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Sobre el populismo

Ni izquierda, ni derecha, sino todo lo contrario…

Fuentes: Rebelión

Definir el populismo es una tarea tan ardua como ingrata. Lo difuso del concepto permite abarcar experiencias diversas y diametralmente opuestas: Narodnichestvo ruso (integración de los intelectuales con el pueblo) el peronismo argentino; el fascismo italiano y las actuaciones del APRA peruano; el varguismo brasileño y el nazismo alemán; el estalinismo soviético y la política […]

Definir el populismo es una tarea tan ardua como ingrata. Lo difuso del concepto permite abarcar experiencias diversas y diametralmente opuestas: Narodnichestvo ruso (integración de los intelectuales con el pueblo) el peronismo argentino; el fascismo italiano y las actuaciones del APRA peruano; el varguismo brasileño y el nazismo alemán; el estalinismo soviético y la política del PRI mexicano (Bobio, p. 1256)

Incluso las acepciones que se dan al término populismo en la política, tienen connotaciones distintas: positivas o despectivas.

La dificultad de conceptualización consiste en definir si el populismo es una ideología, un movimiento social, una teoría económica, un modo de hacer política o simplemente es un discurso dirigido a las masas. Incluso, se puede afirmar que no es una expresión netamente contemporánea, solo que antes se conocía bajo el nombre de Cesarismo o Bonapartismo. Ante estas dificultades, J. Alvares Junco en»Algunos problemas teóricos alrededor de los populismos» (1988, p. 285) propone limitarse a describir sus características fundamentales, las que resume como «ideología confusa y personalista como pocas, esquema político formal casi inexistente, dificultad de atribuirlo a intereses de clase». Se podrían agregar dos características más que persisten en cualquier populismo: el nacionalismo exacerbado y el Estado cómo el medio y fin de toda política.

En los últimos cincuenta años la noción de «populismo» ha estado íntimamente ligada a los regímenes surgidos en América Latina durante el siglo pasado y lo que va de este. Prácticamente todos son catalogados como movimientos de izquierda, sin embargo, la misma izquierda rechaza cualquier vinculo con el populismo, denunciándolo como una expresión cuasi fascista. Para entender este fenómeno e intentar algunas conclusiones generales, se analizarán las principales características de populismo, basándose en un ejemplo histórico como el peronismo.

Toda corriente populista, sin duda, es un movimiento modernizador, entendiendo por modernización una ruptura con las tradiciones políticas oligárquicas y/o economías atrasadas o agrarias, lo que no se traduce necesariamente en el desarrollo como tal del país. En este sentido se podría afirmar que el populismo lleva un germen revolucionario dentro de sus actuaciones. El caso de Argentina es emblemático en este sentido. Juan Domingo Perón llega al poder en 1946 en un país fundamentalmente agrario, con una economía de puerto, con la industria deprimida y manejado por una cúpula oligárquica que había retrocedido los derechos políticos de los argentinos logrados en otras épocas. En este panorama, Perón ofrece la soberanía y la independencia económica, una política «mercadointernista» para beneficiar a la mediana y pequeña industria, la monopolización estatal del comercio exterior y la dirección y planificación estatal en asuntos económicos (Giral-Blacha, 2007), por un lado y por el otro, promete la igualdad para todo el pueblo argentino bajo su conducción por «ser el genuino representante de su pueblo, interpretar mejor que nadie sus aspiraciones y luchar en su exclusivo beneficio.» (Aguines, 2005) Sin embargo, dentro de todo, ningún movimiento populista ofreció un cambio estructural del sistema existente, salvo la idea de Estado como medio para la solución de todos los problemas de la sociedad. Lo que se traduce a la larga en «subordinación de los movimientos sociales a la acción del Estado que concluye en la limitación más grave de su capacidad de acción colectiva.» (Touraine, p. 162) Desde su instauración el peronismo procuró el control de los movimientos sociales por parte del Estado, el caso emblemático son los sindicatos argentinos.

