Es hora de que las grandes potencias se sienten a dialogar sobre la paz y el desarme.
Luego de que el mandatario estadounidense llamara asesino al Presidente Putin y le amenazara con que le haría pagar cara su injerencia en las elecciones de EEUU, en la primera cumbre de alto nivel del gobierno de Biden, celebrada en Alaska entre Pekín y Washington, el Secretario de Estado, Anthony Blinken, y el Asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, despotricaron contra China, a la que acusaron de minar los valores democráticos y el derecho internacional; de realizar ciberataques, que son una amenaza a la estabilidad mundial; de violar los derechos humanos, al llevar a cabo un genocidio contra la etnia uigur en la provincia de Xinjiang, y de tener un comportamiento coercitivo, que amenaza la seguridad y la prosperidad de EEUU y sus aliados. Lo notorio es que las expresiones: amenaza a la seguridad, normas del derecho internacional, valores democráticos, derechos humanos y muchas otras más, las usan a su antojo y siempre con una connotación contraria al sentido que tienen.
Parece mentira, pero quien mejor explica la posición de EEUU en la problemática mundial es el actual Presidente Biden. Cuando era senador defendió los bombardeos con que EEUU destruía Yugoslavia: “¡Porque mientras no se inclinen ante los estándares occidentales, esta locura va a continuar, continuar y continuar!” Su mensaje era claro y contundente, o eres vasallo de ellos o es de esperar lo peor, política que obliga al mundo a escoger entre el vasallaje y la dignidad.
Lo increíble es que ven enemigos únicamente en el exterior, cuando EEUU vive un mal momento: en lo interno tiene problemas que los está destruyendo y en lo externo se está rezagando en relación a China y Rusia y, más todavía, a la alianza irreversible de estas dos potencias. Los epítetos violentos contra Putin y Xi Jing Ping, norma de la actual política exterior del gobierno de Washington, están destinados a romper los cánones de la libertad de comercio, para obtener ventajas estratégicas y comerciales, como es presionar con sanciones a las empresas que participan en el Nord Stream 2, para que fracase este proyecto y no se abastezcan con gas ruso barato Alemania y el centro de Europa. Esto explica, en parte, la actitud de matón de barrio con que EEUU reacciona ante la política soberana de cualquier país.
Las palabras de respuesta a Anthony Blinken y Jake Sullivan, por parte de Wang Yi, Ministro de Relaciones Exteriores de China, fueron contundentes y directas: “Sobre los ataques cibernéticos, permítanme decir que en capacidad para lanzar ataques cibernéticos ustedes son campeones. Estados Unidos no está calificado para hablar con China desde una posición de fuerza, pues no representa la opinión internacional ni tampoco al mundo occidental. No creo que la mayoría de países del orbe acepten los valores universales promovidos por EEUU, ellos no reconocerán que las reglas hechas por un pequeño número de personas sean la base del orden internacional”. A los estadounidenses les desconcertó esta respuesta, como si recién cayeran en cuenta de que China es un gigante que, posiblemente, ya los superó. Es que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Pekín critica la política de EEUU y de las potencias de Occidente, que sermonean sobre los derechos humanos mientras los descuidan en su propia tierra; países que tienen un historial terrorífico, pues transportaron a millones de africanos para esclavizarlos, realizaron un genocidio a las tribus y los pueblos aborígenes de América e iniciaron guerras de rapiña contra Irak, Libia y Siria, que causaron muchas muertes e inmensos daños materiales. Si fungen defender los derechos humanos, se pregunta: ¿qué derechos defienden y de quién los defienden? ¿No les da vergüenza?
China y Rusia propusieron entablar un diálogo en beneficio de los pueblos de todos los países, sobre la base de los principios de igualdad y respeto mutuo. Con este fin, expusieron su visión sobre los derechos humanos, la democracia, el derecho internacional y la igualdad de países a nivel global. Para ellos, los derechos humanos son interrelacionados, indivisibles y universales, por lo que se deben aplicar de acuerdo a las particularidades de cada país y es inaceptable la injerencia en los asuntos internos de otros estados con la excusa de promover la democracia y la protección de los derechos humanos; ambos países rechazan la utilización de estos pretextos para agredir y destruir a otros estados.
