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Entrevista a Clara Valverde sobre su libro "Desenterrar las palabras" (VIII)

«No puede ser que sigamos paseando por sitios que sin saberlo están llenos de restos de nuestros abuelos. ¿No se merecen ser honorados?»

Fuentes: Rebelión

Profesora de enfermería jubilada por la Encefalomielitis Miálgica (Síndrome de Fatiga Crónica), enferma rebelde, activista de y en el 15M, firme defensora de la sanidad pública, escritora sobre biopolítica y resistencia, luchadora de amplio y largo recorrido, Clara Valverde Gefaell es coordinadora del Equipo Aquo de Formación en la relación terapéutica, trauma generacional y activismo. […]

Profesora de enfermería jubilada por la Encefalomielitis Miálgica (Síndrome de Fatiga Crónica), enferma rebelde, activista de y en el 15M, firme defensora de la sanidad pública, escritora sobre biopolítica y resistencia, luchadora de amplio y largo recorrido, Clara Valverde Gefaell es coordinadora del Equipo Aquo de Formación en la relación terapéutica, trauma generacional y activismo. Entre sus numerosos artículos y libros, cabe destacar No nos lo creemos. Una lectura del lenguaje neoliberal (Icaria, 2011)

***

 

Nos vamos aproximando al final. El capítulo VI lleva por título: «Curar las heridas: testimonio, justicia y reparación. Elaboración en otros países». ¿Crees que en verdad se pueden llegar a curar las heridas de tanto sufrimiento y de tanto maltrato?

CV: Utilizo la palabra «curar» en ese capítulo porque es la expresión que utilizan los indígenas norteamericanos en sus procesos de elaboración de la violencia histórica de la colonización. No quiere decir «curar» en el sentido médico de quitar un daño completamente. Es en el sentido de mejorar.

En los poblados indígenas en los que yo trabajaba en este tema algunas llevaban sudaderas que ponían «Curándonos juntos»!

Curar es una palabra muy grande. Creo que se pueden limpiar las heridas, se pueden mejorar y dejan cicatrices, claro. Y esas cicatrices no tenemos que esconderlas. Tenemos que poder sentirnos orgullosos si hemos elaborado individualmente, en familia y colectivamente, el impacto de la violencia política del siglo pasado.

El trabajo de conocerse, ir haciendo consciente lo inconsciente que arrastramos y con lo que nos amargamos la vida, con lo que nos frenamos de ser luchadores libres, es un gran trabajo, el trabajo de la vida.

Abres con una cita de Davoine y Gaudilliere: «Al hablar de esto, se está poniendo en cuestión a la sociedad que dice que no pasa nada.» ¿Qué sectores de la sociedad, en nuestro caso, se pondrían en cuestión al hablar abiertamente de lo sucedido?

CV: En mi experiencia publicando y hablando de la transmisión generacional de la violencia política por el Estado español, todos los sectores de la sociedad están incómodos con el tema. Todos estamos incómodos. No creas que todos los años que he trabajado yo este tema a nivel personal y familiar ha sido siempre cómodo!

Pero, obviamente, los que más niegan y quieren esconder todo esto son los victimarios y sus descendientes. La derecha. Los que apoyaron políticas de genocidio.

No creo que se quieran dejar pensar o sentir nada sobre el que su abuelo matara para imponer el fascismo.

Las placas y carteles que nombrarían sitios y personas que explicaran lo ocurrido, ¿no podrían levantar viejas heridas?

CV: Tenemos que hacer visible nuestra historia, nuestras historias, dignificar y nombrar los sitios. Las calles, los rincones y los campos no pueden seguir callados: tienen que contar la verdad de lo que ocurrió en cada lugar.

¿Eso podría abrir viejas heridas? Pues claro. Hay que abrir las heridas que no se han limpiado.

Es como ir a visitar la tumba de un familiar: remueve emociones. Sí, señalar sitios es muy importante y nos removerá sentimientos. Pensamos que sentir solo nos puede dañar, que solo puede llevar a sentimientos de venganza y odio y eso nos da miedo.

Pero en otros sitios se ha hecho, y lo que vemos es que esos espacios se utilizan como lugares para hacer el duelo que tanto necesitamos hacer. Y en vez de sentimientos de venganza, se siente alivio y conexión.

No tenemos casi ningún sitio así donde sentarnos a sentir. Tenemos el monumento a Walter Benjamin en Port-Bou, un sitio para elaborar el exilio y el gran esfuerzo de tantos para sobrevivir y para mantener la ética.

Pero necesitamos muchos más. Y nuestras abuelas y abuelos se merecen que les incluyamos en la historia de forma pública y digna. Que los jóvenes y futuras generaciones sepan qué pasó. Toda esa valentía y sufrimiento no pueden seguir escondidos.

Necesitamos, dices, oír las voces de los que vivieron la represión franquista. ¿No se ha hecho ya? ¿No se han oído sus voces en más de una ocasión?