Casi todos los movimientos populistas acuden a la figura del Estado en materia económica. Bajo la premisa de la redistribución más equitativa del ingreso se producen estatizaciones de las principales fuentes del ingreso del país. En el caso argentino, un país de economía de puerto, la estatización del comercio exterior en términos prácticos se tradujo en la monopolización estatal de toda la economía nacional, directa o indirectamente. Por consiguiente, todo argentino en mayor o menor medida pasaba a depender del Estado. Es importante notar que el populismo se da con mayor vigor y tiene mayor campo de acción en los países que por razones ajenas a su voluntad sufren un incremento sustancial en su balanza de pagos. En otras palabras, los sucesos internacionales facilitan o incrementan la entrada de recursos financieros al Estado de manera importante. Tal es el caso de Argentina que se convirtió en el exportador más importante de alimentos y productos agropecuarios para la Europa de post-guerra, convirtiéndose en la novena economía del mundo. La riqueza súbita de Argentina permitió a Perón nacionalizar las empresas estratégicas en manos de compañías extranjeras como la ferrocarrilera, la telefónica, el gas, etc. Adicionalmente, la deuda externa de Argentina fue pagada, en cumplimento de la promesa de nacionalizar e independizar la economía nacional. Estos logros son resaltados constantemente en los discursos de Perón «cargados de simbolismos en un halo mítico las reformas económicas… La difusión de la «doctrina de independencia económica» se convierte en un objetivo en sí mismo y se insiste desde el ámbito del poder» (Girbal-Blacha, 2007). Cabe mencionar que el total de la deuda inicial, interna y externa, para el año 1955 fue quintuplicada y la cacareada independencia de las grandes potencias no resultó ser tal, a saber, dada la enorme deuda contraída con los EEUU y los contratos celebrados con varias trasnacionales norteamericanas. Pero lo que se difundía y lo que quedó en el imaginario argentino es el éxito de las reformas económicas (Girbal-Blacha). Y se difundía no solo por los medios de comunicación masivos, sino a través de todos los niveles educativos a través de los textos obligatorios, resaltando la vital importancia para la nación de las figuras de Perón y Evita.

La figura del líder carismático y su discurso – de lenguaje sencillo, directo y que se identifica con el común de la gente – son los rasgos no solo característicos del populismo, sino indispensables para el afianzamiento del régimen mismo, porque el discurso público es un recurso de control social y el «cordón umbilical» que lo une a «su» pueblo. En estos dos puntos el Cesarismo, Bonapartismo y el populismo coinciden plenamente: el líder y su pueblo unidos a través del discurso público. Y en los tres casos, los líderes procuran eliminar toda institucionalidad (entendiendo esta como la separación de poderes, su equilibrio y su autonomía) que puede entorpecer la unión. De hecho, es la debilidad de las instituciones la que permite la consolidación del populismo en el poder al llegar el líder a la jefatura de Estado. Pero, por su naturaleza el populismo no es capaz construir ninguna institucionalidad propia que permita levantar una nueva estructura social o económica y toda política, buena o mala, desaparece con la salida del líder del poder, porque toda política se sostiene sobre y por el líder. Tal fue el caso de Juan Perón. Cuando en 1946 llega al poder, encuentra una precaria institucionalidad heredada de las cúpulas oligárquicas que se comportaban en el poder como una corporación. La muestra de esta precariedad institucional son los libros de lectura para el primer grado, editados por el Ministerio de Educación de la Nación en el año de 1952, de contenido casi obsceno en términos de de culto a la personalidad de Evita y Juan Perón (de sus 89 páginas, 68 contenían el nombre de Evita, de Perón o de ambos). A la salida de Perón del poder su política se mantuvo tan solo un par de años para después derrumbarse para siempre. Ni siquiera el partido peronista, ni los presidentes que llevó al poder pudieron evitar este descalabro. Ni el propio regreso de Perón a la Presidencia en el 1973 pudo revivir sus hazañas de los años 50.

Los partidos políticos en el populismo tienen su particular connotación. Todos son partidos de masas con propósitos electorales y de ideologías difusas lo que permite aglutinar en su seno intereses divergentes, incluso contrapuestos. La mayoría se forman desde el Estado, basándose en los movimientos sociales, políticos o gremiales, donde el líder y no la ideología es el centro unificador de las voluntades militantes. Tal es el caso del partido de Perón. Si bien el movimiento social que lleva a Perón a la jefatura de Estado nace unos años antes, el peronismo se constituye como un partido político solo un año después de que su líder llega a la Presidencia de Argentina. Es importante destacar que, en el populismo, el partido se convierte en la herramienta principal para el manejo de Estado. Las jefaturas estatales y las instituciones de todos los niveles son copadas por los militantes del partido (entre otras cosas facilitado por la debilidad de las instituciones), lo que facilita el manejo político del país a favor del líder. En consecuencia, toda oposición, sea esta política, económica o social es perseguida y reprimida desde el mismo Estado. El movimiento peronista no escapó de esta situación. Toda disidencia fuera esta sindical (solo la unión sindical peronista controlada por el Estado era legal), ideológica o política era silenciada, perseguida o reprimida. Los medios de comunicación eran controlados y la aplicación de autocensura era un fenómeno corriente, los que no se doblegaban eran cerrados. Incluso, la relación con los intelectuales era sumamente difícil para el peronismo (Fiorucci, 2002).

