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Cronopiando

«No se puede administrar la Iglesia sólo con avemarías»

Fuentes: Rebelión

Esa fue la textual declaración del cardenal Paul Marcinkus hace ya alrededor de 20 años cuando, siendo el administrador del Estado Vaticano y uno de los más influyentes príncipes de aquella corte, fue investigado tras verse envuelto en una monumental estafa millonaria en la que, además de su púrpura figura, resultaron implicados el Instituto para […]

Esa fue la textual declaración del cardenal Paul Marcinkus hace ya alrededor de 20 años cuando, siendo el administrador del Estado Vaticano y uno de los más influyentes príncipes de aquella corte, fue investigado tras verse envuelto en una monumental estafa millonaria en la que, además de su púrpura figura, resultaron implicados el Instituto para las Obras de Religión, que se ocupaba y ocupa de las finanzas de la Iglesia; el Banco del Espíritu Santo, el Banco Ambrosiano y otras instituciones eclesiales.
El cardenal y economista de origen lituano aunque nacido, curiosamente, en Chicago, en ningún momento perdió la compostura, no obstante estar involucrado en un asunto turbio, muy turbio, de este mundo, de bancos, intereses, fraudes, chantajes, suicidios y asesinatos…
Y es que, como asegurase entónces, «no se puede administrar la Iglesia sólo con avemarías».
Desde que trascendieran los pecados, apenas los veniales, varios de los cristianos implicados aparecieron muertos en extrañas circunstancias. Uno hubo que se desnucó en la ducha de su celda al resbalar, fatalmente, tras pisar una pastilla de jabón; otro se suicidó sin despedirse; otro más murió, en las mismas fechas, tras un extraño accidente de automóvil; un cuarto vivo pasó a mejor vida luego de un repentino infarto de miocardio; y el propio director del Banco Ambrosiano, desaparecido tras desatarse el escándalo, fue encontrado colgado días más tarde de un puente del Támesis.
Cierto que, como asegurase el cardenal Marcinkus, íntimo, por cierto, del entónces cardenal Ratzinger, «no se puede administrar la Iglesia sólo con avemarías». Y ocasión tuvo de confirmarlo, años más tarde, cuando un mafioso italiano arrepentido lo implicara hasta en el propio atentado que sufriera el papa Wotjila.
«No se puede administrar la Iglesia sólo con avemarías» habría insistido Marcinkus de no haberse vuelto más discreto con el paso del tiempo y los escándalos.
El cardenal Marcinkus no estaba obligado entónces a declarar y someterse ante ninguna otra justicia que no fuera una corte celestial, privilegio que le otorgaba su condición y rango.
Ahora que acaba de morir, ya anciano, en su confortable aposento, a salvo de enjabonadas y resbalosas pastillas y accidentes, tal vez vea satisfecho su deseo de responder en el más allá de aquellas acusaciones para las que, en el más acá, sólo tuvo como respuesta aquella lacónica sentencia…»no se puede administrar la Iglesia sólo con avemarías».
Y a confesión de parte, relevo de pruebas.