Contra la lectura ilustrada: como hemos visto Nietzsche tiene profundas objeciones a la práctica de lectura tal como aparece impuesta por la Modernidad burguesa. La mejor expresión de su posición filosófico-política reaccionaria contra la revolución de la lectura en el siglo XVIII se encuentra en el Vorrede de su libro Jenseits von Gut und Böse […]
Contra la lectura ilustrada: como hemos visto Nietzsche tiene profundas objeciones a la práctica de lectura tal como aparece impuesta por la Modernidad burguesa. La mejor expresión de su posición filosófico-política reaccionaria contra la revolución de la lectura en el siglo XVIII se encuentra en el Vorrede de su libro Jenseits von Gut und Böse (1886), donde las razones más profundas de esta Kulturkritik son explicitadas: «La lucha contra la opresión cristiano-eclesiástica durante siglos ha creado en Europa una magnifica tensión del Espíritu (Spannung des Geistes), como no la había habido antes en la Tierra: con un arco tan tenso nosotros podemos tomar ahora como blanco las metas más lejanas. Es cierto que el hombre europeo siente la tensión como un estado de necesidad; ya por dos veces se ha hecho, con gran estilo, el intento de aflojar ese arco, la primera por el jesuitismo (Jesuitismus), y la segunda por la Ilustración democrática (die demokratische Aufklärung) a la cual le fue dado de hecho conseguir, con ayuda de la ‘Libertad de Prensa’ (der Pressfreiheit) y de la lectura de periódicos (Zeitunglesens), que el espíritu no se sintiese ya tan fácilmente a sí mismo con ‘Necesidad’ (Noth) -Los alemanes inventaron la pólvora, ¡todos mis respetos por ello!, pero volvieron a errar, inventaron la Prensa- Mas nosotros que no somos ni jesuitas, ni demócratas (noch Demokraten), nosotros los buenos europeos y espíritus libres, muy libres…» Esta crítica al estilo de lectura burgués, universal y formal, decadente y que conduce a la corrupción instintiva, cuya quintaesencia es la lectura de periódicos y revistas y la forma literaria el ensayo erudito, es un tema recurrente y obsesivo en Nietzsche desde su juventud. Lo repite y reformula en sus libros, en sus conferencias, en su correspondencia y en su Nachlass. Si buscamos su raíz más antigua este prejuicio no es más que una herencia de su rígida educación luterana. En su paso por la Escuela Real de Pforta, la Schulpforta, Nietzsche sufrió el severo sistema de vigilancia y censura, donde estaban prohibidas las lecturas de diarios y revistas (inspectores ad hoc se dedicaban a la tarea), un sistema de internado clerical y conservador que era muy parecido a las instituciones militares prusianas de cadetes (sistema que Nietzsche recordaba después con horror como una «rígida y coactiva ordenación del tiempo»). Un segundo elemento de su crítica, mucho más político, es el que se deduce de su diagnóstico general de la Civilisation y de la formación burguesa basada en la expansión y universalidad, que produce una figura morbosa: el Docto, el filisteo, el erudito como contracara horrenda del Genius. Como resume en Ecce Homo: «El docto (Gelehrte), que en el fondo no hace ya otra cosa que ‘revolver’ libros… acaba por perder íntegra y totalmente la capacidad de pensar por cuenta propia. Si no revuelve libros, no piensa. Responde a un estímulo (un pensamiento leído) cuando piensa, al final lo único que hace ya es reaccionar.» La acción vitalista debe preceder a la comprensión lectora; la lectura debe tener un inicio y un fin en una acción real: «el hombre teórico no es el hombre de acción, cree en la causalidad, le gusta el conocimiento lógico.» La contrapartida es el patético y optimista theoretischen Menschen. Con la misma razón vitalista exclama en La Gaya Ciencia que «Solamente las ideas que se tienen caminando tienen valor.» Los lectores modernos, las masas lectoras, se encuentran en una especie de adicción, de trance similar al de una borrachera: leen para poder pensar «algo». A esta forma décadent de leer, una antidionysische Tendenz, Nietzsche le opone su propio método, su lector potencial e incluso su propio Stil que intenta quebrar la lectura impersonal de la Volksbidung moderna, la ilustración democrática que propone educación para todos, libros para todos. Para Nietzsche se deber organizar una «verdadera república platónica», cuya esencia sea «la