CV: Si preguntas a adolescentes y jóvenes, creo que verás que la mayoría no saben nada de la represión franquista. ¿Dónde se han oído las voces de los que vivieron esa dictadura?

Necesitamos que se hable en las escuelas, en los medios de comunicación. Tantas horas de televisión sobre tonterías y cuando sale lo del torturador, Billy the Kid, la mayoría de la gente no sabe quién es. Es una vergüenza.

¿Qué iniciativas como sociedad deberíamos poner en marcha? ¿Nos das algún ejemplo?

CV: Yo empezaría por dos:

1. Comisiones populares de verdad y reconciliación por todo el Estado que hicieran sesiones abiertas y públicas (y grabadas) en el que todos y todas pudieran compartir sus historias. Y que los estudiantes de instituto fueran a escuchar.

2. Formación sobre el impacto psicológico de la violencia política del siglo XX para profesionales sanitarios y de la salud mental. Y que luego ellos hicieran talleres para la población.

 

¿Hay que dignificar las fosas que están sin abrir y las abiertas? ¿Todas? ¿No habría muchas marcas en nuestro país de países?

CV: Cuando enterramos a alguien en un cementerio, a todos les ponemos algo con su nombre, ¿no? No solo a unos. Todas las fosas tienen que ser dignificadas. Todas las fosas y todos los nombres.

¿»Muchas marcas»? Sí, llevamos muchas marcas por dentro y tienen que salir afuera. Desenterrar las palabras y abrir las fosas.

Esa es nuestra triste historia: un país lleno de fosas. Esa es nuestra realidad. Es malo para la salud democrática y mental el esconder, el negar. Hablemos alto y claro. El Estado español está lleno de fosas comunes y eso tiene mucho que ver con nuestro presente. Los indígenas dicen que cómo una sociedad trata a sus muertos dice mucho de esa sociedad.

No puede ser que sigamos paseando por sitios que sin saberlo están llenos de restos de nuestros abuelos, los abuelos de alguien. ¿No se merecen ser honorados?

 

¿Qué debería hacerse con el llamado Valle de los Caídos?

CV: El Valle de los Caídos, en realidad, es una fosa común. Creo que sobre qué hacer…deberían ser los familiares de los que están ahí los que lo decidieran.

Ya se ha dicho que las familias de Franco y de Primo de Rivera deberían llevarse sus restos.

Los demás…el problema es que dicen que están en un estado lamentable, con lo cual no se sabe si es posible el identificar cada uno y devolverlo a la familia, como quisieran las familias.

Una idea que se habla es el convertir el Valle de los Caídos en un espacio para la memoria histórica, para hacer el duelo, para hablar de la paz.

Y yo, personalmente, quitaría esa cruz porque muchos de los que están ahí enterrados eran ateos.

Una pregunta concreta.. Barcelona, una estatua dedicada a Francesc Cambó, al lado de La Caixa, en la Via Laietana. Doscientos metros más abajo, una avenida con su nombre. ¿Qué hacemos con ello?

CV: Yo creo que habría que cambiar el nombre de la avenida. ¿Y su estatua? No sé, creo que podría ser interesante poner una placa al lado explicando lo que hizo este señor, cómo financió a los fascistas.

Me encantaría poner una placa también en La Caixa sobre la financiación que hacen en temas de armamentos. Para que la gente viera la continuidad.

Hablas de una experiencia chilena, del PRAIS. ¿En qué consistió?

CV: Un mes después del brutal golpe de estado en Chile del 11 de septiembre del 1973, organizaciones clandestinas ya comenzaron a dar atención médica y psicológica a las personas que vivieron la represión y la tortura.

Y siguen haciéndolo, ahora financiado por el gobierno, y atienden a tres generaciones: a los que vivieron la represión, a sus hijos y a sus nietos porque saben que hay una transmisión generacional y que en los nietos ocurre «el retorno de lo reprimido». Y también dan ayuda a los que trabajaron en la defensa de los derechos humanos durante la dictadura. No esperaron a que acabar la dictadura. Se empezó a atender al daño psicológico en el acto.

También es muy importante la experiencia del neuropsiquiatra chileno, Jorge Barudy, que ahora es el director del centro Exil en Barcelona y en Bruselas.

Barudy trabaja con el trauma de los exiliados, refugiados, torturados, etc. Y hace cursos de formación para profesionales, sobre todo sobre el trauma, cualquier tipo de trauma, que viven los niños y adolescentes.

Lo conmovedor de Barudy, persona que en Chile estaba comprometida con la justicia y por eso acabó en la cárcel y la tortura, es que él y otros profesionales sanitarios, en la cárcel misma, comenzaron a dar tratamiento psicológico a los compañeros también encarcelados.

Su ejemplo es una gran inspiración.

Si pensamos que han pasado 75 años desde el final (el oficial) de la Guerra Civil Española, y casi 40 años desde la muerte de Franco, y que aún no hemos empezado a hablar ni elaborar el impacto psicológico…y Barudy ya estaba dando tratamiento en la cárcel misma, después de que a él le hubieran torturado!

