A pesar de lo que se dice en algunos foros, la física cuántica no sirve para explicar los mecanismos imaginarios de la homeopatía.
Al menos ésta es gratis
De la misma forma que el patriotismo es el último refugio de los canallas, como comprobamos cada día, así también la palabra «cuántica» es el último refugio de los charlatanes, fenómeno que en estos cuentos completos hemos venido llamando doctrina Shaw.
Tras décadas intentando encontrar algún efecto más allá del placebo, y al mismo tiempo un mecanismo teórico sobre el que apoyar sus principios pre-científicos, no es extraño que la floreciente industria homeopática haya terminado llegando a las siempre atractivas aguas de la teoría cuántica. A esto ayuda, claro, una determinada manera sensacionalista de divulgar la física cuántica, que la presenta como llena de cosas «maravillosas», «extraordinarias» y (redoble de tambores) «misteriosas». Muchos charlatanes ven entonces el cielo abierto, ante una especie de «cajón de sastre» en el que parece que vale todo, ya que nada se entiende y todo parece magia. Así, resulta que en noviembre de 2016, el negocio homeopático se reivindicó a sí mismo en un aquelarre que se dio en llamar VII Congreso Nacional de Homeopatía y se celebró en San Sebastián. Tras el evento se excretaron dos vídeos con el impresentable título de «Física Cuántica explica la homeopatía», a cuya difusión no quiero contribuir. Baste decir que absolutamente todo lo que se dice en ellos es mentira. Desmontar estas mentiras una por una sería un trabajo interesante pero muy largo, así que podemos resumir con lo siguiente: no se conoce ningún efecto cuántico, ni ninguna propiedad cuántica, que pueda sobrevivir durante ¿meses?, ¿años? a temperatura ambiente en el agua con azúcar de la pastilla homeopática, que espera en la farmacia a que usted esté dispuesto a tirar su dinero comprando un placebo.
A pesar de esto, en el vídeo aparecen dos académicos: el profesor Marc Henry, de la Universidad de Estrasburgo, y el premio Nobel de Medicina Luc Montagnier, descubridor del virus VIH. Hay que decir que ninguno de los dos es experto en los temas de los que habla en el vídeo, ni ha adquirido prestigio por desarrollar su investigación en el (por los demás, inexistente) área de efectos cuánticos en agua. Lo de llevar a un Premio Nobel siempre queda muy bien pero, claro, un premio Nobel de Medicina pontificando sobre física cuántica tiene, en principio, tanta autoridad como, digamos, uno de la Paz hablando sobre el Ulises de Joyce, o uno de Literatura (digamos, Bob Dylan) hablando de economía (esto último seguro que ha ocurrido alguna vez).
De la misma forma que la indignación moral es el mecanismo por el cual el idiota se dota de dignidad (frase que a Tom Wolfe le gustaba atribuir a McLuhan), así también la pseudociencia intenta dotarse de dignidad emulando los usos y costumbres de la ciencia. Por ejemplo, las publicaciones. Montaigner ha publicado sus inverosímiles e irreplicables resultados en la ignota revista Interdisciplinary Sciences: Computational Life Sciences. Todo aparentemente bien, pero si abrimos el artículo nos enteramos de que fue enviado el 3 de enero, revisado el 5 de enero y ¡publicado el 6 de enero! Así que todo el proceso editorial y de revisión por pares (¿tal vez se omitió esta última minucia?) duró tres días. Para que se hagan una idea, mi último artículo publicado fue enviado el 4 de enero y publicado el 27 de septiembre, tras varias rondas de revisión por pares y sus correspondientes modificaciones. Claro que, en mi caso, no soy el presidente del Consejo Editorial de Physical Review, mientras que Montaigner sí lo es de la revista mencionada antes. Casualidad, sin duda, y cualquier día de estos alguien conseguirá reproducir sus resultados. Mientras tanto, mejor hagan ustedes caso de los estudios serios, no tiren su dinero y dejen la doctrina Shaw para otro día. Les va la vida en ello.