organización del Estado de los Genios» y cuya forma es una dictadura. Comentario extenso merecería el enorme desprecio de Nietzsche por la prensa y la escritura periodística: el decadente y resentido «Socratismo» en Occidente es sinónimo de prensa, en realidad de «prensa judía», como concluye su ensayo Sócrates und die griechische Tragoedie de 1871: «quien no comprenda como Germano la seriedad de esa pregunta (sobre la muerte del drama), es víctima del Socratismo de nuestros días, el cual, desde luego, ni es capaz de producir mártires, ni habla el lenguaje de ‘el más sabio de los helenos’, quien ciertamente no se jacta de saber nada, pero en verdad no sabe nada. La prensa judía (jüdische Presse) es ese Socratismo: no digo una palabra más.» El Sokratismus es para Nietzsche «el sentido de la Patria…es insensible hacia el futuro del arte germánico.» La conclusión es que la Ilustración «desprecia al Instinto: cree sólo en razones.» Y la misma lectura se contamina con esta degeneración. Aparte de su momento destructivo, Nietzsche propone ideas positivas, aristocráticas, que enlazan con su intento de salvar la Cultura. En algún momento se plantea recolectar meditaciones y notas para escribir un trabajo didáctico de cómo leer bien. Algo del proyecto de manual de lectura queda en su temprana obra de 1878, Menschliches, Allzumenschliches (Humano, demasiado humano), donde escribe una sección titulada «El arte de leer», donde aclara que es simplemente se trata de «del deseo de comprender sencillamente lo que el autor dice… toda la ciencia no ha conseguido la continuidad y la estabilidad sino porque el arte de leer bien (die Kunst des richtigen Lesens), es decir la filología, ha llegado a su apogeo.» En otro capítulo, titulado «El lector», donde señala la importancia del carácter en la lectura correcta. La mala recepción de sus libros, la carencia de lectores o los malentendidos con sus contemporáneos influyeron en que creciera la importancia de que sus potenciales lectores leyeran correctamente, como advierte en el epílogo de Die fröhliche Wissenschaft: «mientras lentamente, muy lentamente, trazo, para terminar, este negro signo de interrogación, con intención de recordar una vez más al lector las virtudes del verdadero acto de lectura -¡cuán olvidadas y desconocidas, ay!…» (La Gaya Ciencia; 383). Nietzsche retorna una y otra vez a recordar que la lectura es un arte muy peculiar: «Tanto mi libro como yo somos amigos de la lentitud… No en vano he sido filólogo, y tal vez lo siga siendo. La palabra ‘Filólogo’ designa a quien domina tanto el arte de leer con lentitud que acaba escribiendo también con lentitud…El arte al que me estoy refiriendo no logra acabar fácilmente nada; enseña a leer bien, es decir, despacio, profundizando, movidos por intenciones profundas, con los sentidos bien abiertos, con unos ojos y unos dedos delicados. Pacientes amigos míos, este libro no aspira a otra cosa que a tener lectores y filólogos perfectos. ¡Aprended, pues, a leerme bien!» (Prólogo a Aurora, 1886).
Lectura: un ars elitista y aristocrático: en realidad lo que está en juego no es algo meramente individual, sino la cuestión más seria y decisiva de todas: recuperar la esencia germana de la corrupción del Sokratismus bimilenario: «Hay un lector que no lee en su totalidad cada una de las palabras (y mucho menos cada una de las sílabas) de una página -antes bien, de veinte palabras extrae al azar unas cinco y ‘adivina’ el sentido que presumiblemente corresponde a esas cinco palabras…», y agrega más adelante que «¡Y nada digamos del alemán que lee libros! ¡De qué manera tan perezosa, tan a regañadientes, tan mala lee! Que pocos alemanes saben y se exigen a sí mismos saber que en toda frase buena se esconde arte -¡arte que quiere ser adivinado en la medida en que la frase quiere ser entendida! Un malentendido acerca de su tempo, por ejemplo: ¡y la frase misma es malentendida! No permitirse tener dudas acerca de cuáles son las sílabas decisivas para el ritmo, sentir como algo querido y como un atractivo la ruptura de la simetría demasiado rigurosa, prestar oídos finos y pacientes a todo staccato, a todo rubato, adivinar el sentido que hay en la sucesión de las vocales y los diptongos y el modo tan delicado y vario como pueden adoptar un color y cambiar de color en su