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No eres libre, eres un experimento

Fuentes: Rebelión

Tú, que estás leyendo esto. Tú, que empiezas a sentir que algo no encaja. Que el mundo se ha vuelto hostil, que nadie te escucha, que todo está diseñado para que pierdas. Tú, que crees que la ultraderecha tiene respuestas. Que señala culpables, que grita lo que tú callas, que promete “orden” en medio del caos. Déjame decirte algo: te están utilizando. Te están convirtiendo en carne de cañón. En una rata de laboratorio para perfeccionar el régimen de explotación más sofisticado que ha conocido la historia: el capitalismo salvaje y rampante que gobierna el planeta.

Cada día recibes tu ración de alienación. En el trabajo que no te llena, en el salario que no alcanza, en la pantalla que te distrae. Te han enseñado a desconfiar del pobre, del migrante, del diferente. Te han convencido de que el enemigo está abajo, cuando siempre ha estado arriba. En los consejos de administración, en los fondos de inversión, en las transnacionales que saquean recursos y vidas. En los algoritmos que moldean tu pensamiento sin que lo notes.

La ultraderecha no quiere liberarte. Quiere canalizar tu rabia para proteger a los verdaderos amos del sistema. Te ofrece una identidad falsa, una comunidad basada en el odio, una épica que solo sirve para dividir. Mientras tú gritas contra el “otro”, ellos siguen acumulando poder. Mientras tú compartes memes de confrontación, ellos diseñan nuevas formas de control. Mientras tú crees que estás despertando, ellos perfeccionan tu jaula.

Tu día comienza antes de que amanezca. El despertador suena como una orden. No te levantas: te despliegas. Revisas el móvil antes de abrir los ojos. Notificaciones, titulares, ofertas, alarmas. Ya estás dentro. El algoritmo te da los buenos días. Te dice qué pensar, qué temer, qué desear. Te duchas rápido, desayunas lo justo, y sales a la calle como quien entra en una fábrica invisible.

El transporte público es una procesión de rostros apagados. Nadie habla. Todos miran pantallas. El mundo real se ha vuelto decorado. Lo importante ocurre en otro sitio: en el feed, en el scroll, en el clic. Llegas al trabajo. No importa si es oficina, almacén, aula, hospital. El patrón es el mismo: productividad, obediencia, simulacro. Te piden que sonrías, que rindas, que no pienses demasiado. Que no cuestiones. Que no sientas.

A mediodía comes rápido, solo o con otros que también están solos. Hablas de fútbol, de series, de ofertas. Nunca del sistema. Nunca del dolor. Nunca del miedo. Porque eso no se dice. Porque eso no vende. Porque eso incomoda. Vuelves a trabajar. Te sientes cansada-o, pero no sabes por qué. No has corrido, no has luchado, no has creado. Solo has obedecido. Solo has sido útil.

Al salir, el algoritmo te espera. Te ofrece distracción, indignación, consumo. Te dice que el enemigo es el migrante, el pobre, la feminista, el queer. Te empuja a compartir memes de odio, a firmar peticiones que no cambian nada, a sentir que participas sin moverte del sofá. Mientras tanto, los verdaderos amos del sistema —los fondos de inversión, los complejos militares-industriales, las transnacionales extractivistas— siguen saqueando el mundo. Y tú, sin saberlo, les haces el trabajo sucio.

Cenas con prisa. Ves algo en una plataforma que decide por ti. Te acuestas con el móvil en la mano. Lo último que ves no es el rostro de alguien que amas, sino una pantalla que te vigila. Y cuando duermes, tus sueños ya no son tuyos. Son pesadillas de éxito, de competencia, de miedo. Sueñas que llegas tarde. Que no rindes. Que no encajas. Que no eres suficiente. El algoritmo también programa tu descanso.

Y así, día tras día, te conviertes en lo que ellos necesitan: un cuerpo dócil, una mente distraída, una emoción manipulable. No eres libre. Eres un experimento. Un dato. Un engranaje. Y si no lo ves, seguirás siendo parte del problema.

Pero hay salida. No en el odio, no en la nostalgia, no en el “sálvese quien pueda”. La salida está en la conciencia. En la cooperación. En la desobediencia. En la pedagogía que te enseña a pensar por ti mismo. En la izquierda que no se vende, que no gestiona, que no pacta con el algoritmo. En las flotillas de libertad que se construyen desde abajo, con cuerpos, con afectos, con comunidad.

No te dejes atrapar. No te conviertas en lo que ellos necesitan. No confundas ruido con verdad. No confundas orden con justicia. No confundas pertenencia con sumisión.

La verdadera revolución no grita: escucha. No señala: abraza. No promete: construye. Y empieza por ti. Por mi. Por todas nosotras y nosotros. ¿A que esperamos para rebelarnos?

Txema García, periodista y escritor

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.