Nos explicas la teoría de Vamik Volkan. ¿Qué es eso de que según los preceptos de la psicología básica en conflictos los enemigos se acaban pareciendo los unos a los otros?

CV: El odio, la polarización, la regresión masiva que ocurre en tiempos de presión resultan en una ansiedad colectiva, un temor al «otro». Las ideas políticas pueden ser diferentes, pero en un conflicto, en general, los comportamientos son similares en los dos bandos.

Y no tiene que ser en una guerra. Si miramos a la izquierda en el Estado español podemos ver que, aunque las ideas son muy diferentes de la derecha, los comportamientos no lo son. En la izquierda vemos autoritarismo, machismo, oportunismo, el «y tú más», etc.

Hemos comenzado a ver cambios en comportamientos en movimientos políticos como el 15M y los grupos post 15M. Eso me da esperanza.

Te pregunto algo parecido sobre la hipótesis de Bar-On. ¿No se está haciendo algo de eso en el País Vasco?

CV: No, no se está haciendo. Hacer la metodología de Bar-On en Euskadi implicaría hacer grupos de hijos de víctimas de ETA y otros grupos de hijos de ETArras. Según la metodología de Bar-On, se trabajaría primero un tiempo en cada grupo, y luego se juntarían los dos grupos.

Es difícil. Los grupos que él hizo con jóvenes alemanes no-judios y con jóvenes judíos de Israel fue una experiencia difícil pero impresionante.

Luego aumentó el reto (Bar-On era muy valiente!) e hizo grupos en Israel y Palestina con jóvenes.

Hay que estar muy bien formado en grupanalisis, dinámicas grupales y psicología política para saber navegar un proyecto de trabajo entre descendientes de «enemigos».

Espero que algún día se hagan grupos así en el Estado español.

Los casos de pueblos de indígenas de Canadá y EEUU que citas al final del capítulo, ¿qué resultado han tenido? ¿Se han curado heridas de años y años?

CV: Los procesos de elaboración y «curación» que han llevado los indígenas, sobre todo en Canadá, desde hace casi 30 años, han tenido muchos efectos. El principal es que los indígenas se ven diferente a ellos mismos. Han recobrado su dignidad y su voz.

Los mismos líderes indígenas con los que yo trabajé a principios de los años 90, ahora les oigo hablar y han cambiado totalmente. Han dejado de lado esa pasividad que tenían pero no han adoptado maneras de hacer política de los «blancos». Han desarrollado sus propias maneras de hablar y luchar para defender sus tierras y sus derechos.

Ha habido una transformación impresionante en la conciencia de los indígenas.

Y los no-indígenas también han aprendido mucho. Durante años, cada semana, las comisiones de verdad y reconciliación han ido de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, escuchando las historias de todos los indígenas que querían hablar y contar sus historias y las de sus antepasados. Estas sesiones estaban abiertas al público y siempre estaban llenas de clases enteras de colegios que iban a escuchar y aprender.

Todo el país ha seguido por televisión las sesiones. También había sesiones cerradas («círculos») para que en grupos pequeños se pudiera elaborar y compartir. Y también ha habido círculos para no-indígenas para poder hablar de cómo impacta el ser parte de los opresores.

De estos procesos han salido otras iniciativas, denuncias y todo un movimiento político muy activo que se llama «Idle No More» («Nunca Más Pasivo»).

Nos explicas, para acabar, la historia de Charlie Wenjack.

CV: Charlie era un chico indígena de 12 años que, como todos los niños indígenas en Canadá desde 1940 a 1980, estaba en un internado («escuela residencial») en los años 1960. Los niños eran forzados a ir, robados a sus familias, y transportados a miles de kilómetros de su comunidad. Y a los hermanos se les separaba.

El objetivo de esas escuelas era hacerles «blancos»: no les dejaban hablar su idioma, les forzaba a ser cristianos y se les abusaban psicológicamente y sexualmente. Dos generaciones no vivieron con sus familias y no aprendieron la vida tradicional indígena. Y todos quedaron traumatizados. Todos mis amigos indígenas que son de mi edad, todos, vivieron esa experiencia. Es muy fuerte.

Mi trabajo con los indios Cri de la Bahia James del Quebec era ayudándoles a «elaborar» el daño de las escuelas residenciales. Recogí esa experiencia en el libro En tránsito de sueño en sueño: Cuatro años con los indios cri del norte del Quebec (El Cobre 2004).

Pues Charlie Wenjack se escapó de su colegio interno e intentó volver a su casa andando, a unos 650 kilómetros de distancia. Murió congelado por el camino.

En el sitio donde murió Charlie, ahora está la Universidad de Trent, y la universidad ha bautizado el gran auditorio, «Wenjack Theatre», en honor a Charlie.

Gracias querida Clara. Nos falto poco.

Continuamos cuando quieras.

[*] Las siete primeras partes de esta conversación pueden leerse en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=184575, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=184931, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=185274 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=185551

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=185753 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=185921 y http://www.rebelion.org/noticia.php?id=186074

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.