sucesión: ¿quién entre los alemanes ‘lectores de libros’, está bien dispuesto a reconocer tales deberes y exigencias y a prestar atención a tanto arte e intención encerrados en el lenguaje? La gente no tiene, en última instancia, precisamente ‘oído para esto’: por lo cula no se oyen las antítesis más enérgicas del estilo y se derrocha inútilmente, como ante sordos, la maestría artística más sutil… El alemán no lee en voz alta, no lee para el oído, sino simplemente con los ojos: al leer ha encerrado su oído en el cajón. El hombre antiguo cuando leía -esto ocurría bastante raramente- lo que hacía era recitarse algo a sí mismo…» ( Jenseits von Gut und Böse , 192; 246; 247) Nietzsche considera que la lectura adecuada requiere no sólo métodos (una mera ingeniería cultural burguesa) sino un carácter especial por naturaleza, las naturalezas fuertes (que poseen una Tendenz instintiva fuerte) pueden sumergirse en los textos como los antiguos griegos: «Para qué los griegos? ¿para qué los romanos? -Todos los presupuestos de una Cultura docta (gelehrten Kultur), todos los métodos científicos ya estaban allí, se había estatuido el gran arte, el incomparable arte de leer bien (gut zu lesen)- ese presupuesto de la tradición de la Cultura, de la unidad de la ciencia…» (Der Antichrist; 59). Para Nietzsche requiere de dos cualidades: la primera como ya vimos requiere lentitud, cuidado, predisposición a que a través de la lectura estemos predispuestos para la comprensión y la decisión (todas características vitales del Genius, del homo schopenhauer, de los buenos europeos, de los espíritus libres, del Übermensch). Lo de la lentitud se relaciona no sólo con los hábitos filológicos sino con una distinción aristocrática que Nietzsche nunca abandonará: el elogio del Otium, la nobilísima Oisiveté de las clases superiores. Leer «lento» significa sin prisa, sin demandas externas (meritocráticas) y sin cálculo ni utilidad final, salvo el de mejorar el propio carácter y contribuir a la generación de genios. Sólo una pequeña porción de hombres reclamarse con esta cualidad tan elitista de lectura, una ínfima minoría que por definición puede darse el lujo de poseer semejante vida espiritual, semejante indiferencia por el día a día. El Gelehrte burgués, prototipo de la lectura moderna como un proletario de la cultura, es un mero «instrumento de transmisión», una «máquina inteligente», un praktikon, una organa poietika que ha perdido irremediablemente el arte lector. En segundo lugar, pero de tanta importancia como la primera, es el compromiso personal-existencial en la lectura (y cierto entrenamiento). En teoría para Nietzsche es simple; en la práctica es muy difícil y raro. El compromiso personal (que también es una exigencia de su propia filosofía) con lo que se lee, señalado en su libro autobiográfico Ecce Homo, exige presencia de ánimo, implicación personal y «rumiar», rumigare el texto, «masticar» el libro por segunda vez (tal como el propio Nietzsche hacía). Los lectores dionisíacos deberán alimentarse de libros en dos etapas, primero consumirlos como cualquier lector moderno y luego realizar la «rumia». La lectura intensa sería regurgitar el material teórico semidigerido y volverlo a masticar para deshacerlo y agregarle la «saliva» del carácter. La última cualidad para practicar el arte de leer, die Kunst des richtigen Lesens , es de origen romántico-aristocrática: se trata de tener coraje y audacia, un actitud inactual y pesimista que mira al mundo tal cómo es. El modelo no es Platón (primer décadent de estilo) sino, nos dirá Nietzsche, Tucídides o Maquiavelo, quienes tienen «la voluntad incondicional de no dejarse embaucar por nada y de ver la razón en la Realidad , -y no en la Razón, y menos aún en la ‘Moral’…» No es aquí el lugar para señalar la radical valencia política de el combate de Nietzsche contra el nominalismo (una querelle de los conservadores y reaccionarios de su época contra la filosofía de la revolución francesa). El arte de leer para Nietzsche debe ser una nueva cultura realista «ese inestimable movimiento en medio de la patraña de la Moral y del Ideal propia de las escuelas socráticas…» Realismo, dureza de carácter, ascetismo, objetividad fuerte y rigurosa, genio que no huye al ideal, instinto, valor frente a la realidad: tal el arte dionisíaco de leer correctamente. Y nunca modificó estas opiniones.
