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No es cuestión de magia

Fuentes: Insurgente

América Latina no ha perdido el sello de exótica, a juzgar por el dispar discurso sobre los efectos en ella de la actual crisis del capitalismo. Mientras algunos observadores remarcan que está mejor preparada que buena parte del planeta para afrontar a pie firme el sacudón telúrico, otros subrayan que la recesión exportada desde USA […]

América Latina no ha perdido el sello de exótica, a juzgar por el dispar discurso sobre los efectos en ella de la actual crisis del capitalismo. Mientras algunos observadores remarcan que está mejor preparada que buena parte del planeta para afrontar a pie firme el sacudón telúrico, otros subrayan que la recesión exportada desde USA y la Unión Europea se trasmite de manera expedita a los países de la región, de suyo «emergentes» o subdesarrollados.

Conforme a los últimos, nada de la tierra primigenia, exuberante y mágica de Los pasos perdidos y La vorágine; en su lugar, la misma realidad de los más «racionales», los cartesianos por antonomasia. ¿Acaso la Organización Internacional del Trabajo (OIT) no vislumbra para el subcontinente en 2009 el engrosamiento en 2,4 millones del ejército de trabajadores desempleados, hoy configurado por 15,7 millones? Como si resultara magra la previsión, una recién publicada investigación del Morgan Stanley indicaba un «crecimiento negativo» del producto interno bruto: 0,4 por ciento, el peor desde 1983. La anterior proyección de la entidad financiera norteamericana sugería un aumento nada desdeñable, aunque moderado, cifrado en 1,5 por ciento, «a la luz de la declinación de la economía global».

Ahora, en honor a la verdad señalemos que, si bien América Latina padece los mismos síntomas recesivos que el resto del orbe, entre otras razones por el fin de los recursos externos de fácil acceso, hasta el momento la situación se comporta de manera más atenuada, en dependencia de las relaciones de cada economía con las «centrales». La crisis financiera de Estados Unidos, por ejemplo, ha repercutido menos que lo temido en América del Sur, gracias a lo variado de su comercio en los nuevos tiempos, conforme a expertos traídos a colación por Marcela Valente, de la agencia de prensa IPS.

Apostillemos que, tras el fracaso del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) -más desacreditada aún por la creación de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA)- y el estancamiento de las negociaciones con la Unión Europea, los estados sudamericanos se dieron a consolidar sus vínculos con Asia y arreciaron el intercambio de bienes, «que promete mantener su dinamismo al menos hasta el año 2010», en el criterio de diversos entendidos consultados por la colega.

Uziel Batista, especialista del Banco Interamericano de Desarrollo, declaraba que el MERCOSUR se encuentra en la mejor posición para enfrentar la crisis. El bloque, «integrado por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, con Venezuela en proceso de adhesión como miembro pleno y Bolivia y Chile como asociados más antiguos y privilegiados», no se muestra sólido únicamente por sus indicadores macroeconómicos, de resultados fiscales más equilibrados; también por un trueque de mercancías muy diversificado, con Estados Unidos, la UE, Asia, África, y entre los dos miembros principales: Argentina y Brasil. Algo de lo que no pueden blasonar México y Centroamérica, «fundidos» con EE.UU., merced a tratados cuya esencia colonialista se exhibe hoy en toda su dimensión.

Sin embargo, expertos hay que se declaran renuentes a lo que consideran medias tintas. Y ponen énfasis en que, más amortiguada o no, la crisis que se pasea por América Latina no representa mera cuestión del acceso al crédito internacional o de los problemas para colocar exportaciones, sino que se debe asimismo al descalabro de los mecanismos de un desarrollo enfocado en la extracción de recursos naturales y la consiguiente venta de estos en los mercados globales.

Para Eduardo Gudynas, articulista de ALAI, muchos gobiernos, desde el de Néstor Kirchner, en Argentina, hasta el de Alain García, Perú, disfrutaron en el pasado de un alto crecimiento económico sustentado en sus exportaciones, en buena medida basadas en factores exógenos, como la gran demanda mundial y los elevados precios, y no aprovecharon la coyuntura para generar un estilo de desarrollo propio y autónomo. ¿Qué hacer, entonces, para desafiar con éxito eventos tales el desplome de los hidrocarburos, por ejemplo? Para el economista, el modelo extractivista, asentado «en la explotación de la naturaleza con miras a exportar materias primas», resulta insostenible en los planos económico, social y ambiental…

Y claro que el reconocimiento de lo insostenible del modelo servirá de acicate para su superación, añadimos nosotros, impenitentes optimistas, que consideramos el colapso del sistema financiero mundial, la crisis, posibles detonantes de un cambio radical. Sí, tal vez ellos harán que nuestros países, nuestros pueblos, se lleven por delante de una vez por todas, estrepitosa y gregariamente, las políticas impuestas por las grandes instituciones del neoliberalismo (el FMI y el Banco Mundial, entre ellas), mientras más de un despistado siga tomando por exótico al continente, y para tratar de entenderlo quizás apele, si acaso, a leer lo más sonado del realismo mágico.