También abogan por el respeto de los valores consagrados en La Declaración Universal de los Derechos Humanos, documento elaborado en París el 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas y firmado por los representantes de todos los países del mundo con diferentes antecedentes jurídicos y culturales, como un ideal común para todos los pueblos y naciones, y no aquellos valores que EEUU y las grandes potencias de Occidente pretenden imponer para conservar su hegemonía imperial.
Por eso, no le falta razón al Presidente Xi Jing Ping al sostener: “EEUU es la mayor amenaza para el desarrollo de nuestro país y de nuestra seguridad” y al gobierno chino cuando expresa: “Quedaron atrás los días en que las potencias extranjeras podían con cañones obligar a China a abrir sus puertas, cuando los llamados ‘académicos’ y medios de comunicación estatales podían difamarla sin escrúpulos. No se debe subestimar nuestra firme determinación para defender la dignidad y los intereses nacionales, si no, tendrán que pagar el precio por su ignorancia y arrogancia”.
Los cancilleres Lavrov, de Rusia, y Wang, de China, abogaron porque la ONU juegue un papel central en la protección del derecho internacional e hicieron un llamado a organizar una cumbre de los estados miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, con el fin de establecer un diálogo directo sobre las formas de resolver los problemas comunes de la humanidad, para mantener la estabilidad global estratégica, proteger la paz, mejorar las estructuras multilaterales, contribuir a optimizar el sistema de gobernanza global, promover el desarrollo de la civilización humana y obtener un acceso equitativo de sus beneficios; todo esto se debe realizar a través de un diálogo dirigido a la unión de todos los países y no a su separación, a la cooperación y no al enfrentamiento.
Es la primera vez que China y Rusia, miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, interpretan y exponen sus ideas sobre los derechos humanos, la democracia y el orden internacional, frente al mal uso político de estos valores, lo que es, en esencia, la lucha contra la hegemonía imperial de EEUU y las potencias de Occidente, ahora caducas.
Lavrov y Wang enfatizaron que es necesario fortalecer la independencia de sus países, sin que les importe la política de EEUU, que trata de mantener su hegemonía, frenando el desarrollo de Rusia y China; esta táctica, contraria a la realidad, no les ha dado ni les dará resultado positivo. Ambos países hicieron un llamado a la comunidad mundial a dejar de lado las divisiones y unirse para construir un orden internacional más justo, democrático, racional y multipolar. Según Lavrov, Moscú perdió toda relación con la Unión Europea como organización, “que fue destruida por decisiones unilaterales de Bruselas”; en cambio, sin importar las variaciones de la situación internacional, las relaciones de Rusia y China están por las nubes y esta asociación sólo se fortalecerá.
Pero da la impresión de que EEUU sobrevalora su real potencial, pues carece de fuerzas para llevar al mismo tiempo sendos conflictos contra la alianza de Rusia y China, y sin embargo, lo hace. Si se calibra un balance militar en que estén incluidos EEUU y sus potenciales aliados, aun así serían inferiores a la alianza chino-rusa. Incluso el potencial de los catorce portaaviones de EEUU, que antes controlaban todos los mares del planeta, era superior mientras no aparecieron las nuevas armas rusas, pues el increíble salto tecnológico generado por el cohete tsirkon y los drones submarinos, ha enviado a la edad de piedra a toda nave creada hasta el día de hoy.
Rusia posee armas estratégicas como el Sarmat, misil capaz de desplazarse a todo punto del planeta para destruir cualquier objetivo, invulnerable por no seguir trayectoria predeterminada, puede esquivar cualquier sistema antimisiles y, al reingresar a la atmósfera, soporta temperaturas de hasta dos mil grados centígrados; además, ha desarrollado un torpedo capaz de viajar a cien kilómetros por hora, a una profundidad de mil metros, para destruir un objetivo que se encuentre a diez mil kilómetros de distancia.
Este armamento fue creado para defender a Rusia y sus aliados contra la permanente política agresiva de Occidente y ha convertido en polvo y ceniza los billones gastados por el Pentágono, ha transformado en espantapájaro el paraguas antimisil instalado alrededor de Rusia y China, ha minimizado la efectividad de las casi mil bases instaladas en cerca cien países, ha vuelto obsoletas a las flotas que patrullan los siete mares y hace pensar que es hora de que las grandes potencias se sienten a dialogar sobre la paz y el desarme, antes de que alguien meta la pata y dispare.