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¿No traemos una medalla nunca?

Fuentes: Rebelión

Los acontecimientos deportivos de las últimas semanas han sido la mejor respuesta del deporte ecuatoriano al desatinado comentario (otro más), en el mes de abril, de la cabeza del gobierno nacional, Lenín Moreno. «En cambio, nosotros no traemos una medalla nunca», dijo sin sonrojarse mientras repetía, una vez más, la cada vez menos efectiva estrategia […]

Los acontecimientos deportivos de las últimas semanas han sido la mejor respuesta del deporte ecuatoriano al desatinado comentario (otro más), en el mes de abril, de la cabeza del gobierno nacional, Lenín Moreno. «En cambio, nosotros no traemos una medalla nunca», dijo sin sonrojarse mientras repetía, una vez más, la cada vez menos efectiva estrategia de criticar las políticas públicas del gobierno anterior. En este caso, las deportivas y la construcción de los Centros de Alto Rendimiento en varios puntos del país.

Los logros obtenidos por Richard Carapaz en el Giro de Italia, Glenda Morejón en 20 km marcha, Alex Quiñonez en atletismo, la selección nacional masculina de fútbol sub-20, Angie Palacios en halterofilia, por mencionar solo unos pocas preseas o hitos que estos y estas deportistas han ganado para nuestro país [1] , cayeron como aguacero para acallar semejante declaración. Los objetivos alcanzados en los últimos Juegos Panamericanos en Lima este 2019 también suman a esa avalancha de respuestas deportivas sobre las declaraciones del primer mandatario [2] . El entusiasmo creado por todo esto en toda la ciudadanía no es menor. No solo por la justicia poética que implica para con las declaraciones del Jefe de Estado, sino por saberse y sentirse capaces de logros relevantes en clave colectiva, en este caso en el deportivo. Aunque no hayamos participado, o incluso, apoyado personalmente, esas victorias apelan al sentido nacional, a nuestra autoestima. Eso es innegable.

Pero siento que es necesario hacer hincapié en lo que implica socialmente esta seguidilla de logros actuales para nuestra nuevamente denostada idiosincrasia. Porque quizás la respuesta más obvia al por qué, «de repente», logramos éxitos en competencias deportivas, es elegir el camino según el cual nuestro físico (nuestra «raza», dirán todavía algunos/as) es igual de fuerte o buena que la del resto de deportistas de otros países. Quizás este reflejo es parte de un complejo colectivo de inferioridad, herencia de nuestro pasado colonial y presente neocolonial. Pero la cuestión de fondo es que quizás que estamos mirando el dedo y no la luna, como dirían en China.

Porque lo que está sucediendo, me parece, va más allá de lo físico y la disciplina personal de cada uno de los y las deportistas nacionales, que es evidente que ha mejorado en estos últimos años. Lo que estamos presenciando, principalmente, se trata de un cambio de mentalidad. Me refiero concretamente a que la diferencia entre ganar sistemáticamente o esporádicamente, se refiere al cambio en nuestra fortaleza interior, nuestras expectativas (sueños) y el grado de convicción con la enfrentamos el día a día y, los tantos y diferentes, obstáculos que se pueden presentar en el camino.

El cambio de mentalidad presente en esta nueva generación que, desde más joven, no solo se prepara mejor en lo deportivo, sino también en lo mental. Una generación que se dio cuenta que muchas de las limitaciones que uno se puede enfrentar son limitaciones autoimpuestas, es decir, ilusorias. Solo eran miedos proyectados para detenernos y condenarnos a la mediocridad. Esta nueva generación bebió de aquellos logros deportivos como la primera medalla de oro olímpica en 1996 y toda la trayectoria deportiva de Jefferson Pérez (cerrada con una medalla de plata en Pekín 2008), la primera clasificación a un Mundial masculino de fútbol de la FIFA, la primera copa Libertadores, Copa Sudamericana y Recopa Sudamericana de un equipo ecuatoriano por la Liga Deportiva Universitaria de Quito, por mencionar de lo más destacado, y solo en el ámbito deportivo. El que haya existido por primera una institución y una política pública especializada para la organización y desarrollo del deporte nacional no es algo tampoco a subestimar, más allá de lo muy perfectible que podían ser estas dos.

Lo que estamos viviendo ahora es un recambio generacional de nuestras mentalidades y que va más allá de lo deportivo. La significación de los éxitos que se cosechan ahora son la mejor respuesta para aquellas personas que siempre fueron y siguen siendo sombríos agoreros del presente y del futuro, que siempre se fijan en lo malo, que critican gratuitamente cualquier intento de cambiar las cosas y que prefieren la comodidad de la mediocridad que el camino del esfuerzo y la superación personal y colectiva diaria.

Es una lástima que nuevamente un representante de ese grupo de personas esté sentado en el sillón presidencial encarnando a lo más rancio de las élites ecuatorianas. Pero es que ese siempre ha sido una de las marcas de identidad de nuestras oligarquías (andina y costeña). La autoflagelación colectiva como instrumento de dominación. Siempre había una excusa para justificar nuestro retraso, nuestra pobreza y la falta de logros como país del que pudiéramos sentirnos orgullosos todos y todas. O es que éramos proclives a la vagancia, de poca estatura o peso, dados al desorden, nos gusta mucho la fiesta, muy indios, muy mestizas, escasos de blanquitud, y todos los etcéteras que puedan recordar. Claro, parafraseando a Jorge Enrique Adoum, la autoestima nacional era permanentemente introducida en una licuadora antes de siquiera poder echar brotes verdes.

Siempre mirando al norte para deshacerse en devoción, y menospreciar quienes somos, lo que tenemos y lo que podríamos lograr con solo organizarnos mejor y proponérnoslo, las palabras del presidente Lenín Moreno son una muestra de esa mezquindad y miopía. Es un retrato del lugar donde nos acostumbraron a pensar(nos) y que desde hace algunos años se ha ido demostrando que podemos salir, que no ha sido nuestro destino, ni manifiesta y fatídica providencia. Y no solo eso, todas las victorias y medallas deportivas demuestran que está claro que no queremos, ni vamos a volver a ese fango mental por más que lo intenten. Hoy fueron medallas deportivas, mañana será el resto del país quien responda con rotundidad y orgullo que al pasado no vamos a volver.

 

Renato Villavicencio Garzón es Máster en Estudios sobre Globalización y Desarrollo por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y Máster en Análisis Político por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Actualmente es doctorando en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Complutense de Madrid.



[1] El Tiempo. «11 medallas en torneos internacionales lograron deportistas ecuatorianos esta semana». 09 junio 2019. http://bit.do/eUXq4

[2] El Comercio. «Ecuador cumplió sus objetivos en los Juegos Panamericanos Lima 2019». https://bit.ly/2ORbKrm

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.