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Comentario a un artículo de José Tapia sobre V. Navarro

Ni Navarro ni Tapia

Fuentes: Rebelión

En este artículo, el autor, precisa algunas cuestiones planteadas en Vicente Navarro, la salud y la crisis, José A. Tapia, y en El impacto de la crisis en la salud y bienestar de la población española, de Vicenç Navarro. Cierto que Navarro y su grupo (originalmente él, Cristina Laurell, Juan Cesar García y Giovanni Berlinguer) […]

En este artículo, el autor, precisa algunas cuestiones planteadas en Vicente Navarro, la salud y la crisis, José A. Tapia, y en El impacto de la crisis en la salud y bienestar de la población española, de Vicenç Navarro.

Cierto que Navarro y su grupo (originalmente él, Cristina Laurell, Juan Cesar García y Giovanni Berlinguer) pelearon por lo que llamaron «reforma sanitaria», ubicándola eventualmente en los «barrios rojos» de Italia o en la ciudad de México del PRD. La terca realidad demostró que la academia está muy alejada de los movimientos y de las luchas sociales, aunque eventualmente pueda alumbrar el panorama.

El efecto a veces paradójico de las «crisis» se mostró palmariamente en el Chile del Plan Cóndor; allí se redujo la mortalidad durante los primeros años de la dictadura, porque la UP había dejado una serie de acumulados sociales. Ya después, la terca realidad se volvió a desnudar.

Por lo demás, es del conocimiento público que en 1973 los médicos en Israel hicieron una huelga que duró un mes y durante ese tiempo, la mortalidad bajó en un 50 por ciento. Un par de años después, un paro de dos meses hecho por médicos en Bogotá dejó una reducción de un 35 por ciento en muertes. Y durante una reducción de trabajo  de los médicos en Los Ángeles, el número de muertes bajó en un 18 por ciento. Es obvio que la salud «mejora» cuando los servicios estadísticos -vinculados con la atención médica- empeoran.

Relacionar la salud con los niveles de la mortalidad es, además de organicista, completamente insuficiente. Tampoco la morbilidad (el cociente del número de enfermos sobre la población) ni la letalidad (el cociente el número de muertos sobre el de enfermos de cierta enfermedad) nos sacan del apuro. Es así -entre otras cosas- porque la salud se define tautológicamente como «bienestar», en tanto que la enfermedad y la muerte como recíprocas malamente dan fe de ese «bienestar» ¿Cuántas muertes y cuántos enfermos hay, que no son registrados? ¿Cuántos enfermos no dicen que lo están, como todos los enfermos mentales durante la dictadura argentina, que no estaban tan locos como para decir que estaban locos? Es terrible que a estas alturas, Tapia sea tan organicista (como Navarro) que niegue -aunque sea por omisión- las enfermedades mentales. En fin, ¿cuánto tardarán en morir los hipertensos y los diabéticos que no reciben sus medicamentos hoy gracias al doctor Rajoy?

Como dato esclarecedor, en Cuba hace ya rato que es insuficiente medir la salud a través de indicadores de enfermedad y muerte, por lo que usan indicadores de crecimiento, estado nutricional y desarrollo de las potencialidades intelectuales y emocionales.

Finalmente, va la consigna muy mexicana de «La salud no se vende, la salud no se da, la salud se defiende con la lucha popular». Pero el hecho de que -por ejemplo- la situación de la salud en las comunidades zapatistas haya mejorado notablemente, en tanto la de las comunidades vecinas siga siendo deplorable, está muy por debajo del horizonte de Navarro y Tapia.

El estado de salud de la población sujeta a la tortura sistemática -como en el País Vasco o en México- y los gritos de más de 130 mil ejecutados como parte del terrorismo de Estado, lo dejamos para otra ocasión…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.