Leer como una Vaca: en el Vorwort de Der AntiChrist (1888), Nietzsche retorna sobre sus criterios de lectura y su distinción aristocrática sobre su lector ideal: «Este libro es para los menos (den wenigsten). Tal vez no viva todavía ninguno de ellos. Serán, sin duda, los que comprendan mi Zarathustra… Las condiciones en que se me comprende, y luego se me comprende por necesidad -yo las conozco muy exactamente. Hay que ser honesto hasta la dureza (Härte) en cosas del Espíritu incluso para soportar simplemente mi seriedad (Ernst), mi pasión (Leidenschaft). Hay que estar entrenado en vivir sobre las montañas -en ver debajo de sí la miserable charlatanería actual acerca de la Política y del Egoísmo de los Pueblos. Hay que haberse vuelto indiferente, hay que no preguntar jamás si la verdad es útil, si se convierte en una fatalidad para alguien… Una conciencia nueva para verdades que hasta ahora han permanecido mudas. Y la Voluntad de Economía de Gran estilo (Wille zur Ökonomie großen Stils): guardar junto a la fuerza propia, el entusiasmo propio… El respeto por sí mismo; el amor a sí mismo; la libertad incondicional frente a sí mismo… ¡Pues bien! Solo ésos son mis lectores, mis verdaderos lectores, mis lectores predestinados (vorherbestimmten Leser): ¿qué importan el resto? El resto es la mera Humanidad (Menschheit) -Y hay que ser superior a la Humanidad (Menschheit) por Fuerza (Kraft), por la altura del Alma (Höhe der Seele), -por desprecio…» La recta lectura es atributo natural de los «menos», los llamados a dominar, a los cuales Nietzsche luego determina con precisión filológica: «El Orden de Castas ( Ordnung der Kasten ) , que es la Ley suprema, dominante ( dominierende Gesetz) , es tan sólo la sanción de una Orden de la Naturaleza ( Natur-Ordnung ) , de una legalidad natural de primer rango, sobre la que ningún capricho, ninguna ‘Idea Moderna’ ( ‘moderne Idee’) tiene poder. En toda sociedad sana se distinguen, condicionándose recíprocamente, tres tipos de diferente gravitación fisiológica ( physiologisch verschieden-gravitierende Typen) , cada uno de los cuales tiene su propia higiene, su propio campo de trabajo, su propia especie en cuanto a sentimiento de perfección y su propia especie de maestría. Es la Naturaleza, no Manú, la que separa entre sí a los preponderantemente espirituales, a los preponderantemente fuertes de músculos y de temperamento, y a los terceros, que no destacan ni en una cosa ni en la otra, los Mediocres, -esto últimos son el gran número; los primeros, la selección. La Casta Suprema -yo la llamo ‘Los Menos’ ( Die oberste Kaste – ich nenne sie die Wenigsten )- tiene también, por ser la perfecta, los privilegios de los menos: entre ellos está el de representar en la Tierra la Felicidad, la Belleza, la Bondad. Sólo a los hombres más espirituales les está permitida la belleza, lo Bello: sólo en ellos no es debilidad la bondad. Pulchrum est paucorum hominum (Lo bello es cosa de pocos hombres): el Bien es un privilegio ( das Gute ist ein Vorrecht) .» (El Anticristo; #57). Si el bien es un privilegio, anterior a toda adquisición social, ya sea legal, meritocrática o de formación, la lectura como arte sólo es posible en la pequeña minoría de espíritus aristocráticos, los Übermensch, que «por ser los más fuertes (als die Stärksten ) encuentran la felicidad donde otros encontrarían su ruina;: en el laberinto, en la dureza consigo mismos y con otros, en el experimento; su placer es el autovencimiento: el ascetismo se convierte en ellos en Naturaleza, Necesidad, Instinto (Natur, Bedürfnis, Instinkt)… Ellos son la ‘Especie’ (Art) más venerable de los hombres… Dominan (Sie herrschen) no porque quieran, sino porque son (sind), no tienen libertad para estar en segundo lugar. El Orden de Castas, la Jerarquía (Rangordnung ) , lo único que hace es formular la Ley Suprema de la Vida misma, la separación de los tres tipos de hombres es necesaria para la conservación de la sociedad, para la posibilitación de tipos superiores y supremos (zur Ermöglichung höherer und höchster Typen) -la desigualdad (Ungleichheit ) de Derechos es la condición primera para que llegue a haber Derechos. Un Derecho es un privilegio. En su Ser como Especie (Art Sein) tiene cada individuo