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Comentario a un artículo de Santiago Alba Rico

Nacionalismo y burguesía

Fuentes: Rebelión

Desde mí, tal vez, irracional interpretación del materialismo dialéctico, me considero un ciudadano del mundo que admira y respeta todas las culturas humanistas del mundo, sean del país o nación que sean. Gozo y hasta en ocasiones se me saltan las lágrimas ante la percepción de obras culturales de otros pueblos hasta el momento desconocidas, […]

Desde mí, tal vez, irracional interpretación del materialismo dialéctico, me considero un ciudadano del mundo que admira y respeta todas las culturas humanistas del mundo, sean del país o nación que sean. Gozo y hasta en ocasiones se me saltan las lágrimas ante la percepción de obras culturales de otros pueblos hasta el momento desconocidas, dado el impacto emocional que provocan. Como no tengo nada que guardar, no necesito de fronteras nacionales.

En los albores del ser humano primitivo, cuando la necesidad de supervivencia de cada individuo dependía de la existencia del grupo, entonces existía la plena solidaridad entre los individuos de cada grupo o clan. No existían fronteras artificiales, aquel ser humano caminaba desde Africa a los demás continentes.

Sin embargo, cuando el desarrollo productivo generó excedentes que no se consumían, y ante los desastres naturales, sequías o tormentas que arrasaban los cultivos, aquellos excedentes que eran guardados por los chamanes y los sacerdotes, dieron lugar a que aquellos guardadores se degenerasen y se apropiasen de los excedentes, lo que fue el inicio de los reyezuelos y las pequeñas fronteras tribales, los ejércitos defensores de lo guardado y de lo que posteriormente daría lugar a las naciones y los estados imperiales, que en cierta medida, en su origen, era justificado para defenderse de otras tribus que les atacaban para robarles los excedentes.

Aquellas guerras primitivas se saldaban matando a los derrotados, pero más tarde se vio que era más rentable esclavizar a los vencidos en vez de matarlos. El ser humano se convirtió en un objeto de usar y tirar cuando ya no le servía. Esa concepción del ser humano esclavo o explotado perdura hasta nuestra era capitalista. Con el desarrollo productivo del esclavismo se pasó al feudalismo, y desde allí al capitalismo que domina el mundo.

Las invasiones coloniales eran manifestaciones de aquellas interpretaciones in-solidarias e in-humanas que siguen perviviendo. Las luchas de las colonias contra los imperios coloniales en la época moderna, eran protagonizadas por las burguesías nacionales, muchos de ellos burgueses de los países imperiales que renegaban de sus orígenes para adquirir la nueva nacionalidad del país donde se habían aposentado. Salvo excepciones en los intentos de revolucionarios nacionales y humanistas, la inmensa mayoría de aquellas revoluciones anticoloniales no se transformaron en revolución solidaria y socialista, dieron lugar a nuevas naciones capitalistas, cuyo poder lo ostentaba la nueva burguesía nacional.

Las burguesías nacionales son las más nacionalistas desde su competencia con las burguesías imperialistas. Han sabido instrumentalizar los sentimientos lingüísticos y culturales de los pueblos explotados para convertirlos en sentimientos patrióticos nacionales, competidores de los otros sentimientos nacionales de los otros pueblos exacerbados por sus burguesías nacionales. Esas manifestaciones más aberrantes las vemos diariamente en los campos de fútbol con las manifestaciones de los forofos provocando altercados que en ocasiones saldan con muertes.

Dicho lo cual, no quiere decir que el problema del nacionalismo no deje de ser un problema político que requiere de soluciones políticas, en vez de soluciones represivas o terroristas como las que vemos en nuestro país y en otros lugares.

El nacionalismo, como el problema de la explotación del hombre por el hombre, se asienta en una base material, una base material que es al mismo tiempo espiritual, aunque esto nos resulte difícil comprender. Y en tanto el problema no se aborde desde esa materialidad, nunca tendrán solución.

Podemos adelantar que no existirán los problemas que hoy vivimos en un mundo asentado sobre una base material solidaria, donde el ser humano conviva con los demás en ese ambiente. Un estado donde no rigen las leyes del mercado y la competencia, donde los seres humanos somos solidarios en la producción y en la distribución de los bienes generados gracias al trabajo creativo y solidario. Un estado donde se establece la unidad dialéctica del ser humano liberado del trabajo enajenado, donde no existe la división en clase política y sociedad civil, porque todos somos clase política-productiva ejerciéndola desde los lugares naturales donde convivimos con los demás seres de la misma condición. Donde en cada lugar se legisla y se ejecuta, en los temas que les afectan directamente y es posible resolverlos, donde se establece la justicia sobre los posibles elementos antisociales por los directamente afectados. Donde el control y la revocación de los cargos electos, se ejerce directa y permanentemente. Donde se eligen a los delegados a los niveles superiores de gestión, hasta llegar a la cúspide gubernativa, lo cual posibilita que sean ascendidas las necesidades generales que superan poder ser resueltas localmente, lo que daría lugar a una planificación objetiva de las necesidades generales y poder resolverlas desde los medios disponibles.

Un estado donde se vive en solidaridad entre el componente del conjunto mundo material, tanto el humano como el de la propia naturaleza. Donde el consumismo estúpido y enajenado no es posible, donde el ser humano goza gracias a la liberación del trabajo no enajenado, y como dijera Marx, el ser humano una vez liberado del trabajo enajenado, el trabajo se convierte en su primera necesidad. El dios creativo que somos los humanos podemos dimensionarlo a plenitud y solidariamente. Gozamos creando y conviviendo en solidaridad