Por otro lado, el nacionalismo tiene una presencia fundamental en el populismo, porque permite aglutinar mayor número de seguidores de pensamientos distintos, intereses distintos, extractos económicos y sociales distintos bajo la idea de la Nación. La apelación a la Nación y su independencia, su seguridad política, económica o territorial, y la grandeza de lo nacional es la base de todo discurso populista. Y el líder, portador del discurso nacional populista, se identifica y es identificado con la Nación misma, por lo tanto, todo aquel que está en contra del líder está en contra de la Nación y merece todo el repudio del pueblo. Y el pueblo en estas circunstancias pasa a ser solo aquella porción de la sociedad que comparte la visión política del líder. Peronismo es el arquetipo de este proceder. Vale acotar que el peronismo nunca llegó a los extremos de algunos populismos latinoamericanos o europeos.

Sin embargo, todo populismo que no haya degenerado en demagogia tiene logros sociales tangibles que, en algunos casos, lograron establecerse como programas de Estado, permaneciendo en el tiempo y trayendo beneficios a la gran masa popular de sus respectivos países. Argentina es el testimonio de esta realidad. El primer gobierno de Perón procuró establecer los programas de seguridad social, educación, sanidad, beneficios para los trabajadores y pensionados, entre otros logros de importancia, que trascendieron su mandato presidencial. Sin duda alguna, todas estas políticas, donde los principales beneficiarios han sido las masas populares, iban en detrimento de los intereses económicos de las cúpulas corporativas de la oligarquía nacional e internacional, afectando seriamente sus posiciones. Sin embargo, la incapacidad del populismo, y en este caso del peronismo, de construir un sistema económico distinto a la hegemonía del Estado, todos estos programas dependían directamente de la capacidad financiera del mismo. En consecuencia, la efectividad de los programas mermaba de forma directa y progresiva al mermar las finanzas del Estado. En otras palabras, el populismo no ofrece una real estabilidad económica para su pueblo.

Entonces, a la luz de lo expuesto ¿por qué la derecha considera el populismo como izquierda y la izquierda lo considera como derecha?

Al ser un movimiento modernizador que nace como una necesidad de ruptura con las prácticas políticas y económicas del pasado, al beneficiar con sus políticas a las más amplias masas de la población en detrimento de las oligarquías, al buscar la soberanía y la independencia a través de un proceso neo-anticolonialistas, el populismo se podría calificar como un movimiento de izquierda.

Sin embargo, el populismo no se plantea cambios en el sistema político existente, ni establecer relaciones sociales o económicas nuevas que podrían sustentar un verdadero cambio en la sociedad, su objetivo se centra en la preservación del poder y de la hegemonía política a través de la popularidad, mediante el discurso público que no siempre refleja la realidad. El Estado burocrático sobredimensionado deja de ser un mero medio para alcanzar el bienestar y se convierte en fin en sí mismo, por lo tanto no permite desarrollo de las capacidades reales de autodeterminación de sus pueblos, optando siempre por el control social y político. O, en palabras de Bakunin, lo que se ofrece es el «capitalismo de Estado», donde el Estado pasa a ser el principal explotador. El evidente comportamiento bonapartista o cesarista de «líder y su pueblo» bastaría para descartar el populismo como izquierda (a saber, «Dieciocho de Brumario» de K. Marx y su feroz crítica al bonapartismo). Y lo más importante, no es lo mismo que el pueblo tenga el poder para darse las cosas a sí mismo, que el Estado encarnado en un líder procure medidas que cree que sean buenas para el pueblo. Todos estos rasgos permiten ubicar el populismo en la derecha y por algunos de sus procederes en la ultra derecha.

Lo expuesto anteriormente permite formular una definición general del populismo: el populismo es un movimiento revolucionario modernizador con procederes y aspiraciones conservadoras. Es decir, ni derecha, ni izquierda, sino todo lo contrario.

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BIBLIOGRAFÍA

Álvarez Junco, José (1988), Algunos problemas teóricos alrededor de los populismos. Revista del Centro de Estudios Constitucionales, España, Editorial: Centro de estudios políticos y constitucionales. Pag.282.

Bobio, Norberto. Matteucci, Nicola. Pasquino, Gianfranco. (2007) Diccionario de política. México, Editorial: Siglo XXI editores, pag. 1248; 1253-1258; 1178-1182.

Girbal-Blacha, Noemí M. Dichos y hechos del gobierno peronista (1946-1955). Recuperado 12 de enero de 2009 desde http://www.elhistoriador.com.ar/documentos/peronismo/dichos_y_hechos_del_gobierno_peronista.php

Fiorucci, Flavia, (2002) Los marginados de la Revolución: los intelectuales peronistas. Ponencia en el Congreso Brasileño de Hispanistas. Recuperado 10 de enero de 2009 desde http://www.proceedings.scielo.br/scielo.php?script=sci_arttext&pid=MSC0000000012002000300023&lng=en&nrm=iso

Touraine, Alain. (1989) América Latina. Política y Sociedad. Editorial Espasa, Madrid, España. Pag. 162.