su privilegio.» La lectura dionisíaca (así como el buen estilo) se reserva a esos hombres especiales designados por la Naturaleza y su jerarquía. Nietzsche utiliza el concepto Naturbestimmung, para definir a esos seres superiores que forman una nueva Especie (Art) que los hace «máquinas inteligentes», intelligente Maschinen, espíritus profundos, tieferen Geistes, y a los que Nietzsche quiere recordarles su descendencia aristocrática, sus privilegios en decadencia. Los hombres de excepción (Ausnahme-Mensch) son los que, haciendo un trabajo mayéutico y de entrenamiento riguroso, podrán adquirir tanto el arte de leer «movidos por intenciones profundas» como asumir su rol en la Gran Política «ya que es sencillamente su deber». El ejemplo de cómo deberían leerse sus libros, dirigido a estos tierfen Geistes, Nietzsche únicamente lo hace explícito en uno de sus libros, en Zur Genealogie der Moral (1887). En su Vorrede, Nietzsche cansado de tanta exégesis demasiado libre, hastiado de tanto admirador bizco advierte: «Si este escrito resulta incomprensible para alguien y llega mal a sus oídos, la culpa, según pienso, no reside necesariamente en mí. Este escrito es suficientemente claro, presuponiendo lo que yo presupongo, que se hayan leído primero mis escritos anteriores y que no se haya escatimado algún esfuerzo al hacerlo: pues, desde luego, no son fácilmente accesibles. En lo que se refiere a mi Zarathustra , por ejemplo, yo no considero conocedor del mismo a nadie a quien cada una de sus palabras no le haya unas veces herido a fondo y, otras, encantado también a fondo: sólo entonces le es lícito, en efecto, gozar del privilegio de participar con respeto en el elemento alciónico (halkyonischen Element) de que aquella obra nació, en su luminosidad, lejanía, amplitud y certeza solares. En otros casos la forma aforística (die aphoristische Form) produce dificultad: se debe esto a que hoy no se da suficiente importancia a tal forma. Un aforismo, si está bien acuñado y fundido, no queda ya ‘descifrado’ por el hecho de leerlo; antes bien, entonces es cuando debe comenzar su interpretación (Auslegung) , y para realizarla se necesita un Arte (Kunst) de la misma. En el tratado tercero de este libro he ofrecido una muestra de lo que yo denomino ‘interpretación’ en un caso semejante: ese tratado va precedido de un aforismo, y el tratado mismo es un comentario de él. Desde luego, para practicar de este modo la lectura como arte se necesita ante todo una cosa que es precisamente hoy en día la más olvidada -y por ello ha de pasar tiempo todavía hasta que mis escritos resulten ‘legibles- una cosa para la cual se ha de ser casi vaca y, en todo caso, no ‘hombre moderno’: el rumiar (das Wiederkäuen) …» La referencia un poco enigmática al momento «alciónico» tiene una referencia muy concreta: los alciónidas son, según Nietzsche, ateos, reaccionarios de las ideas modernas, antimetafísicos y antiidealistas. En palabras suyas, son los heraldos de la llegada de los hombres superiores, de la nueva raza de Übermensch. Nietzsche reserva el nombre de alciónidas porque ejercen el papel de mensajeros de la diosa marina griega Alcyone («la reina que ahuyenta tormentas») y producen el efecto de presagiar la mar serena y el buen tiempo para la cultura alemana renovada según la jerarquía aristocrática de la Natur. Mensajeros de Alcíone, los alciónidas (también conocidos como martín pescadores) alejan las nubes del cielo alemán, apolíneo, socrático e idealista. Alciónidas son Schopenhauer, Wagner, el mismo Nietzsche, Zarathustra… El martín pescador es un ave que se alimenta de peces débiles que captura dentro del agua y su peculiaridad radica en la sustancia que recubre su plumaje y que le permite reiniciar el vuelo tras haberse sumergido en el agua. Pueden «sumergirse» en las aguas pútridas de la Cultur alemana décadent sin que ello interfiera en su misión, sin infectarse y levantar el vuelo político-filosófico. Y pueden, obviamente, «sumergirse» en los propios textos de Nietzsche… y poseer el arte de leer bien. Si el Nietzschéisme y el posmodernismo en general, lo hubieran entendido, nos habríamos ahorrado muchas pésimas interpretaciones. Pese a los esfuerzos del propio Nietzsche, todavía hoy entre su admiradores y hagiógrafos hay muchos lectores modernos y pocas vacas.