Es el mandamiento de todas las religiones y civilizaciones para proteger la vida, sin ninguna restricción, porque la vida no nos pertenece. Este principio universal no admite ninguna excepción: “No matarás” ni con balas, ni con hambre, ni con calumnia, ni con desprecio…
Mirando la actual situación de nuestro país, nuestro continente y nuestro planeta, la vida es una realidad que bien poco importa. Lo vemos en nuestro país con la declaración gubernamental de ‘guerra interna’: más de 10.000 jóvenes apresados, una docena de supuestos ‘terroristas’ asesinados que ningún juez los declaró culpables, sólo unos 300 procesados… ¿Cuántos desaparecidos? ¿Cuántos torturados? ¿Cuántos cadáveres abandonados en las calles?… De todo eso callan los grandes medios de comunicación, olvidando la suprema ley cuando les conviene: “No matarás”.
¿Y nosotros, individualmente? Cuando no nos indignamos, cuando quedamos indiferentes, cuando callamos, cuando no actuamos para detener o siquiera reducir estos atropellos, nos hacemos cómplices y encubridores de ellos. Colaboramos con estas omisiones con la escalada y este círculo infernal de la violencia. No queremos reconocer que la violencia no se suprime con el uso de las armas ni con la pena de muerte. Más bien fomentan más violencia y muerte. Se trata de encontrar las causas de la violencia y combatirlas con otros medios. En Ecuador las 2 mayores causas de la violencia son el desempleo y la corrupción fomentados por el sistema neoliberal. La mayoría de los ecuatorianos han votado por la continuidad y la profundización de este sistema de muerte desde 7 años: Con el ‘sí’ a la consulta mañosa de Lenin Morena, con la elección de Guillermo Lasso y ahora la de Daniel Noboa. Mientras seguimos eligiendo supuestos salvadores de la clase social que nos explota, continuaremos uniéndonos en la violencia y el despojo de la vida. ¿No nos damos cuenta que nuestros gobernantes hacen lo contrario de lo que nos prometen en las campañas electorales? Esta clase social hecha de traidores, banqueros e grandes empresarios viven de nuestra explotación y empobrecimiento. Creemos sus mentiras: “¡No más impuestos! ¡No más desempleo! ¡No más persecución política! ¡No más salarios de miseria! ¡No más hospitales sin medicinas! ¡No más deserción escolar! …” La realidad nos muestra la falsedad de estas promesas… ¿O es que nos gusta ser engañados y explotados? ¿Cuándo seremos capaces de gritar: “¡No más violencia! ” … porque esa es la primera violencia… Los jóvenes de nuestro país están pagando con su vida asesinada o destruida el precio de nuestros repetidos errores y nuestra ignorancia culpable.
Ahora el presidente Noboa nos propone también una consulta para confirmar las mentiras de su campaña presidencial y profundizar el sistema neoliberal que nos mata lenta o violentamente. Para colmo, las encuestas nos dice que el ‘sí’ va a triunfar… para nuestra mayor desgracia. Nosotros mismos orientamos el camino que nos lleva a más miseria. Nosotros mismos cavamos nuestra propia tumba ¿Cuándo abriremos los ojos y decidiremos vivir de pie y dignamente? ¿Cuándo enfrentaremos el sistema neoliberal que nos gobierna para nuestra desdicha?
Sólo revirtiendo las causas que provocan la violencia, lograremos eliminarla. Si estas causas son personales como la indiferencia y la complicidad, son estas 2 realidades que hay que suprimir. Por eso las religiones y la Biblia en particular nos dan un camino, invitándonos al amor: “¡Amarás a tu prójimo como a ti mismo!”. Si otra causa de la violencia, colectiva esta, es la corrupción, hay que desterrar lo que nos lleva a ella y poner en marcha una convivencia fraterna. Jesús de Nazaret no abre un camino colectivo: Juntarnos para lograr la fraternidad y hacer del amor el eje de nuestras relaciones. Dejó su único mandamiento como herencia a los que le hemos prometido seguirlo: “¡Se amarán unos a otros como yo los he amado!” La vida social no es sólo un compromiso individual; se trata sobre todo de un compromiso colectivo: Organizarnos para hacer posibles relaciones de respeto, de justicia y de fraternidad. Nunca conseguiremos estas 3 realidad si no nos unimos organizadamente: Eso se llama el compromiso colectivo para “la civilización del amor”.
El sistema actual neoliberal niega esta civilización del amor como caminos individuales y colectivos porque vive de la explotación de los trabajadores y la muerte de los desempleados. Estas son las violencias que provocan la actual violencia generaizada y las equivocaciones de los jóvenes al apoyar el tráfico de drogas. No cambiará esta situación, si nos cambiamos personal, colectiva y organizadamente. Se necesita derrumbar y sustituir este sistema perverso del neoliberalismo. Actualmente los indígenas, las mujeres y los jóvenes son los grupos organizados que pueden hacer posibles nuevas maneras de luchar y de cambio el sistema vigente. El papa Francisco nos lo confirma en sus encuentros con los Movimientos populares. Ellos ponen en marcha una lucha no violenta, activa y colectiva, actúan democráticamente desde la participación de todos, son creativos para presentar tanto sus denuncias como sus alternativas, son astutos y festivos en las acciones y los procedimientos, creen firmemente que una “civilización del Bien vivir es posible”. Muchos cristianos están ya comprometidos en estas formas de luchas y en sus propuestas novedosas… que revierten la violencia de los poderosos.
Recordemos que este próximo 24 de septiembre, celebramos la pascua de monseñor Oscar Romero, que pedía a los soldados salvadoreños: «Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla.”
Pedro Pierre: Sacerdote diocesano francés, acompaña las Comunidades Eclesiales de Base (CEB ) urbanas y campesinas de Ecuador, país adonde llegó en 1976.
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