima gente. Hicimos una mesa redonda con Horacio González, León Rozitchner y yo. Es evidente, y lo digo con cariño, que Artaud no era una de las lecturas predilectas de León. Sí mía, por mi formación surrealista que hace que en ese campo específico lo haya leído más, por lo tanto, tenía más datos. En el medio de la disputa, porque poco a poco la mesa redonda se fue convirtiendo en eso, León tira un dato y yo, sin ninguna mala fe, se lo rectifiqué. ¡Para qué! Se levantó de la mesa, me dijo algo muy duro, yo le repliqué y casi nos vamos los dos. Horacio González que terciaba entre ambos no sabía a quien detener primero y ahí apeló a la amistad diciendo: ‘¡No puedo comprender como dos amigos discuten tanto!’ ¿A dónde quiero ir?
Conocí a León Rozitchner en la década del 60 y siempre se lo decía: ‘Voy a disputar con vos en lo que piense porque es lo que nos enseñaste. Te guste o no sos nuestro hermano mayor’. León no te perdonaba nada. Tenías que expresar tus ideas, fundarlas y animarte a la controversia. Esa era su escuela. Después de haber pasado unos cuantos años discutiendo en público, participando en debates y dando clases, es una de las grandes enseñanzas intelectuales que me dejó León. Quien se anima a buscar como pueda, a su manera, con sus métodos, sus limitaciones, ansiedades y hasta con sus prejuicios, LA VERDAD, se va construyendo como intelectual. Esa búsqueda de la verdad no se debe empañar ni siquiera por condescendencia con una amistad. La amistad es una pasión profunda que debemos cuidar, pero la verdad debe ser defendida con uñas y dientes porque quien traiciona esa verdad que mueve su conducta, tampoco luego lo voy a creer un buen amigo. Por eso estoy orgulloso de mis disputas con León, porque como un buen hermano mayor, disputando sin tregua, nos enseñó que si uno ama la filosofía, con la gran capacidad de León o la que yo pueda tener, seguramente más acotada, no debe ceder en nada. La verdad no se cede pero también el amor no se olvida.
MH: Mañana sábado me toca presentarte en una actividad que se desarrollará en la Biblioteca Popular «Eduardo Martedí» del barrio de Balvanera, Pasco 555 a las 20:00. ¿Cuál va a ser el tema de la charla?
VZL: Desde hace más o menos 10 años me puse a escribir con un nuevo paradigma: el de la pobreza. He tenido varios a lo largo de mi vida. Me inicié con una escritura y un pensamiento marcados por el surrealismo. En esa época buscaba la belleza como algo absoluto. A partir del terrorismo de Estado, de mi exilio, de la persecución que tuve que sufrir -otros sufrieron cosas mucho peores-, irrumpe en mi vida lo que Rimbaud llama el tiempo de los asesinos y creo que el deber ético de los intelectuales, fue tomar desde el pensamiento y desde el arte, el desafío del terrorismo de Estado, de la muerte como fin en sí mismo. Con el deber de la rememoración, de poner en acto la memoria, pero como un instrumento de pelea también.
Me vuelve a la memoria ese brillante trabajo de León sobre la rememoración que nos escribiera para la revista Fin de Siglo.
Desde hace 10 años he tomado como motivo de mi reflexión, de mi escritura, desde todos los ángulos que puedo hacerlo, el tema de la pobreza. He trabajado 3 volúmenes, que espero vayan saliendo, sobre Filosofía de la pobreza, con poesía, teatro, indagación social y reflexión filosófica. Yo trabajo la filosofía con la búsqueda muy marcada de la belleza lingüística y a veces me trae problemas para definir el género en el que escribo. Estoy pensando, buscando la verdad y la belleza en el ámbito que la pobreza marca como la mayor señal de la civilización, específicamente en estos años de la riqueza financiera, del dinero por el dinero.
¿Qué hace un poeta y un hombre que quiere comprometer su vida, para no quedar solo con el pensamiento, en un tiempo en que la pobreza lo marca todo, lo desnuda todo, hasta hace que la belleza sienta vergüenza? Eso es lo que me mueve y sobre eso voy a volver a pensar como durante estos 10 años. Cada vez que voy a algún sitio salen cosas ya pensadas, pero siempre tengo la esperanza que en común con la gente pueda decir algo que ayude a no repetirme.
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